No me toques la trompa

“No me toques la trompa”. Es lo que dice un elefante cabreado. Expresión paquiderma que equivale a nuestro “no me toques los pelendengues”. Cuando un elefante barrita enojado a pleno pulmón, lo que menos apetece es que un insolente le toque su inmensa probóscide, pues es suya, sólo suya y de nadie más. Además, esos grandes mamíferos disfrutan, dicen, de una memoria prodigiosa, así que te la guardará. Y pusieron de moda, allá por los años 70, un tipo de pantalones ceñidos y de pata ancha que, como nadie, lucían Los Chichos en sus recitales, reyes indiscutibles de la rumba taleguera.  

Joan Baldoví, de Compromís-BLOC, coalición de ultranacionalistas y “oltraizquierdistas” valencianos, dóciles palanganeros del separatismo catalán, y que forma parte del gobierno regional junto al autodenominado PSPV (Partit Socialista del Pais Valencià), ha respaldado públicamente el despido de la profesora de música Encarnación Grau, una virtuosa de la trompa (instrumento) de 62 años de edad y 35 de docencia, al no acreditar ésta la titulación exigida de competencia en “valenciano”. El interfecto, que no ha sido llamado por el Señor por los caminos de la crítica musical, ha efectuado la siguiente “deposición” oral: “(la despedida)… Podría haber aprendido el idioma de su tierra en todos estos años”. Sucede que doña Encarna, natural de Játiva, habla a la perfección, y desde niña, eso que el zote de Baldoví llama “valenciano”. Vamos, que a juicio de esa suerte de inquisidor lingüístico la profesora de música, a contrapelo de su apellido incontestable, no dispone del “grado” requerido.

Baldoví es uno de esos progres resbaladizos de “talante dialogante” que dan un perfil bonancible en las entrevistas, como de sonriente ex seminarista, de los que causan furor en las cadenas TV más “progres” e idiotizadoras, por lo común babeantes ante los politicastros antiespañoles que acaudillan los palurdos nacionalismos periféricos. A esas animadas tertulias acuden siempre en calidad de prestigiosos invitados y siempre dicen “en este país” por no mentar a la bicha. Una réplica, Baldoví, de la función reservada en tiempos a Pilar Rahola… antes de que la televisiva musa del separatismo se transformara en una erinia altitonante (y «altitontante»), malhumorada e irascible, imbuida de un visceral odio a España

La Sanidad pública en Baleares está sumida, es sabido, en una profunda crisis por ajustes a la baja en la plantilla. Faltan oncólogos y enfermeros (véase la tractorada «People from Ibiza»). Uno de los problemas que denuncian los afectados son las exigencias lingüísticas (acreditación de conocimientos académicos de lengua catalana) que impone de manera draconiana el gobierno regional dirigido por la socialista Francina Armengol. Con todo, esa exigencia no es extensible, la llamada “ley del embudo”, a algunos cargos de su propio gobierno, sea el caso del director de IB3, canal autonómico de TV. Quiere decirse que si el eminente cardiólogo que le trata a usted, por bueno que sea en su especialidad, no presenta la titulación lingüística (im) pertinente, ya puede ir haciendo las maletas y abrir consulta en Calasparra, porque lo que es en Mahón y Palma no ejercerá su profesión.

Pues el gobierno valenciano va y le da una vuelta de tuerca al feo asunto de las barreras idiomáticas que impiden la libre movilidad de los ciudadanos españoles por el territorio nacional. Unas barreras metafóricas, por así decir, pero que causan, en definitiva, parecido efecto al de los muros levantados a ladrillos y concertinas para contener los flujos migratorios. Y Baldoví, el mismo que bailotea sobre una tarima (sin chispa de gracia… véase el aterrador documento gráfico en los «interneles») junto a su compañera de partido Mónica Oltra, a juicio como presunta encubridora de los continuados abusos sexuales de su ex marido a menores tuteladas (parece un sarcasmo, pero no lo es), en un repugnante acto de desagravio a la interfecta, da un paso de la danza a la música y cuela, entre trompas, címbalos y clavicordios, su mal digerido revanchismo ideológico convirtiendo otra vez una lengua co-oficial en una herramienta de dominio y poder. En un artefacto antipático, castrador, inquisitorial, restrictivo y liberticida. De modo, che, nano, que es más importante el titulín de valenciano en la clase de trompa de la señora Grau, que la trompa misma y que la pericia de la profesora con el citado instrumento. Una estupidez enorme, desaforada, manicomial… grande como la trompa (vinolenta) de un general.

Hay algo obsceno, sucio (no tanto como un alegato a favor de la pederastia, razón Irene Montero, defendida, cosas veredes, por el portavoz de la Conferencia Episcopal), además de injusto y arbitrario, en todo ello, pues siempre se nos ha dicho que el de la música es el lenguaje universal por antonomasia. Un idioma que no necesita del traductor simultáneo, pinganillo a la oreja. Un código versátil y mudable de sonidos que trasmite emociones y aúna a personas de muy diferente origen y cultura. Es poco menos que un sacrilegio envilecer una clase de música y una dilatada trayectoria docente con semejante excusa. Un acto propio de un auténtico botarate, de un palurdo cejijunto como no hemos visto otro. Con todo, Baldoví, en su insondable estupidez, ha tenido la gallardía de dar la cara y largar esa vergonzante melonada para justificar un atropello de ese calibre. Los demás integrantes de la coalición de ese infecto gobierno regional, a decir verdad, son aún peores, pues promueven el despido o consienten y callan.

 Ha sido noticia cuando una agencia astronáutica ha lanzado cohetes y satélites al espacio exterior. En previsión de un contacto hipotético, se nos ha dicho, con una civilización extraterrestre, llevan las naves aparatejos sofisticadísimos para emitir señales radioeléctricas a guisa de tarjeta de presentación planetaria. Y nunca falta en esos archivos de audio una pieza musical en la, acaso ilusoria esperanza, de que ese específico lenguaje, una de las más sutiles creaciones del alma humana, pueda servir para establecer un rudimento de comunicación entre distintas inteligencias. El angelical tañido de un arpa. La armonía de las esferas celestes. La Novena sinfonía de Beethoven, una misa barroca de Bach. Por qué no, una escogida interpretación de la señora Grau. Pero jamás una alocución parlamentaria, en valenciano, de ese cafre de Baldoví que odia la música con la intransigencia de los talibanes, bien que por diferentes motivos. O un artículo de ese cantamañanas de Eliseu Climent, vivales de profesión y “caza-subvenciones” número uno del pancatalanismo levantino. Un latoso mensaje de ambos animaría a nuestros interlocutores galácticos, de verdes trompetillas en la azotea, a hacernos una visita inamistosa.

Sostiene Baldoví, ya se ha dicho, que la señora Grau, virtuosa de la trompa represaliada por esa exasperante normativa lingüística, habría podido aprender “el idioma de su tierra”, refiriéndose a eso que llaman “valenciano”. Que, por cierto, habla desde niña. También es idioma de su tierra el español, que es el idioma familiar de muchos valencianos, tanto en las grandes capitales de la región como en algunas comarcas en las que es la lengua dominante desde hace siglos.

Esto va de gustos y de prioridades, de proyectos vitales, no puede ser de otro modo, de lo que cada quídam quiere o puede hacer con su vida. ¿Quién se ha creído que es ese prototipo de aldeano, a quien sólo falta vestir el desahogado blusón de hortelano ribereño de la Albufera, en plan “Cañas y barro”, para decir a nadie lo que tiene o no que aprender? ¿Y por qué no aprendió el andoba ése de Baldoví a tocar la trompa, habida cuenta que no es manco a la hora de tocar los cataplines a los demás… ni de encubrir a sus amiguitos de partido que, de tapadillo, tocan los genitales a las niñas “tuteladas”?

“Anda, el cornetín del pregonero de mi pueblo”, dijo Baldoví (Compromís), ese gran experto musical, al ver la trompa de la señora Grau.

«Le pays catalan dit NON»/ («El «país catalán» dice NO»)

“Oui au pais catalan”, así llamaron los catalanistas a sus listas electorales en las últimas legislativas (junio 2022). La presentaron en las cuatro circunscripciones del departamento de los Pirineos Orientales. Obtuvieron todas juntas algo menos de 4.300 papeletas, un 2’4%, es decir, uno de cada 40 votos escrutados. Ninguno de sus candidatos pasó a la segunda vuelta. Los más votados concurrieron por el partido de Marine Le Pen, con casi el 32% y algo más de 54.000 votos. Eso en primera vuelta. En la segunda, al balotaje, se llevaron los 4 diputados en liza. También en las presidenciales, en ese mismo departamento que nuestros aborigenistas llaman pomposamente la “Catalunya Nord”, la jefa de la ultraderecha se hizo con el primer puesto batiendo a Macron por casi 13 puntos de diferencia: 56’3% vs 43’7%. Hablamos de Perpiñán, de Ceret, de Prats de Molló (donde fue interceptada por la Gendarmería, sin disparar un solo tiro, la partida armada reclutada por el chifletas de Maciá para conquistar Cataluña, año 1926), o de Villefranche de Conflent, es decir, de todas esas entrañables localidades del sudeste francés que causa en nuestros indigenistas irredentos el cuasi orgásmico efecto de la licuación cada vez que transitan apaciblemente por sus calles y plazas.  

De tal suerte que lo suyo sería que el bastardeado topónimo, “Catalunya Nord”, mutara a “Catalunya Nyorda”, siendo “nyordos” (ñordos) la designación despectiva e infamante que los nacionalistas catalanes dedican de un tiempo a esta parte a los españoles en general y a los catalanes no nacionalistas en particular. “Espanyols” (españoles) da en su jerigonza supremacista y xenófoba “espa-nyordos”, literalmente “espa-mierdas”, siendo un “nyordo” un “zurullo” o “truño”. Etiqueta que ha sido usada de manera recurrente en programas de TV3 (entrevista a un sonriente Xavier Sardá en el espacio “Preguntes Freqüents”) en horario de máxima audiencia. “Nyordos” (mojones) sustituye a “botiflers” (traidores): renovarse o morir. Sí, esa misma cadena pública que pagamos todos vía presupuestaria y que presta el utilísimo servicio a más de la mitad de la población avecindada en nuestra región de hacernos saber que somos, además de contribuyentes, “nyordos”. Tal cual. Y, a pesar de ello, permitimos, los “nyordos” más que nadie, que esa cadena repugnante, además de carísima y ruinosa, siga emitiendo a los cuatro vientos sus sectarias, pestilentes y tóxicas heces.

En el artículo de análisis que “Eldebate.com” dedica a las citadas elecciones se enfatiza el pésimo resultado de las candidaturas catalanistas. Y es cierto que la opción que representan goza de un respaldo anecdótico, muy minoritario. O dicho de otro modo: no goza de respaldo. Candidaturas tuteladas por los partidos nacionalistas de aquende Los Pirineos, ERC y la antigua CiU, o comoquiera que ahora se llame. Y también que, para gozar del estatus de legalidad en el país vecino, han de renunciar a cualquier pretensión de segregación territorial, pues de lo contrario las leyes republicanas les caerían en la cocorota con la aceleración gravitatoria de un rinoceronte muerto y defenestrado desde la azotea de un rascacielos. La República francesa no admite partidos de matriz local que proclamen afanes separatistas. Y punto. Qué gran nación(*).

Pero los resultados de los partidos marginales hay que mirarlos siempre con lupa. Por una cuestión de escalas, para ellos una décima de más o de menos, es mucho. La última vez que acudieron a las elecciones en solitario, sin colar a los suyos en las listas de los partidos mayoritarios, los catalanistas obtuvieron algo menos de 3.000 votos y alrededor de un 1’4% del escrutinio. Cierto que el sistema electoral al balotaje vigente en Francia topa la representatividad a las formaciones minoritarias, pero eso no impide escudriñar en las tripas de las actas comiciales para determinar su tendencia, si al alza o a la baja. Y aquí apreciamos, a pesar de los bienintencionados chascarrillos de “El Debate”, un significativo aumento de 1 puntito entero en porcentaje, del 1’4 al 2’4%, ahí es nada, y de casi 1.500 votos en términos absolutos, lo que supone un subidón del carajo de la vela que raya el 55%. Miau.

Con nuestro sistema proporcional, una candidatura que ronda el 3% o el 5% de las papeletas, según las elecciones, anda muy lejos de gobernar, cierto, pero, alcanzado el mínimo consignado, sí podría condicionar la formación de mayorías, sea el recurrente caso de ese concejal independiente, bajo siglas vecinales, fácilmente sobornable, y que entre bloques decanta el gobierno en unas municipales y se hace con la codiciada “cartera” de Urbanismo, rascando buenas comisiones por licitación de obra pública y enchufando a familiares y amigos en momios diversos. 

Moviéndonos en esa horquilla, 1’4%-2’4%, nadie dirá que en la Catalunya Nyorda se ha producido un efecto contagio después de algo más de una década desmelenada de matraca plúmbea e intensiva de “soberanismo” (descontadas las décadas anteriores), pero hay que concluir que, como primera opción, ha ganado adeptos. A mayor abundamiento, en un medio hostil y ante un rival de empaque como es la República francesa, que no es un Estado nacional blandengue, desnortado, jibarizado y desvertebrado como España. Y todo lo que no sea un retroceso en las urnas de nuestro particularismo, sea cual fuere la convocatoria, es una mala noticia.  

Con todo, aguzando la vista, distingue uno tímidas señales de cansancio o agotamiento en el monolítico, hasta ayer, modelo republicano. Pueden ser los efectos mal digeridos de la así llamada “multiculturalidad”, con segundas y terceras generaciones de inmigrantes hacinados en las “banlieus” (suburbios de las grandes ciudades) sin expectativas laborales, reacios a la “integración cívica”, desafectos a la idea de nación, y extrañados ante el modo de vida occidental, en sus premisas, valores y símbolos, o la apuesta de la extrema izquierda a escala continental por los movimientos identitarios de todo tipo y sus indisimulables simpatías por las disfunciones rupturistas de los regionalismos exacerbados, rasgo dominante en la extrema izquierda española (PSOE actual y Podemos). Lo cierto es que nada es eterno y todo aquello que pensábamos que estaba ahí para los restos puede, a la larga, desmigarse y venirse abajo. También la “grandeur” de nuestros vecinos y trocar en “petitesse”. A un tris anduvo Francia de pegarse un tiro en el pie con la ley de escolarización en lenguas regionales, aún hoy siquiera “co-oficiales” por esas latitudes (véase la tractorada “la Grandeur de la France”), incomprensiblemente aprobada en un primer trámite parlamentario y felizmente revocada, antes de que prendiera el fuego, por el equivalente galo del Tribunal Constitucional.

Escucha, Francia, a este anónimo admirador tuyo. No hay nada deseable, ni provechoso, en hacerle guiños al localismo bajo la forma de insólitos artefactos, pues siempre anidará ahí, agazapado en las sombras, el inconfeso deseo de obtener de ello rédito político (lo mismo de un traje típico que de una leyenda, de una variante dialectal, una receta incluso, de una fórmula anacrónica de juramento, del batimán caprichoso de una danza tradicional o de la nota dulcísona de una siringa única, es decir, de cualquier bagatela).

Guárdate de todo ello, pues la República no se hizo para desandar el camino y regresar al feudalismo anacrónico, a ese estadio de cosas diminuto -barreras y peajes por doquier, cartas concedidas y fueros centenarios- donde los aspirantes a cacique proclaman que pues ellos descienden del legendario conde de Las Marismas Marismeñas, a gala tienen lucir un imponente bigotón con las guías rizadas hacia arriba, muy al contrario que en las comarcas limítrofes, donde los bigotes lo son en forma de herradura. Y comoquiera que el Barón de Pozoancho, consejero áulico que fuera del rey Feldespato III, “Manoslargas”, durmiera la siesta a la sombra de aquel mostajo en el año de gracia de 1.270, ellos y sus territorios, en buena lógica, y gracias a ese supuesto hecho diferencial de fundamentación histórica, no han de pagar el sobrecoste de la factura eléctrica o el 21% de IVA de los artículos textiles y del menaje del hogar, pues ya en su día, y gracias a su calidad de hijosdalgo, anduvieron exentos de pechar el bovático a los reyes de Aragón.

A la República no ha de temblarle el pulso: todas esas chamuchinas, en una comunidad política moderna, donde nacemos libres e iguales en derechos y obligaciones, han de estar donde muy dignamente les corresponde: en las estanterías de una simpática y acogedora tienda de souvenirs para turistas. El cuerpo electoral ha dicho “non” a “Oui au pais Catalan”. Nada es para siempre, nada viene dado por añadidura, o como ese maná caído del cielo para alimentar al pueblo hebreo en su éxodo calamitoso. Y si la República, como cualquier otra democracia que por tal se tenga, transige con el tufo sentimentaloide que se adhiere a determinados bibelots particularistas perderá, a no mucho tardar, su esencia y su razón de ser.   

(*) Con sus sombras, claro es. Para muestra un recentísimo botón: en Francia los niños con síndrome de Down no pueden sonreír en los anuncios TV, u otras ficciones, ni siquiera si se abrazan a sus madres, pues una secuencia de ese tipo podría entristecer y llevar al arrepentimiento, mala conciencia, a aquellas gestantes que hubieran abortado un hijo de esas características.

Mapa de la “Catalunya Nord” o, en adelante, “Catalunya Nyorda”, pues van sus electores y votan “no”, o mejor dicho, NO votan, a la candidatura autodenominada “Oui au pais Catalan”, que, por otro lado, es territorio “Le Pen”. Mon Dieu!

Una manera de hablar

“Te sacaré los ojos con la cucharilla del café y luego te los meteré por salva sea la parte con ayuda de una cerbatana”. Una manera de hablar. “Yo siempre voy de frente y digo las cosas a la cara”. Otra manera de hablar, ésta muy común y quizá una de las mentiras más repetidas de todos los tiempos.

“Para que la “revolució dels somriures” («revolución de las sonrisas») salga bien se necesitan un millón de personas en la plaza de San Jaime y unos setenta muertos”. Ésta última es la manera de hablar de Víctor Tarradellas Maré, en tiempos Secretario de Relaciones Internacionales de CDC y uno de los “fontaneros” del golpe de estado de Septiembre/ Octubre de 2017. ¿De hablar con quién?… con Xavier Vendrell, ex de Terra Lliure (“división” de explosivos), ministrín de “Gobernación” en el segundo tripartito a las órdenes de Montilla (paladín de los charnegos agradecidos y que, por su óptimo desempeño en la materia, da alternativo nombre a los tales: “amontillados”), metido de hoz y coz en un sinfín de líos a corruptela pestilentes, y ahora haciendo las Américas, gira exitosa… muy bien relacionado con los narco-gánsteres del nuevo gobierno colombiano presidido por el ex terrorista Gustavo Petro, ése del que dice el diario “El País” que es un ex guerrillero (M-19) “de orientación socialdemócrata”. Sensacional.

El fragmento de la declaración del interfecto ante el juez (véase el video referenciado en Dolça Catalunya) es de una nitidez pasmosa. Se agradece a los malvados que hablen claro, para no llamarse a engaño. Y Víctor Tarradellas lo hace. Y ya sabe uno a qué atenerse con el pájaro y sus conmilitones. No necesita de intérpretes para que su mensaje llegue a la gente. Con todo, a este tipo de personajes siniestros siempre le sale un coro de exégetas y comentaristas afines al gobierno (PSOE + Podemos + ERC + Bildu (HB/ETA)) que rebajan el tono a muerte inconfundible de sus discursos nauseabundos con impostadas protestas de almibarada bonhomía: “No saquemos de contexto…”, “Ha querido decir…”, “No son palabras afortunadas…”.

El andoba ése ha querido decir lo que ha dicho… y desde la óptica golpista, es decir, la encaminada al triunfo de la causa separatista, hay que admitirlo: tiene su parte de razón. Modificar los parámetros del ordenamiento jurídico, cuando es fruto del consenso político y obedece a reglas democráticas homologadas, parece difícil sin poner sobre la mesa negociadora el aval de la violencia y de la muerte. “¿Qué le parece si por las buenas sustituimos la legalidad vigente, equiparable a la de otras naciones de nuestro entorno, por un programa rupturista donde no estén garantizados los derechos civiles y políticos de los no nacionalistas, pues contamos para ello con el respaldo de un 40% -barriendo para casa- de la población?”. “Cómo no, adelante… eso que dice parece muy sensato”.

La meditada opinión de Víctor Tarradellas es compartida por otros fanáticos nacionalistas que también han concluido, y así lo han manifestado en “las redes” (sea el caso de Héctor Bofill), que el “proceso” ha fracasado precisamente por ausencia de una violencia previa a la fase más activa del mismo (leyes de desconexión de septiembre de 2017 o golpe parlamentario y referéndum ilegal) como elemento de persuasión. Dicho a la pata la llana: han faltado muertos, quizá no muchos, pero sí un puñado de ellos. O cuando el general Alcázar (“Los pícaros”) pide permiso a Tintín para fusilar al derrocado general Tapioca y a unos cuantos de sus colaboradores, por aquello de mantener vivas las más acendradas tradiciones del golpismo cuartelero.

“Con la violencia nada se consigue”, nos han hecho creer, y hemos querido creerlo, pero no es cierto. Se consiguen muchas cosas, dependiendo, claro es, de la firmeza en las convicciones de aquellos de quienes depende la preservación de la legalidad. Si éstos son cobardones y en principios mudables y tornadizos, los terroristas y los golpistas consiguen más. Y a mano tenemos el ejemplo de Bildu (Batasuna/ ETA) y de los últimos gobiernos españoles (Zapatero, Rajoy y Pedro Sánchez). Acuda el lector al cabal (y desesperanzador) análisis que hace Rogelio Alonso en el imprescindible ensayo “La derrota del vencedor”. Nos dicen que “matar no les ha sido de provecho”, que “algunos han pagado sus cuentas con la sociedad pasando muchos años a la sombra” y que, atenta la guardia, “ahora son “actores políticos” (sic) tan legítimos como los demás porque ya no matan” (o eso dijo Idoia Mendía hace ya unos años).

No hay que ser la sagacidad encarnada para deducir que para dejar de matar, primero hay que hacerlo… me refiero a meterle un tiro en la nuca a un concejal sin escolta (un “escrache” balístico) o colocar un montón de explosivos en el aparcamiento de un supermercado para achicharrar vivos a unos cuantos consumidores recalcitrantes. Luego matar, a veces tiene premio, y sólo no lo tiene cuando los asesinos son condenados a cadena perpetua, sus cómplices a las que correspondan, sus organizaciones afines ilegalizadas y su patrimonio incautado para hacer frente a obligaciones indemnizatorias en favor de sus víctimas. Pidan o no perdón o pretendan rebajar sus penas realizando cursillos de macramé o moldeando vulvas en arcilla inscritos en talleres de reeducación sexual al gusto de la “ministresa” Irene Montero. Es doloroso decirlo, y deshonesto negarlo, los muertos por violencia política, según sean los muertos y según los asesinos, son a veces rentables, aunque se trate de una rentabilidad diferida. No se trata de un beneficio inmediato, pues de primeras llegan las condenas tajantes y las concentraciones de repulsa. Pero ya a medio plazo la cosa cambia y la pátina que a todo da el discurrir de los días atenúa y reblandece tragedias y atrocidades.  

Víctor Tarradellas alegará que la prueba del nueve de la naturaleza metafórica de su declaración ante el juez reside en que es imposible meter, siquiera con calzador, un millón de personas en la Plaza de San Jaime, donde, comprimidas como sardinas enlatadas, no caben más de 8.000. Su edificante conversación con el dinamitero Vendrell era, pues, un purparlé. Con todo, no olvidemos que los separatistas, ahí es nada, consiguieron embutir a dos millones, dos, en el Paseo de Gracia, y además en reiteradas ocasiones, convirtiendo la osamenta de los manifestantes en endoesqueletos flexibles, elásticos, cuales fuelles de acordeón, pues “acomodar” siquiera a 300.000 en esa principalísima arteria de Barcelona (unos 80.000 metros cuadrados útiles) es ya un auténtico milagro.

En “Técnica del golpe de Estado”, un ensayo de factura casi periodística, pues fue prácticamente redactado a la par de los sucesos narrados, Curzio Malaparte nos refiere el apasionante juego al gato y el ratón entablado entre Trotski y Menjiuski (Menzhinski), hombre de Stalin en la GPU (precursora de la NKVD, posteriormente KGB), año 1927, para hacerse el primero con el poder en la Rusia soviética, y el segundo para impedirlo. La puesta en solfa de la teoría de “la revolución permanente”, Trotski, frente a la defensa de la ortodoxia “partido-Estado”. Trotski no pretende el concurso de los sindicatos, que le son favorables, ni de las masas en la calle… no confía en esas bazas, difícilmente manejables, para ejecutar sus planes. No quiere una huelga general, acaso sí el general desconcierto. Confía en la pericia y eficacia de sus unidades de élite, apenas mil hombres, para colapsar y controlar las estructuras básicas de la maquinaria que permite el funcionamiento cotidiano de la sociedad. Se trataría de una acción de comandos a gran escala perfectamente sincronizados y cada uno de ellos limitado a un objetivo concreto, pongamos por caso, estaciones ferroviarias, emisoras de radio, centrales de generación eléctrica o los servicios telefónico y telegráfico. Menzhinski conoce la técnica del rival y sabe a dónde desplazar sus peones, unidades replicadas, tan móviles y autónomas como las de Trotski, para interceptarlas y detener la insurrección. No se contentará con un despliegue de fuerzas visibles a la antigua usanza, modelo policial, sino con defender a cara de perro edificios y dependencias estratégicos desde el interior, con su gente a la espera, agazapada, perfectamente pertrechada para la lucha. El golpe de Trotski fracasa y firma su sentencia de muerte, “ejecutada” años más tarde en Méjico de la mano del asesino Ramón Mercader, militante del PSUC y agente de la NKVD.

Ambos justan optimizando sus recursos, rehuyendo las algaradas y esas profusiones de masas exaltadas que todo lo entorpecen y pueden comprometer el éxito de la operación. Detalle que no tuvieron en cuenta nuestros golpistas. Convocaron a miles de personas ante la Consejería de Economía, 21/09/2017, para retener a los funcionarios allí destacados por mandato judicial. Acaso erraron el tiro. Sólo la ocupación de las instalaciones aeroportuarias, elemento de vital importancia en las sociedades contemporáneas, obedeció a un criterio táctico homologado de golpismo 3.0.

El enviado de Putin, el misterioso Nicolay, según la deposición (no excrementicia, o quizá sí, según se mire) de Tarradellas ante el tribunal, ofrece a nuestros insurrectos gente armada, 10.000 hombres, más que suficientes, a mi juicio, para asegurar militarmente la intentona golpista e incluso derrocar al gobierno de Rajoy y conquistar toda España, en consideración a la porosa, blandengue y arcillosa materia en la que estaba moldeado aquel infame ministerio de la deserción. Nunca habrían sido reclutados para tal menester soldados regulares, claro es, ni los operativos especiales llamados “spetsnaz”, sino los mercenarios del grupo Wagner, el ejército privado del tiranuelo moscovita y de sus adinerados amigotes, más indicados para cumplir misiones “no oficiales”. Hubo ofrecimiento para hacerse cargo de la deuda catalana, pormenor desconcertante, pues supuestamente la deuda la tenía contraída con Cataluña el resto de España, y una oferta algo turbia de financiación del futuro protectorado rusófilo, réplica occidental de Bielorrusia y Transnistria, por medio de criptomonedas.

“La solución final para el problema judío”. “El aplastamiento del enemigo de clase” (véase la tractorada “Paradigma Pons”). Y los “70 muertos” sobre la mesa de Tarradellas. No son sino “maneras de hablar”… que, casi imperceptiblemente, se transforman en maneras de obrar. Es una desgracia, y un baldón para todos, pero matar, quien lo niegue se engaña, ha proporcionado en política excelentes dividendos a no pocos desalmados.  

General Alcázar (aventuras de Tintín): “Por menos de 30 fusilados no me muevo de casa. Eso ni es un golpe de Estado ni es nada. ¡Señor, Señor… todas las tradiciones se pierden!”

Pintamonas

La política exterior separatista está, al fin, de enhorabuena. Ha conseguido últimamente importantísimas victorias que sitúan su causa y a nuestra represaliada y “progromizada” Cataluña en el mapa del mundo, tanto como Ucrania. Les ha costado lo suyo, untar con buenos monises a algunos corresponsales extranjeros que han excretado artículos e informes del tipo “Catalangate”, y cortejar a relevantes personalidades del arte y de la cultura. Ai Weiwei, disidente chino que hizo un molde en escayola de una huella de Jordi Cuixart (un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la imbecilidad), la cantante Cher, la gran actriz dramática Pamela Anderson (“Los vigilantes de la playa”) y sus dos niñas siliconadas, los directores de cine Spike Lee y Ken Loach, o el tan bobo como gran actor Viggo Tontensen.

Da fe Dolça Catalunya de uno de los hitos del exitoso periplo internacional de nuestro aborigenismo “enragé”: un artista australiano ha pintado un cuadro de Puigdemont. Dicho así, la cosa no tiene mucha sustancia. No sabemos si el pintamonas antípoda se desplazó a Waterloo para inmortalizar al insigne fugado en su gabinete de trabajo, “No se mueva, por favor”, pero sí, ahí radica la originalidad de su método pictórico, que lo ha pintado a cuerpo gentil: con su órgano. Tal cual. Lo diremos a la pata la llana, lo ha pintado con la polla. ¿Cómo? Que me aspen si lo sé.

Hay en el mundo personas excepcionales agraciadas con dones particularísimos. Sea el caso de un santón hindú que anduvo hace años por Barcelona, recuerdo la noticia, que emitía un sonido con su chisme, se decía que “cantaba”, mediante complicadas técnicas de sofrología inspiradas en las extraordinarias proezas de los lamas tibetanos al estilo de Lobsang Rampa (éxito de ventas allá por los años 70’ y 80’, “El tercer ojo”, no malpensemos, y otros). El peritaje consistía en aplicarle un fonendoscopio a la pichurra y captar esas como vibraciones de ventriloquía genital, donde los cataplines hacían las veces, se supone, de almacenadores de hits musicales y oblongas cajas de resonancia. No sabemos si el gurú aceptaba peticiones, como en aquellos programas radiofónicos de antaño, “Oiga, pinche usted “Como una ola”, de Rocío Jurado, para dedicársela a mi tía Gertrudis”. También, dicen, Errol Flynn, tipo al parecer de disolutas costumbres, era capaz de tocar el piano con el apéndice de la posteridad. No nos cabe la menor duda de que el actor interpretaba en esas ocasiones “Gary Owen”, el himno adoptado por el general Custer para el 7º de Caballería, personaje histórico al que interpretó en “Murieron con las botas puestas”. Épica por un tubo.

Tim Patch, así se llama el fulano, adquirió semejante habilidad mientras hacía pis en unos baños públicos. Es, no cabe duda, el escenario apropiado para dar hilo a sus insólitas inquietudes y mejor cultivar su novedosa técnica artística. Leemos que no sólo el pitilín trócase en pincel, también su escroto y su culo concurren en igual medida al acto compositivo. Se gana la vida, deseo que muy holgadamente, ejecutando tan singulares performances sobre un lienzo durante la celebración de ferias eróticas a lo largo y ancho de este mundo. La procelosa peripecia de Puigdemont ha sido motivo de inspiración para el bueno de Tim, que se hace llamar “Pricasso” en tan bizarros eventos. Nuestro “procès” aunase, como el anillo becqueriano que enlaza el mundo de la forma al mundo de la idea, al “proceso” creativo de Tim Patch. Un triunfo que traspasa fronteras.

Otro hito del momento dulce que viven nuestros “afers exteriors” (asuntos exteriores), ha sido la detención, junio de 2022, del cónsul honorario de Finlandia en Barcelona hasta 2018, Albert Guinjaume Egido (informa Dolça Catalunya), sucesor en el cargo de su augusto padre. Fue cesado por el gobierno finés a petición del español por la incansable propaganda separatista del interfecto. Se le imputa pertenencia a una organización de narcotraficantes que introdujo en Europa, a través del puerto de Barcelona, un cargamento de 3’2 toneladas de khat, una droga consumida habitualmente en Yemen, en el resto de la península arábiga y en el cuerno de África. Se trata de masticar la hoja fresca de la planta (“catha edulis”), pues al cabo de unos días pierde sus propiedades psicotrópicas. Te deja la dentadura colorada: “sonrisa Profidén”. El alijo, en la calle, habría adquirido un valor, se calcula, de unos 60 millones de euros. Ahí es nada.

Que no pare la música: a tan rozagantes proezas se suma el recentísimo dictamen de la abogacía de la UE, cierto que no vinculante, contrario al asilo, por inmotivado, prestado por la justicia y las autoridades belgas al prófugo Puigdemont. Toma castaña. Al tiempo que crecen las dudas sobre la veracidad e imparcialidad de los informes, de parte al parecer, que han cebado y engordado el “bluf” del así llamado “Catalangate” elaborado por Elías Campo Cid (militante de Òdium Cultural, toma del frasco) y Ronan Farrow (hijo de la actriz Mia Farrow), periodista del diario The Newyorker. Ese medio recibió una donación de 28.000 € en el año 2018 por parte del gobierno regional de Cataluña, según figura en la memoria anual de publicidad institucional, o eso leemos en Dolça Catalunya con enlace a dicho documento. Para mayor tranquilidad de todos, la empresa que difunde la revista citada es propiedad de George Soros, uno de los más destacados mecenas de la “oltraizquierda” mundial.

Cuando algo no funciona, por ejemplo, un instituto u organismo público, una de las primeras providencias que se adoptan es cambiarle el nombre. Lo suyo sería cerrarlo, pero eso significaría dejar sin medios de subsistencia a docenas de familiares y amigos y es preciso contar con ingresos suficientes, procedentes de retenciones e impuestos a la ciudadanía, para pagar las facturas (la luz está por las nubes), la hipoteca, el amarre en Cadaqués de la barquichuela, el cole privado y no “inmersionado” de los peques y la cabañita de recreo en La Cerdaña. Eso ha pasado exactamente con el Diplocat de los tiempos heroicos con nuestro idolatrado Raül (diéresis sobre la “u”) Romeva a la cabeza (perdón por el pleonasmo antropométrico).

Admitamos, con la perspectiva que nos da el tiempo, que ese fulano (Romeva) se lo curró duro, a pico y pala, sobreponiéndose a clamorosos ridículos y bochornosas gansadas. Romeva, ex –Iniciativa Per Catalunya (formación fagocitada por Colau y su séquito basuriento), echó los dientes en el parlamento europeo protestando airadamente por el sobrevuelo de cazas de combate de la Fuerza Aérea Española (ahora también “Espacial”, y no es broma) de los límpidos cielos de las comarcas de La Garrocha y de Ripollés, y elevando una queja formal por el pisotón de Pepe, zaguero luso-brasileño del Real Madrid, a Messi. Esta anécdota ya se ha referido alguna vez y es tan real (diario de sesiones) como vergonzante. Tan frenética actividad hizo acreedor a Romeva al título de excelso “tonto de capirote” o solemne “tontocrator” (a la manera bizantina) de la diplomacia separatista. Ahora el invento, a engrasar con el dinero derrochado de nuestros impuestos, pasa a llamarse Catalunya Internacional para mejor burlar la sentencia del TC que afea a la Generalidad su ilícita competencia, toda vez que las atribuciones en política exterior corresponden al gobierno español en régimen de exclusividad.

Con todo, el mayor éxito de la diplomacia golpista es, sin duda, el eco que su causa ha obtenido en Madrid. No cuentan con embajador más eficaz y proactivo que la felonía descarnada de ese palanganero del separatismo que es Pedro Sánchez, auxiliado por toda su cohorte de palmeros, entre quienes destaca la ministra Pilar Alegría, la misma que abiertamente manifestó que “nada tiene que decir” ante los reiterados incumplimientos de las sentencias dictadas por el TSJC contra la liberticida y anticonstitucional política lingüística del “inmersionismo” obligatorio. Para otra tractorada dejamos la valoración del “heroísmo” del citado tribunal, pues el mismo reconoce que su sentencia sobre el particular es, arrea, de “imposible cumplimiento en las actuales circunstancias”. Vale por decir que tan eximios magistrados reconocen en dicho auto su absoluta “inutilidad”. Luego nos podríamos ahorrar lo mismo unos cuantos Tribunales Superiores que unas televisiones autonómicas. Lo mismo da que da lo mismo.

El busilis de la cuestión está en la similitud de ambos procesos creativos. Y en la llamativa coincidencia del órgano elegido para ejecutarlos. Por un lado, el pictórico, plasmando en el lienzo, mediante la manipulación del “aparato”, la obra inspirada por las musas y que, por méritos artísticos y por la calidad del personaje inmortalizado, podría ingresar por derecho propio en cualquier galería de hombres ilustres de la más selecta pinacoteca del mundo. Por otro, la proclamación por “cojones”, bien que fugaz, discuten los historiadores si duró ocho segundos, o fueron nueve (importante matiz), de la república del “trespercent” (tres por ciento) por parte de esa suerte de mesías de bolsillo en que ha parado Puigdemont. Por cojones, sí, pero arrugados como pasas de Corinto.

Por todo lo antedicho propongo a Tim Patch, alias “Pricaso”, para la concesión a su favor de la máxima distinción de nuestras autoridades regionales, la así llamada «creu de sant Jordi” (cruz de san Jorge), que reconoce la labor ingente en pro de la cultura y nación catalanas de grandes personalidades de todo el mundo. Un honor que encaja a las mil maravillas con el perfil y la ejecutoria artística de mi candidato. Animo, desde estas líneas, a colapsar las redes sociales con campañas del tipo hastagtimpatchcreudesantjordi para crear una fuerte corriente de opinión que el jurado de tan alto galardón no pueda ignorar.

PS.- (I) Ha muerto Nùria (Nuria) Feliu. Que el Señor la tenga en su gloria, pero con profiláctico esparadrapo en la boca, como el bardo Asuracenturix (aventuras de Asterix y Obelix), para que no cante sobre el gosipino regazo de una nube dando la matraca a indefensos angelitos de carita sonrosada y gordezuela… mira que se dan de baja en tropel, siguiendo los pasos del ángel caído.

PS.- (II) Rectificación obligada. En la tractorada “Aplastando al enemigo de clase (paradigma Pons)”, sitúo por error la localidad donde tuvo lugar el horripilante martirio del fraile a manos de los asesinos del Frente Popular, Pachs del Penedés, “en Tarragona”, cuando dicho municipio pertenece a la demarcación provincial de Barcelona.

Chanchencho

Cataluña se queda pequeña para mi tractor todoterreno (Tortosa, Besalú, Balaguer, L’Espluga Calba, Cunit, Alpens, San Carlos de la Rápita, etc) y por esa razón me he aventurado últimamente por Ibiza y por tierras guipuzcoanas. Con ese talante viajero y en pos siempre de la imbecilidad reinante en los cuatro puntos cardinales de nuestra España, pongo rumbo a Chanchencho. He dicho bien, Chanchencho, una de las localidades turísticas más afamadas de la costa gallega y de actualidad (“candente”, según el tópico periodístico) durante la visita, hará cosa de un par de meses, del rey al que llaman “emérito”. Chanchencho aquí, Chanchencho allá, Chanchencho mañana, tarde y noche en todas las cadenas TV, emisoras de radio y prensa escrita. Es definitivo, nadie que salga por la tele dando la crónica en español sabe decir Sangenjo. El Sanxenxo en gallego da finalmente en un divertidísimo idiotismo toponímico: “Chanchencho”. Ha sido un no parar. Incluso la muy noble y leal villa de Chanchencho me ha inspirado un chiste malo (“ni un solo día sin un chiste malo”, Fozzy -osito de los Teleñecosdixit) con dos finales posibles, que va más adelante.

De abajo arriba. De lo simple a lo complejo. La B con la A, BA. Y a partir de ahí, logaritmos. Ése era el busilis de uno de los “electrochoques” de “Demens Catalonia”, perdón por la autocita (sólo puedo hacer una, pues toda mi “obra” se reduce a ese modesto breviario anti-nacionalista), el titulado “Llirona/ Yirona/ Girona (Gerona)”. Para mí, es amor de padre, de los mejores (si los hay), a pesar de su apariencia anecdótica. Combatir el acomplejamiento ante el aborigenismo desmelenado comienza por uno mismo y en situaciones cotidianas. A todos, en mayor o menor medida, nos afecta esa tara vergonzante tras décadas de plúmbea y casi incontestada matraca. Sea el caso de comprometerse a decir Gerona siempre que hablemos en español y no sucumbir jamás a la tentación, por temor al qué dirán («¡Ha dicho Gerona!… ¿Será uno de esos cafres de VOX que caza ciervos y maltrata a las mujeres?»), de utilizar la fórmula localista, “Girona”. Lo mismo vale para Lérida, Orense, La Coruña u Onteniente. En cambio, Alicante no entra en la parrilla de salida, pues, sólo Dios sabe por qué, jamás los acomplejados utilizan el topónimo co-oficial: Alacant. Y aún más allá, para Londres (que no London), Alemania (Deutschland) o el río Danubio (Donau).

No hay manera de que nos entre en la cocorota. En particular a los presentadores de los noticieros TV y de los pronósticos meteo. Cuando viertes a tu lengua el nombre de una ciudad, región o país, o de determinados accidentes geográficos, quiere decirse de entrada que hay forma propia para designarlos, que la tradición o costumbre les concede rango e importancia y es, en resumidas cuentas, una manera de rendirles cortesía y homenaje. Para el hablante de lengua española, Londres o Edimburgo merecen esa deferencia, no así Birmingham, Coventry o Kinshasa. Ello obedece a razones históricas. Tal cosa sucede con Gerona, Orense, Vizcaya o Guipúzcoa (que casi siempre aparecen rotuladas como “Bizkaia” y “Gipuzkoa”). Por esa misma razón, al hablar y escribir en catalán decimos y escribimos “Osca” (por Huesca) y “Càdis” (por Cádiz), sin el menor sentimiento de culpa o de agravio a dichas ciudades (y provincias) y jamás nos preguntamos, no tendría caso ni sentido, si a los naturales de esas localidades les fastidia o no esa licencia que nos hemos tomado. En cambio, por su menor relevancia, dejamos en su formato original, es decir, en español, Bollullos del Condado.

Así las cosas, uno ve en la aminoración de la lengua española en la misma España, por voluntad política y acomplejamiento ante los particularismos localistas, una traba algo mucho más que anecdótica para devolver el hecho lingüístico al ámbito de la normalidad y del sentido común. ¿Pues cómo pretenderás que tu hijo estudie Matemáticas (“socioafectivas” o no) o Naturales en español en cualquier punto del territorio nacional si nuestra lengua, una de las más importantes del mundo, no sirve siquiera, también por renuncia y cobardía de sus hablantes, para designar las ciudades y regiones que contiene? Cómo vamos a ser capaces de lo más, si no lo somos de lo menos. Lo puede entender cualquiera por limitada que sea su capacidad intelectiva: ¿Quieres que tus hijos… (sobrinos o nietos)… estudien en la escuela en español si al hablar nuestra lengua oficial (sea o no tu lengua materna) no tienes el cuajo de decir Lérida? Anda y que te den.

No contentos con la mutilación referida de la lengua española, esta deserción de la toponimia se expande a otros escenarios de la vida colectiva, incluso a los gentilicios y a lo que podríamos denominar la “tecnonimia política”. Clamoroso fue presenciar un día, en un programa emitido por una cadena denominada Gol Televisión, con un sesgo poco recomendable, cómo uno de los presentadores, dando su crónica en español, designó del siguiente modo al Girona FC (de la ciudad de Gerona): “el conjunto “lliruní/ yiruní” (gironí)”, en lugar de emplear la expresión normativa, “gerundense”. Quiere decirse que, en el presente caso, también es vetado del discurso hablado incluso el gentilicio en español.

En no pocas informaciones periodísticas, los consejeros de los gobiernos regionales dejan de serlo, con la crónica redactada o retransmitida en español, para convertirse en “consellers”, lo mismo en Barcelona, que en Mallorca o en Valencia. La Generalidad catalana (y valenciana) pasa a ser la “Generalitat”. La Junta de Galicia es la “Xunta”. Y tantas otras. Al tiempo que el primer ministro británico (hasta ayer, el pintoresco Boris Johnson) nunca es the Prime Minister, afortunadamente, y jamás comparece en the House of Commons, sino en la Cámara de los Comunes, ni se mantiene en lengua alemana la designación de los responsables de cada área de gobierno de los diferentes “lander”. Enloquecidas incongruencias que nos conducen al «parlament de Catalunya», que no al «parlamento» (de Cataluña), hablemos o escribamos en español. Delirio total.

Cuando el corresponsal, micrófono en mano, manda su noticia desde la plaza de San Jaime, no pocas veces nos habla del “govern (por gobierno) catalán”, mezclando ambos idiomas espantosamente (sin ir más lejos, en una noticia, 10/07, en ¡¡¡OK diario!!!… “El “govern” admite que la mayoría de jóvenes catalanes, 85%, no quiere hablar sólo en catalán”… por lo que, burla burlando, “OK diario admite que no sólo quiere escribir en español”). Si alguno de esos reporteros, desde Londres, para referirse al británico, emplease la hibridación “el “government” revisará las tarifas eléctricas”, le juzgaríamos de pedante y cursi, y muy a gusto le daríamos una buena mano de bofetadas por tontaco. Con lo bonito y aseado que a mis oídos suena la expresión “el gobierno regional (preferible a “autonómico”) ha decidido tal cosa o tal otra”.

La cadena 13 TV aporta su granito de arena a tan desnortada falta de criterio subtitulando del siguiente modo la visita de la reina Leticia, anfitriona sensacional, y de las primeras damas durante la reciente cumbre de la OTAN celebrada en Madrid, al museo de arte contemporáneo Reina Sofía: “La reina y las primeras damas contemplan el “Guernika””. Agárrame esa mosca por el rabo. De tal suerte que el cuadro de Picasso, hombre “desinteresado” donde los haya, no es ya “Guernica”, en español, pero tampoco “Gernika”, en vascuence, si no una nueva y disparatada macedonia poliglota: “Guernika”. Y así todo. Por cierto, leo en la edición digital de ABC, que dicha composición partió de un boceto del pintor para homenajear a Sánchez Mejías, afamado diestro de la época muerto por asta de toro, también homenajeado por Federico García Lorca en uno de sus más celebrados poemas, “Llanto por la muerte de…”, y que se apresuró a reconvertir el trasunto del lienzo por encargo del gobierno republicano, tras el bombardeo de la Legión Cóndor, a cambio de la nadería de 200.000 francos, unos 12 millones de euros actuales.

El capítulo de “consellers” y “conselleiros”, acreedores al parecer a que su cargo siempre se exprese en la lengua co-oficial de su territorio, podría cerrarse satisfactoriamente si a todos ellos, al margen de su ubicación geográfica, les denominásemos “ministrines”. Curiosamente, la supuesta deferencia (idiotizado acomplejamiento) hacia señores tan principales no es extensible a aquellos que integran el gobierno foral vascongado, que siempre son “consejeros”, omitiendo la versión en vascuence, pues nadie la conoce, que en cambio se reserva para el primero de ellos, el “lehendakari”. Dignidad que adornó a un tal Pachi (Patxi) López y que a no mucho tardar, con el apoyo del PSE, recaerá en Otegui, «el Gordo», que así le llamaban sus amiguitos cuando integraba un comando etarra.

Habiendo visitado recientemente Bilbao y San Sebastián, me falta completar mi periplo por las capitales vascongadas plantándome en Vitoria. Que en el parte meteo de TVE 1 (y en otros medios) pasa a llamarse “Vitoria-Gasteiz”. Toma del frasco. Cuando el rey godo Leovigildo, el último de los monarcas de obediencia arriana, fundó Victoriacum (Vitoria) allá por el siglo VI dC, una suerte de baluarte defensivo contra las continuas y violentas incursiones de los montañeses vascones por el valle del Ebro para robar ganado (como los cuatreros de las pelis del Salvaje Oeste) y secuestrar mujeres (escasez de vasconas), andaba el hombre muy lejos de sospechar que aquel fortín erigido por razones estratégicas fuera un buen día a llamarse “Gasteiz”, sólo Dios sabe por qué. Curiosamente, Bilbao no es Bilbo-Bilbao, pues el topónimo nacionalista Bilbo ha fracasado estrepitosamente incluso entre los suyos (y sólo lo replicó Tolkien, que sepamos, para designar un personaje de “El señor de los anillos”: Bilbo Bolson).  

Dejamos, pues, Chanchencho. Buen lugar para el veraneo y para degustar el sabroso marisco gallego. De donde partir en ferry para visitar las paradisíacas playas de las islas Cíes (que situamos en el mapa los de mi generación por obra y gracia de Siniestro Total: “Matar jipis en las Cíes”, canción, como tantas de aquellos años, que hoy no pasarían el filtro de la nueva censura progre-woke) o los hórreos a pie de playa de Combarro.

Y, lo prometido es deuda (a mí me gusta decir “es duda”, pues cuántas promesas no se incumplen, y si no que le pregunten a mi señora), aquí va el primer chiste de la Historia inspirado en Chanchencho con dos finales posibles.

“Un amigo se encuentra con Tolerancio. “Cómo estás”. “Muy bien”. Y le pregunta: “¿A dónde vas de vacaciones?”. Y responde Tolerancio: “A Chanchencho”. “Hombre, muy buena elección… ¿Y qué vas a hacer en Chanchencho?”. “Pues comer chalchichón”. “Pero hombre…” le replica el otro…”ahí lo que se come es marisco del bueno”. “Pues me has chafado el plan… está bien, entonces iré a Chinchilla”. “¿Y qué vas a hacer en Chinchilla?”. Tolerancio insiste: “Pues comer chalchichón”. “Y dale, en Chinchilla lo suyo es comer migas y los mejores quesos curados del mundo mundial”. “Qué contrariedad”, replica Tolerancio, y añade: “No se hable más, iré a Chinchón”. “Estupendo… ¿Y qué harás en Chinchón?”. Y como no hay dos sin tres, responde Tolerancio: “Pues comer chalchichón”. “Estás tonto o qué, en Chinchón se bebe anís”.

Final 1: Tolerancio.- “Tú no quieres que me vaya de vacaciones”.

Final 2: Tolerancio.- “Tú no quieres que coma chalchichón”.

Escudo de Chanchencho (provincia de Pontevedra)

«Bocadilloak»

Bocadilloak. Es decir, “bocadillos”. El local también oferta “tortillak” en su pizarrín, esto es, “tortillas”. La “k” final es desinencia de número plural. En cambio no sabe uno a qué obedece la “c” intermedia de “bo-C-adilloak”… ¿Por qué no otra “k”?… Puede que simplemente se trate de una falta de ortografía, que lo mismo se cometen en español, que en catalán, uro-finés o en vascuence-“batúa”, esa suerte de vascuence unificado y un tanto artificioso que enseñan en las “ikastolas” y que va para idioma “inmersivo” en la escuela pública según avanzan PSE y Bildu (la Batasuna-ETA de toda la vida), ahora en risueña comandita. “Bocadilloak”. Con un par. Uno de tantos bares (pinchos, montaditos, tapas) con los que se topa el turista por los alrededores de la plaza de la Constitución (“la Consti”… o “Konsti”, por darle carrete a la cosa), en el casco viejo de San Sebastián.

Meses atrás anduve unos días por Bilbao, donde la presencia del vascuence hablado es irrelevante, siendo relevante su ausencia. En San Sebastián, en cambio, mis oídos captaron, eso sí, muy ocasionalmente, retazos de conversaciones en ese idioma. Pero si uno se desplaza a Guetaria, la cosa cambia significativamente. Allí el vascuence está en la calle, pero me pregunto si el vascuence que hablan los paisanos de Guetaria guarda parentesco alguno con el mensaje escrito en el referido local de San Sebastián, “bocadilloak”, que suena a impostura y artificio. Es sabido que el vascuence unificado, el de la escolarización (también camino lleva en Navarra), es cosa distinta a las variedades habladas por comarcas. ¿Los vascohablantes (“euskaldunes”) de Guetaria llaman “bocadilloak” a los bocadillos? Quiero pensar que no, que debe de existir alguna fórmula aceptada que no tenga esa pinta de chascarrillo, pero que me aspen si lo sé.

En catalán se usa la fórmula “entrepà”, que tiene una valencia descriptiva inmediata. “Entre pan”, en eso consiste un bocadillo: algo, lo mismo embutido que una tortilla, “entre pan”. Pues si en un bocadillo no hay nada entre las rebanadas, vale por aquel dicho de “pan con pan, comida de tontos”. De hecho, la fórmula en lengua catalana, si me apuran, es más certera que “bocadillo”, que es algo así como “un bocado pequeño”, cuando hay bocadillos o “bocatas” de dos palmos o más, como esos inmensos petardos trompeteros de ganja que en vida se fumaba Bob Marley. Y para darle el pase a uno hay que asestarle múltiples bocados acompañados de buchitos de cerveza para mejor trasegar el mordisco. 

Nada más bajar de la guagua que te trae a Guetaria desde de San Sebastián, te das de bruces con el memorial, una suerte de fortín destartalado, erigido en la villa pesquera en honor de su hijo más ilustre, Juan Sebastián Elcano. La inscripción labrada en piedra da fe del rol completo de los tripulantes de aquella colosal aventura. Primus Circumdediste Me. No es vascuence, es latín. Hete aquí que unos metros más allá, ante la calle porticada que nos lleva al centro de la localidad, hay una estatua… ¿Lo adivinan?…  de Elcano. Y otra más adelante, en la pequeña plaza de… Elcano… (“Elkanoren enparantza”), vistas al puerto, naves sin faenar amarradas por la carestía del combustible. Nuestro héroe es, pues, profeta en su tierra. Dos por una. No así Copito de Nieve, eximio primate avecindado en Barcelona para quien Colau no quiere marmóreo homenaje por blanco, polígamo, heteropatriarcal y colonialista. Cosas de la “oltraizquierda”.

En Guetaria se palpa ambiente abertzale, más que en las otras poblaciones visitadas de la costa guipuzcoana. Abundan las pancartas que reivindican el acercamiento de los presos “vascos” (se entiende que terroristas, que no de los condenados por atracar una gasolinera o evadir impuestos). Me asomo a los resultados de las últimas municipales (2019) y veo que en Guetaria contendieron 3 listas y que fue la de Bildu (ETA-Batasuna), la más votada, con casi mil votos y algo más del 50% de los escrutinios. Mayoría absoluta por un concejal frente al PNV. Algo más de 20 votos testimoniales para el PSE (Partido Socialista de Euskadi… o de Estocolmo, por Odón Elorza, Eguiguren y Eduardo Madina). Cierto que en las elecciones autonómicas y generales desciende ese avasallador porcentaje y aparecen votos de otras candidaturas (circunscripción provincial), pero es realidad sin efugio: allí mandan los chicos de Otegui. En la cercana Zarauz copan el 30% de los votos y en San Sebastián y Fuenterrabía alrededor del 15%.

De Guetaria me quedo con la gesta de Elcano, también con sus sabrosas almejas que se comercializan, doy fe, en una pescadería del mercado de San Antonio en Barcelona, y no excesivamente caras, y con el museo Balenciaga, pues el modisto, abanderado de un elegante clasicismo, nació allí. Qué dos personalidades y qué manjar exquisito rodeados de tanto paleto de chapela calada hasta las cejas. Paradojas de la vida.

Curiosamente donde más vasquismo se aprecia a cada paso que das es al otro lado de la frontera, en Biarritz. Bien entendido que allí vasquismo es tipismo y folclore y no facción política. Hay más “ikurriñas” (la bandera aranista, bandera de parte y bandera sectaria, que ha sido admitida de manera unánime como bandera regional) que en San Sebastián. Y en los escaparates de las tiendas de souvenirs calzado típico montañés, vestimentas tradicionales y “affiches” de gusto localista, con el omnipresente lauburu en gargantillas, imanes para el frigorífico y en todo tipo de artículos y utensilios a la venta.

El lauburu, hay que decirlo, es una modalidad de cruz esvástica, una esvástica lobulada. Nada de malo hay en ello, pues es un símbolo antiquísimo conocido en muy diversas culturas, de Asia a Europa, de uno a otro confín. Las hay en estelas funerarias del año catapún y se dice que, como símbolo solar, era una suerte de amuleto protector de uso pastoril frente a la amenaza del lobo. Pero hete aquí que al lauburu le puedes llamar “tetrasquel”, por sus cuatro brazos, pero no “cruz esvástica”, pues si te copia un vasquista, preferiblemente no vasco, uno de esos progres que babean copiosamente ante cualquier artefacto cultural made in Vascongadas, es decir, uno de esos acomplejados ante el nacionalismo aborigenista que resuelven que la flatulencia que deja ir un “abertzale” no es sino el acorde perdido de la Inacabada de Schubert, montará en cólera y te echará en cara tu ladino y mendaz intento de “nazificar” a los levantiscos y aguerridos “gudaris” de aquellas comarcas. Todo “lo vasco” es lo mejor del mundo mundial. Lo cierto es que hay más esvásticas (lobuladas) en Biarritz, y que nadie se me amontone, que en las multitudinarias concentraciones perfectamente orquestadas del NSDAP en Nuremberg que hemos visto en los sobrecogedores documentales de Leni Riefenstahl

A vueltas con la estatuaria, que si Copito de Nieve, que si Elcano… pues si paseas La Concha, descubres en uno de sus extremos, confluencia calle Miramar y avenida de la Libertad, una plazoleta dedicada a Cervantes, nuestro más universal autor, con una aseada escultura del inmortal y ensoñador hidalgo y de su inseparable escudero. Y eso que don Quijote no conoció la ciudad, ni Rocinante holló con sus pezuñas los arenales de sus playas. A mayor abundamiento, el caballero de tristísima figura las tuvo tiesas, en uno de sus más celebrados episodios, con un caballero vizcaíno al cuidado de unas damas. Patrimonio de todos, o casi… pues la gentileza de la capital guipuzcoana con nuestro patrimonio cultural no ha sido replicada por la alcaldesa Colau y su “palanganero/ ayuda de cámara”, el socialista Collboni, quienes rehusaron, en su infinita y palurda ignorancia, dedicar escultórico homenaje al Quijote, publicista sin igual de las virtudes sin cuenta ni cuento de la ciudad condal, aduciendo que «ese personaje literario se circunscribe a la cultura castellana”, arrea. Quieren decir esos zarramplines con vara de mando que Alonso Quijano pertenece al legado cultural de Argamasilla de Alba y Talavera de la Reina, por ejemplo, pero más allá de esas limitadas coordenadas geográficas su interés es relativo, incluso nulo… y lo dicen desde una Barcelona con calles dedicadas a Pompeyo Gener, al siniestro doctor Martí Juliá o a Sabino Arana, entre otros muchos.

Hemos fracasado como nación. La inmersión obligatoria en la escuela pública en lenguas cooficiales es la espina dorsal del dragón, el síntoma más evidente de este incomprensible fracaso colectivo. Hay que decirlo a particularistas y afines a la “oltraizquierda” (ese compostaje de izquierda-woke grumosa y fétida que toma nombre de una de sus lideresas, Mónica Oltra): también se puede odiar a España estudiando en español. Los ejemplos son esquivos al cálculo como la fina arena de la playa que se desliza entre los dedos: Zapatero, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias Turrión, Jesús Eguiguren, Echenique, Nicolás Maduro, Jorge Javier Vázquez, López Obrador, el papa Bergoglio… la lista es extensa y los nombres seleccionados componen una muestra ínfima. Todos ellos estudiaron, poco o mucho, en español y odian a España sin tapujos, sin medias tintas, con toda el alma. No es necesario echar mano de payasada semejante, “bocadilloak” y “tortillak”, para envenenar a nuestros hijos y nietos, o a los hijos y nietos de los demás e hipotecar su futuro.

Quizá un día, el péndulo regresará a la posición contraria y consigamos estabilizarlo, recuperando el sentido común que por mor de discutibles mayorías parlamentarias mandamos en su día a esparragar cediendo siempre, cobarde e irresponsablemente, ante los voraces nacionalismos periféricos, incurriendo en una dejación de funciones antipatriótica que un día nos echarán en cara y que no conocerá posible expiación. “Bocadilloak”… vamos, no me jodas.  

“Pardiez”, dijo Elcano al tomar tierra tras su periplo oceánico, “ahora mismo me zampaba de una sentada tres “bocadilloak” de “antxoak”, acompañados de otros tantos “zuritoak” de “txakolí”… “mas… qué diantre me pasa… ¿Por qué hablo así?… de la “k” y de la “tx” estoy hasta las mismísimas pelotoak”. “Por cierto”, añadió el marino, “ahora que soy de extrema izquierda, u “oltraizquierda”, según ese botarate de Álvaro Morte (“La casa de papel”), los chicos de ETA, si vuelven a las “ekintzas”, podrían dedicarme uno de sus comandos: “Elkano talde” (comando Elcano)… mola mazo”.

PD.- Armengol, lideresa del PSIB, rectifica ahora y no exigirá al personal médico, vale que temporalmente, los requisitos lingüísticos citados en “People from Ibiza”. ¿Nos habrá hecho caso? Ni hablar. Eso es que ella, o alguno de los suyos, tenía visita con el especialista y se ha encontrado la consulta cerrada por falta de personal. Pero, una cosa por otra, va y en el mismo día echa a la puta calle por esa misma razón a un montón de celadores. Toma del frasco.

People from Ibiza

Gente de Ibiza. Así tituló Sandy Marton (tanto gusto) su gran (y creo que único) éxito musical allá por los años 80. Lo pinchaban a todas horas en las discotecas. Un bombazo. Música de sintetizadores, melodía amable y pegadiza. Letra poca, la del estribillo, que es la del título. Quienes éramos jóvenes entonces la recordamos perfectamente. En su momento me irritaba de lo lindo, en cambio hoy, la juventud perdida, si llega a mis oídos me arranca una sonrisa afable e indulgente. Me figuro, apuesta segura, que SEAT utilizó esa tonadilla para publicitar muy oportunamente su modelo “Ibiza” que salió al mercado por aquellas fechas.

Ibiza era entonces una suerte de paraíso jipi, del que aún subsiste, suponemos, el mercadillo de Es Canar. El jipismo tuvo allí mucho recorrido, como nos cuenta Antonio Escohotado en “Mi Ibiza privada” (autor de “Historia general de las drogas” y de la mastodóntica y eruditísima trilogía “Los enemigos del comercio”), apunte autobiográfico publicado poco antes de morir. No en vano, Escohotado fue uno de los fundadores de la mítica discoteca “Amnesia”. Eran años, People from Ibiza, en que las llamadas drogas de diseño comenzaban a distribuirse a gran escala y entre un más amplio espectro de la población, esto es, drogas sintéticas de la mano de música “sintética”, denostada entonces por los puristas del pop y del rock como por artificiosa y “sin alma”. Y de la enorme popularidad de la llamada moda “adlib”, con epicentro en la isla, para damas y damiselas, tejidos naturales y encajes, tan favorecedora e idónea para mejor pasar los calores estivales.

Ibiza ha sido durante décadas un referente para el ocio veraniego, la fiesta, el desfase juvenil, cierta transgresión, abigarrada rebotica de las escurriajas de una espiritualidad como de esoterismos orientales y mandálicos de baratillo y de fundamentación psicotrópica. Uno de esos lugares, además de sus bonitas calas y playas, a menudo visitadas por densas colonias de medusas, con cartel y tirón entre turistas que buscan desconectar de la rutina y echar una semanita a chapuzones o a según qué excesos y desinhibiciones. Sólo que nada es eterno e Ibiza ha trocado esos anhelos de libertad, en una versión, conforme a los tiempos que corren, tiznada de consumismo y banalidad, por el control social impuesto por la “mejúnjea” coalición del gobierno insular. Francina Armengol es la lideresa de ese humeante perolo de siglas indigestas comandadas por la federación insular del PSOE.

Cómo hemos cambiado, cantan Presuntos Implicados, muy estimables intérpretes de boleros tradicionales. Caramba, me está saliendo una tractorada la mar de musical. Aparecen en la prensa titulares que dan noticia de la alarmante situación de la sanidad pública en el archipiélago. Y una de las causas, átame esa mosca por el rabo, es la contumaz exigencia al personal médico de un nivel “suficiente” de dominio de la lengua catalana. “¡No puede ser!”. Pues sí puede ser y es. A las pocas plazas ofertadas para atender a la población, sobre todo en Ibiza y Formentera, se une la carestía de la vida, en particular de la vivienda de compra o alquiler, y, el tiro de gracia, la radical política lingüística del gobierno regional a imagen y semejanza de lo que sucede en Cataluña. En resumidas cuentas, el PSIB, la supuesta federación balear del PSOE, no es tal cosa, sino una sucursal más del PSC.

El dominio acreditado de la lengua catalana, nivel C, no es mérito, sino requisito indispensable para ejercer la medicina en las islas. Exigencia que ha ahuyentado de la sanidad pública a médicos de familia y a especialistas (se habló de cardiólogos y cirujanos tiempo atrás), y también a profesionales de la enfermería. Ahora la falta de personal afecta al servicio de oncología, que es como decir, a sus pacientes. No parece que la lengua que hable el doctor, siempre que sea comprensible para el paciente, o en la que redacte sus anotaciones, afecte en demasía a las células y órganos atacados por tan grave patología, pero las autoridades in (competentes) consideran que eso no es cierto. Pues en su escala de valores prevalece la sanación del alma (y eso que siempre han presumido de un materialismo riguroso) antes que la del cuerpo y que, en todo caso, ambas se abordan mucho mejor si las interlocuciones entre médico y paciente se desarrollan en catalán. Estaríamos hablando de una facultad cuasi milagrosa, taumatúrgica, de la lengua hablada, fenómeno que recuerda la sanadora imposición de manos atribuida a los antiguos reyes de Francia (sea el caso del merovingio Clodoveo I y los escrofulosos).

Cuando la lengua es gestionada por los separatistas y la izquierda (hibridación simbiótica, necesaria en España para que ambas facciones alcancen el poder y ahí se mantengan), aquélla actúa, y ya estamos los anti-inmersionistas hartos de decirlo, como una barrera, un obstáculo que dificulta la libre movilidad de personas, de trabajadores, y que a no pocos expulsa hacia otros lugares donde no existen esas restricciones liberticidas. Un inciso, no me olvido de la derecha modosita y acomodaticia, de esa derecha que consolida, por lo común, renunciando a dar la batalla ideológica, los desbarajustes en materias diversas perpetrados por la izquierda. Me refiero aquí al acérrimo galleguismo lingüístico de Feijóo y a la sumisión al expansionismo catalanista  de anteriores gobiernos del PP en Valencia y Baleares. Cuando siembras hechos lingüísticos diferenciales, recoges bables oficiales.

No se esperan mareas verdes en las islas, salvo que sean de algas, como sí hemos visto en Madrid en oleadas sucesivas, pues aquéllas las reservan los sindicatos (UGT y CC.OO) para cizañar a otras mayorías. Me barrunto que las exigencias y prevalencias idiomáticas sobre los cuidados a los pacientes impuestas por la coalición gubernamental incurren en un delito aún no tipificado de lesa sanidad que cambia tratamientos por diptongos, “pronoms febles” (pronombres “débiles”) y “eles geminades” (eles duplicadas). Desde el punto de vista del derecho creativo alguien podría concluir que esas disposiciones bordean la “denegación de auxilio” que comúnmente se imputa a los conductores de automóviles que atropellan a un peatón y se dan a la fuga.

Éste es el panorama sanitario diseñado por la gente de Ibiza con mando en plaza… quiere decirse, por la gentuza de Ibiza que prefiere instaurar su paraíso lingüístico en la isla a facilitar los tratamientos en tan delicada materia a los enfermos allí residenciados, hablen catalán o español, e incluso inglés o alemán. O todos ellos en variable proporción.  Cabe decir que esa gentuza de Ibiza no llegó a la isla ni por vía aérea, ni en un ferry de Balearia, ni en un barco de nombre extranjero (cambiamos boleros por coplas). No me equivoco si digo que muchos de los pacientes concernidos por esa pésima atención médica les votaron en su día tan campanudamente. A menudo sucede que aquella gente que al votar se propone arruinar el futuro de sus hijos, sobrinos o nietos, o de los hijos, sobrinos y nietos de los demás, también arruina su presente propio. Es ley de vida.

Puede que los diferentes cánceres en Ibiza, tanto los más livianos como los más agresivos, se curen con diagnósticos redactados en catalán, y con tratamientos prescritos en la misma lengua, pero lo que es seguro es que la metástasis se extiende por las instituciones insulares y por España toda y cuantas más células sean necrosadas por la enfermedad, menos garantía de éxito tendrán los cuidados paliativos administrados al paciente. Y, para revertir tan delicada situación, más necesaria será una intervención quirúrgica, drástica y severa.  

 

https://okdiario.com/baleares/armengol-deja-enfermos-cancer-ibiza-sin-oncologos-exigencia-del-catalan-8781150

Puestos en contacto con Sandy Marton y al corriente de la política lingüístico-sanitaria vigente en las islas Baleares ha manifestado categóricamente: «Que le den por culo a Ibiza».

Matemáticas «socioafectivas»: enigma resuelto

¿Qué son las “Matemáticas socio-afectivas”? Cualquiera sabe. Posiblemente ni siquiera lo sepan los pedagogos listillos (“pedagorastas”) encargados de demoler la instrucción pública al dictado de la cosmovisión progre-woke que acaba de excretar una nueva reforma educativa: Ley Celaá, corregida y aumentada por Pilar Alegría, su indocumentada sucesora. Sabido es que el modelo de sociedad soñado por la izquierda gobernante se fundamenta en la depauperación de los contenidos académicos en la escuela pública (ésa que dicen defender con el cuchillo entre los dientes) para hornear promociones sucesivas de epsilones (soma, soma), de analfabetos funcionales a contentar con empleos mal remunerados, cuando no con modestas “pagas mensuales, y acaso “menstruales”, no contributivas” (“inserción social” lo llaman), pero suficientes para sobrellevar una subsistencia precaria. Óbolos vergonzantes que en otras latitudes (Cuba, Venezuela) se transforman en cartillas de racionamiento a cambio de la inquebrantable lealtad del beneficiario. Por concurrente razón otra piedra angular del sistema es el adoctrinamiento estupidizador (paralelo al dispensado en las aulas) a través de programas televisivos de atorrante entretenimiento, ideologizado también. Nadie como Jorge Javier Vázquez, gran sacerdotisa del sectarismo catódico, para ejercer esa innoble función.

El esfuerzo, la excelencia, horas de estudio, todo eso es carcundia retrógrada y apolillada, en particular ese horror cavernícola del aprendizaje a través del aciago mecanismo de la memoria, pues la “memoria” sólo vale si aparece vinculada a la Historia… sesgada, claro es, pasando a convertirse en “des-memoria histórica”. Adiós a las legítimas aspiraciones de mejora en la escala social de la gente humilde a través de una enseñanza pública potente. La Filosofía fuera de los itinerarios escolares. La Historia sin cronología, que es como decir la Historia vaciada de historicidad. Adiós a las notas numéricas. Aprobados y suspensos equiparados por cuanto se pasa de curso, tan pichi, con un carro de calabazas a cuestas. Inmersiones obligatorias en lenguas co-oficiales (la del bable ya está en capilla y ya se trabaja en la del calagurritano dulce) y todo ello salpimentado con variado repertorio de polimorfas sexualidades y milongas diversas para aturullar a los chicos a esas edades en las que son vulnerables e influenciables a partes iguales.

Todo diseñado al milímetro para ignorar la herencia civilizatoria recibida, no saber quién eres y de dónde vienes en una dimensión comunitaria. Legiones de alumnos lobotomizados con las últimas consignas y pegados a sus celulares, “tuits” y “guasaps”, como lapas a la roca. Una auténtica y descomunal castaña pilonga. Y la profesión docente sin alzar la voz, calladita, ésa misma que no para de sacar “mareas” a la calle cuando manda la derecha acaso porque falten ordenadores en las aulas. Sin decir ni mu, ni ellos, ni los padres de las “(h) ampas”, ante la clamorosa devaluación, por no decir “devastación” académica de la Enseñanza. Pero eso sí, que no cunda el pánico, pues según prevé la ley repartirán en colegios e institutos pastillas abortivas “del día después”, eso sí, medioambientalmente sostenibles. El desparrame.

Establecido el fondo de esta tractorada, intentaré dar una explicación de mi propio peculio de qué diantre sean las “matemáticas socio-afectivas”. Difícil misión. La matemática, en una definición algo apresurada, sería la ciencia que estudia las propiedades y relaciones que mantienen entre sí, fundamentalmente, los números y también las figuras geométricas. Pero con la “socio-afectividad” la cosa cambia y cobra una nueva dimensión, pasando la matemática de ese registro abstracto, pero de múltiples aplicaciones prácticas en la vida cotidiana, por así decir, a otro de mayor implicación “emotiva” al albur de la conveniencia de esos individuos que diseñan nuevas corrientes de opinión. Vista así, la matemática se convierte en un deseo proyectivo de algunos, en un instrumento para prefigurar una nueva realidad de fundamento ideológico a la que será preciso adaptarse sin rechistar, so pena de quedarse uno colgado de la brocha y apartado en la cuneta junto a otros apestados. La matemática socio-afectiva instaura una realidad «numeroide» paralela, desiderativa y ficticia. Para mejor entender lo que aquí se dice, citaré unos ejemplos que han tenido cierta difusión.

Precursor en esta materia, como en tantas otras igualmente disparatadas y funestas, irrumpe en escena el ex presidente Zapatero, metido a consejero áulico y propagandista de los siniestros narco-estados bolivarianos. Tras esas famosas “lecciones de Economía en dos tardes” que le atizó Jordi Sevilla, nada aprendió su ínclito alumno y preguntado en rueda de prensa sobre los dispares índices de desarrollo económico de las diferentes regiones españolas, el muy zote respondió que un día no muy lejano todas ellas estarán por encima de la media nacional. Mérito suyo es, pues, reinventar el concepto de “media aritmética y estadística”. Ya no es imposible, desde entonces, que si dos personas se citan para comerse cuatro hamburguesas, al terminar el banquete, de media, cada una de ellas habrá comido tres.

En fecha cercana al descubrimiento “zapatero”, el mismo sendero fue transitado con paso firme por la periodista Mónica Terribas, durante años referente ultranacionalista de los servicios informativos de TV3, idolatrada hasta la hiperdulía por el segmento más sectario de su audiencia. La interfecta justificó la emisión de un documental, antes incluso de la era “procesual”, enfocado desde el punto de vista indepe, elaborado exclusivamente con testimonios de los partidarios de la secesión, aduciendo que, según las encuestas del gobierno regional, alrededor de un 20% de los catalanes (pizca más o menos) era favorable a la creación de un Estado propio. Hay que admitir que, en efecto, un 20% es un porcentaje muy significativo en una sociedad, uno de cada cinco. El producto tendría, pues, encaje en la programación y su difusión obedecería a un interés cierto. Al fin y al cabo, los militantes de la preservación de la cacatúa austromalaya de moño eréctil apenas alcanzan el 0’11% del censo y también se han emitido reportajes que reflejan las cuitas y porfías de causa tan estimable.

Hete aquí que la Asociación por la Tolerancia dirigió al punto una petición a la doña para que pusiera manos a la obra y programara la emisión de un documental que diera bola a los partidarios de la libre elección de lengua oficial en la escuela. Habida cuenta que en un sondeo anterior del CEO (la versión indígena del CIS) los contrarios a la inmersión monolingüe obligatoria en catalán alcanzaban nada menos que el 27% de los encuestados y, salta a la vista que 27% > 20%, por lo que el argumento concerniente al interés social esgrimido por Terribas se vería claramente refrendado por un segmento aún mayor de la opinión pública. Aún esperamos respuesta (*).  

Una vez mentado el CEO (Centre d’Estudis d’Opinió), es menester aludir a sus reiteradas encuestas sobre el grado de aceptación de los postulados separatistas. Descontado que inflan sistemáticamente el capítulo de partidarios entre un 12-15%, y habiendo rebasado en estos años de abotargante e insistente matraca el 40%, el último cocinado servido al respetable dio pie a una curiosísima rectificación. Por primera vez en muchos años los partidarios de la ruptura caían por debajo del 40%, con un 38’8%, y se abría una brecha considerable de algo más de 12 puntos con relación a los partidarios de la permanencia de Cataluña en España. Los separatistas montaron en cólera por un sondeo tan desfavorable (“¡Es inadmisible!”). De modo que el CEO reculó a las pocas horas, disculpándose por un presunto error de cálculo, “maquilló” el balance y el sí a la independencia remontó 2 puntos por arte de birlibirloque, situándose en un más aseado 40’8%, por encima de la barrera psicológica del 40%. Magia potagia.

Pero hay más casos de “socioafectividad” matemática. El siguiente ejemplo nos lo brinda el ayuntamiento de El Vendrell (provincia de Tarragona). Un buen día, paseando tan ricamente por las calles más céntricas de esa localidad, reparo en una campaña propagandística del consistorio. El busilis de la cuestión pasa por combatir los prejuicios de un segmento de la población respecto a la inmigración, legal o ilegal. En El Vendrell la proporción de avecindados oriundos de otros países es considerable. Instalan una serie de pancartas dobles en las farolas de la vía pública. En una, el texto nos presenta una declaración entrecomillada de un anónimo difusor de bulos y estereotipos contrarios a los inmigrantes: “La violencia de gènere és cosa dels inmigrants” (“los autores de delitos de violencia de género son inmigrantes”). A su lado, en otra pancartita se nos ofrece un dato para sacar del error a quien de tal manera opina: “sólo el 27’5% de los delitos de violencia de género son cometidos por personas inmigrantes”.

Curiosamente dicho municipio ofrece unos datos, seguramente contrastados, que a poco que el sentido común (no “socioafectivizado”) los tome en consideración, llevan a la conclusión contraria de la pretendida, si atendemos a la proporcionalidad. En efecto, el 72’5% de esos delitos perpetrados por nacionales es, en términos absolutos, una cantidad mucho mayor: 72’5 a 27’5. Goleada. La diferencia es notabilísima… sólo que, según el censo de 2019, los extranjeros suponen el 12’9% de la población. En otras palabras, la autoría de un 27’5% de los delitos consignados recae sobre un 12’9% de la sociedad. Miau. Descontado que la inmensa mayoría de extranjeros no delinque y que la distribución de delitos tampoco es homogénea por nacionalidades de procedencia, en términos generales, y aplicando a las magnitudes reseñadas una sencilla regla de tres, concluimos que “la violencia de género no es cosa de los inmigrantes en su totalidad”, como señala la propaganda institucional por boca de ese anónimo xenófobo, pero sí es 2’15 veces más cosa de ellos que de los españoles de cuna. Y no lo digo yo, lego en esas materias, lo dice el mismísimo ayuntamiento de El Vendrell, henchido de buenismo, tanto como de imbecilidad estadística, y al que, por hacer un favor, le sale el tiro por la culata.

El último en sumarse a ese carro cochambroso, el de la matemática socioafectiva, es el cantamañas de Rafael Ribó, síndico de agravios y uno de nuestros mayores y más laureados jetas, y que ya ha cumplido tres años extra de mandato por falta de consenso en el nombramiento sucesorio. Ribó, insigne trotamundos, doctorado en acudir a cargo del contribuyente, acompañado de su novia, a los palcos de los estadios de fútbol de media Europa siguiendo al Barça de sus amores (con su más emblemático jugador en plantilla, Gerard Piqué, metido a comisionista), y en reformar su gabinete de “trabajo” a todo lujo, “spa” incluido, arremete contra la tibia sentencia del 25% del TSJC. Afirma Ribó, el hombre ha hecho números, que el acatamiento de la sentencia en realidad supondría, no un 25% de horas lectivas en español en las aulas, sino un 35%, esto es, ni un 34 ni un 36, un 35%. Cómo ha llegado a esa conclusión, lo ignoramos, y uno se malicia que el propio fulano también, de tal suerte que los porcentajes dan de sí y son elásticos, tanto como la goma de mascar.

Estos días se le ve muy preocupado por el asunto y respalda la intención gubernativa de burlar la sentencia judicial aduciendo que los alumnos ya hablan en el recreo demasiado español, como así aseguran los agentes de la autodenominada “ONG” del catalán que espiaron a los críos, con permiso de los docentes, mientras jugaban a pilla-pilla en sus ratos de asueto. Esta tractorada se ha extendido ya en exceso y para días venideros dejamos otros ilustrativos ejemplos de “socioafectivización” matemática como las encuestas del CIS, versión Tezanos.

Mónica Terribas, periodista de referencia del separatismo y, por ello, omnipresente en TV3, pionera en el recurso a las Matemáticas socioafectivas: “¡A mí con porcentajes!” “¿Así que un documental sobre la libre elección de lengua escolar?… ¡Que os den!… ¿Un 27%? ¡Me limpio el culo con vuestro 27%!”.

(*) Cobra fuerza el proyecto de la Asociación por la Tolerancia de realizar un documental propio sobre “ las víctimas de la inmersión lingüística”, parecidamente a los documentales de Iñaki Arteta sobre las víctimas del terrorismo. Comoquiera que algún día acabará esta siniestra pesadilla “inmersiva”, se atisban algunos síntomas, no pocos “icetas”, “illas”, “feijós” y otros especímenes similares, se apuntarán a decirnos con gran solemnidad “que ellos jamás estuvieron de acuerdo con la inmersión en lenguas co-oficiales”. Por eso la Tolerancia ha de hacer sí o sí ese documental sobre la “memoria inmersiva”, no sólo como legado para venideras generaciones, sino para recordar a futuros oportunistas que en su momento defendieron a capa y espada ese bodrio liberticida aduciendo mil disparates y cubriéndonos de insultos. Gregorio Rello, factótum de nuestro ciclo anual de cine, sujetará con mano firme las riendas de tan necesario proyecto.

La «grandeur de la France»

Francia es una gran nación. Nadie lo duda. Ni siquiera la mayoría de los franceses. Tradicionalmente no han gozado de muchas simpatías aquende los Pirineos por aquello de la envidia que suscita una nación “nacionalmente empoderada” y que ha cultivado el “chauvinismo” con exceso de celo. Nos invadió la Grande Armée napoleónica… (yo no estuve, pero me lo han contado: el “nos” es por darle carrete a la idea de continuidad nacional)… a principios del siglo XIX y no han dejado de hacerlo posteriormente con ideas, modismos y otras cuestiones que entrarían en el campo del intercambio, o mejor, de la irradiación cultural. Se les dedicó una expresión enconada y despectiva, “gabachos”, hoy caída en desuso, afortunadamente. Francia, como España y Gran Bretaña, han sido, en la edad “moderna” (siglo XV en adelante), los principales focos civilizatorios de Europa occidental, dicho así, a brochazos y sin entrar en más precisas consideraciones.

En no pocas conversaciones a lo largo de nuestras vidas hemos gozado de las edificantes opiniones de familiares y amigos con relación a “lo francés”. A aquellos de ideas más “avanzadas”, los más “progres”, se les cae de la boca, a cada paso, una suerte de insana envidia frente al colosal vecino: “nos llevan décadas de progreso y democracia”, “ellos guillotinaron a sus reyes”, “ay, si fuéramos una república como Francia…”. Pues les tomo la palabra, sin ser republicano, y me deshago en alabanzas al equivalente galo del Tribunal Constitucional que en mayo de 2021, hace un año, dictaminó, notición que aquí pasó desapercibido, que “La República tiene la única obligación de garantizar la escolarización de “sus hijos” en francés, por ser éste su idioma común». Es sabido que los republicanos más acérrimos son muy dados a reclamar la paternidad, “sus hijos”, de todos los menores avecindados en los territorios bajo su jurisdicción, como hizo, con menor solemnidad y mayor torpeza, la calamitosa ex ministra Celaá, recompensada por su birriosa ley educativa, empeorada si cabe por su sucesora, con plácido destino diplomático ante la Santa Sede. Y con peineta la vimos: cosas veredes, amigo Sancho.

No quiere decirse que Francia, como el resto de la Europa de las libertades, no esté dispuesta a suicidarse culturalmente, a pegarse un tiro en el pie, por obra y gracia del cacofónico y destartalado zurriburri de la ideología woke, hoy dominante, y también a canjear el cosmopolitismo propio de una gran nación por el fracaso clamoroso (y premeditado) del multiculturalismo (*), pero en determinados ámbitos pareciera que no le urgen las prisas que en España son para desertar de su condición nacional. Y la más fehaciente prueba de ello es la doctrina lingüística que su más alto tribunal blande con mano firme como elemento angular y vertebrador del régimen republicano. En esa materia (no en otras), en Francia, se hace realidad la opinión de Juan Manuel de Prada (denostado por la progresía, de derechas e izquierdas) cuando dice que “los pueblos que han deseado mantenerse fuertes, han procurado evitar a toda costa el desarraigo; y se han afianzado en la defensa de aquellas realidades tangibles y espirituales (la lengua participaría de esas categorías) que los constituían comunitariamente (**)”.

El dictamen de la magistratura francesa se producía al tiempo que en España se debatía la co-oficialidad del bable en Asturias, del “batueco” en Las Batuecas, se perfilaba en negociaciones, entonces de tapadillo entre Bildu-Batasuna (la ETA blanqueada) y PSE, la delirante e inverosímil inmersión total en vascuence en la escuela pública, y se confirmaba la complicidad del gabinete frentepopulista de Sánchez con la nada sorprendente desobediencia del gobierno regional de Cataluña a las tímidas sentencias (25%) del TSJC.

Prosperó en la Asamblea francesa una sorprendente Ley para la Protección y Promoción de Lenguas Regionales impulsada por un diputado bretón, Paul Molac, que, como sucede de continuo en el país vecino, ha pasado por un montón de formaciones de distinto signo. Sorprende que el instigador no haya sido precisamente un diputado electo en lo que nuestros aborigenistas denominan la “Catalunya Nord”, es decir, el departamento de Los Pirineos Orientales, capital en Perpiñán, y con alcalde hoy de la lista de Marine Le Pen. Es decir, que no fuera autoría de un diputado catalanista infiltrado en una candidatura de ámbito nacional, pues cuando los tales concurren por sí solos a las urnas jamás rebasan el umbral del 2% de los escrutinios: una verdadera ruina. No olvidemos que los partidos de inspiración separatista, aquellos que pretenden segregar una parte del territorio francés, están prohibidos por las leyes republicanas y si alguno de sus gerifaltes pretende hacer carrera política ha de morderse la lengua e integrarse en la lista de un partido tradicional para ejecutar con discreción su labor de zapa cual minúscula hormiguita. 

 Con todo, la ley aprobada en un primer momento, era una ley de modesto alcance disgregador, todo hay que decirlo, pues no postulaba la inmersión total en las aulas, si se compara con el delirante modelo lingüístico imperante en España. Su pretensión era establecer, a guisa de prueba piloto, un itinerario lingüístico alternativo en horas lectivas de proporción variable. Error en cualquier caso. Pero hete aquí que el ministro de Educación del gobierno Macron, Jean-Michel Blanquer, recupera el raciocinio, pone pie en pared, reúne a 60 de sus diputados y según declara el interesado, confiesa ante su auditorio, pálido de terror, que no quiere vivir en Francia el fenómeno catalán (textual). Y eso basta para que todos, aflictos y estremecidos, y entre temblores de agonía, den su firma y el ministro salga corriendo rumbo al alto tribunal con el recurso bajo el brazo. Y en muy pocos días, los magistrados dictan sentencia. Nada que ver con los nuestros, que tienen desde hace años importantes materias pendientes de fallo arrinconadas entre legajos polvorientos. Y anulan el artículo clave, el que propiciaba la posibilidad de impartición de asignaturas en lengua distinta al francés en la escuela pública

Cabe decir que en Francia, lo leo en un digital, hay alrededor de 12 millones de alumnos y de ellos unos 170.000 reciben algunas clases en lenguas regionales (catalán, vascuence, bretón, etc), fuera del estricto horario escolar, entendámonos. Estamos hablando de, ahí es nada, el 1’4% del total. Un alumno entero y dos extremidades de alumno de cada cien. Y hablando de escolarización estricta y de estrictos horarios, el equivalente francés de nuestro Constitucional ha ido, en la aclaración de los fundamentos de derecho, más allá de lo exigible. Sostienen Sus Señorías que con el dinero detraído a la ciudadanía vía impositiva, el Estado, es decir, la República, sólo tiene obligación de escolarizar a los alumnos en la lengua común de la nación, y sólo en caso de que la administración no pudiera prestar ese servicio básico en el más apartado rincón de Francia, circunstancia harto difícil dado el tamaño elefantiásico de la burocracia gala, los particulares interesados estarían habilitados, sometidas las materias educativas a la vigilancia de las autoridades, a impartir asignaturas en lenguas regionales (no oficiales a día de hoy), siempre y cuando costearan la fiesta de su propio bolsillo. Es decir, ni un euro de las arcas públicas. Toma castaña. Vive la France! Quiero ello decir, entre otras cosas, que los franceses no establecerán barreras lingüísticas entre sí, que no impedirán con esos mecanismos en apariencia inocuos el libre tránsito de familias trabajadoras por el territorio nacional, pues de la mano de la inmersión en lenguas regionales, llega el adoctrinamiento localista o cuando menos un enfoque socio-histórico del aprendizaje académico geográficamente limitado y tendente al aldeanismo que desincentiva la movilidad.

Francia es una gran nación, con sus claroscuros, como todas las naciones… grandes o pequeñas. Francia ha sido un auténtico dolor de muelas para sus vecinos y enemigos, y eso también hace grande y prestigiosa a una nación. Su acervo cultural, su patrimonio histórico, sus creaciones artísticas de toda índole, son conocidos y envidiados en medio mundo. Hemos leído y admirado a sus escritores, novelistas, poetas, comediógrafos, ensayistas, contemplado con arrobamiento las composiciones de pintores egregios, las obras de sus más reputados escultores y arquitectos… tarareado a sus trovadores y grandes intérpretes, enmudecido ante fastuosos monumentos.

La historia de Francia y su legado histórico-artístico no cabe, es seguro, en la tapa de un yogur. Hay donde elegir, los sonetos de Ronsard, o los de Brasillach a la espera del pelotón de fusilamiento, las malignas flores de Baudelaire y una joyita de orfebrería literaria, “El esplín de París”, los excesos de Rabelais o las exquisiteces de Cocteau. Entre Balzac, Víctor Hugo, Flaubert, Stendhal o Zola, un servidor se queda con las Memorias de Ultratumba del, al decir de algunos, trasnochado vizconde de Chateaubriand… para gustos los colores. Y aún con otros sublimes decadentes como Villiers de L’isle-Adam, Barbey d’Aurevilly o Nerval. Y hagan sitio a Los cuentos de Maldoror, de Isidore Ducasse, el malvado conde de Lautréamont. Un cuentista como Maupassant y un humorista de la finura de Queneau, patafísico honorífico, que, todo hay que decirlo, no es mejor que nuestros Gómez de la Serna, Camba o Cunqueiro.

Hay mucho más, pero cito lo que es más de mi gusto. La grave erudición de Georges Dumézil o de Claude Lévi-Strauss. El humorismo refunfuñón de desollado vivo de Ciorán (nacionalizado francés) y Camus, preferibles a Sartre, a Derrida y Foucault, exponentes de la extinción civilizatoria. Jacques Revel. El autorretrato de Courbet, que por sí solo merece una pinacoteca, Manet, Monet, Degas, Renoir y Cézanne. Y Picabia, autor del estremecedor cuadro “La revolución española” que, en reproducción de baratillo, preside mi modesto despacho. Los culos fastuosos de Gérôme, el Tinto Brass de los lienzos. “El viaje al fin de la noche”, de Céline, obra cumbre de la literatura contemporánea, o la recentísima genialidad e insolencia de “Sumisión”, de Houellebecq. Y sus dramaturgos y cineastas, entre los que elijo al ascético Robert Bresson (“Diario de un cura de campo”), a Eric Röhmer (“El rayo verde”), a Truffaut (“Al final de la escapada”, “Los 400 golpes”) y a Louis Malle (“Lacombe Lucien”). Y las aventuras de Tintín y de Asterix, que me dan más calorías. Y aquí me planto, pues de lo contrario les dejo sin tiempo para escuchar a Charles Aznavour… ¡Ah!… ¿Qué ustedes prefieren a Édith Piaf, Jacques Brel (franco-belga) o Gilbert Bécaud? Muy bien. También los Gipsy Kings y Ricky y Amigos son Francia. No sabría uno por dónde empezar. Es lo que tiene, acuñó la divisa De Gaulle, la grandeur de la France. Y para muestra un botón… la cara más amable… de todas las grecias, las romas y las francias.

(*) Lecturas recomendabilísimas: “La extraña muerte de Europa” y “La masa enfurecida”, ensayos de Douglas Murray, por consejo de mi abogado, y sin embargo amigo, Antonio Ramos.

(**) “Una enmienda a la totalidad”. El mismo asesor literario.

Obra de Jean-Léon Gérôme: imposible apartar la mirada de la parte central de la composición

https://www.abc.es/sociedad/abci-francia-rechaza-inmersion-linguistica-y-lenguas-vehiculares-regionales-escuela-202105211823_noticia.html

Y Colau fusiló al teniente coronel Maciá (Macià)

Ya es oficial. Hasta hace poco era un rumor muy extendido. Pero el diagnóstico es irreversible: Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, es síndrome HMT agudo, “Hiper-Mega-Tonta”, que no ha de tomarse como insulto, sino como benévola descripción. Es, además, una indocumentada. La gota que colmó el vaso fue la estratosférica revisión historicista auspiciada por el gobierno consistorial (que cuenta con la bochornosa participación del PSC) llevando los parámetros de esa mugrienta Ley de Des-Memoria Histórica a niveles jamás vislumbrados. En efecto, despacho de última hora… Ada (sin hache) Colau, atenta la guardia, ha tenido el cuajo de fusilar al chifletas de Maciá (Macià)…  l’Avi, “el abuelo”, al que así llaman nuestros aborigenistas. “Abuelo”… pero con demencia senil descontroladísima.

El pasado 25 de diciembre (2021), día de Navidad, se cumplían 88 años de la muerte de Maciá, uno de los cerebelos más descencerrados de la historia de España. Sólo que Maciá murió en la cama de un ataque de apendicitis a los 74 años. Una muerte dolorosa, pero no heroica. Muy posiblemente Maciá habría querido pasar a la posteridad frente a un pelotón de fusilamiento, rechazando la preceptiva venda en los ojos, antes de la descarga fatídica, e hinchando el garganchón para largar, a guisa de auto-epicedio, un sonoro Visca Catalunya Lliure! Pero no sucedió tal cosa.

El fundador de Estat Català (a quien, si no recuerdo mal, hice nacer en Las Borjas Blancas en una tractorada anterior, provincia de Lérida, cuando es hijo de Vilanova i La Geltrú), tras su no muy brillante carrera militar, viajó a la URSS en 1925 para recabar apoyos a la causa separatista. Allí se entrevistó, ahí es nada, con Bujarin, quien, al cabo de una década, fue purgado por su amado Stalin de un tiro en la nuca. Casi a un siglo vista, podría decirse que Maciá fue un precursor del “Procés” (el megaplúmbeo “Proceso” con el que nos llevan mortificando unos cuántos años), pues al igual que los adláteres de Puigdemont (Alay y compañía), se presentó en el Kremlin mendigando ayuda. Sus colaboradores Dencás y los hermanos Badia, eximios torturadores, exploraron la llamada “vía romana”, grandes admiradores como fueron de Benito Mussolini. Jugaba el separatismo de entonces a dos barajas. Sabemos que en Moscú las cosas no fueron del todo bien, pues Bujarin, a la sazón capitoste de la Komintern, echó pestes de nuestro destartalado prohombre al que tildó de pequeño-burgués reaccionario e iluso.

Maciá, cuentan sus hagiógrafos, se desvinculó de toda obediencia marcial y de toda lealtad a la bandera que había jurado tras el incidente “Cu-Cut!”. Unos oficiales procedentes del Casino Militar de Barcelona asaltaron el semanario satírico, un libelo deleznable de la época, como venganza por la publicación de caricaturas y ofensas contra el estamento militar. Pero hay quien dice que el distanciamiento y el resentimiento de Maciá contra España se produjo cuando, diputado en Cortes, su propuesta de modernizar el ejército, en particular la Armada, dotándola de sumergibles, no fue tenida en consideración. Ahí se produjo su viraje, su voltafaccio hacia el indigenismo enragé.

Al poco de producirse el pronunciamiento de Primo de Rivera y de suspenderse la Mancomunidad, una suerte de mini-autonomía avant la lettre, Maciá se presentó en el despacho de Cambó, lo cuenta éste en sus divertidas memorias (“qué guapo y qué listo soy” es el hilo conductor de las mismas), solicitando ayuda económica para financiar actividades terroristas y un movimiento insurreccional a gran escala para proclamar la independencia, interesado como estaba en replicar el modelo irlandés. Cambó nos lo pinta más como un chiflado irascible con mirada extraviada como de alucinado, que como un protervo calculador y maquiavélico. Tras la entrevista fallida, llega el viaje a Moscú citado en otro párrafo y justo después la charlotada de Prats de Molló (1926). Incursión armada desde el país vecino que fue desbaratada por la Gendarmería francesa antes de que los señoritos amotinados salieran del hotel tras un opíparo almuerzo. Y, en lugar de quedar retratado como un auténtico botarate ante la opinión pública, un condottieri de opereta, la esperpéntica bravata le granjeó una gran corriente de simpatía en un amplísimo segmento del catalanismo político de aquella hora, invirtiendo la tendencia que daba las mayorías a la Lliga en las contiendas electorales para ganarlas a partir de entonces ERC (más Estat Català, el partido nodriza de Maciá, ultranacionalista y de corte fascistoide).  

Una vez muerto por peritonitis (año 1933…el pobre se perdió, no hay derecho, la intentona golpista de octubre del 34, anticipo de la Guerra Civil, protagonizada de común acuerdo por Companys en Barcelona y por el PSOE en Asturias, y con los consejeros de la Generalidad huyendo de palacio por el alcantarillado), y antes de ser fusilado por el consistorio, diciembre de 2021, Maciá, don erre que erre, continuó dando la murga, esta vez con su corazón embalsamado. Los hay que ni muertos descansan. A ellos no es aplicable el dicho, “tanta paz lleve como descanso deja”. No es una coña, aunque lo parezca, y el corazón embalsamado de Maciá ha hecho correr ríos de tinta (*).

Muerto el orate, su corazón se convirtió en algo así como la reliquia de un santo varón a la que los fieles rinden culto. El sucedáneo autóctono del brazo incorrupto de Santa Teresa. Nada tiene de extraño, pues el nacionalismo identitario aspira a ocupar ese espacio que la secularización de la vida colectiva le ha ganado al ámbito religioso, mutación bendecida en Cataluña por buena parte del clero diocesano… esos párrocos que cuelgan banderitas estrelladas del campanario, al estilo Novell, ex-obispo de Solsona que, transido de amor por una escritora pornógrafa, ha abandonado a su rebaño para “echar una mano” en un productivo negocio de inseminación porcina. Ante el avance de las tropas nacionales, y el escaso entusiasmo republicano por defender Barcelona, tras la decisiva batalla del Ebro, había que impedir a toda costa que esa especie de “Santo Grial” del nacionalismo indígena cayera en las profanadoras manos del enemigo. Hete aquí que la reliquia, tras un estrambótico periplo, le llegó a Tarradellas. Y, éste, a su regreso del exilio (“Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!”), lo restituyó a los herederos con la muy loable intención de que el despojo engorroso y siniestro dejara de dar tumbos por medio mundo. Pero, como en una película gore, serie B, o en una de esas comedias irreverentes tipo “Resacón en Las Vegas”, inhumados los restos del ilustre patán, convienen que el músculo cordial, átame esa mosca por el rabo, no pertenece al finado, sino que en tiempos latió en el pecho de otra persona, completamente anónima.

Y el círculo se cierra con la ayuda de Colau y sus socios del PSC. Para mí tengo que, además de un desconocimiento aberrante de nuestra Historia, incluso de la más reciente, aqueja a una y otros, es decir, a la progresía local, una suerte de complejo de antifranquismo estrafalario y encallecido que les hace creer, y el dato encaja a las mil maravillas en su destartalada cosmovisión, que Maciá, ni siquiera confundido con el tarambanas de Companys, “el president mártir”, bien pudo morir fusilado por orden de Franco, en tiempos de paz, no importa, y con el militar destinado entonces, por mandato de Azaña, en la Comandancia de Baleares. Si non é vero, é ben trovato. “Y qué más da”, deben de pensar, “si le contamos a nuestros votantes que a Maciá le sacaron los ojos con una cucharilla de café y se los embutieron luego en el recto soplando una cerbatana, son capaces de creérselo”.

Y es que en Barcelona se nos hibrida un tipo de dirigente político “mejúnjeo” verdaderamente sofocante, que combina un fuerte vector “progre” que finge no sacudirse de encima la losa del franquismo y de eso que despectivamente llaman la “España en blanco y negro”, dispuesto a creer que los grises aún patrullan las calles arreando porrazos desde los estribos de una Sanglas 400, con la efervescencia aldeana del esencialismo nacionalista… y todo ello aliñado con las dogmáticas sandeces del pensamiento “woke”. Y Colau es el crisol que integra y compacta en vítrea pasta ambos ingredientes. Vota doble sí en el patético “butifarréndum” organizado por Artur Mas, 2014, según la interfecta, “para castigar a Rajoy”, cuelga de la balconada del ayuntamiento un sectario pancartón de apoyo a “los presos políticos” (sic) condenados por sedición que retira finalmente por mandato judicial, y se compromete públicamente a reducir al máximo la presencia de la lengua española en las comunicaciones institucionales y en los trámites administrativos. Y va y dice que no es separatista. Santo Dios, si lo fuera. Y todo ello con desparpajo y sin sentido del ridículo. Lo último que sabemos de la interfecta es que ha contratado 200 ovejas, en edad de trabajar y sindicadas, por descontado, para limpiar de matojos y hierba borde el parque de Collserola y que le ha negado una estatua a Copito de Nieve por blanco, colonialista y primate polígamo y heteropatriarcal (pues disfrutó en vida de un auténtico serrallo “goríleo”). Novísimos ítems de una gestión mundialmente vitoreada que bien merecen una futura “tractorada”.

(*) Recreación humorística de ese episodio, los viajes del corazón de Maciá a lo largo y ancho de este mundo, en la obra de teatro inédita: “1934-2014: una odisea espacio-temporal del catalanismo”, compuesta más para ser leída que representada.   

Como diría el gran pensador Jesulín de Ubrique: “en dos palabras, im-presionante”. Tal alcaldesa, para tal vecindario, pues no en vano la cantidad de idiotas por km cuadrado en Barcelona es una de las más densas del mundo. Colau no cayó del cielo a la poltrona: fue votada por miles de personas. Arrea.

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