Correos y Telégrafos SAE ha comunicado a los sindicatos con representación en la empresa una singular modificación en las bases de un proceso pomposamente llamado “convocatoria de ingreso de personal laboral “indefinido” perteneciente al grupo profesional IV”. Se trata de proveer la plantilla de nuevos trabajadores de régimen laboral por medio de un examen, pues los funcionarios en Correos lo son “a extinguir” desde hace años. La “laboralización” de la empresa avanza a marchas forzadas, no en vano cada año se jubilan miles de funcionarios y los que quedan superan de media, y de largo, los 50 años de edad. De modo que, “tic-tac, tic-tac”, a Correos le basta con dejar pasar el tiempo para librarse de ese molesto contingente funcionarial que luce la cornamusa, aún coronada, en la camisa del uniforme.
La modificación consiste en que, en adelante, Correos puntuará a beneficio del peticionario la acreditación del conocimiento de lenguas co-oficiales (y otras), con validez, se entiende, en aquellos territorios en que disfruten de rango normativo. Correos, pues, da un primer paso para acogerse a esos modismos lingüísticos de uso común en algunas CC.AA donde, para obtener, por ejemplo, la especialidad de Cirugía es tan importante, si no más, el dominio del gallego o del vascuence que la propia pericia quirúrgica. “Soy su cirujano…”, te dice el tipo ataviado con bata blanca y que blande un serrucho, “… aprobé las prácticas de chiripa, pero soy euskaldun de toda la vida, baserritarra del Goyerri, oiga. Le amputo la pierna por una apendicitis y luego vamos por Donosti a tomar unos txikitos en plan jatorra”.
Correos, que tiene por ley la encomienda de prestar el servicio postal universal, sucumbe a los particularismos lingüísticos que restringen la movilidad de los trabajadores y fijan su desempeño profesional a un ámbito geográfico delimitado por acentos y fonemas. Esta decisión no restituye ningún derecho menoscabado, ni repara una situación de injusticia, todo lo contrario, establece criterios discriminatorios entre personas en función de la lengua y esto se aprecia en casos que nos sirve la propia realidad, verbigratia:
-Muchos trabajadores del grupo de edad de más de 50 años que tienen como lengua de referencia familiar el catalán, el vascuence o el gallego, estarán en desventaja con relación a aquellos otros de edad inferior que sí fueron “inmersionados”, por así decirlo, en dichas lenguas durante su etapa escolar. De modo que éstos últimos podrán acreditar la titulación académica requerida por la empresa y los primeros no, aun siendo hablantes de las citadas lenguas, resultando de todo ello un castigo añadido al colectivo de trabajadores de mayor edad sin empleo. Bien entendido que este efecto perverso de la disposición es una bagatela sobrevenida, pues entiendo que la valoración de lenguas cooficiales para clasificar y repartir cartas, a pie o motorizado, ya no como requisito, siquiera como mérito a considerar, es una melonada innecesaria, aunque concordante a estos tiempos enloquecidos.
El establecimiento de baremos lingüísticos por parte de Correos para optar a una plaza es el inicio de una política de barreras que condicionará el libre tránsito de trabajadores por una cuestión que nada tiene que ver con la idoneidad del desempeño requerido. Aquéllos que no conocen más lengua que la común, partirán en desventaja allí donde exista una lengua co-oficial que desconocen. Y, al contrario, los trabajadores que acrediten debidamente el conocimiento de una de esas lenguas co-oficiales estarán en igualdad de condiciones con los candidatos de un territorio donde no exista más lengua oficial que la común, estableciéndose de facto una relación asimétrica, en beneficio de unos y perjuicio de otros. Y no digamos ya cómo rabiarán los partidarios de la oficialidad de “hablas” o variantes dialectales que no son reconocidas por la disposición de Correos, sea el caso del bable o de las “fablas” pirenaicas: “Guaje… ¿Por qué a mí no me das un “puntín”?… Puxa Asturies, el orbayu y los carbayones”.
Pero hay más («embolica que fa fort»). Correos también puntuará a los candidatos el conocimiento de lenguas que NO son oficiales, por ejemplo, en Ceuta y Melilla (“dariya” y “tagmazid” respectivamente, o así figuran transcritas en las bases publicadas) y se entiende que es por cercanía a parte de la población residente en dichas localidades. Por esa misma regla de tres, densidad de hablantes de una lengua en un área determinada, aun no siendo oficial, habría de baremar Correos el conocimiento del alemán en algunos municipios de Mallorca al copo de “jubiletas” tudescos, o del urdu, ya puestos, en el distrito postal 01 de Barcelona (El Raval), en Salt (provincia de Gerona) o en algunos barrios de El Vendrell (Tarragona).
Al adoptar este modelo, pareciera que Correos, bajo la férula del actual Presidente, “amiguísimo” y “enchufadísimo” de Pedro Sánchez (*), quiera desandar el camino de la prestación del servicio postal a escala nacional, y quién sabe si algo más… como si pretendiera, pasito a pasito, remodelar estructuras y adecuarlas a una hipotética fragmentación al gusto localista más exacerbado, diseñando acaso un futuro “despiece” de la empresa y su “traspaso”, en un formato regionalizado de operadores postales, a las taifas autonómicas.
Tiempo atrás vimos que Unipost, hoy en quiebra, se postulaba en Cataluña para sustituir a Correos con el beneplácito del gobierno autonómico durante la fase más alarmante y delirante del latoso “procés”. Cambian las tornas, o mejor dicho: el acoso a España y a la vigente legalidad constitucional diversifica escenarios y desde Barcelona se desplaza a Madrid, y sospecha uno que ahora Correos SAE se plantea, a la inversa, ser ese mismo Unipost… pero no sólo en casa, también en Valencia, Palma de Mallorca, Bilbao y Santiago de Compostela (territorio Núñez Feijóo, que en tiempos fuera, qué tendrá ese incómodo sillón, Presidente de Correos), convenientemente desagregado en 17 parcelitas adaptables a un horizonte de transferencias competenciales.
Nadie se imagina que en la republicanísima Francia, donde se hablan diferentes lenguas, La Poste puntúe a los candidatos a integrar su plantilla por acreditar conocimiento de corso (en Córcega), catalán (en Prats de Molló o Perpiñán), vascuence (en Biarritz o San Juan de Luz), alemán (en algunas localidades de Alsacia) o canaco (en Nueva Caledonia donde, por cierto, los indigenistas acaban de perder otro referéndum independentista). A fin de cuentas todos hablan francés y allí lo tienen claro: LAS MISMAS OPORTUNIDADES PARA TODA LA CIUDADANÍA, sin concesiones particularistas de por medio que otorguen a colectivos concretos derechos políticos diferenciados… lo que atentaría gravemente contra el espíritu fundacional de la República.
Si algo debiera premiar Correos con 10 puntos, pero a escala no nacional, sino planetaria, si tuviera jurisdicción en ello, es el conocimiento del silbo gomero, que es un lenguaje tonal y ancestral “silbado” por los isleños para comunicarse en la distancia entre aquellas abruptas barrancas y quebradas, al tiempo que dan (o daban) unos saltos tremendos ayudados de unas pértigas primitivas para salvar los desniveles del terreno. Razón por la que la isla canaria siempre demandó traumatólogos y carteros que llamaran a la puerta dos o más veces.
(*) Se rumorea en los mentideros capitalinos que el Presidente de Correos, íntimo de Pedro Sánchez, es el más zoquete de toda la pandilla. Enchufe, en su caso, que hace bueno el viejo proverbio postal: “El que vale, vale, y el que no a Correos”.
PS.- Al fin una buena noticia: El asesino Rodrigo Lanza (véase “A la (puta) cárcel”), ídolo de la izquierda española, particularmente de Colau y su alegre troupe (“Picharelo”, “La meona de Barcelona”, Albano Dante Fachín… -¿Qué habrá sido de ese sujeto siniestro?-… Jaume Asens, etc), ha sido condenado a 20 años de prisión por el alevoso asesinato de Víctor Laínez, botellazo en la cabeza por la espalda, con agravante de odio sectario. Me he tomado un buen “pelotazo” para celebrarlo. Se duerme mucho mejor sabiendo que ese tiparraco inmundo está entre rejas. Aunque lo suyo sería, convendrán conmigo, una “perpetua”.

