“Tractorada” a de JC (antes del Jodido Coronavirus)
Tiempo ha sustituí mis pelis favoritas en VHS por el formato DVD. Ahora se trata de cambiar el obsoleto DVD por descargas en un aparatejo de almacenaje masivo tipo USB. Con las siglas y las tecnologías uno se hace con el pichelo un lío. Me topé con una de las llamadas imprescindibles, “La semilla del diablo”, de Roman Polanski. Recuerdo perfectamente la melodía escalofriante que acompaña los primeros fotogramas, “El bebé de Rose Mary”, una canción de cuna como para no dormir. La cámara nos lleva hasta el mítico edificio Dakota, junto a Central Park, donde vive el matrimonio encarnado por Mia Farrow y John Cassavetes. Allí mismo, y para reforzar su malditismo, Johnn Lennon fue asesinado en 1980 por uno de sus fans. El título de la peli me hizo pensar, al punto, en dos de las cosas más demoníacas, vale por asquerosas y repugnantes, que he visto en estos últimos años, y he visto unas cuantas.
En esa suerte de top two (*), figura en el lugar más destacado un “tuit” del círculo podemita de Vallekas (con “k” muy “kaprina”), replicado alegremente por su eurodiputado Miguel Urbán, facción “anticapi”, con motivo del atentado islamista perpetrado en Niza (2016) aprovechando la festividad del 14 de julio. Murieron atropelladas 86 personas y hubo docenas de heridos. Los podemitas “vallekanos” tuitearon, ja, ja, ja, “que no fue atentado sino incidente de tráfico”. Un año más tarde se repitió el modus operandi en Las Ramblas de Barcelona, balance mucho más modesto, 17 víctimas mortales, pero no el “tuit vallekano”, por lo que los seguidores en las redes del partido morado perdieron una buena ocasión para echar unas risas. O cuando los hijos superan la pestilente obra de su padre.
A poca distancia, soplándole la nuca, cabalga el aclamado y parnasiano poeta García Montero, ex candidato de IU a la Comunidad de Madrid y en la actualidad flamante Director del Instituto Cervantes, quien redactó el artículo “Todos somos Ana Julia”, por Ana Julia Quezada, la asesina del niño Gabriel Cruz de ocho años… crimen perpetrado en una pedanía del municipio de Níjar (Almería). Si los interfectos se permiten licencias de esa laya, demostrando que de casta le viene al galgo, por qué no, me dije, urdir un ditirámbico elogio de Satanás, el Príncipe de las Tinieblas. Figúrate.
Pensando en todo ello he llegado a la conclusión de que entre los comunistas confesos (García Montero, Podemos-Vallekas) por un lado, y Satanás por otro, me quedo con este último. No es preciso aquí recurrir al argumento genocida, a las docenas de millones de personas asesinadas por el comunismo en el siglo XX a lo largo y ancho de este mundo (sin descontar, desde luego, esas docenas de miles asesinadas por los milicianos, no sólo comunistas, en la retaguardia republicana contra población no combatiente en nuestra Guerra Civil).
Si bien es cierto que el comunismo necesita forzosamente, y así lo dicen a las claras sus más eximios teóricos, del terror, de la matanza a gran escala, de la purga masiva para erigir una sociedad nueva, del hambre programada para confinar a la población en una existencia precarizada mediante la repartición de víveres con cartillas de racionamiento y condicionadas a la fidelidad al partido (Holomodor, 1932/1933), no hay que deducir de ello que el comunismo obedece a una suerte de gran plan de inspiración satánica, o establecer apresuradas analogías entre dicha ideología y el Maligno ni siquiera por la comunidad de intereses en la difusión del mal y del sufrimiento. Comparar a los comunistas con Satanás es insultante… para Satanás, por supuesto.
Satanás, de entrada, no es lo que llamarían algunos un “anti-sistema”, pues no lo discute (el sistema), ni por ello te sermonea. Cierto que comparte algunos rasgos de conducta con los tales, pero si se decide a “ocupar” tu casa, lo hace sin la “k” execrable de los protegidos de Ada Colau, ni pretende discutir la legítima propiedad de la vivienda. Como mucho te enciende y apaga las luces alocadamente o te cambia las sillas de lugar o te pone cabeza abajo un crucifijo, si es que tienes uno clavado en la pared. Es decir, Satanás no aspira a cambiar el sistema, con la zurribanda de asonadas, altercados, tumultos, atropellos y asesinatos que conlleva, ni a erigir una Humanidad Nueva, haciendo tabla rasa de la anterior mediante la eliminación física de diversos segmentos de la sociedad precedente, modelo camboyano. Satanás aspira a encarnar la figura del “enemigo necesario” y en su caso “eterno”, enmendando por ampliación la teoría política de Carl Schmitt.
Satanás se conforma con estar en el rincón opuesto del cuadrilátero e intercambiar golpes sin bajar los brazos. Eso sí, jamás tirará la toalla, pues Satanás nunca duerme. Sabe que está escrito que perderá el combate, pero lo hará con honor, presentando batalla en cada asalto, como George Foreman en Kinshasa a Cassius Clay, peleando a cara de perro por cada alma que pueda arrebatar. Pues eso es exactamente lo que codicia, el alma humana, pero de una en una, partido a partido, que diría Cholo Simeone. Su victoria pasa por comparecer siempre en el campo del honor (donde crecen las berzas galantes).
Satanás es un ingrediente, y de los importantes, de la civilización occidental (y de otras muchas, lo mismo Eblis, que Moloch, Tanit o Pazuzu)… y es una figura pedagógica de primer rango, pues sus maldades sin cuento, sus iniquidades, tentador y corruptor de gentes virtuosas, andanzas y asechanzas macabras y de variada índole, sirven para delimitar los senderos que las personas de bien no deben transitar bajo ninguna circunstancia so pena de perderse en el páramo maldito y vagar errabundas por los siglos de los siglos. Cree en la trascendencia del alma, pues sin almas a tiro que empozar de vicios y pervertir para toda la eternidad va directo al paro, no es un materialista ni determinista, ni dialéctico, ni ateo, por la cuenta que le trae, y tiene un lugar entre nosotros desde la noche de los tiempos, habitando ese territorio ambiguo y transfronterizo, difuminado e impreciso entre “lo sagrado y lo profano” de que habla Mircea Eliade, uno de los mayores eruditos de la Historia comparada de las religiones.
Satanás es un firme defensor, en eso coincidimos al ciento por cien, del inalienable derecho a la propiedad que para los comunistas, “exprópiese, exprópiese”, es usurpación. La prueba la tenemos en esa maravillosa película, “El exorcista”, de William Friedkin, cuando el maligno se enseñorea de la niña Regan (Linda Blair) y le dice a su oponente, el sacerdote y arqueólogo Lancaster Merrin (Max Von Sidow), durante el duelo final por el alma de esa criatura (un western insuperable): “Esta cerda es mía (“mía”, posesivo)”… luego las cosas tangibles y lo que podríamos llamar “lo intangible”, siempre que sea nominado, conceptuado, han de ser de alguien. En definitiva, discute al propietario, pero no la propiedad. Satanás, Robert de Niro, en esa maravillosa película titulada “El corazón del ángel”, de Alan Parker, contrata a un detective, Mickey Rourke, en el mejor papel de su carrera, y, en sus narices, en el banco de una iglesia a guisa de oficina ambulante, se come su alma, simbolizada por un huevo cocido, la que no recuerda que le vendió tras ser gravemente herido en la guerra.
En resumen, sostengo que Satanás está en un plano de superioridad moral y espiritual con relación al comunismo, pues, si las consideramos separadamente, las iniquidades del primero podrían explicar la existencia de los comunistas como un producto más, y qué producto, de su injuriosa industria, pero no a la inversa, pues Satán les precede, acumula más trienios de antigüedad, siguiendo el esquema de la causa incausada. El gulag, el“laogai (o gulag maoísta)” y la “checa” son la prueba de que Satán hace su trabajo… también lo serían, por supuesto, los campos de exterminio nazis, y añado esto último porque aún hoy parece obligado aludir a los nazis si pretendes siquiera citar de pasada los crímenes del comunismo, no sea que surja el “podemoide” de turno que te eche en cara que hablando de unos, ocultas los otros. Nada más lejos de la realidad, pero es cierto que mientras el horripilante capítulo escrito por los nazis es autónomo, el de los comunistas no lo es gracias a la intelectualidad europea y a progres de toda laya, y su relato precisa de tan siniestra dama de compañía. Para los progres, más importante que el asesinato a gran escala, es la identidad, la filiación ideológica del autor.
En cualquier caso, esa mugre de la Historia de la Humanidad que es el comunismo no denota, ni revela, ni insta a la existencia de Satanás, tan sólo a la incapacidad del ser humano para gestionar ese don, no sabemos si divino o humano, que es la libertad y que aterra como un nublado a los podemitas “vallekanos”. Bueno, de Vallecas, o de donde sea. Y, a mayor abundamiento, Satanás es hispanohablante… lo que nos faltaba… será por aquello del don de lenguas (poliglotia repentina) de las personas exorcizadas, o eso dice una de las concursantes de esa castaña pilonga de OT (“Operación Triunfo”, TVE) que obedece al nombre de Samantha Gilabert, militante de la rama valenciana de Arran: “(…) Nunca he hablado en español, ese idioma del demonio”. Razón por la que, a la vuelta de unos años, con toda seguridad, la individua en cuestión nos representará en el festival de Eurovisión (véase “Ésa es la actitud”).
Conste en acta que no he pretendido en esta tractorada “demonizar” el comunismo, pues eso valdría por “elevar espiritualmente” una doctrina fundamentada en el crimen, en la masacre por segmentos sociales, que codicia, entre otras cosas, “rebajar materialmente” las condiciones de vida del ser humano. Y si no lo pretende, lo consigue siempre: no falla. ¿Qué por qué le he dedicado una tractorada a esa gentuza y no al cocodrilo del río Pisuerga?… Porque nos mandan, porque son gobierno y en sus manos están nuestras vidas y haciendas, y el futuro de nuestros hijos, sobrinos y nietos.
(*) Por entonces Clara Ponsatí,desde Escocia, no había expelido vía “tuit” la ventosidad moral, ja, ja, “De Madrid al cielo”, a cuenta de la mortandad provocada en la capital por el covid-19; anécdota que refleja la verdadera altura de miras de las personas contagiadas por esa mugre y roña pestilente que es el nacionalismo catalán, más repugnante que otros, es cierto, pero es el nuestro. Luego, uno de sus conmilitones, un tal Bru Esteve, colaborador de Catalunya Ràdio, superó la apuesta… “de Madrid al hielo”, ingenioso comentario por los cadáveres de la pandemia trasladados al Palacio de Hielo de la capital, poco antes de que la diferida mortandad en Cataluña con relación a Madrid se disparara en unos días y le borrase la sonrisa de los labios a ese sujeto.
