A la repugnante dentadura Queta, un bicho “halitoso” que muerde, artefacto pergeñado por nuestro aborigenismo fanatizado y que encajaría a las mil maravillas en la consulta de un dentista psicópata de película gore, le ha salido un feofíceo aliado en el ámbito del vascuence, el duende malvado al que llaman Argitxo. Están hechos el uno para el otro. Espían en el recreo mientras los peques juegan a pilla-pilla o saltan a la comba, huronean, coaccionan, asustan, rondan a los niños salivando como el pervertido “hombre de los caramelos”, esto es, comparten aficiones. Son tal para cual.
Argitxo actúa como un agente en nómina de la Stasi, o como esos informadores reclutados en el vecindario que espiaban a sus convecinos o de lo contrario les dejaban las autoridades sin cupón para adquirir en el economato el tradicional bote de pepinillos encurtidos en vinagre. Por el mismo procedimiento, los convecinos espiados les devolvían el favor y les espiaban a su vez, a sueldo también de la Stasi. Se espiaban unos a otros y otros a unos, configurando tupidas redes de colaboracionistas aficionados con gran profusión de denuncias cruzadas. Acuda el lector a la aclamada película “La vida de los otros”, donde no se larga ni una bofetada, pero se advierte al mismo tiempo la asfíctica y omnipresente violencia reinante en la antigua RDA.
Argitxo es un espía nocherniego e itinerante, pues cada noche cambia de domicilio. En efecto, va “rulando” de mano en mano, que se decía antaño, como un petardo de marihuana en un corrillo de fumetas adolescentes. Un día se lo lleva a casa Ekaitz Gutiérrez y al siguiente Bikendi Rebolledo. Los niños en las provincias vascongadas tienen ese tipo de nombres, si bien los expertos en patronímica han descartado, para tranquilidad de todos, que el fenómeno guarde relación alguna con el cambio climático.
Su delicada misión consiste en averiguar en qué idioma habla Ekaitz con sus padres en la sagrada intimidad del hogar, y sus padres entre sí, incluso cuando se dicen “cositas” al oído al hacer uso del matrimonio, pero también cuando Ekaitz juega con su perrito o su tortuga, y cuando habla con los abuelos, tíos y primitos, si están de visita o charlan por teléfono. Argitxo lo apunta todo en su cuadernito azul de chivato asqueroso. No se le escapa una.
Conocidas las atribuciones del engendro, me figuro que alguna madre coraje, no abundan, le habrá dicho a la tutora de turno que se meta el jodido monigote por salva sea la parte… pero si no quiere uno enemistades, siempre cabrá la posibilidad de vengarse de ese chafardero detestable escondiéndolo en un cajón del armario donde nada pueda oír y colocándole unos auriculares para meterle a toda castaña la discografía completa de Los Chichos, pues Argitxo no soporta las “maketadas” y, en cambio, se licúa degustando las plúmbeas antologías poéticas de los más afamados “bertsolaris”. Cabe que, por aquello de refinar los métodos de espionaje e incorporar nuevas tecnologías a su indiscreto cometido, salga de la escuela con un micrófono camuflado entre sus tripitas de algodón para más fielmente captar las conversaciones ajenas. Ni los niños ucranianos refugiados, pues algunos dieron con sus huesos en Bilbao y Vitoria, se libran por turno de su indeseada compañía.
La estética feísta de Argitxo, véase la fotografía que acompaña esta “tractorada”, va de la mano de su feísmo ético de sucio delator (la cara es espejo del alma), como la de aquellos indeseables que amparados en el anonimato, “malsines” los llamaban, acudían a la Inquisición para denunciar a un conocido supuestamente “judaizante”. O esos chivatos sin entrañas que, durante las atroces campañas de colectivización agraria en la época de Stalin, señalaban ante la poderosa OGPU (más tarde y sucesivamente NKVD y KGB) a los campesinos que aún escondían de la rapiña de las brigadas confiscadoras un puñado de semillas de cereal para quedarse, a guisa de recompensa, con un porcentaje del decomiso (*). Esa nariz prominente a juego con sus oídos, el bicho dispone de unos imponentes pabellones auditivos ocultos tras la gorra, le va de perlas para el desempeño de otra de sus misiones: olisquear sucia y mórbidamente en el cuévano de mimbre de la ropa usada que espera turno para la colada. No en vano Argitxo ha sido adiestrado en la “ikastola” para discernir por vía olfativa “euskaldunes” de “erdaldunes”. Hay, según su experiencia, trazas en el ADN (secreciones variadas) adheridas a la ropa que ayudan a establecer inequívocamente el nivel de RH negativo de cada individuo. Argitxo es polivalente, lo mismo escucha pegado a la pared que hoza en el humus, en el estercolero.
La notoriedad de Argitxo, el primo malvado de Chucky, protagonista de “El muñeco diabólico”, se solapa con el último golpe al sentido común y a la enseñanza en lengua española en la escuela pública recientemente perpetrado por el gobierno de coalición PNV-PSE. Los socialistas, una vez más, y ya es “tra (d) ición”, acuden gozosamente al lacayuno servicio del nacionalismo excluyente. Pachi López, ahora con cierta relevancia mediática, el mismo que fuera nombrado “lehendakari” con los votos del PP, arde en deseos de demostrar a la ciudadanía su dominio exquisito del vascuence. Argitxo, qué duda cabe, hace campaña y reúne sobrados méritos para ostentar indignamente la cartera de consejero de Educación (“ministrín”) en un futuro gobierno regional de coalición, sean sus componentes lo mismo PNV que PSE, Podemos o como quiera que se llame hoy el brazo político de ETA.
(*) Acuda el lector al estremecedor y bien documentado ensayo sobre el Holodomor, “La hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania”, de Anne Applebaum. Hambruna programada desde Moscú, años 1932-1933, que acabó por inanición con la vida de unos 5 millones de personas, casi 4 de ellos en Ucrania.

Argitxo en acción: “Prestad atención, peques: los niños buenos hablan vascuence y los que no lo hablan son españolazos que huelen a pipi y caca… y de mayores serán pedigüeños, yonquis, navajeros y prostitutas”.
Despacho de última hora:- La escritora Julita Bacardit (TV3), véase la tractorada titulada “Las lenguas están para no entenderse”, contraria a la edición en español de su novela por aquello de no contribuir a la “bilingüización” de Cataluña, ha fichado por la agencia EFE para ocupar la corresponsalía en Bucarest, desde donde mandará sus crónicas, acabáramos, en español.









