Oriol Mitjá (Mitjà), dicen que reputado epidemiólogo, asesor de cabecera del inhabilitado Torra y del fugado Puigdemont, pretende clasificar a los catalanes por colorines en función de su grado de “infectividad” con relación al covid 19 (covid 17… 14, en versión autóctona): verde, naranja y rojo. Como un semáforo. Mitjá es una de las flores más vistosas y perfumadas de nuestro ramillete científico, envidia de medio mundo, junto a Antoni Trilla, otra luminaria de la medicina que, no teniendo bastante con guiar con paso firme la gestión del coronavirus en el ámbito regional, asesora también al providente gobierno de la nación (de naciones), lo que explicaría el opinable balance de su gestión.
De ambos cabe decir que, poco antes de declararse el confinamiento de la población (mediados de marzo), aparecieron en diversos medios locales afirmando campanudamente que el sistema sanitario catalán estaba sobradamente preparado (a pesar de los recortes “quirúrgicos” de la era «Mas”) para afrontar una crisis sanitaria que, de todos modos, jamás llegaría a suponer una amenaza por la liviandad del coronavirus (“apenas tendremos un puñado de casos”). A su estela, el 9 de marzo, un día después de la famosa mani ”chochopower”, Joan Guix, uno de los primeros espadas de la Consejería de Sanidad, dijo que le preocupaba mucho más la afectación de la gripe común. Por puro azar, un servidor asistió a una parte de su televisada intervención y, mientras ésta se producía, una muy cercana persona a Tolerancio deslizó este sagaz comentario: “Que bien se explica este señor”.
Por diferentes causas y en distintas épocas se ha optado por el “marcaje” de segmentos de la población mediante signos externos. Si nos remontamos a las Sagradas Escrituras, los hebreos marcaron el dintel de sus casas con sangre circuncisa para evitar el sacrificio de los primogénitos: la décima plaga que azotó Egipto por la ira sagrada de Yahvé. También los judíos fueron señalados en la Edad Media europea, y más allá, con cintas de color, o con la estrella de David cosida a sus ropas bajo el régimen nazi. Los esclavos africanos marcados a fuego, como reses, en las plantaciones algodoneras de los estados sureños (en plan Kunta Kinte). O las adúlteras, ciertas o supuestas, con la letra escarlata. No pocos rusos fueron desorejados, no es coña, en tiempos de Pedro el Grande, zar de todas las Rusias, por el feo vicio de consumir café, un brebaje que allí, y entonces, se consideró “demoníaco” por provocar gran excitación e insomnio. Mujeres rapadas al cero, por ejemplo en Francia, tras la liberación, acusadas de “collabos”, esto es, de “aliviar” a los soldados del ejército ocupante. Más recientemente hemos visto que las viviendas de los cristianos en las zonas de Irak sometidas a esos cafres sanguinarios de Estado Islámico fueron distinguidas con la letra “nun”, de “nazareno”, con el mandato de convertirse al islam, huir o, de mantenerse en sus trece, morir decapitados… ante la indiferencia, cuando no regocijo, de la progresía occidental.
Nuestros nacionalistas también han hecho sus “pinitos” señalando con el dedo, cosa que está muy pero que muy fea. Los herederos de ese racista chiflado de Sabino Arana (con calle dedicada en Barcelona por gentileza del consistorio presidido por Narcís Serra, y así desde entonces) pretendieron que los hablantes de vascuence que acreditaran dicha aptitud lucieran en su vestimenta una suerte de “pin” honorífico para diferenciarlos de la roña “erdaldun” que ensucia sus calles. Comoquiera que tal pretensión excedía las mínimas exigencias de una democracia homologada, se conformaron los paladines de la pureza idiomática, esos tarugos del PNV, con que semejante gansada se aplicara exclusivamente, que no es poco, a los empleados de la administración pública y en horario laboral, si no estoy mal informado.
Donde no hay una pureza racial a mano, se tira de la sanguínea, vía RH-, o de la lingüística. Cualquier excusa es hacedera para que los totalitarios, nacionalistas exaltados y enemigos de la libertad de variada condición, expidan carnés de limpieza, de “idoneidad” conforme a sus angostos baremos de boina o chapela caladas. Así pues, desde Cataluña, y con motivo de la plaga del covid 19, ya tenemos otro artefacto disponible: la “limpieza sanitaria o coronavírica”.
La gran aportación de Oriol Mitjá (Mitjà): someter a la población a una analítica masiva (se supone que con test homologados y fiables y no esas pruebas-fake de la Señorita Pepis que el gobierno ha pagado a precio de oro a través de un intermediario especializado en productos de belleza) y clasificarla en función del resultado: rojo (infectado), naranja (contagioso asintomático), verde (sano). Esta ocurrencia ha sido inmediatamente replicada a nivel nacional, a pesar de las enormes dudas que plantea en lo tocante al derecho a la privacidad y a otras libertades fundamentales (se suponía que el “historial médico” de uno era el sancta sanctórum de la intimidad a preservar), o para ámbitos específicos de la sociedad (los futbolistas profesionales, sea el caso). Pero la cuna de la idea, el embrión del proyecto es, cómo no, cosa nuestra.
Pues a mí que no me pongan sus patas encima. No me fío ni un pelo. No olviden que las competencias sanitarias están transferidas a las CC.AA y quien tiene mando en plaza en Cataluña es Quim “Petomán” Torra, aun estando inhabilitado, lo que es inconcebible para un entendimiento sólo mediano. ¿Qué ese sujeto, por orden suya, va a expedir un volante conforme al que he de someterme a una prueba médica sin tener la más mínima garantía de qué diantre piensa hacer con esa información… entre otros mil interrogantes que acuden en tromba a mi aturullado magín? A otro perro con ese hueso. ¿Es que estamos de guasa?
Cierto que en absoluto me tranquilizaría que esa “info”, en su lugar, la gestionara el llamado “Mando único” de la lucha contra la pandemia. Es decir, el des-gobierno de coalición Sánchez-Iglesias por medio de la espantable dupla Simón–Illa… que se hacen con el pichelo un lío contando muertos porque ni ellos mismos saben, no hay más que verles la cara, su planta de esquejes y su hechura amortajada, si están vivos, o muertos acaso. Dios santo… salir del fuego para caer en las brasas.
Sabemos que en las UCI’s de nuestros hospitales se ha practicado el “triaje” por edades para “optimizar” el uso de los respiradores y “amortizar” a los pacientes de más edad. Me pregunto: si sometido a un test doy “rojo” o “naranja” y, según el caso, soy hospitalizado o confinado en uno de esos hotelitos medicalizados que dicen tener a punto para los asintomáticos… ¿Quién me garantiza que no se producirá un cruce de datos con los listados de votantes presenciales de los sucesivos referéndums ilegales (“anda, si este pájaro no fue a votar”), con el “censo” puerta a puerta confeccionado por la ANC o con otros datos recopilados en los archivos del gobierno regional susceptibles de convertirte en un elemento “dudoso”, “desafecto”, un “botifler” o “sospechoso de constitucionalismo”. ¿Malgastarán un respirador para sanar a un españolazo del carajo (*)? ¿Se figuran que una decisión así, tu vida y hacienda, pueda estar en las manos interpuestas de un descerebrado Albert Donaire, el “aguerrido” agente de los Md’E?
Ni hablar del peluquín. A mí me da miedo, mucho miedo. Si ya me aterran las disposiciones colectivas perpetradas por el régimen nacionalista (con la complicidad del actual gobierno de la nación), pero de las que uno puede, más o menos, escapar o modular el impacto que tienen sobre la propia vida, qué no decir si capacitamos a esos fanáticos (“España es muerte y paro, y Cataluña vida y futuro”, lapidaria sentencia de Joan Canadell, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona) para que a cada uno de nosotros nos hagan un traje a medida, personalizado, con nombre y apellidos, y un carné de “infectividad”: tú rojo, tú verde.
Le pediré a mi abogado (y sin embargo amigo) Antonio Ramos que redacte una declaración jurada manifestando mi oposición a someterme a ningún tipo de test, lo diga Oriol Mitjá (Mitjà) o Salvador Illa, salvo que lo ordene un juez (y aun así, con reservas). Les recomiendo que hagan lo propio, o compartan conmigo su idea, si es mejor, atinente a la preservación de la libertad individual, de la salud y de la integridad física.
(*) Miau… fuentes dignas de muy dudosa solvencia me aseguran que este blog está siendo monitorizado diariamente por la ciber-unidad de élite de los M’dE (el CNI catalán) y también por el General de la Benemérita, JM Santiago, a la caza de bulos y fake-news antigubernamentales.
