Morir en Vich es «too much»

El catalanismo anda últimamente un pelín desnortado, confuso. Camina tremolante, desbarajustado, como pollo sin cabeza. No sabe si ha fracasado, pues la República de los Ocho Segundos (ROS), en el exilio de Waterloo, no acaba de fijar un itinerario que ilusione a la parroquia… o si ha triunfado, con un gobierno de España como nunca soñó, a su merced, besando sus pies y lamiéndole el trasero con unción. Por si fuera poco, irrumpe en escena, como elefante en una cacharrería, el pujante fenómeno «Orriols» que amenaza con requisar el voto a la antigua CiU (“Junts”), y también a ERC, aunque a ésta a medio plazo, en las comarcas de la Cataluña interior, es decir, aquellas con mayor implantación nacionalista. Y, éramos pocos… si bien el interés público en el asunto ha decaído considerablemente por la tardanza en instruirse la causa, se celebran al fin las primeras sesiones del juicio contra el clan Pujol, con el Padrino, el Molt Honorable, ya viudo, completamente fuera de órbita en virtud de su edad provecta.  

Con todo, aprecio que en medio de ese desconcierto espasmódico, el nacionalismo transita por una vez la senda que le es propia. Hace unas semanas propuso trasladar la región al ámbito de la diacronía instaurando un huso horario diferenciado del que rige (véase “Una horas menos en Vilamacolum”) en el resto de España y ahora exige un notable desempeño en el dominio de la lengua catalana para acceder a una plaza de sepulturero en el cementerio municipal de Vich. Fantástico. Todas aquellas patochadas de la reducción del paro al 0’5% con la proclamación de la independencia o la  drástica disminución del cáncer no tienen ya recorrido, pues de esgrimirse de nuevo en una futura efervescencia separatista olerían a comistrajo refrito apto sólo para organismos tubulares simplicísimos, “boca/ano”, sin una neurona activa.

Pero la exigencia del nivel B, o C, de catalán, a los sepultureros en Vich es congruente con la naturaleza originaria y fundacional del nacionalismo autóctono, pues nos instala de nuevo en las vaporosas coordenadas de la mitomagia y de la trascendencia, en una república que, como el reino de Cristo, no es de este mundo: ese éxtasis quedo, bocones abiertos, estremecimientos de placer y lagrimales húmedos ante consejas y leyendas medievales con el culillo prieto (… amb son germà, lo comte de Cerdanya, com àliga que a l’ àliga acompanya”*) y la chorra morcillona y a un par de versos más de desnatarse torrencialmente.

Va de suyo, el sepulturero ha de saber, palada a palada, enjugándose el sudor de la frente que, si ha de dirigir un postrero epicedio al finado, de cuerpo presente, habrá de hacerlo en catalán. O de lo contrario, éste se removerá inquieto en el ataúd y contactará con la superioridad para que le incoen un expediente disciplinario por avieso sayón colonial que malogra su tránsito al más allá en irreverente profanación idiomática. El busilis de la queja es perfectamente comprensible: queremos, no sólo vivir, si no también morir en catalán. “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”, dicen, sí, pero en la lengua de Pompeu Fabra. Que no somos perros, joder. Los catalanes, cuando asistimos a unas solemnes exequias nos comportamos como personas aseadas y gentiles, no como los españoles que son capaces de hurgarse los dientes con un palillo y de rascarse el trasero, cuando no de acomodarse las partes chocarreramente mientras el sacerdote pronuncia el responso con el semblante transido de elevados y píos sentimientos.

Vich ha visto cosas de enorme gravedad en estos años y no es cuestión de añadir, a tanto dolor y postración, nuevas penurias. De modo que habríamos de dar nuestro pláceme a esas últimas voluntades lingüísticas adoptadas por los preclaros munícipes de la corporación. Espicharla no es plato de gusto, pues siempre se quiere vivir un día más, pero si la diñas en catalán, la cosa es más llevadera.

En el año 1991 ETA metió un coche bomba (más de 200 kgs de explosivos) en la casa cuartel de la Guardia Civil de Vich asesinando a diez personas, cinco de ellas niños, y causando heridas a más de cuarenta. El “Comando Barcelona” fue el autor del atentado y su máximo responsable Juan Carlos Monteagudo, ex de Terra Lliure. Su proyecto criminal consistía en dañar la imagen de los Juegos Olímpicos a celebrarse el año siguiente en Barcelona. Vich tenía opciones de convertirse en subsede para la disputa de un deporte de exhibición, el hockey sobre patines. La gestión municipal de la tragedia fue un bodrio especialmente nauseabundo que, transcurridos más de treinta años, causa sonrojo. El alcalde era Pere Girbau (CiU) y se opuso a autorizar una manifestación en repulsa por el atentado. Con todo, unos meses más tarde, encabezó otra de muy distinto signo, ésta contraria a la apertura de una nueva casa cuartel en la localidad. No hace al caso llamarle hijo de puta, pues sabido que las prostitutas también son madres, sus hijos no tienen por qué sufrir el baldón de la equiparación con el interfecto. Ese individuo dejó de respirar hace un par de años y ahora su alma sucia y garrapatosa anda recociéndose en las calderas de Pedro Botero por toda la eternidad.

Casi dos décadas después del atentado, la corporación vigitana consintió al fin en colocar una placa conmemorativa del siniestro episodio. El alcalde de aquella hora, Vila d’ Abadal (nieto de uno de los fundadores de UDC), ni siquiera asistió al evento. Mérito que le valió convertirse en el primer presidente de la autodenominada AMI, “Asamblea de Municipios por la Independencia”, o cosa parecida. Un sujeto, pues, de parecida calaña a la de su predecesor en el cargo. Vich y comarca (Osona), una cosa lleva a la otra, son famosas por la elaboración de embutidos. El porcino, con o sin peste africana, queda por lo antedicho acreditado, es uno de los sectores punteros de la localidad.

El terrorismo no consiste solamente en el suceso criminal, su preparación, ejecución, mortandad, consecuencias políticas y esclarecimiento y sanción judicial, si la hubiere. Tiene múltiples derivadas. Además del respaldo mensurable de un segmento de la población a los atentados criminales, también opera efectos muy diversos en el conjunto del paisanaje. Uno de los más bochornosos no es necesariamente esa sintonía en medios y fines, si no el envilecimiento, la infamia moral en que incurren quienes voluntariamente se apartan y distancian asqueados de las víctimas por considerarlas estorbo, molestia o elemento de distorsión. “Esos aguafiestas de las víctimas”. O por qué la equidistancia no es tal, si no factor que refuerza y juega siempre a favor del terrorismo, de la comisión de nuevos atentados. Es decir, la pretendida “equidistancia” potencia la capacidad destructiva de la dinamita. En esa doctrina los insignes alcaldes de Vich, Girbau y Vila d’ Abadal, fueron auténticos profetas.

Durante el delirante y cansino “Proceso” separatista, la plaza mayor de Vich fue escenario de una llamativa performance siendo plantadas tantas cruces amarillas como víctimas censadas hubo de la supuesta represión policial, más de mil, por el ilegal referéndum separatista de 2017. De entre tantos testimonios destaca el espeluznante relato de Marta Torrecillas (ERC) que, incomprensiblemente no fue tomado en consideración por el Tribunal Penal Internacional, el mismo que juzga los crímenes de guerra habidos en la antigua Yugoslavia: “Los agentes de la Policía Nacional me tocaron las tetas y me rompieron los dedos de las manos uno a uno”.

Tras el fugaz fenómeno “Anglada”, natural de Vich, fundador de PxC (Plataforma por Cataluña), la localidad se perfila como uno de los posibles caladeros de votos del partido de Silvia Orriols, Aliança Catalana, que, precisamente ahí cursó estudios universitarios, aunque no parece que se le pegara nada bueno de su hijo más ilustre, el gran pensador Jaime Balmes. De modo que dejamos Vich atrás, sumida en la persistente neblina que teje a su alrededor un velo de íntimas e ínfimas miserias ocultas a las indiscretas miradas de los foráneos. Ahí queda el sepulturero, la piqueta al hombro, como en el poema de Bécquer, cantando entre dientes/ se perdió a lo lejosDios mío, qué solos/ se quedan los muertos.

Nuestro sepulturero le habla en catalán al finado a la espera de una respuesta del más allá mientras echa un pitillo, pues la lengua elegida como “propia” por Dios y por don José Montilla contribuye a la sustentación de ese fenómeno estético omnipresente en la fascinante obra poética de Baudelaire que los estudiosos llaman “petrarquización” (por idealización) de la muerte. Acaso, demorada, le llegue esa respuesta de ultratumba a través del tablero Ouija. Pero que nadie entre en pánico, la firma ETSY también los comercializa (“tauler”) en catalán, según he podido comprobar en su página web.   

(*) «… Junto a su hermano, el conde de Cerdaña/ como águila que al águila acompaña» (versos del poema «Canigó», de mosén Jacinto Verdaguer)

La plaza Mayor de Vich sembrada de cruces amarillas en sentido homenaje a las víctimas de la atroz represión policial durante el “Proceso”. Ni Sarajevo.

«Malamente»

Malamente. Motomami. Lux. Las tractoradas son cosa del siglo, están en el mundo. Por una vez se aborda aquí un suceso que forma parte de eso que llaman “la candente actualidad”. Los catalanistas más furibundos montan en cólera porque Rosalía, natural de Sant Esteve Sesrovires, acaba de sacar un disco y en uno de sus temas los escolanos de Montserrat le hacen coro y, pobres criaturas, cantan en español. Repito: ¡¡¡¡En español!!! Esto es, en la lengua “nyorda” (“ñorda o mierdosa”, excrementicia, según la terminología acuñada por TV3) que hablan los funcionarios coloniales, los agentes explotadores de la metrópoli y sus “collabos” o colaboracionistas, es decir, catalanes de cuna de diversa catadura y condición vendidos a España por un plato de lentejas, reconcomidos por el odio a sus raíces o simplemente degustadores sicalípticos de la traición. Esto es, la peor escoria. Y junto a ellos, la purria estercórea de la inmigración, y parte de su descendencia, de los años 60 y 70 del pasado siglo, comedores de tocino y garbanzos, violadores de cabras, hacinados en chiscones sin ventilación en las barriadas periféricas de la conurbación de Barcelona, siempre con problemas de halitosis, desdentados por la ingesta abusiva de carajillos y de vinacho peleón, fumadores de apestosas tagarninas, estragados por dermatosis, urticarias y golondrinos, y generosos en flatulencias. Y aficionados a la tauromaquia.

Admito mi ignorancia supina en lo tocante a la carrera discográfica de Rosalía. Sé que goza de prestigio artístico y que su fama como intérprete traspasa nuestras fronteras. Alguna calidad tendrá. Lo cierto es que este tractorista poco sabe de la música contemporánea popular, de los superventas de hoy (o “descargas” por internet) del tipo Taylor Swift, Katy Perry, la misma Rosalía, y otros. Sólo sé de muchas de esas vedettes, o eso me parece a mí, que son más tontas que guapas a tenor de sus declaraciones, y guapas lo son un rato. Para muestra un botón: Dua Lipa, que es un cañón de grueso calibre. Al margen de piezas escogidas de pop y rock, y música de los 80, uno se regocija y consuela con artistas de una talla y de una calidad hoy inimaginables como Bambino, Raphael, Sinatra, Aznavour, Astrud Gilberto, Roberto Carlos o Los Chichos.

Pero, a lo que vamos, Rosalía hace apenas unos años presentó sus credenciales para alzarse con el cetro de artista “comprometida” y de amplias miras. Hoy el compromiso pasa por el “cambioclimatismo” y la denuncia permanente de la denominada “transfobia”, de igual manera que entre los “comprometidos” de antaño era condición sine qva non besarle el trasero ávidamente a Fidel Castro, como las brujas a Satanás en el aquelarre. A unos y otros, hoy les une Hamás en una suerte de fórmula mágica de “compromiso” intergeneracional con las peores causas posibles. Un buen día Rosalía “tuiteó”, o como se diga, una divisa obligada, “FCK VX”, para granjearse las simpatías del faranduleo y de la intelectualidad regimentales sujetas a los dictados de la ideología woke. Desde el partido aludido le contestaron muy a propósito que “los millonarios no tienen patria y viajan en jets privados” y es que la artista se fotografió ufanamente editando el citado mensaje a bordo de un avión alquilado para desplazarse a uno de sus recitales en sólo Dios sabe qué apartado rincón del planeta. Cabe decir que, tras el merecido sofión, la doña ha ganado en prudencia y desde ese incidente no se le conocen ni soflamas ni deslices de contenido político. O eso creo.

Los catalanistas más furibundos son fácilmente excitables y entre ellos destacan Juliana Canet y Jair Domínguez (letrista del “eurovisivo” Chiki-chiki de la productora del cantamañanas de Andreu Buenafuente, “Andresín”) por su bajo umbral de ebullición. Han sido los primeros en censurar acremente el obsceno sacrilegio. El argumentario de los ultras fanatizados es fácil de imaginar: la artista ha contaminado tanto a Cataluña como a esos angelitos de Dios de la escolanía. Lo que supone para las esencias patrias la blasfemia perpetrada por Rosalía y los niños cantores (por inducción de esa mala pécora que los ha seducido y ha profanado su inocencia, y pervertido de un modo abyecto sus hasta hoy almas inmaculadas) lo ha explicado cumplidamente Antonio Robles en su artículo de Libertad Digital (14/11/2025) y yo no lo voy a hacer mejor.

Esas airadas protestas nos traen a las mientes las que hace un cuarto de siglo expelió el nacionalismo cuando se denunciaron abusos sexuales continuados a menores en la abadía. El jefe de filas de la pederastia montserratina era el ultranacionalista Andreu Soler, responsable de la sección excursionista (“escoltes”) del monasterio. Sus fechorías fueron encubiertas por los abades sucesivos, Bardolet y Josep Maria Soler. La división político-mediática del régimen, abreviadamente SROC (Serenísima República del Oasis Catalán) salió en tromba a tachar a los denunciantes de “marionetas anticatalanistas” y los más significados dirigentes políticos de aquella hora se dieron de codazos para encabezar un manifiesto alabancioso a la gloria eterna de los frailes benedictinos, a su infatigable labor espiritual y a su desempeño en el celo custodio de las fragantes esencias de la patria. Jordi Pujol, apóstol de las mordidas corruptas del 3% (o más), y que aún no ha sido juzgado, ni lo será, Joan Raventós, Ernest Lluch (al poco asesinado por ETA) y “el Guti”, histórico del PSUC (que no el estiloso jugador del Real Madrid) entre los abajofirmantes. Los comunistas, cosas veredes, a guisa de palanganeros de un curángano satánico, abusador de niños, cuando décadas atrás le dieron matarile a 23 hermanos de la congregación (ni 22, ni 24) expresamente “protegidos”, mira tú, por el siniestro y esquizoide Companys. Juntos en el manifiesto, lo más granado del catalanismo regimental previo al desmelenamiento separatista de este siglo. La friolera de casi veinte años tardó Josep Maria Soler (año 2019) en reconocer los hechos y pedir perdón a las víctimas. 

A lo que se ve, Rosalía ha incorporado a su último disco motivos y letras de cierta espiritualidad, pinceladas religiosas y místicas, dejando de lado el quinquismo poligonero y choni de trabajos anteriores. También los videos promocionales beben de las fuentes de una estética al gusto sacramental. Nada que objetar. Como era presumible, ese cambio de estilo le ha valido la animosidad de la izquierda sucia y exaltada de Sumar y/o Podemos, dos engendros perfectamente intercambiables. Incluso PAM, Secretaria de Estado de no recuerdo qué a las órdenes entonces de Irene Montero, ha abandonado su letargo en un muladar para llamar “retrógrada” a la artista catalana.

Ignora este tractorista si se trata de una conversión o de un postureo esteticista supeditado a cálculo comercial. También Almodóvar, cineasta bajo claqueta panameña, tiene a mano todo el santoral e infinidad de advocaciones marianas en sus jaculatorias festivaleras cuando le conceden un premio o en los atorrantes sermones que larga por su bocón desde el púlpito de la superioridad moral de la progresía, aunque en la intimidad se licúa de gustirrinín cuando piensa en esos sacerdotes y monjas atrozmente martirizados durante la persecución religiosa en nuestra contienda civil. Pero no desviemos el tiro. Siendo el escenario el mismo, Montserrat, se aprecia una actitud diferenciada de los nacionalistas ante ambos fenómenos, asistidos servilmente, va de suyo, por la izquierda. En el caso de la pederastia abacial, la situación demandaba el silencio y el encubrimiento de esas aberraciones repugnantes. Y conforme al guion, procedieron cargando contra las víctimas, esto es, los denunciantes de los abusos. En el caso del abominable crimen de Rosalía, hacer cantar a los indefensos escolanos en español, han protestado ruidosamente y sin tardanza.

Las conclusiones se sirven por sí solas, como frutos que caen del árbol por su propia gravidez. En la prelación de horrores a denunciar por catalanistas y progres es infinitamente más grave, hablando de Montserrat, “cor espiritual de Catalunya” (*), que un niño cante en español a que un fulano ensotanado le deje el culito hecho un estropicio a ese mismo niño cantor. Como un bebedero patos. Se puede decir más alto, pero no más claro.

Nos cuenta el humorista irlandés JP Donleavy (aunque nacido en Nueva York, pues los irlandeses, como los bilbaínos, nacen donde les da la gana) en su apreciable novela “Las bestiales bienaventuranzas de Balthazar B”, por boca de su protagonista, un auténtico dandy, especie en peligro de extinción, que las señoritas inglesas de buena familia de finales del XIX y principios del XX (época victoriana y años siguientes) viajaban a Italia y a Grecia, no sólo para visitar monumentos, también para dejarse sodomizar en la inteligencia de que ese pasatiempo afinaría su timbre de voz para dejarlo atiplado como el silbido de un pito. Un modismo que se valoraba mucho entre las damiselas en edad de merecer. Comoquiera que nadie en su sano juicio, y en las postrimerías del siglo XX, cuenta con recurrir a la castración, como sucedía antaño con los “castrato” para mantener su voz aguda pasada la pubertad, acaso pensó ese monstruo que el método alternativo procurado por la lectura de Donleavy habría de conferir parecida calidad canora a los escolanos sin recurrir a los drásticos procedimientos de la cirugía. Para sus adentros se persuadió de que, en el fondo, les hacía un favor a los chicos… y que sus manejos no eran abuso y vicio, si no artístico mecenazgo.  

(*) “corazón espiritual de Cataluña”

Nenes, muy malamente. ¿Que los escolanos de Montserrat cantan en español? Callasteis como pindongas cuando obligaron a esas criaturas a encerar el tubo a lengüetazos a un mosén depravado y envilecido. Estáis enfermos…

Una hora menos en Vilamacolum

De cuantas chamuchinas y milongas han urdido los separatistas para enfatizar el llamado “fet diferencial català” (el “hecho diferencial” que avale la creación de un estado soberano e independiente), ésta, en mi opinión, es la mejor trabada y la más audaz, pese a su apariencia de humorada. En efecto, al adoptar un huso horario distinto, el catalanismo más exaltado (la propuesta procede de Waterloo) aboga por la ruptura del continuo espacio-tiempo, creando entre Cataluña y España la falla separadora de la diacronía, situando a sus nacionales respectivos en un ámbito temporal heterogéneo: a unos los manda al futuro y a otros, al pasado. La ruptura pasaría por ubicar a nuestros vecinos, colonos e invasores, en otro ámbito cronométrico. Cierto que no dejaríamos de respirar el mismo aire que ellos, pero, alto ahí, lo haríamos en momentos distintos.  

El asunto horario goza de cierta presencia en el anecdotario folclórico catalán, aunque ignoro si dispone de asiento propio en el “Costumari” de Joan Amades, que es, por así decir, nuestra versión autóctona de “La rama dorada” de sir James G. Frezer, un referente de la etnografía a escala planetaria. Acaso se trate de una conseja, una de esas apócrifas “leyendas urbanas” que hoy llaman “bulos”. Dicen que en Sant Pol de Mar no tuvieron más feliz ocurrencia que cubrir un reloj de sol con un tejadillo para que no lo dañaran la lluvia y el granizo, quedando en sombra y deteniendo fatalmente la lectura del decurso horario. Para hacer burla de semejante melonada, los naturales de la vecina localidad de Mataró mortifican, desde entonces hasta hoy día, a los naturales de Sant Pol con la expresión “Sant Pol ¿Quina hora és? (*)”. Claro que, donde las dan las toman, éstos se vengaron, llegada la ocasión y la hora, de sus guasones vecinos. Gente de Mataró, se dice, quiso enriquecer el bestiario del municipio con un nuevo cabezudo (“capgrós”) y obtuvieron permiso para facturarlo con los materiales tradicionales en una salita habilitada a guisa de taller en el mismo edificio consistorial. Hete aquí que el cabezudo resultante lo era de veras, un cabezón colosal, y, arrea, al terminarlo quedaron chascados, pues era imposible mostrarlo públicamente en un pasacalles. ¿La razón? Era tan voluminoso que no pasaba por la puerta de la salita mentada. Para los restos quedó este alfilerazo: “Mataró, capgrós (**)”.

Lo ha manifestado campanudamente un dirigente del autodenominado “Consell de la Repùblica (***)”, un organismo que forma parte de la corte de los milagros de Puigdemont en el exilio y que pagamos entre todos. No hay consideración de tipo práctico en la propuesta. Nada de ahorro energético o zarandajas por el estilo. Es una invitación lisa y llanamente a la sociedad civil a que haga suya la estrategia en aras del “empoderamiento nacional”. Un acto, en definitiva, de resistencia anti-colonial y, a un tiempo, de afirmación patriótica, como lo es colgar una banderita estrellada en el balcón.  En su opinión, 200.000 patriotas cronométricos serían más que suficientes para forzar el reconocimiento de ese inopinado huso horario. Cierto que se generaría cierta confusión en la convivencia cotidiana, pues aquí no sería la región en su conjunto la que se amoldara a la propuesta, sino las personas. De modo que le pides hora por la calle a un transeúnte y no sabes si te da la hora que rige para toda España o la hora que han adoptado mayoritariamente los avecindados en el municipio ampurdanés de Vilamacolum. El caos a nivel comercial, laboral y en la prestación de servicios sería algo, como diría don José Pla, verdaderamente “manicomial”.

Por lo que se sabe del operativo, la hora elegida por los catalanistas furibundos sería la misma que rige en Canarias, esto es, una hora menos. De tal suerte que la mayor parte del territorio español quedaría rodeado, copado, al este y al oeste, por sesenta minutos, como por las tropas soviéticas, las divisiones de Von Paulus en Stalingrado. La llamada “pinza horaria”. Cabe decir de esta iniciativa rupturista que devuelve el catalanismo a su ámbito más entrañable que es el de las ensoñaciones brumosas, neblinosas y evanescentes de la mitomagia. Esto es, a los mitos y las leyendas: las dragas en los lagos, las barras de sangre en el escudo, ese tipo de cosas que nos transportan a una suerte de infantilizada edad de oro donde los caballeros blanden espadas y las princesas suspiran de amores en el reducto del castillo. Un mundo fantástico donde no existen las almorranas. Luego está el catalanismo antipático, el del día a día, el de las proscripciones lingüísticas, rótulos multados, tergiversaciones históricas y adoctrinamiento intensivo a través de los medios públicos (y semipúblicos) de comunicación y de las madrasas escolares al servicio del nacionalismo. Ese catalanismo horario, blandito como la peluda panza de un burrito, está más cerca de las ilustraciones infantiles de Pilarín Bayés y del “Cavall Fort” que de los pútridos y cloaquídeos miasmas de la corrupción institucional al 3% (o más).

Pero, cierto es, no se trata de una novedad en sentido estricto. Años atrás los nacionalistas gallegos del BNG (ya saben: “be-ene-ge”, que no “be-ne-ga”) ya pasearon parecido espantajo por la crónica política y, periódicamente, siguen dando la turra con la misma cantinela. Si no recuerdo mal, se trataba de una propuesta algo más modesta en minutaje, pues su pretensión consistía en quedar a medio camino entre la hora española y el huso horario portugués: ni para ti, ni para mí. Era preciso mantener una suerte de especificidad cronométrica equidistante entre las dos potencias peninsulares que amenazan su singularidad cultural e histórica. De tal suerte que el berenjenal estaría servido en noticieros televisivos y radiofónicos. Tras la señal horaria en punto, el locutor habría de recitar un carrusel de horas casi tan extenso como la lista de los reyes godos. “Las dos de la tarde en la península, una hora menos en Canarias y Cataluña, media hora menos en Santiago de Compostela y un cuarto de hora menos en La Almunia de Doña Godina…” y así ad infinitum. Figúrense a los protagonistas de “Atraco a las tres” sincronizando sus relojes unos minutos antes de dar el palo. Cassen con el horario catalán, pues lo era de cuna, y Gracita Morales, José Luis López Vázquez y Manuel Alexandre con el de la metrópoli. No es forma de robar un banco. No hay quien se aclare.

Para qué rasgarse las vestiduras. A fin de cuentas, este desfase horario no es sino la culminación del proceso de centrifugación autonómico. España carece de un plan de estudios común y adolece en cambio de una diversa panoplia de exámenes de acceso a la enseñanza superior. A los alumnos catalanes les hablan del río Ebro desde Mequinenza hasta el mar, ahora también del río Jordán, pero no del Tajo, y a los aragoneses, en cambio, hasta Mequinenza y no más allá. Los alumnos navarros saben quién fuera el rey Sancho “el Fuerte”, cuñado de Ricardo “Corazón de león”, rey de Inglaterra, pero acaso les ocultan su participación en la crucial batalla de Las Navas de Tolosa. Para los examinandos gallegos Breogán es el rey de una estirpe legendaria que desde Brigantia (La Coruña, A Coruña en los estupidizantes noticieros TV) llegó a conquistar la Verde Erín, en tanto que para los demás es, si le tienen afición al baloncesto, un equipo de Lugo que compitió años ha en primera división. Y así todo. Lo mismo la Sanidad que los impuestos sucesorios, que en una regiones se aplican y en otras “non”, como pican los pimientos de Padrón… o las tributaciones locales, que son la recuperación de anonas y portazgos de antaño, aduanas internas, que desbaratan la llamada unidad de mercado.

Y qué si los agentes de los Md’E (****) persiguen por la autopista a Cassen y a Gracita Morales en su SEAT 1430 con el motor trucado, después de atracar la sucursal bancaria con una media en la cara y empuñando la recortada, hasta Las Casas de Alcanar (Les Cases d’Alcanar), pues a partir de Vinaroz les releva por atribución jurisdiccional la patrulla del CNP. A lo que vamos, que el tiempo es relativo y para mensurarlo con exactitud, mejor que uno suizo de alta gama, uno de esos relojes blandos de Dalí, familiarizado éste con los deliquios de un paisanaje, Puigdemont y su alegre troupe, mentalmente alterados por esos fuertes vientos de componente norte que barren la comarca ampurdanesa desde la estribaciones últimas de Los Pirineos hasta el macizo de Las Guillerías.

 (*)     Sant Pol ¿Qué hora es?

(**)    Mataró, cabezón

(***)  Consejo de la República

(****) Mossos d’ Esquadra

Señores “nyordos” (ñordos o zurullos, es decir, españoles), sepan ustedes que en Cataluña nos regimos por una hora distinta… incluso el tiempo transcurre a otro ritmo en el oasis catalán. ¿Se convencen ahora? Nada queremos con ustedes

Sí, otra vez (y esta vez el PP de Badalona)

Es el mejor chiste sobre funcionarios. Vale por decir del manido tópico del proverbial desapego de los funcionarios al trabajo y de su propensión al absentismo inmotivado. Un funcionario se presenta con expresión compungida en su negociado tras varios días ausente y el jefe le dice “Hombre, Requejo, llevamos días sin verle el pelo”… “Jefe”, replica aquél, “es que… ha muerto mi padre”. “¿Otra vez?”, pregunta el jefe sorprendido. Y Requejo, cabizbajo, lo confirma: “Sí, otra vez”.

Sí, el PP lo ha vuelto a hacer. Esta vez en Badalona, de la mano de su alcalde Xavier García Albiol. Es arraigada costumbre en el PP dejar a sus simpatizantes colgados de la brocha y siempre por una inopinada claudicación de los jerarcas del partido, nacionales o regionales, indistintamente, ante la terminología y artefactos ideológicos de la izquierda y de los nacionalistas, también indistintamente. Siempre hay un barón, o baronesa, que ante la última chamuchina conceptual del adversario, experimenta una pulsión centrífuga irresistible que le expulsa al exterior y le incita a abandonar la disciplina del grupo. Comoquiera que el fenómeno es asaz frecuente, lo que hace en realidad es reforzar la connatural “indisciplina” del mismo.

Esto es consecuencia del acomplejamiento de la actual fracción mayoritaria de la derecha ante el separatismo y ante la izquierda nominalmente española, aunque el gentilicio se estrelle abruptamente contra su ejecutoria y desempeño. Y, lo que no es baladí, manifiesta la incapacidad absoluta de esa derecha para consolidar en la práctica política los principios básicos, fundamentales, que habrían de vincularla con lazo estrecho a su electorado. Y, claro es, cada vez que se produce una recaída, su votante entra en pánico y en un estado de desánimo y desasosiego. Esta desazón, una sensación de abandono, de orfandad y de total abatimiento, alcanzó su hora culminante durante el mandato, con mayoría absoluta, de Mariano Rajoy, figura antológica de la desidia, de la cobardía y del tancredismo que no fue capaz de revocar legalmente, siquiera lo intentó, los arracimados estropicios de la era Zapatero, hoy amplificados por su aventajado alumno, Pedro Sánchez. Da en el clavo Rosa Díez diagnosticando una atinada metáfora oncológica: “ZP fue el tumor y su discípulo, la metástasis”.

Acaso no lo pagará García Albiol en las urnas por las características de esos comicios tan específicos, pero las siglas se resentirán, acaso, en las elecciones regionales, pues el partido cae en descrédito ante los suyos y pierde, por su indefinición y su alma pusilánime, la confianza de aquellos a quienes debería defender. El busilis de la cuestión es que el PP de Badalona ha suscrito en el pleno municipal el artefacto denominado “Pacte Nacional per la Llengua” (*), muñido por los separatistas confesos e inconfesos (PSC). Tras esa inopinada maniobra, en una cuestión capital que atañe al fenómeno llamado “proceso de construcción nacional”, antesala de la independencia, no será en adelante tarea fácil distinguir al PSC de “cara de acelga” Illa del PP de Cataluña, cuando menos en Badalona y en lo tocante al fenómeno excluyente y liberticida de las imposiciones lingüísticas.

He de admitir que contaba a García Albiol entre los dirigentes con mayor aplomo del PP regional, y aún a escala nacional junto a Isabel Díaz Ayuso (IDA, según sus detractores). Vamos, que no era uno de esos especímenes blandengues como Guardiola, la lideresa extremeña, o Moreno Bonilla, que no se duele en prendas a la hora de rendir homenaje al chifletas de Blas Infante, o el PP de Melilla, al que no se le ocurre mejor iniciativa que suprimir el 12-O como festivo en la ciudad autónoma y sustituirlo, no es broma, por una fiesta del calendario musulmán, alcanzando un nivel de abyección e infamia antipatrióticas sólo visto en regiones donde el separatismo tiene un significativo respaldo. Y, hablando de lenguas, no puedo dejar sin mención, sería una injusticia, a Prohens, dúctil y maleable como la goma de mascar, que parece que da un pasito adelante, pero luego deshace el camino hecho y da tres pasitos para atrás. Que cuida con mimo y subvenciones millonarias a OCB (Obra Cultural Balear), que es como nuestro Òmnium. Que avanza con paso de tortuga a la hora de reintroducir la lengua española en las aulas mallorquinas, incumpliendo promesas en campaña, y que a día de hoy exige aún el nivel C de catalán para tocar la trompeta en la banda municipal de Capdepera.

Uno se pregunta por qué repajolera razón García Albiol ha dado ese giro copernicano. Quien fuera en su juventud aguerrido pívot (¿pivote?) en las canchas de baloncesto, ahora cobardea en tablas ante el nacionalismo como un toro manso. ¿Qué le habrá impulsado a dar ese paso? Ese alcalde colosal en primera línea de fuego enfrentándose a pecho descubierto a los “okupas”, reprimiendo la venta ilegal callejera e itinerante de los manteros y sin dar tregua a la delincuencia reincidente en aras de la seguridad ciudadana y del respeto a la propiedad. Y enemigo declarado de los “menas”, a menudo “manas” (“mayores no acompañados”, a juzgar por las pruebas antropométricas a las que son sometidos para determinar su edad real… sea el caso del «mena» que violó a una chica en Alcalá de Henares y pasó de los 17 a los 23 años en un santiamén, como por arte de birlibirloque).

La cuestión es que la imagen proyectada a la sociedad por García Albiol como martillo de chorizos y violetas, garante del orden y la ley, le granjeó las simpatías del electorado y en las últimas municipales barrió a sus adversarios. Se llevó, ahí es nada, algo más de 50.000 votos de los 90.000 escrutados. Un mastodóntico 55’73% de los emitidos y la friolera de 18 concejales sobre 27. Y esa proeza en Cataluña con las siglas del PP detrás. Miau. En los comicios anteriores también fue el más votado, pero no le bastó para blandir la vara de burgomaestre. Obtuvo un 37’8% de los votos (37.500) y 11 concejales. Una entente cordial entre socialistas, ERC, los autodenominados “Comunes” y CUP, le barró el paso a la alcaldía. En aquella ocasión, ojo al dato, participaron cien mil avecindados en la localidad… quiere decirse que con más abstención, unos diez mil electores menos, ganó la friolera de trece mil votos. Ya digo: una machada.

No hace falta ser un sesudo analista para ver que muchos simpatizantes de sus oponentes pasaron a la abstención e incluso pescó miles de votos en caladeros ajenos, harto el personal de la inseguridad ciudadana que se vive en la conurbación metropolitana de Barcelona. De lo contrario no darían las cuentas para explicar terremoto semejante. Por bueno que sea su desempeño al frente del consistorio (el ejercicio del poder desgasta inexorablemente), parece difícil que en una próxima convocatoria mejore o incluso mantenga un resultado tan avasallador. Siendo la restitución del orden en la calle el acicate principal para votarle, es dudoso que pueda captar más voluntades con el mismo discurso, pues por ahí ya lo ha ganado todo, pero sí probable, eso barrunta, perder algunas en favor de formaciones con un mensaje más expeditivo, sea el caso de Vox. De modo, que los votos que se pierdan por ese flanco, pretende compensarlos por otro.

La izquierda anda lejos, es la sensación dominante, de hacerle sombra, ni siquiera presentándose toda ella en una candidatura conjunta liderada por uno de los hijos más ilustres de la ciudad, “Jorgeja” (Jorge Javier Vázquez), esa especie de sátiro televisivo de facciones mutantes adherido como una escrófula a los más basurientos contenidos de la tele. El interfecto haría las veces de un Rufián en Santa Coloma por ERC o del bizarro personaje que dice llamarse Bob Pop, un fantoche que se postula por los “Comunes” para sustituir a Ada “Flotilla” Colau, madrileño de cuna y cuyas nauseabundas declaraciones provocan un efecto emético inmediato. La distancia abisal entre García Albiol y esta tropa heterogénea no la arregla, a corto plazo, ni un sondeo de Tezanos.

En estos últimos meses ha irrumpido con fuerza demoscópica Aliança Catalana, el partido nacionalista más escorado a la derecha, y haría al caso dedicar a este pujante fenómeno una futura tractorada. Silvia Orriols gana clientela a capazos entre el electorado separatista y aunque rasca votos a todos, es evidente que, por vecindad en el espectro ideológico, el principal damnificado será el partido de Puigdemont. Ese trasvase que se avizora en el horizonte se evidenciará especialmente en las elecciones de ámbito local y regional. El roto a Junts, nos dicen las encuestas, hará época y ahí anda García Albiol con la caña a punto para llevarse, o eso cree, esos centenares de votos más moderados de los antiguos convergentes que, por cierto pudor, se resistan a echarse en brazos de los extremistas de AC. Y de ese modo compensar las fugas de papeletas hacia Vox que podrían comprometer la revalidación de su holgada mayoría absoluta. Y si no es por el apuntado esbozo de cálculo electoral, que me aspen sí sé por qué narices García Albiol, suscribiéndose a ese birrioso pacto lingüístico al gusto ultranacionalista, comete una falta burda y antideportiva que le inhabilita, a mi juicio, para continuar en la cancha.

 (*) Pacto Nacional por la Lengua  

   ¿Qué tal, chicos? No os esperabais ese tapón con rodillazo en las pelotas incluido…

Tontos a pupilaje: el parquin

Hay conductas admirables, que no necesariamente ejemplares. Son admirables porque causan admiración… por estrafalarias, risibles, patéticas o por un dominante componente de auténtica gilipollez. La prensa digital dio fe del sorprendente suceso. Una pareja se quedó encerrada en un parquin (aparcamiento) de la ciudad de Barcelona a bordo de su vehículo. El busilis de la anécdota no fue una avería en la barrera, empeñada en no dejar expedito el paso al conductor, o un fallo en el expendedor de tiques (recibos) al minutaje. Nada de eso. Todo se debió a una cuestión idiomática. En estas lides, Cataluña es referente y punta de lanza a nivel mundial.

Nuestros héroes querían abandonar el aparcamiento subterráneo. En ésas que un problema técnico impidió dar cumplimiento a su propósito. Muchos establecimientos del sector no disponen ya de garita y de empleados presenciales que puedan auxiliar a la clientela en apuros. El estudiante que se sacaba unas perras estudiando el voluminoso manual de Derecho y el voluntarioso opositor son cosa del pasado, como el señor orondo que escuchaba por el transistor los partidos de fútbol (¡Goool en Las Gaunas!), pertrechado de una garrota para imprevistos y de una bota de vino bajo la providente mirada de Ágatha Lys, ligerita de ropa, en un poster clavado con chinchetas al panel de corcho. O tempora, o mores.

De modo que llamaron al teléfono publicitado para exponer su desesperada situación. Y, según afirman, les contestó una persona en lengua española con marcado acento sudamericano. Nuestros paladines de la lengua (vernácula) manifestaron con ardorosa militancia su afán de vivir en catalán las 24 horas del día, incluso en sueños, “jamás arriaremos nuestras banderas”, e insistieron en dirigirse a su interlocutor en la lengua que llamaron “propia” don José Montilla, sonderkommando cordobés al servicio del nacionalismo, el mago de las ondas Justo Molinero (¡La muñeca chochona!) o un señor que permite que los demás le llamen Michel, madrileño de cuna y entrenador que es del Girona FC (club residenciado en la ciudad de Gerona). Propulsados por un amor inconmensurable a la lengua, no dieron su brazo a torcer. El aparcamiento a pupilaje estaba físicamente en Cataluña, como ellos, y exigían ser atendidos en catalán y que en catalán fuera solventado el incidente. Pero su contacto… a saber en qué remotas coordenadas geográficas tenía su culo asiento. Hoy en día llaman al celular, o al fijo domiciliado, para un trámite bancario o una analítica médica, para una estafa o por una póliza de seguros y el fulano con el que hablamos está en Zaragoza, Madrid, Marrakech o Bogotá, si es que cometemos la imprudencia de contestar.

A lo que vamos, el operario no entendía ni papa. No es que se negara a atenderlos en su idioma por animosidad lingüística (como sucede en Bélgica entre flamencos y valones… con “uve”, deferencia a lectores menores de treinta años), es que no ligaba nada de lo que le decían. Comoquiera que nuestros esforzados paladines del “pronom feble” (*) persistían, erre que erre, en hablar en catalán, el otro, tras advertir que no pillaba una, les avisó que colgaría el teléfono por no mantener la línea ocupada y de ese modo dar paso a otras incidencias que pudieran presentarse. Y así fue.

Hay sitios mucho peores que un aparcamiento para quedarse encerrado, que no aislado. La cuestión es que el proveedor del servicio no estaba en disposición de ayudarles por una incomprensión total del mensaje. Ignoro si nuestros protagonistas llamaron después, iracundos, a los bomberos o a los agentes de la Guardia Urbana (la poli local de Barcelona). A Emergencias, Protección Civil o la UME, siempre que pudieran atenderles en catalán, claro es. Pero mientras llevaran consigo sus celulares, con la batería cargada, no tendrían por qué sentirse incomunicados del resto del mundo. Acaso aprovecharon el interludio para llamar a la “tieta” Montse, una encantadora octogenaria que vive en Ulldecona o para deleitarse espiritualmente reproduciendo por Yutube (¿?) los grandes éxitos musicales de la finada Nuria Feliu. También cabe la maniobra escapatoria de seguir la rueda de otro vehículo, y cuando se alza la barrera y pasa el primero, colarse detrás a toda mecha como hemos visto en los peajes de las autopistas.

“Parking” es una saga de películas de intriga y terror de serie B. Un entretenimiento sin grandes pretensiones, facturado para pasar un rato distendido dándole a las palomitas, echado en el sofá. La trama es fácil de imaginar. El “prota” quiere abandonar el aparcamiento luego de una agotadora jornada laboral y regresarse a su madriguera. Pero un vigilante malvado o un psicópata asesino quieren evitarlo y de ello se sigue una alocada y tumultuosa persecución por las plantas y recovecos del estacionamiento. Un producto de consumo fácil, sustos y golpes de efecto, que no requiere de un gran presupuesto, ni de interpretaciones estelares.

Pues ya tenemos la versión al gusto local: dos simpatizantes de “Plataforma per la Llengua”, tras asistir a la ceremonia anual, presidida por Salvador Illa, de entrega de premios al “activista que ha denunciado a más comercios rotulados en español”, y luego de pedir un autógrafo al premiado, el actor Joel Joan, presidente que fue de la Academia Catalana del Cine, se deciden a volver a casa. Pero, hete aquí que se topan con fuerzas oscuras juramentadas para hacerles pasar un mal rato. El villano, el guardián del aparcamiento, es un esbirro de la resistencia antinacionalista al que identificamos por una pulserita de lazo con los colores nacionales y porque la cámara enfoca, en la garita, un ejemplar de las desternillantes “Memorias de un bufón”, de Albert Boadella. No por casualidad propongo al ilustre Joel Joan como hipotético premiado, pues cualquiera que se dé un paseo por la avenida del Paralelo, le sorprenderá los días de función en una terracita aledaña al Teatro Condal. Echa un rato el interfecto liándose un pitillo y pegando la hebra con unos amigotes. El gran intérprete de la dramaturgia nativa, célebre por difundir por las redes comentarios ofensivos contra establecimientos donde le atendieron en español, le hace un gesto a la camarera y le pide una birra, o cualquier otra cosa, atiza, en la lengua del opresor. No una vez, si no muchas. Soy testigo. Como es su “cuartel general” escénico, no quiere líos el gachó con el dueño del “kebab”. Un espíritu práctico.

Y la rueda gira. El infame inquilino de La Moncloaca, llamada así por los múltiples episodios de estercórea corrupción que el palacete ha presenciado, pacta con el fugitivo Puigdemont que las empresas con más de 250 trabajadores en plantilla estarán obligadas a atender en catalán (vascuence, gallego, acaso castúo) a su clientela aunque estén residenciadas en otras regiones o países. Una sandez babélica inimaginable. Quiere decirse que los protagonistas de esta ridícula historia podrán beneficiarse de la patafísica ocurrencia al próximo cautiverio en el mismo u otro aparcamiento. Si la empresa concesionaria cuenta con más de 250 empleados (aunque ninguno de ellos visible), prestando servicio en España, tendrá que darles respuesta en catalán, velis nolis, lo mismo si tiene su sede social en Calatayud, Torrejón de Ardoz, Lima o Tánger. A esos infelices les fue de unos pocos días, o dicho de otro modo, de una servil concesión más de Pedro Sánchez a los separatistas. Se adelantaron a su tiempo.

Échese a temblar. Se toma una semana de vacaciones para huir del “barretinismo cejijunto” y asfíctico que se respira en Cataluña, y recala en Lanzarote. Se hospeda en el “Gran Hotel Costa Teguise” con salida a la apacible playita de “El Jablillo”. Es un gran complejo, pero no especialmente discordante con el entorno. En temporada alta la plantilla supera los 250 empleados entre recepción, mantenimiento, limpieza, cocinas, animadores, administrativos y seguridad. Usted espera turno para registrarse y justo en el “chequeo” le precede una familia catalanohablante oriunda de Queralbs (Gerona), esto es, de la Cataluña interior que gustan llamar “Cataluña catalana”. Y avisados de la nueva normativa exigen la atención personalizada en catalán. “Vull ser atés en català d’acord amb la nova llei (**)”. Y usted, que pensaba librarse por unos días de esa murga insoportable, se da de bruces con unos aborigenistas tozudos y, además, empoderados. “Tierra, trágame”. Aquello de “ancha es Castilla” se convertirá en un aforismo en desuso, pues nadie estará a salvo de la turra multilingüe en ningún apartado rincón del país. Tras asistir al enésimo fracaso del gobierno frentepopulista en lo relativo a la oficialidad de las lenguas regionales en la UE, pasaremos a la oficialidad de facto de éstas en toda España, justo cuando la española, en Cataluña, anda en consideración por detrás del árabe y del urdu.

(*) Pronombre “débil”. Un consejo: déjelo correr.

(**) “Quiero ser atendido en catalán de acuerdo con la nueva ley”

“Te equivocaste de parquin, amigo”

Cóctel «Granollers»

Esta vez agarro mi tractor y pongo rumbo a la populosa villa de Granollers,  capital de la comarca del Vallés Oriental. Con esta tractorada no acaba uno de sacudirse la apatía de la calorina estival de detrás de las orejas, pues la noticia saltó a los medios en agosto… de 2024, durante la celebración de las fiestas mayores de la citada localidad. Sólo que la Fiscalía, un año después, ha visto que el asunto tiene sustancia suficiente para proceder a una investigación. Cuando en estos aperreados tiempos decimos Fiscalía, queremos decir “Lotería”. Y es que el equipo consistorial de festejos y eventos (algo así como “Área de Cultura”) no tuvo mejor ocurrencia que autorizar la celebración de un taller infantil para elaborar “cócteles molotov” que arrojar a los agentes de Policía. Una gran iniciativa, es fácil de ver, que aúna a partes iguales divertimento, pedagogía y elevación espiritual tan beneficiosos para la equilibrada formación de los más peques. Lo que vendría a ser una idea redonda.

En Granollers tienen mando en plaza los socialistas con mayoría absoluta tras las últimas elecciones locales, 13 de 25. La alcaldesa, Alba Barnusell, blande la vara de burgomaestre gracias a 9.200 votos, el 41% de los emitidos. Una victoria apabullante. Cabe decir que los cócteles molotov facturados en el taller son de cartón, cócteles papiroflécticos, nada de botellines de vidrio, mecha y gasolina. Como de cartón son las figuras de los antidisturbios contra los que los párvulos aprendices de terrorista han de hacer diana. Todo queda en un ejercicio mimético voluntarioso, pero inocuo, donde no se registran llamaradas ni abrasiones. Se ignora cuántos alumnos tomaron parte en las clases magistrales, pero los hubo. Quiere decirse que algunos padres dieron su consentimiento. Luego vieron con buenos ojos, y provechoso para su prole, que los arrapiezos se familiarizaran, desde una perspectiva lúdica, con la idea de quemar viva a una persona o, en su defecto, reducir a cenizas un vehículo estacionado en la vía pública, acaso un comercio rotulado en español o un contenedor de basuras. Siempre, ésa es la idea nuclear, que el bien o propiedad arrasados por el fuego futuro no pertenecerán al padre del alumno. Que ya sabemos cómo funcionan estas cosas. La “okupación” es un estilo de vida muy loable, siempre que no “okupen” mi vivienda. O, escuela pública para todos, menos para mis hijos (Pablo Iglesias). Y como ésas, otras más.

La actividad, nihil obstat, pasó el filtro con excelencia, además, por impartirse exclusivamente en catalán. Foc (fuego), cremar, calar foc (quemar), ferir (herir), m’agrada olorar les flames (me encanta oler las llamas), un poli fastigós traslladat a la unitat de grans cremats de l’hospital de la Vall d’Hebró (un poli asqueroso trasladado a la unidad de grandes quemados del hospital Valle Hebrón). Cosas que hacen al caso. Los progres y los catalanistas (hoy ambas categorías tienen un valor refugio en el PSC) siempre han demostrado un inusitado interés por el universo infantil. Es una auténtica obsesión que abarca un amplio espectro de facetas, incluida la vertiente sexual, en el desarrollo de la personalidad del niño, a la vuelta de unos años votante cautivo y perceptor de ayudas públicas empezando por el denominado “cheque cultural” para que pase el día convenientemente narcotizado matando marcianitos. “El hombre nuevo”, “la nueva Humanidad”, es un desiderátum angular de sus fáusticas ensoñaciones. Bien entendido que renuncian por el momento a materializar dicho sueño (como el paraíso para unos… tirando de la sentencia de Moravia, son los sueños que para otros pesadillas) mediante el método “polpotiano” de la tabla rasa exterminando a los segmentos anacrónicos, o retardatarios, de la población que no encajan en su promisorio edén de angélico igualitarismo sobre la faz de la Tierra.

La propensión a los “talleres” es algo que acompaña a todo progre que se precie doquiera que vaya. “Es un hombre a un taller pegado”. Es a su estructura de personalidad lo que la insidiosa picazón de una tortuosa venícula al orificio anal. La profusión de talleres para adoctrinar y moldear las mentes infantiles, y no es un desafuero añadir “para idiotizar a los adultos también”, no conoce límites. Ante nuestra mirada impávida se expande una pleamar de cursillos.

Hemos sabido de talleres para componer pichelos y pototos de plastilina, o de arcilla, en los aularios de primaria, acaso con la felicísima intención de aficionar las novísimas promociones estudiantiles a la disciplina escultórica, por ser una de las bellas artes más descuidadas por los planes (sic) de estudio. Cursillos para todas las edades, como el obligatorio para pasear mascotas por la calle (aunque el listado definitivo de qué especies animales son “mascotas” no está cerrado y buena prueba de ello es que recientemente la vaca “Loli” ha adquirido el distinguido estatus de animal de compañía) con arreglo a la meticona ley aprobada por el gobierno frentepopulista de Pedro Sánchez. “El hombre nuevo” ha de sacar a pasear su chihuahua al menos tres veces al día, nunca por menos de veinte minutos y sin dejar atrás el residual producto del metabolismo animal, debidamente pertrechado de bolsita impermeabilizada y botellín de agua. Y para que “el hombre nuevo” sea nuevo de verdad proliferan como setas en otoño cursillos para combatir (“deconstruir”) la así llamada “masculinidad tóxica”, que no es otra que la tradicional y la que, en virtud de los parámetros dominantes de la izquierda actual, define al varón heterosexual como maltratador, violador y asesino por predisposición genética heredada de antecesores neandertales, ocasionalmente caníbales.

Los niños catalanes son espiados en el recreo por OeSeGés (Organizaciones Sí Gubernamentales (*)) con el beneplácito de las direcciones de centros escolares, como es público y notorio, para saber en qué idioma se relacionan entre sí cuando no están en el aulario bajo el escrutinio permanente del profesorado, instruido para detectar el más mínimo indicio de disidencia idiomática. A través de la sistemática manipulación de  los niños, el catalanismo regimental, hegemónico, pretende erigir los cimientos de esa Cataluña nueva, inspirada, paradojas de la vida, en una mítica edad de oro histórica (condados de la época carolingia hasta el compromiso de Caspe, dinastía de los Trastámara, año 1412), donde el apetito será saciado sin esfuerzo, pues los árboles acercarán el sustento a los hombres, dobladas sus ramas por el peso de los frutos. Tampoco habrá noticia de paro obrero, el cáncer no existirá y los jovenzuelos ilegales, mayoritariamente marroquíes, y de entre ellos los más conflictivos, se integrarán motu proprio en el tejido asociativo y gustarán de apuntarse al “esbart dansaire” (**), o a un “cau”, o club excursionista, antes que violar muchachas europeas o degollar infieles en nombre de la “yihad”.

Los progres hacen suya, les va de perlas, la teoría psicoinfantil de Adler (“El niño difícil”). El niño de hoy es el padre de mañana, nada nuevo bajo el sol, y es para ellos, progres y catalanistas por igual, una atribución irrenunciable controlar el proceso de socialización del individuo (el niño) hacia el fin deseado… que es la armonización de las conductas particulares (y sus complejos) a un medio inclusivo en el que todas aquéllas tienen cabida. Para esa escuela psicológica, la identificación de las causas del complejo, del trastorno, su origen en definitiva, tiene menor incidencia que en el modelo freudiano donde la “abreacción”, o catarsis emocional, es la clave de la sanación. La integración del complejo en un modelo social progresivo es la apuesta de Adler. El niño ha de fluir, como fluyen los arroyuelos de aguas cantarinas. Ahora es fama que los peques “fluyen” en el comedor de la escuela y no se les regaña, ni se les retira el postre, si no prueban siquiera las verduras. Es lo que tiene la “fluencia”. Con todo, el lanzamiento del cóctel “granollers” de cartón-piedra no es otra cosa que un elemental mecanismo de proyección y el agente de policía, símbolo de todos los males que aquejan al niño, sus miedos, sus incipientes traumas, el ogro malvado que impidió que los Reyes Magos le echaran un Scalextric, es el remedo del chivo expiatorio (le bouc émissaire) que apechuga con todos los vicios, pestilencias y pecados individuales y colectivos, y es expulsado a pedradas de la comunidad.

Al tiempo que las autoridades locales “normalizan” y socializan a los niños arrojando contra la poli cócteles “granollers” de mentirijilla, un “subsahariano” apuñala mortalmente de “verdurijilla” a una persona en el mercado de dicha localidad, a plena luz del día. En su caso no hay confusión geográfica, es subsahariano de verdad, oriundo de un país a meridión del inconmensurable desierto. Y no como aquel otro criminal que la reportera de un noticiero radiofónico denominó muy creativamente “subsahariano de nacionalidad dominicana”. Cabe que lo fueran, subsaharianos, sus antepasados.

Aquí va el enlace audiovisual de un taller infantil. Cierto que no es el de Granollers, objeto de esta tractorada, pero podríamos aventurar algunas similitudes. ¿El escenario? Lo acertó usted.

(*) OSG, Organización Sí Gubernamental, quiere decirse, financiada, al margen de las cuotas de los afiliados, con los impuestos de los ciudadanos mediante subvenciones públicas, sea Òmnium Cultural o Plataforma per la Llengua 

(**) Grupo de danzas tradicionales

Sin «Razón»

Decíamos ayer… que hay medios que incurren en la inconsistencia estival. Bajo ese baldón estacional subyace la flojera de los principios… de quita y pon. O de pon y quita, que lo mismo da, que da lo mismo. Y las materias en que más se echa de ver ese fenómeno son el debate lingüístico y la política devastadora de la cooficialidad. Para mí tengo que es la mayor lacra que bastardea la igualdad de derechos de la ciudadanía en España y es, aunque para muchos se trate de una anécdota trivial, craso error, uno de los mayores obstáculos a la existencia de una democracia aseada. “¡No será para tanto!… ¿Qué más dará que los alumnos gallegos potencien al “caldeiro” que al cubo? ¡Exagerado, alarmista, ave de mal agüero!”.

Cuando la lengua común, o nacional, esto es, el español, no es apta para escolarizar a los futuros ciudadanos españoles en no pocas regiones del país (casi un 40% de la población), algo no funciona. Es un derecho constitucional, inalienable y, sin embargo, es vulnerado (y “alienado”) continuamente, y por gobiernos nacionales y regionales de diverso signo… luego el consenso en la materia es casi absoluto. “Transversal”, como dicen los fifís más fifiriches. Y no es que no sea apta para expresar conocimientos académicos por una carencia intrínseca vinculada a la cosmovisión que con ella podemos expresar, nada de eso. Al español no le sucede lo que al habla gutural y sincopada de los bimin-kuskusmin (Papúa-Nueva Guinea), inapropiada para el estudio de las matemáticas y de la ingeniería aeronáutica, pues su sistema numérico, más allá de la magnitud “tres”, dispone de un genérico “muchos, muchos”, ayuno de la precisión requerida para el estudio de las ciencias exactas. No es el caso.

Esta vez la melonada, que toma el relevo de una anterior (véase “Perder La Razón”), la firma, gesto altivo, sereno continente, el articulista Rodrigo Criado, a cuenta de las impresiones de la propietaria de un pequeño negocio establecido en Barcelona.

https://www.larazon.es/cataluna/situacion-catalan-cataluna-realmente-cuenta-hay-pequeno-grupito-p7m_2025080468909441c5e9fd602f675c47.html

El desparrame es total y desquiciante. El artículo está presuntamente redactado en español, pero no tarda el lector en descubrir que lo está en el español despachurrado de un chico que ha sido sometido a esa payasada académica de la inmersión obligatoria que depaupera (demostrado en multitud de informes) el desempeño culto de las nuevas promociones estudiantiles. No en vano, el autor nos asesta un doloroso puntapié en el cucu al atizarnos la inédita expresión “todavía más si queda” por un, supongo, “todavía más si cabe”. Como ésa, otras muchas, algunas incomprensibles. La toma con la sintaxis y la sacude sin compasión.

Recuérdese que para loar las bondades de la patochada “inmersiva”, tuvieron sus paladines la osadía de proclamar que un niño en Cataluña, con dos horas semanales de lengua española, era tanto o más apto en la materia que uno burgalés escolarizado íntegramente en dicho idioma. Con un par. Basaron tan convincente afirmación en las notas comparadas de los exámenes de acceso universitario. Omitiendo, claro es, que la pregunta más difícil formulada a nuestros examinandos es, pizca más o menos: “Juan come peras. Señala el sujeto de la oración”.

Necesitábamos, como los campos de mieses el agua de mayo, la siguiente exposición de las políticas lingüísticas urdidas durante décadas por el catalanismo político (lo mismo CiU que los tripartitos “amontillados”): Las administraciones, los políticos y parte de la ciudadanía, por supuesto, defienden con todas sus armas argumentativas su protección (de la lengua catalana, se entiende) como un derecho y como herramienta de cohesión social en el territorio, con subrayado en negrita y todo para que nadie pase por alto lo más sustancial de la parrafada. Tras semejante pampirolada, el autor, incluye innecesariamente en su exposición el camelo de la “cohesión social” que ya nadie menciona por vergüenza torera. Ni los liberticidas activos, ni sus cipayos reclutados entre los castellanohablantes domesticados (tipo Rufián, Justo Molinero, José Corbacho, o desde ultratumba, mediante el tablero Ouija, los finados Paco Candel, Vázquez Montalbán o Pepe Rubianes, etc), habida cuenta la cohesión social de auténtica mierda que disfrutamos en Cataluña, particularmente desde el año 2010. Y, hete aquí, confiere la parte mollar de su artículo a un video colgado en las redes por una chica quejosa de la injusticia que supone la imposición del catalán en todos los ámbitos de la vida. Y lo hace, criatura, ignorante del aparataje ideológico que hay detrás de todas esas políticas siniestras que sufrimos en carne propia desde hace más de 40 años, con una ingenuidad verdaderamente conmovedora.

Nuestra heroína se atreve a aventurar un porcentaje de población intolerante con relación a la lengua, según su experiencia personal. La mayoría de la gente no es así, pero hay un 10% de puritanos, peores que un dolor de muelas, que se transforman en aquellas cacatúas partidarias del prohibicionismo alcohólico que hemos visto en las pelis del Oeste. Nos dice: “Hay un grupito pequeño pero matón que son muy pesados y quieren imponerte la lengua”. Cabría decir a la doña que su cálculo incurre en un optimismo angélico. Si sumamos el porcentaje de voto representado por el nacionalismo lingüístico en sus diversas advocaciones, Junts, ERC, Orriols, PSC, CUP y Colau, nos vamos a un 80% del arco parlamentario. Cabría sumar medios de comunicación de titularidad pública, y los semipúblicos, “La Vanguardia” y “El Periódico” que, aunque editados en español, promueven con denuedo la inmersión obligatoria en la escuela. En esta feria, los sindicatos, las patronales (muy especialmente PIMEC), asociaciones vecinales y deportivas (con el “congoleño” Barça en primera línea) adquieren un protagonismo nada desdeñable. ¿El 10%, mi amor?

Cosa diferente es que te sacudan en la vía pública, cariño, pero no es llegada aún la hora de ese grado de violencia. Quién sabe si un día de estos reverdecerá el antañón trabalenguas “dels setze jutges” (*). También es cierto que has tenido la suerte de que Joel Joan, J. Lluis Bozzo (el dramaturgo), Josep M. Alay, Antonio Baños o Santiago Espot (a éste le hemos perdido la pista), delatores de gran nombradía y dilatada ejecutoria, no han ido a parar a tu establecimiento, pero dales tiempo y ocasión, y verás lo que es bueno. Ahí tienes el ejemplo reciente de la heladería sita en el barrio de Gracia (“Dellaostia”), regentada por argentinos y que ha sido vandalizada por los escuadristas más iracundos de la “c” cerilla. La niña, un mirlo blanco, saca a colación (nos encandila) la cuestión de los acentos: Yo no soy de aquí, no tengo vuestro acento. Hay gente a la que se le da mejor y gente a la que se le da peor (aprendió lo suyo de los episodios de “Barrio Sésamo”). A mí no se me da bien y no me siento cómoda hablándolo (¿Acentos, idiomas… calabacines o berenjenas?), por lo que no podéis obligarme”. Qué cosita, hay para comérsela a besos. Los acentos…mira tú qué ocurrencia.

El autor, un auténtico lince que ni el de Beocia, advierte de las equivocadas percepciones de un segmento amplio, creciente, de la población. “No obstante, esta defensa y promoción (del catalán) ha generado recelos en diversos sectores (mantenemos la negrita), donde se percibe (en ocasiones de forma errónea o muy exagerada) (sic) como una imposición que podría poner en duda la convivencia en la sociedad”. Toma del frasco. Bien entendido que “poner en duda la convivencia” no es una frase feliz y que mejor encajaría un “dañar la convivencia”. En todo caso lo que sí daña esas tan acérrimas “defensa y promoción”, con toda la batería anexa de normativas excluyentes, es la libertad de elección de lengua escolar y la igualdad de derechos. Que no es poca cosa. Y más allá, entona un lamento surgido de su espíritu seráfico y bonancible: “Cuando la lengua podría llegar a ser algo que se vea desde el respeto (sic), está convertido (sic) en un hipotético campo de batalla en el que se debaten temas de todo tipo (mantenemos la negrita), como por ejemplo el de la identidad”.

Si damos por bueno, armados de infinita indulgencia, que el artículo de “La Razón” está redactado en español, semejante cúmulo de disparates demuestran de manera fehaciente que, en efecto, en Cataluña hay un problema y no menor: el desconocimiento de un registro culto, aseado siquiera, de la lengua española entre nuestros estudiantes, sea cual fuere su lengua de referencia familiar… incluidos los licenciados en periodismo. Gracias “inmersión”, gracias PSC… por cuanto afines al PSC fueron los lingüistas (Rosa Sensat y otros) que impulsaron esa cochambre antes de que la hiciera suya e implantara con mano de hierro el régimen pujolista.

La guinda del pastel. Ese mismo día “La Razón” nos obsequia con otra gansada, ésta firmada por una reputada sociolingüista, a cuento de los síntomas de fatiga observados en algunos sectores del paisanaje por la imposición a machamartillo del catalán. Si le quitas la carga política, el catalán es considerado un idioma bello incluso por quienes no lo hablan. Fantástico. Habría que decirle a esa lumbrera que hoy quitarle la carga política al catalán es más difícil que robarle las herraduras a un caballo al galope tendido. Hay cosas indisociables. También un misil balístico de alcance intercontinental es un objeto bello, estilizado, fascinante, pero es mejor no andar cerca de su punto de impacto. Qué decir más. Apuesto a que todas las lenguas que en el mundo se hablan son susceptibles de considerarse bellas, por qué no… salvo aquella, si la hubiere, que para su correcta pronunciación requiriese del hablante que éste se metiera un dedo por el culo al tiempo de apretujarse los cojones con unos alicates.

¿Quieres café? Toma dos tazas. Lo último de Rodrigo Criado en “La Razón”:

https://www.larazon.es/cataluna/youtuber-jordi-wild-asegura-catalan-debe-ser-sobreprotegido-castellano-tiene-hecho-p7m_2025081868a2f5f897dddb0112a030c1.html

(*) Trabalenguas utilizado para detectar forasteros y darles matarile ante la dificultad de su pronunciación, como sucedió, según es fama, durante la Guerra de los Segadores, 1640

Perder «La Razón»

Cuando el calor aprieta, las tonterías publicadas en los medios de comunicación hacen cumbre, incluso en aquéllos que uno supone más afines por su línea editorial, por el proclamado compromiso de sus propietarios, y redactores, a valores constitucionales y a la cerrada defensa de los derechos civiles y políticos del individuo. Cabría hablar entonces de “fuego amigo”. Tradicionalmente, se dice, en verano la controversia política pierde fuelle y se llenan páginas con ecos de sociedad, anecdotarios y otras más livianas informaciones a cargo de becarios en prácticas. Con todo, ese esquema no vale para la España actual, la España del estercóreo albañal del sanchismo cuya productiva toxicidad no entiende de altibajos estacionales. Quienes reclaman para sí la protección de determinados valores no habrían de bajar la guardia en época de lúdicos chapuzones, cuando los “hits” veraniegos martillean y lobotomizan al personal a través de las ondas.  Una de esas perlas la hemos encontrado días atrás (15/07) en la edición digital de La Razón. La información la firma Adrián Roque, y éste es el enlace de su aportación desconcertante:

https://www.larazon.es/cataluna/espana-exige-espanol-trabajar-pero-cataluna-exige-catalan-absurdo-reaccion-famoso-escritor-catalan_20250715687612f16e1ec26d312d62c5.html

El reportero tiene a bien agasajar los paladares más exigentes con la reseña de un ensayo, ahí es nada, de Vicenç Villatoro, un viejo conocido de contrastada ejecutoria en la represión de las libertades lingüísticas. Uno de esos eximios representantes de la monocorde mesocracia catalanista que vino al mundo con un cargo público bajo el brazo. Y uno se pregunta qué repajolera necesidad tenían los lectores de ese medio de meterse entre pecho y espalda semejante gollería intelectual.

Hasta la fecha, el esquema dominante en el grupo Atresmedia (“La Razón”) consistía en repartirse el trabajo y delimitar las líneas editoriales entre Antena 3 y La Sexta, antaño en manos de Jaume Roures (bautizado Jaime Robles Lobo), uno de los tipos más siniestros de nuestra reciente singladura nacional, con historial terrorista a sus espaldas: fundador de LCR, colaboración con un comando de ETA y con TV3, palancas del Barça, etc. La primera, contenidos familiares, entretenimiento “blanco”, para todos los públicos, sin apenas ordinarieces, moderantismo ideológico en los informativos y camaleonismo aseado, sin estridencias radicales, en las cansinas y consabidas materias obligatorias: cambioclimatismo antropogénico, feminismo, universo “trans”, alocuciones “pro-Hamás”, ostracismo de la toponimia en español, en definitiva, todas las concesiones al inevitable signo de los tiempos. Y la segunda: Farreras y Gran Wyoming. No es necesario dar explicaciones.

Es decir, lo uno y lo contrario. El esfuerzo moral, en su acepción “principios”, de los gerifaltes de Atresmedia habría sacado de sus casillas, y no es tarea fácil, al matemático Ulrich, protagonista reflexivo, meditabundo (y cargante) de “El hombre sin atributos”, de Robert Musil (*). Lo que siempre se dijo “estar en misa y repicando las campanas”. Groucho Marx también disponía de fórmula propia para definir el fenómeno. De modo que el autor anuncia una obviedad (un autor hibridado, pues Adrián Roque expone la tesis supremacista y paletoide de Villatoro y no se distancia de ella, dando a entender que la hace suya o, cuando menos, la considera digna de estimación). En todos los países del mundo se exige a los trabajadores de origen foráneo que aprendan, adopten y hablen razonablemente la lengua oficial del país receptor. De tal suerte que si fulanito o menganito se instalan en Francia, lo suyo, y quién lo discute, es que se esfuercen en hablar francés… si han de tratar con la población autóctona, aunque sólo sea por atar en la ventanilla de turno una ayuda social. Parecidamente cabría esperar en Italia, Alemania o Polonia con sus respectivas lenguas. Por esa razón, al binomio “Villatoro/ Roque” les exaspera que eso no sea exigible en Cataluña, mira tú. ¿Por qué Cataluña ha de ser una excepción?

Se ve de un rato lejos el error de planteamiento. Cataluña es un concepto de magnitud política y administrativa inferior a Polonia, Francia o Italia: no es un país. Hay momentos en los que es preciso decir la verdad a los niños. Y así se asenderean para la vida adulta y encajan de mejor grado las decepciones que trae aquélla. Los Reyes Magos son los papás. Es duro, pero la vida es “asín” y no es mala cosa el aprendizaje, dejarse desgarrones por el camino… como de polvo, mugre y cazcarrias llena su toga Conde-Pumpido. Con todo, las autoridades de ámbito regional (casi siempre en comandita con las nacionales) actúan “como si…”. Quiere decirse, “como si Cataluña fuera un país homologado a los demás en el desafinado concierto de las naciones”. No lo es, pero lo parece, con su embajadillas y todo.  

El título del artículo es en sí mismo la quintaesencia de la bipolaridad. Y, siendo breve su extensión, afortunadamente (parafraseando a Gracián, “lo malo si breve, menos malo”), larga el articulista de “La Razón” perlas exquisitas como éstas, con subrayado de las “ideas-fuerza” (sic) en negrita, no vaya usted a creer:

Otro punto que genera confusión es que los derechos lingüísticos son territoriales, no individuales. Si un ciudadano español se traslada a París no puede exigir ser atendido en castellano. Sin embargo, en Cataluña, muchos creen que pedir catalán equivale a “una imposición”. ¿Por qué? Porque se ha instalado la idea de que el catalán es secundario frente al castellano. Un desequilibrio que no ocurre en otros países europeos”.

La sucesión de gansadas y de alteración de magnitudes es frenética. Habría que recordarle a esa magnífica dupla que el “castellano” (entendiendo que se refieren ambos al español) no es lengua oficial en París, pero sí lo es en Barcelona. Y, en efecto, el español no goza del principio de la extraterritorialidad allende nuestras fronteras, qué sorpresa, pero eso en nada afecta al hecho incontrovertible de que los derechos lingüísticos en España interesan al individuo. A renglón seguido nos dicen que “muchos creen que pedir catalán (en Cataluña) es una imposición”. Y responden a esa afirmación con otra pampirolada: “(…) se ha instalado la idea de que el catalán es secundario frente al castellano (por español)”. Uno se queda patidifuso, perplejo, pues ignora dónde diantre se ha instalado esa idea. Desde luego que no en las instituciones, en el sistema educativo o en los medios de comunicación públicos. Más bien pareciera que es el español el “secundario” en Cataluña, no sólo frente al catalán, también frente al inglés, árabe y urdu en muchas campañas informativas de rango municipal, mismamente. No obstante, que nadie se haga trampas al solitario, la evidencia es tal que avergüenza un poco el decirlo: en efecto, el catalán, en términos absolutos y con relación al español es secundario, porque el primero es cooficial a nivel regional y el segundo oficial en toda la nación. A escala mundial, el abismo entrambos es aún mayor.

La guinda del pastel es un presunto “desequilibrio” comparativo con relación a otros países que también disponen, deducimos del contexto, de otras lenguas además de la oficial o nacional. No hace falta ser un lince para ver que tal desequilibrio, contrariamente a lo que insinúa Roque, es en aquéllos infinitamente superior, habida cuenta de la especial (y excesiva) consideración legal que en España adornan a las lenguas cooficiales. ¿Acaso en Perpiñán se escolariza a los niños en catalán como sí sucede en Barberá del Vallés? ¿De qué repajolero “desequilibrio” andas chamullando, pichurrín? La andanada final del artículo obedece a un simplismo-maniqueísmo insultante. El chico de “La Razón” despliega toda su potencia de fuego neuronal y nos dice:

“Lo que en París, Berlín o Madrid sería incuestionable, en Cataluña se convierte en debate. Y muchos se preguntan: “¿De verdad es una discriminación pedir catalán para trabajar?”, «¿O lo es permitir que una lengua entera sea relegada?”.

Chimpún. Siguiéndose de esto último que la lengua catalana entra en la UCI de las lenguas moribundas y “relegadas” que en el mundo son si la cajera del supermercado nos coloca en español la oferta del día, «manojo de espárragos trigueros a 1’50 €». Como si bagatelas sin apenas importancia como la inmersión obligatoria en todas las escuelas no fuera una realidad impuesta coactivamente, o los medios de comunicación de titularidad pública, incluyendo la “2” de RTVE, no emitieran en catalán el ciento por cien de su programación, o si no fuera lengua exclusiva en la relación de las administraciones con la ciudadanía. No se ve por parte alguna que la lengua catalana esté siendo “relegada”. De modo que Adrián Roque o es miope, o, abducido por Villatoro, ha sucumbido a la disociación cognitiva y percibe realidades extrasensoriales vetadas al común de los mortales. O eso, o es que ha perdido La Razón.   

(*) Sí, he leído la novela de punta a cabo con la vana esperanza de que ocurriese algo entre el primer capítulo y el último. Y he sobrevivido.  

“Hola, soy el doctor Jekyll- mister Hyde, presidente honorífico del grupo Atresmedia. Que lo mismo te digo una cosa, que te digo otra”. La Razón se pasa al lado oscuro.

RTV¿E?

Los caminos del golpismo son inescrutables. Un sector donde se aprecia nítidamente la progresión del golpismo catalanista es en el panorama de las televisiones públicas. El principal valedor del golpe, malgré lui, ya no es el separatismo: partidos políticos, CDR, TV3 y entidades diversas (sindicatos, asociaciones profesionales, vecinales, las diversas terminales de la opresión lingüística, etc). Es hoy el PSOE, es decir, la franquicia madrileña, capitalina, del PSC. El mando del golpe de estado, antes liderado por Junqueras y Puigdemont, perpetrado en su fase “procesual” en octubre de 2017, ahora está bajo supervisión directa de Pedro Sánchez, de sus sayones en el gabinete ministerial y en el partido, colonizados ambos por corruptos, puteros y proxenetas y, protagonismo estelar, de Conde-Pumpido y sus togados mariachis.

Una de las fantasías más recurrentes de unos años a esta parte de los catalanes leales a España (particularmente de los más desafectos a la fórmula autonómica, entre quienes me cuento) es la desaparición de TV3 y de medios radiofónicos similares, algunos públicos, otros semipúblicos. A nadie le gusta que le insulten a diario en las ondas con el dinero de sus impuestos. El sectarismo es el peor baldón que en democracia puede ensuciar la ejecutoria de un medio de comunicación de titularidad pública. Que las cadenas y emisoras privadas incurran en ello, es harina de otro costal. Allá ellos con su dinero, su audiencia y su balance de resultados. Y digo bien desaparición, que no reforma, porque hay cosas que se han imbuido de tanta vileza y sucedumbre que éstas han penetrado hasta las trancas, hasta la osteína de la osamenta, con su aliento mefítico y contaminador, y no tienen remedio posible. Y con ellas hay que hacer tabla rasa al estilo “polpotiano”. ¿Reconversión de las instalaciones de Sant Joan Despí en un centro hospitalario? ¿Demolición mediante maquinaria “brutalista”… una de esas bolas de acero que parecen el péndulo de un zahorí colosal? ¿C4? ¿Dinamita? ¿Napalm? El abanico de opciones es amplio.

El itinerario nacionalista del circuito catalán de TVE principió años ha y se ha mantenido en ésas al margen de quién tuviera mando en plaza. Mismamente, en tiempos de Rajoy echarle un vistazo a los informativos locales era poco menos que una heroicidad. Cierto que la dirección del “ente” (sustantivo apropiado para titular una película de terror) confiaba en que nadie en su casa, y en su sano juicio, le diera al botoncito del mando a distancia y, de ese modo, las soflamas particularistas de la “2” pasaran desapercibidas, muy especialmente en aquellos días tumultuarios. Y que, a lo sumo, por allí recalaran cuatro despistados y los voluntariosos espectadores de los documentales sobre marsopas y elefantes marinos.

Sucede, pues, que las desconexiones territoriales de TVE no han podido resistirse a la fatalidad lingüística que asola Cataluña desde la instauración de la democracia (no digo “recuperación” porque en puridad no la hubo antes, salvo que alguien muy ñoño confunda la II República «frentepopulista» con una democracia homologada). Me refiero con “fatalidad” a la ineludible valencia de la lengua como herramienta política que, en estos casos, sobrepuja a su intrínseca cualidad comunicativa. Cuando se propone una lengua como hito fundamental en un proyecto de construcción identitaria ya no rige para ella aquello de que “las lenguas están para entenderse”, que “entre ellas puede establecerse una relación cordial”, que “qué más da aprenderse el aparato digestivo de los batracios en gaélico escocés que en inglés, lo importante es aprenderlo”, o que “cuantas más lenguas mejor, pues son un tesoro de un valor incalculable” (que es la divisa favorita del ministro de Cultura de Papúa-Nueva Guinea: 700 lenguas diferenciadas), para convertirse en un marcador étnico, en una barrera al libre tránsito de personas, en un baremo discriminador en el mercado laboral, en un elemento antipático y opresivo, en una excusa para multar al personal vía rótulos comerciales, en definitiva, en una suerte de estrella de David cosida a la boca. Dicho a la pata la llana, en un puta mierda.

Pero hete aquí que la tozuda realidad nos sacude un directo seco y duro a la mandíbula. Apliquemos aquella lapidaria y contundente sentencia de Mike Tyson, campeón mundial de los pesos pesados: “Todos tienen un plan hasta que les meto la primera hostia”. Y en lugar de avanzar hacia esa meta soñada, meter TV3 en un agujero negro de la Historia, nos toca deshacer posiciones de la mano de esa lamentable simbiosis entre aborigenismo paleto y un PSOE que hoza y retoza, cual verraco verriondo, en el lodazal de la traición, y asistir al desembarco, acabáramos, del nacionalismo más exaltado en TVE. Ya nos han suministrado una dosis preliminar, para ir haciendo boca, con el fichaje (millonario) de Buenafuente, ese cantamañanas que se forró haciéndose el simpático en cadenas generalistas y que escondía un separatista furibundo entre los pliegues de su abultada billetera y hoy “abajofirmante” de un manifiesto (junto a los Bardem, Almodóvar, “Zampo y yo”, “Franco, ese hombre”, Miguel Ríos… toda la tropa viejuna) a favor de la corrupción y de la explotación sexual en saunas y lupanares… perdón, he querido decir de un manifiesto a favor del injustamente perseguido Pedro Sánchez, candidato a la beatificación martirial de la “progredumbre”. Buenafuente, uno de los tipos con la jeta más dura de todo el faranduleo televisivo.

RTVE, por su segundo canal para Cataluña, emitirá exclusivamente en catalán. De unos años a esta parte ya hemos tenido anticipo de tan feliz iniciativa. De tal suerte que, en ocasiones, cuando sus directivos se daban un golpe en la cabeza y programaban una película estimable en la “2”, horario “prime-time”, aquí nos enchufaban un debate perfectamente prescindible, y en catalán, por supuesto. De modo que, con arreglo a las sonrojantes declaraciones del actual Director de RTVE, un tipo llamado José Pablo López, en adelante la “2” usará únicamente “la lengua propia de Cataluña”, replicando así el habitual argumentario indigenista en materia lingüística. Ese fulano, de cráneo indescriptible, y por ello se entiende que su hábitat se sitúe detrás de las cámaras que no delante, y asesorado por uno de los novísimos directivos de su consejo áulico, el incombustible Mikimoto, que odia a España tanto como los hutus odian a los tutsis, y por esa circunstancia, y no otra, será remunerado con un pastizal a cargo del erario público, considera que el español es un idioma “impropio”, aun siendo el “propio” (familiar) de más de la mitad de los catalanes, según los sondeos demoscópicos del CIS regional. Que, por otra parte, no dejaría de ser “propio” de Cataluña aunque fuera el idioma referencial de un exiguo 10% de su población.  

Hoy la “2” no retransmitiría aquella aparición de Felipe VI en octubre de 2017 animando a los catalanes a que no perdiéramos la esperanza ante el golpe de estado perpetrado por las instituciones copadas por el separatismo. Que no estábamos solos. Hoy sí lo estamos. Sería al punto vetado por la Dirección del “ente” y acusado de difundir bulos y fango dinástico y fachosférico. Claro que tampoco se repetiría aquella patética estampa de ver al orondo Iceta saltando una valla para hacerse un hueco en la cabecera de la mani espontánea y multitudinaria que, con su intervención televisada, propició el rey, y nadie más que el rey. En el estrado tomó la palabra Josep Borrell, templando gaitas, “esto no es un circo romano”, dijo el interfecto, y todo porque los asistentes pedían, va de suyo, prisión para Puigdemont. Qué otra cosa pensó el andoba ése que pediría la gente. Quizá, cual visionario, ya intuía el muy pillo una futura amnistía. En resumidas cuentas, que dan ganas de apagar el televisor para los restos. Koniec.  

(*) La cochambre se ha instalado en TVE gastando un potosí. En estos aperreados tiempos de metástasis sanchista, ha dado cobertura al humorismo sectario, Broncano, “Cachitos de hierro y cromo”, y ahora Buenafuente. También a la telebasura del corazón, María Patiño y Belén Esteban a lo “Sálvame”. Sólo faltan en su parrilla los llamados “reality shows” del tipo “Gran Hermano”, esa basura que Mercedes Milá, sanchista de buena familia, llama ampulosamente «experimento sociológico”. Aquí van unas ideas la mar de aprovechables: “Un día en la vida de Koldo”, dándole carrete a sus miles de horas de grabaciones telefónicas, “Gran Hermano en Soto del Real” y “Operación Crisálida”, un concurso para menores cuyo premio habría de consistir en un proceso de hormonación y cambio de sexo quirúrgico, a presentar por Benita (antes “Maestro Joao”) y el juez de Orense que avaló la madurez de un niño de ocho años para iniciar el proceso «trans» a instancias de su madre, una fanática progre, de ésas que aplauden con las orejas a Juana Rivas y a Marta Sevilla, iconos del feminismo más desorejado.

Fe de erratas.- En la anterior tractorada, Síndrome “Reus”, utilicé la expresión “pertocar”, incorrecta en español. Mis disculpas y autoflagelaciones.

El Director de RTVE, José Pablo López, desmiente que su película favorita sea “Los Caraconos”. Ha añadido: “Utilizando la terminología del ministro Tontasun, vamos a descolonizar RTVE de “españolía” tóxica en Cataluña. Por cierto… ¿Éste es mi perfil bueno, verdad?”

Síndrome «Reus»

Agarro el tractor de la Tolerancia y marcho a Reus, cuna del general Prim, espadón egregio de las armas nacionales, y de unos afamados vermús. El motivo que nos lleva hasta esas coordenadas es el ahora llamado “síndrome Reus”, que es un nocivo efecto de la depauperación democrática de estos aperreados tiempos. Es la primera vez que se recurre a semejante argumento para prohibir una conferencia. Ésta no se pudo celebrar en un local público de la citada localidad porque la ley objeto de la crítica de los ponentes ha sido aprobada y publicada en el BOE. Toma del frasco. Un mecanismo propio de las dictaduras, pues cuando no se admiten críticas al gobierno, tampoco a las leyes que aquél promulga.

Sandra Guaita, del PSC, es la alcaldesa. Dos concejales de ARA Reus, uno de esos grupos municipalistas dúctiles, dotados de una enorme adaptabilidad para formar gobierno, se sumaron a los ocho del PSC, la fuerza más votada, para sellar un pacto al que más tarde se unieron los cinco de ERC… que en la anterior legislatura tenían mando en plaza de la mano de Junts (antigua CiU), ahora en la oposición, y, cómo no, de ese mismo par de proteicos candidatos de ARA.

La conferencia, programada para el pasado mes de mayo, llevaba por título “¿Tenemos que proteger a nuestros hijos de la Ley Trans?”. Corría a cargo del psicólogo José Errasti, profesor de la universidad de Oviedo. No en vano, en Cataluña se conjugan dos factores que han propiciado el tan cacareado fenómeno del así llamado “oasis catalán” frente a la connatural podredumbre española: la combinación del ultranacionalismo identitario y del progresismo más desorejado. En muy pocos lugares de Europa y del mundo se han hibridado a mutua conveniencia, de manera más exultante y eficiente, ambos vectores, potenciándose el uno al otro, y el otro al uno. Recuérdese la entente cordiale entrambos para silenciar durante décadas los reiterados abusos a menores perpetrados en la abadía de Montserrat… con la complicidad añadida de la prensa regimental del “editorial único”, principalmente “La Vanguardia” y “El Periódico”.

De modo que cuando una ley ha sido aprobada, atiza, ya no cabe debate y crítica. Quiere decirse que aquellas normativas, en todo tiempo y lugar, pues la argumentación aspira, entendemos, a la universalidad, que han sido sometidas a debate parlamentario, que obtuvieron el nihil obstat de una mayoría de diputados, y pendientes o no de un fallo del tribunal de garantías que pertoque, si ha mediado recurso, te la tienes que comer con patatas y ya no puedes decir ni mu sobre el particular. Con arreglo al paradigma “reusense” no habrían podido los abolicionistas difundir su doctrina para derogar las leyes que permitían el tráfico esclavista. Aún regirían las leyes de Fugas, de Vagos y Maleantes. Y nos tocaría acatar en silencio, cual lacerante afección hemorroidal, esa basurienta Ley de Amnistía redactada a pachas entre la cúpula criminal y prostibularia del PSOE y Gonzalo Boye, condenado en firme por colaboración con banda armada, en representación de los golpistas de Junts.

Contrariamente a lo que parece, la doctrina “reusense” no es solamente un artificio que restringe un principio fundamental como el derecho a la libertad de expresión. Aunque, en cierto modo, emparentada con la máxima pujoliana del “avui no toca” (“hoy no toca”… hablar de lo que fuere, se entiende), trasciende esa oportunista y prosaica formulación pues en el fondo se trata de un hallazgo de alto voltaje filosófico por cuanto nos trae a las mientes la idea fuerza de la doctrina elaborada por Ludwig Wittgenstein, condensada en su revolucionario “Tractatus Logico-Philosophicus”. De lo que no se puede hablar, hay que callar, ésta sería, aproximadamente, su formulación angular. Hay quién dirá que la sentencia del gran pensador interesa a los más elevados asuntos que conciernen a la metafísica, y más específicamente al sempiterno debate sobre la traída y llevada existencia de Dios, pero la literalidad de la divisa cancela drásticamente toda disputa. De lo que no se puede hablar, lo mismo por prudencia intelectual que por mandato imperativo, hay que callar. Luego, en un caso u otro, más le aprovecharía a usted cerrar el pico. Y cada mochuelo a su olivo, que aquí se acabó el carbón.

Sucede que en nuestra envilecida España es perfectamente verosímil que el Tribunal Constitucional, a priori encargado de velar por la estricta conformidad a la Carta Magna de las leyes aprobadas por el legislativo, dé por bueno que un menor se hormone y se corte la pilila, incluso sin el consentimiento paterno, porque se percibe como Benita o Bernarda. O que amnistíe a unos subversivos sancionando que el golpismo es una práctica perfectamente constitucional, que no ha de conllevar castigo y que al no existir tal delito, los reos errónea y abusivamente condenados habrían de ser, va de suyo, resarcidos mediante indemnización a cargo del contribuyente. Por ello no causa sorpresa que un juez (creo recordar que en la provincia de Orense) fallara (y falló en atroz atentado contra el sentido común) que un niño de ocho años, ni siete ni nueve, ocho, era lo suficientemente maduro para iniciar su “transición” de género.

¿Permitimos que se haga eso a nuestros niños? Que nadie se rasgue las vestiduras. Tiempo ha que la aprehensión del mundo y la intelección humana dejaron de funcionar como compartimentos estancos. Jamás fue así en realidad, pues la valencia relacional del pensamiento advino desde el minuto uno a las cocorotas de todos los individuos de la especie, aun en las más torpes y ahuecadas. Cuando la palmaria negación de la realidad biológica, primaria, que no requiere elaboración mental, aquella que es perceptible sensorialmente de manera inmediata, tiene acomodo en el marco legal vigente, se suceden otras catástrofes sectoriales. Sea el caso del uso de una vivienda que antes concierne a su “okupa” que a su legítimo propietario o el de ese niño criado en Vitoria, o en Bilbao, que contra toda lógica adquiere sus conocimientos académicos en vascuence siendo la española la lengua de referencia familiar de la inmensa mayoría del alumnado vasco (de unas tres cuartas partes, aproximadamente). Que es, por ende, una de las lenguas más difundidas y demandadas a lo largo y ancho de este mundo. Pues a joderse todos y a zamparse en el comedor escolar unos bokadilloak de tortillak.

Sí, lo permitimos. Somos así de cobardes y de cabrones. Los niños asturianos, hasta ayer en el banquillo, salen a calentar, y a la vuelta de unos años, pocos, si nadie con dos dedos de frente lo remedia, serán fatalmente “inmersionados” en bable. Y se consumará semejante patochada en vida nuestra. A lo que vamos, el consistorio reusense no inventa nada, pero deviene pionero al aplicar en su municipio anticipadamente el complejo en dos movimientos de trasplantar los usos y costumbres propios de una tiranía a un régimen formalmente democrático (aún hoy), cuando no han sido todavía instauradas las leyes habilitantes para investir de un poder omnímodo al Ejecutivo. Se aprueban leyes birriosas por mayoría parlamentaria, el Constitucional de Conde-Pumpido las convalida, elevando la prevaricación más descarnada al nivel de las bellas artes, y haciendo gala el interfecto de esa grotesca mueca de quien gulusmea en el aire la hedentina de una persistente flatulencia. Y llega el consistorio de Reus y le pone el lazo al paquete suntuario: no se pueden criticar aquellas iniciativas legales (las de los míos, claro es) una vez aprobadas y publicadas en el BOE. Y si a usted no le place, ajo y agua. Y, tractorada aparte, si se da un garbeo por Calella de Palafrugell, para asistir a su festival anual de habaneras, ahórrese la emblemática pieza “El meu avi” cancelada por el consistorio, también de obediencia socialista.

Estatua conmemorativa del general Prim (Reus): “¡Non fuyades viles y cobardes criaturas, pardiez, que es un solo caballero el que os acomete!”

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