El más idiota

«Tractorada» parcialmente pre-coronavírica

Si se disputara un campeonato para establecer cuál de nuestros políticos aborigenistas es el más torpe (vale idiota) de todos, contando con una cerradísima competencia a cuchillo entre dientes, probablemente muchos apostantes se decantarían por Raül Romeva, con diéresis en la “u” de Raúl (como en la “u” de “pingüino”). No seré yo quien dicte sentencia en asunto de tal gravedad, pero sí diré que el citado candidato estaría, no me cabe la menor duda, en la pomada por el codiciado galardón.

Romeva, madrileño de cuna, ha formado parte durante muchos años de ICV y ahora, si no ando equivocado, está en ERC o en una de esas candidaturas conjuntas (listas de “país”) que elaboran los separatistas para hacer el mayor daño posible a Cataluña y amargar sin descanso la vida al personal. Participó en el golpe institucional, “que no era rebelión sino sedición ensoñadora”, como consejero o “ministrín” de Asuntos Exteriores, con un desempeño muy discretamente exitoso, a decir verdad. Tampoco haremos una enmienda a la totalidad de su gestión, pues además de estrechar lazos con los separatistas flamencos de ultraderecha o con algunos elementos de la extrema izquierda alemana de Die Linke, ha fichado como embajadores universales del particularismo localista a la voluptuosa Pamela Anderson, que es una señora que no sabiendo nadar, flota, a Cher y a Spike Lee, entre otros.

Romeva era, con todo, el hombre pintiparado para poner en solfa ese desempeño: la internacionalización del conflicto. ¿Por qué? Muy sencillo, por su laborioso y productivo paso por las instituciones europeas como parlamentario de ICV durante varias legislaturas. Y, en efecto, la singladura europea de Romeva supuso un antes y un después en todo el continente. Dejó una huella tan profunda en Estrasburgo que a su lado Napoleón (de origen catalán, evidentemente, descendiente de Hug Bonapart, o eso dicen los “académicos” de INH, Institut de Nova Història) fue un mozo de cuerda. Ese saber enciclopédico, esa infusa aptitud para la diplomacia equiparable a la del canciller austriaco, príncipe de Metternich, acaso a la de un Talleyrand, se sustanció en dos momentos sublimes de la más alta política cuando, en foro tan principal, afeó al gobierno de España por dos controvertidos asuntos: el pisotón de Pepe, zaguero portugués del Real Madrid, a un jugador del Barça, no recuerdo si a Messi, y el otro por los vuelos amenazadores de cazas de combate del Arma de Aviación del ejército español sobre las comarcas del Ripollés y La Garrocha al compás de la wagneriana danza de las valquirias, tal que la Caballería Aerotransportada comandada por Robert Duvall en “Apocalypse Now”. El bombardeo de Riudaura, qué duda cabe, era objetivo estratégico («Buitre leonado a Cuervo negro: suelto los pepinos y regreso al nido. Cambio y corto»). Dos torpedos en la línea de flotación del gobierno español de aquella hora. Ni que decir tiene que la eurocámara en pleno enmudeció, quedando en suspenso la respiración de todos los presentes. Sé que puede parecer una broma, pero es rigurosamente cierto y si no lo creen, acudan al diario de sesiones. Dicho a la pata la llana, a Romeva… le sobraron cojones para largar por su bocón semejantes gilipolleces.

Echando mano de las leyes fundamentales de la estupidez humana formuladas por Carlo M. Cipolla, siendo la primera “siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”, creo que es de especial aplicación en el caso de Romeva, la tercera, que reza así: “una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener (necesariamente) al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. La quinta y última, establece de manera irrebatible que “la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe”.

Hay quien objetará, no sin razón, que Romeva, y cualesquiera de sus cofrades, sí han obtenido beneficios, muchos y la mar de jugosos, y que ese supuesto invalidaría en su caso la aplicación integral del enunciado de la tercera ley, cierto, pero eso ha sido así por la estupidez aún mayor (no exenta de maldad) del gobierno de Pedro Sánchez. Habría que entender que su paso por presidio ha sido muy breve, fugaz (en otros países la condena sería infinitamente más dura), y en todo caso, de cara a su galería, el encierro muta en inversión, en apuesta a futuro (la aureola de heroísmo que envuelve a los represaliados con presidio) para integrar nuevas listas electorales o acceder a la gestión, regada con sueldos desorbitados, de organismos («chiringuitos») dependientes de la administración regional. Con todo, su estupidez sí ha causado un daño notable a Cataluña (fuga de empresas, fractura social), y por extensión a toda España; un daño cuyas consecuencias andamos aún lejos de calibrar en su totalidad. 

Pero, alto ahí, que de ser gilipollas en grado superlativo no se deduce que el individuo en cuestión sea intrínsecamente perverso o malvado, que es harina de otro costal, a pesar de que los idiotas pueden causar, si cabe, ley quinta y última, mayores perjuicios que los espíritus enfeudados inextricablemente a la maldad. Malos, peores que la quina, los hay por docenas y, para muestra, un botón, improviso aquí una alineación de lujo en formato balompédico.

En ese once ideal colocamos a Echenique bajo palos (en atención a su más limitada movilidad). En el eje de la zaga, líbero, al tristemente célebre doctor Montes (que hoy se pondría las botas que ni Mengele con el coronavirus de marras, sedando abueletes a jeringazos) y de stopper al doctor Morín, “Abortocrátor”, que los llegó a practicar en su clínica con embarazadas en el séptimo mes de gestación. En las bandas, como carrileros, por la derecha el impenitente delator Santiago Espot, y por la izquierda, Pisarelo, la perla argentina de Ada Colau. En la medular Puigdemont, llevando la manija del equipo, auxiliado por Enric Juliana, capaz de enlodar el césped con sus resbaladizas secreciones y Agustí Colomines, un gregario de lujo apto para cualquier iniquidad. En ataque, Pilar Rahola (es una alineación inclusiva desde una «perspectiva de género»), el escurridizo mosso Albert Donaire, un auténtico dolor de cabeza para la defensa rival y en punta, ariete goleador, el resolutivo Toni Albá (toxicómico de TV3).

Lo sé, lo sé. Habrá quien dirá… “¿Y qué pasa con Monedero, Rufián, el Gran Wyoming (el multimillonario de Inmobiliaria “Monzón”), Farreras (confirmado: Atila era de Vox) o el ministro de Consumo Alberto Garzón, del consumo enemigo y admirador de las cartillas de racionamiento a la manera cubana, aunque marche de “luna de miel” a Nueva Zelanda?”. Va de suyo, cada español es un seleccionador nacional y forman compacta legión los candidatos a figurar, por sobrados méritos, en esa lista de la iniquidad. Ahí tienes a Clara Ponsatí (“de Madrid al cielo”, con motivo del covid 19), Sala i Martí (el economista-payaso de Micolor), Miguel Urbán, eurodiputado de Podemos (el atropellamiento masivo en Niza fue un incidente de tráfico), Joan Lluis Bozzo, azote de los camareros hispanohablantes o Mainat, el trincón de La Trinca.

Se ha de tener en cuenta, no sólo la trayectoria, su dilatada hoja de servicios, sea el caso de Arnaldo Otegui, Jaume Roures o Gonzalo Boye (véase “Picapleitos Forn”), si no el estado de forma actual… ¿No tienen cabida en ese ramillete de figuras Ramón Cotarelo, Jordi Ébola, Risto (Fistro) Mejide, el cantamañanas trotamundos de Rafael Ribó, Toni Soler (que ha ingresado en los últimos años unos 70 millones de euros en subvenciones), o el concejal de CUP de Vich que sostiene que hay que toser en la cara a los miembros de la UME para contagiarles el virus, o Petri, pareja de hecho de Tomàtic (Club Super 3, ese zángano disfrazado de astronauta con casco amarillo), que insinúa que el ejército, en lugar de desinfectar el aeropuerto de El Prat, lo roció con agentes contaminantes en un taimado acto de guerra bacteriológica?

Definitivamente, creo que Romeva, al decir de la gente, puede pasar por un verdadero imbécil, y así lo atestigua su ejecutoria en el parlamento europeo, pero no creo que tenga hueco en este listado de gentuza mala y biliosa. Sería, en todo caso, que no es poco, un huevón integral. ¿El más idiota? Se admiten apuestas.

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