A/A Mónica López (RTVE)
Cuando los españoles aceptan que no tienen derecho a escolarizar a sus hijos en español en España (digo España, y no en partes de ella, pues aquí no es la parte por el todo, sino que son tantas ya las regiones donde no se puede ejercer ese derecho que parte y todo es lo mismo) harán bien en comprender que ya no son ciudadanos de un Estado moderno y democrático que garantiza la defensa de sus derechos fundamentales, sino súbditos de una entidad política que se rige por el arbitrio y la voluntad omnímoda de sus gobernantes. Y que sus hijos no son suyos, salvo nominalmente, ya lo advirtió Celaá. Tampoco sus bienes y haciendas. O sus pensiones mensuales, sujetas en su gestión al capricho de otros, que ya no serán sagradas, sino falibles, violables, por ideología o vagas consideraciones al acuno de un supuesto, e incluso cambiante “interés social” de superior categoría. Es la ausencia de seguridad jurídica, idiotas, el principio fundacional de toda tiranía.
Y esto vale también para aquellos españoles que no se sienten tales, que por diferentes causas reniegan íntimamente de su condición nacional y desprecian a la española como lengua apta para la transmisión de conocimientos académicos y aplauden su destierro de las aulas, pues la marea cuando se desborda no respeta a nadie. El llamado «auto-odio». Es decir, el acomplejamiento «amontillado». Y si consienten y celebran que el gobierno de la propia nación orille la lengua oficial y común, una de las más importantes del mundo (y aunque no lo fuera), harían bien en preguntarse por qué ese mismo gobierno habría de respetar aquellas otras cosas que sí les son queridas o de su interés.
La Ley Celaá de la ministraá indocumentaá ha tenido la virtud de poner el foco sobre la incomprensible exclusión del español como «lengua vehicular» de la enseñanza para más de un tercio de la población escolar del país (*). Algo que no hemos conseguido las asociaciones partidarias de la libre elección de lengua oficial en la escuela, o de un modelo bilingüe en horas paritario, ni recogiendo firmas para una ILP, ni promoviendo debates, conferencias, ni redactando manifiestos o artículos periodísticos, muchos de ellos firmados por lo más granado de la intelectualidad nacional e internacional (Arcadi Espada, Vargas Llosa, Inger Enqvist, Albert Boadella, etc). Como si lloviera. Con esta ley estercórea, y de tan evidente sectarismo, los enemigos de España, cuando menos de su lengua angular, al fin, se quitan la careta.
No hace tanto tiempo los defensores de la inmersión obligatoria en la escuela pública en lenguas cooficiales te largaban alegremente el desvergonzado rollo de que la enseñanza en español estaba “completamente” garantizada. Y que los cenutrios que discutían acerbamente el anterior aserto eran unos alarmistas y unos nostálgicos del franquismo. Unos fachas. Y que, a fin de cuentas, casi nadie tenía interés en solicitar enseñanza en español, apenas media docena de padres malvados, sociópatas inadaptados… como si la gente no tuviera mejor cosa que hacer que acudir a los tribunales para conseguir, con suerte, un 25% de materias impartidas en español que, hecha la ley (la cobardona ley de esa dupla de hercúleos gladiadores formada por Wert y Méndez de Vigo) hecha la trampa, aplicaban las escuelas concernidas por sentencia en la clase de Gimnasia y en la de Trabajos Manuales.
A mayor abundamiento, te decían que los contradictores del maravilloso modelo de la inmersión, ese éxito clamoroso (a pesar de los informes PISA y del elevado nivel de fracaso escolar de los alumnos “inmersionados” en una lengua que no es la suya, aun siendo oficial, más o menos), y por ello vigente no sólo en algunas regiones españoles, también en las islas Feröe, esa gran potencia mundial, “no querían a sus hijos, al señalarlos como bichos raros ante personal docente y condiscípulos, y que por esa razón habría que privarles de su custodia y patria potestad” (Muriel Casals, Òdium Cultural… QmuyEPD).
O te decían, despitochante payasada, que los niños, sea el caso de las mendaces autoridades catalanas (lo mismo pujolistas que tripartitas), al final del ciclo escolar, y con dos birriosas horas semanales de lengua española (a menudo impartidas también en catalán), adquirían el mismo dominio idiomático que los alumnos burgaleses, chúpate ésa. Inmejorable ratio, “tiempo invertido/ rendimiento académico”, que convertiría a todo el alumnado indígena en una cantera formidable de estudiantes superdotados, acreedores a copar año tras año la orla de los premios Nobel. Cuánto talento desperdiciado. Sabido es que esta conclusión se fundamenta en las notas del examen de Selectividad que, en lo tocante a la asignatura de Lengua Española, entrañan en Cataluña una dificultad inenarrable. Para muestra un botón: “Análisis sintáctico de la oración: “Los españoles atizan a las mujeres”. Señala sujeto, verbo y predicado (**)”.
Y cuando no es esa mugre argumental, apta sólo para cerebros arcillosos fácilmente moldeables, te vienen con el cuento de la “cohesión social”… ¿La “cohequé”?… refiriéndose a la envidiable “cohesión social” alcanzada en Cataluña gracias a la inmersión, tal y como se aprecia particularmente en estos últimos años de idílica convivencia (ha faltado una chispa de nada para que las calles se convirtieran en escenario de un holocausto caníbal), y semejante idiotez te la escupen a la cara quienes, por lo general, matriculan a sus hijos en escuelas concertadas y privadas en las que en alguna medida se atenúa la rigidez de la inmersión obligatoria.
Con todo cabe recordar que Celaá, la indocumentaá, convierte en ley de ámbito nacional lo que era una situación de facto, de diverso ámbito regional: el español no es idioma vehicular en la escuela catalana desde hace muchísimos años. Ni lo es en Cataluña ni en otras regiones con lengua co-oficial, por mucho que ahora se rasguen las vestiduras Alfonso Guerra o César Antonio Molina, Director que fuera del Instituto Cervantes y ministro de Cultura, años 2007-2009, en el gobierno de un sujeto siniestro que obedece al nombre de Zapatero, palanganero de cámara de Nicolás Maduro y enemigo declarado de la lengua española y que en la SER dijo, se lo recordaremos hasta el día de su muerte, que “estoy a favor de las multas que la Generalidad de Cataluña impone a los comercios rotulados en español”. Entonces, con el destierro consumado del español en las aulas catalanas, ni Guerra ni César A. Molina dijeron esta boca es mía y callaron como putas (y que éstas me disculpen por la comparación), avalando cobardemente ese truño antipedagógico e incivil que es la inmersión obligatoria.
En la cruzada contra el español como lengua culta y de transmisión de conocimientos, se ha significado últimamente Mónica López, de RTVE (Radiotelevisión Espantosa, Rosa María Mateo dixit, y ya sabemos que no fue un lapsus lingüe), que, hasta no hace mucho, presentaba el pronóstico meteo en los informativos de la cadena pública. Borrascas e isobaras. Entrevistando a Alfonso Guerra, la presentadora adujo en un momento del coloquio que no sería necesaria la presencia del español en las aulas, pues dicho idioma “ya se aprende fuera”. Toma castaña. Y es cierto, se aprenden unas nociones básicas de ese idioma en la calle o viendo Sálvame, Tele-5, presentado por Jorge Javier Vázquez (ese programa “para rojos y maricones”, según el interfecto, y tan edificante para las nuevas generaciones). Términos admitidos por la RAE como papela, jaco, chute, pinchosa, pibón, travelo, marao, fiambre, etc, se aprenden en esa escuela de la vida que es la calle.
Por esa regla de tres, acogiéndonos a tan brillante argumentación, pasaría lo mismo con las Matemáticas y podríamos doctorarnos en esa ciencia gracias a cálculos del tipo: “Si has dado un palo en una farmacia con la recortada y has arramblado con 360 € en efectivo y quieres montártelo de lujo a base de cocaína, y si ésta va a 60 € el gramo… ¿Qué dosis le podrás comprar a tu camello con todo ese parné?”. El mismo método de aprendizaje sería aplicable a las Ciencias Naturales. Das un paseo por el bosque y ves un castaño: reino vegetal. A una ardillita en la rama de un árbol: reino animal, familia de los roedores. Si ves una vaca: mamífero. Si pisas la plasta de esa misma vaca y con ese formato como de ensaimada mallorquina, pues ya adquieres información sobre los procesos digestivos de los rumiantes. No falla… ¿Qué necesidad, pues, de aprender “Natus” y “Mates” en el cole?… ¡Qué ganas de chinchar a los críos!
Inmediatamente nos asalta una duda verdaderamente atormentadora. Si el español como lengua, y en esa misma lengua los contenidos de otras materias curriculares, se aprenden “fuera” (de la escuela), es decir, en casa o en la calle… ¿Sucede lo mismo con el francés en Francia o con el inglés en Gran Bretaña e Irlanda del Norte? La pregunta, formulada así, a la pata la llana, y dirigida a la señora (o señorita) Mónica López es la siguiente: ¿Por qué cojones estudian en francés en Francia, lo mismo en Perpiñán (donde hay hablantes de lengua catalana), que en Biarritz (de vascuence), que en la alsaciana Illkirch-Graffenstaden (de alemán), si ya lo aprenden en la puta calle pillando marihuana o viendo en casa la retransmisión del partidazo del siglo entre el PSG y el Olympique de Lyon? ¿Es que son gilipollas… más tontos que usted y no se han dado cuenta de las innúmeras virtudes docentes de calles, bares, prostíbulos y supermercados? ¡La de millones que podríamos ahorrar en Educación!
Con todo, hay cosas, querida Mónica, que sólo se aprenden “dentro”. Figúrese un señor que ingresa en presidio, sea el caso del que vendió la cocaína en un párrafo anterior. Este señor se está duchando y se le cae al suelo la pastilla de jabón… ¿Qué hace?… ¿Se agacha a recogerla o se resigna a ducharse de una aguada? Mucho le conviene aprenderlo… y pronto. Antaño el pronóstico del tiempo daba lugar a chistes geniales como aquel legendario de La Codorniz que sorteó la censura franquista y decía, pizca más o menos, “un fresco general procedente de Galicia reina en toda España”. Ahora el chiste, y malo, es la propia chica del tiempo que no ha tenido mejor ocurrencia que romper una lanza en favor de una canallada que jamás perdonaremos a la actual izquierda española, que es ésta y no hay otra. Y si la hay, no tiene ni un diputado en el Congreso. Y que cada palo aguante su vela. Nadie llegó jamás a tonto, digo a tanto.
Hay quien dice en platós-tv y peceras radiofónicas que esa disposición de la Ley Celaá es un farol y que no llegará a sustanciarse en el articulado definitivo. Lo mismo da. Aunque así fuera, proponer esa imbecilidad ya es, desde un punto de vista moral, una traición, no ejecutada aún, es cierto, pero sí anunciada. Como el tipo que te amenaza con un “te mataré un día de estos”. No lo ha hecho aún, pero mejor cuídate de él. Y aquí no estamos para ser gobernados mediante ocurrencias o globos sonda que, más tarde, por su inoportunidad y sinsentido, se retiran del redactado final. Que no habrá marcha atrás a última hora que disculpe tamaña perrería.
Se ha filtrado que las lenguas co-oficiales, que serán las únicas vehiculares en determinados territorios, pasarán a ser llamadas “lenguas propias”, siendo el español, por oposición o descarte, “lengua impropia” en los mismos. De modo que una parte significativa de la población de esas regiones, la que tiene el español como lengua de referencia familiar, descubrirá de un día para otro que, en cierto modo, también ella lo es, “impropia”. Saberse hablante de una lengua “impropia” donde has nacido, o donde trabajas y resides, te estigmatiza, te convierte en un ser humano (subhumano) fracasado, defectuoso y te “prepara”, o “mentaliza”, para devenir un ciudadano de segunda clase, incapacitado, por ejemplo, para desempeñar un cargo público. Y para muchas cosas más. ¿Podrían, entonces, empeorar las cosas desde un punto de partida semejante? Sólo se me ocurre que te obliguen a transitar por la calle con un distintivo indumentario, un brazalete con una EÑE cosido a la manga de la chaqueta.
(*) Hasta el momento, pues la ley de marras se abre a la enseñanza de lenguas, y de materias en esas lenguas, no oficiales aún, como el bable, las fablas o el silbo gomero. Átame esa mosca por el rabo.
(**) Para quienes no han estudiado en Cataluña y, por lo tanto, la pregunta es prácticamente irresoluble, aquí va la respuesta correcta. Sujeto: “los españoles”. Verbo: “atizan”. Predicado “a las mujeres”.

Consigna lingüística en una escuela catalana (concertada). Municipio: Cornellá de Llobregat. Al amparo de la Ley Celaá, ANC (Viggo Tontensen, quise decir Mortensen) y Òdium Cultural han exigido que en el patio se imponga el catalán como lengua relacional obligatoria entre los niños, dejando de ser una mera «recomendación».
