Malamente. Motomami. Lux. Las tractoradas son cosa del siglo, están en el mundo. Por una vez se aborda aquí un suceso que forma parte de eso que llaman “la candente actualidad”. Los catalanistas más furibundos montan en cólera porque Rosalía, natural de Sant Esteve Sesrovires, acaba de sacar un disco y en uno de sus temas los escolanos de Montserrat le hacen coro y, pobres criaturas, cantan en español. Repito: ¡¡¡¡En español!!! Esto es, en la lengua “nyorda” (“ñorda o mierdosa”, excrementicia, según la terminología acuñada por TV3) que hablan los funcionarios coloniales, los agentes explotadores de la metrópoli y sus “collabos” o colaboracionistas, es decir, catalanes de cuna de diversa catadura y condición vendidos a España por un plato de lentejas, reconcomidos por el odio a sus raíces o simplemente degustadores sicalípticos de la traición. Esto es, la peor escoria. Y junto a ellos, la purria estercórea de la inmigración, y parte de su descendencia, de los años 60 y 70 del pasado siglo, comedores de tocino y garbanzos, violadores de cabras, hacinados en chiscones sin ventilación en las barriadas periféricas de la conurbación de Barcelona, siempre con problemas de halitosis, desdentados por la ingesta abusiva de carajillos y de vinacho peleón, fumadores de apestosas tagarninas, estragados por dermatosis, urticarias y golondrinos, y generosos en flatulencias. Y aficionados a la tauromaquia.
Admito mi ignorancia supina en lo tocante a la carrera discográfica de Rosalía. Sé que goza de prestigio artístico y que su fama como intérprete traspasa nuestras fronteras. Alguna calidad tendrá. Lo cierto es que este tractorista poco sabe de la música contemporánea popular, de los superventas de hoy (o “descargas” por internet) del tipo Taylor Swift, Katy Perry, la misma Rosalía, y otros. Sólo sé de muchas de esas vedettes, o eso me parece a mí, que son más tontas que guapas a tenor de sus declaraciones, y guapas lo son un rato. Para muestra un botón: Dua Lipa, que es un cañón de grueso calibre. Al margen de piezas escogidas de pop y rock, y música de los 80, uno se regocija y consuela con artistas de una talla y de una calidad hoy inimaginables como Bambino, Raphael, Sinatra, Aznavour, Astrud Gilberto, Roberto Carlos o Los Chichos.
Pero, a lo que vamos, Rosalía hace apenas unos años presentó sus credenciales para alzarse con el cetro de artista “comprometida” y de amplias miras. Hoy el compromiso pasa por el “cambioclimatismo” y la denuncia permanente de la denominada “transfobia”, de igual manera que entre los “comprometidos” de antaño era condición sine qva non besarle el trasero ávidamente a Fidel Castro, como las brujas a Satanás en el aquelarre. A unos y otros, hoy les une Hamás en una suerte de fórmula mágica de “compromiso” intergeneracional con las peores causas posibles. Un buen día Rosalía “tuiteó”, o como se diga, una divisa obligada, “FCK VX”, para granjearse las simpatías del faranduleo y de la intelectualidad regimentales sujetas a los dictados de la ideología woke. Desde el partido aludido le contestaron muy a propósito que “los millonarios no tienen patria y viajan en jets privados” y es que la artista se fotografió ufanamente editando el citado mensaje a bordo de un avión alquilado para desplazarse a uno de sus recitales en sólo Dios sabe qué apartado rincón del planeta. Cabe decir que, tras el merecido sofión, la doña ha ganado en prudencia y desde ese incidente no se le conocen ni soflamas ni deslices de contenido político. O eso creo.
Los catalanistas más furibundos son fácilmente excitables y entre ellos destacan Juliana Canet y Jair Domínguez (letrista del “eurovisivo” Chiki-chiki de la productora del cantamañanas de Andreu Buenafuente, “Andresín”) por su bajo umbral de ebullición. Han sido los primeros en censurar acremente el obsceno sacrilegio. El argumentario de los ultras fanatizados es fácil de imaginar: la artista ha contaminado tanto a Cataluña como a esos angelitos de Dios de la escolanía. Lo que supone para las esencias patrias la blasfemia perpetrada por Rosalía y los niños cantores (por inducción de esa mala pécora que los ha seducido y ha profanado su inocencia, y pervertido de un modo abyecto sus hasta hoy almas inmaculadas) lo ha explicado cumplidamente Antonio Robles en su artículo de Libertad Digital (14/11/2025) y yo no lo voy a hacer mejor.
Esas airadas protestas nos traen a las mientes las que hace un cuarto de siglo expelió el nacionalismo cuando se denunciaron abusos sexuales continuados a menores en la abadía. El jefe de filas de la pederastia montserratina era el ultranacionalista Andreu Soler, responsable de la sección excursionista (“escoltes”) del monasterio. Sus fechorías fueron encubiertas por los abades sucesivos, Bardolet y Josep Maria Soler. La división político-mediática del régimen, abreviadamente SROC (Serenísima República del Oasis Catalán) salió en tromba a tachar a los denunciantes de “marionetas anticatalanistas” y los más significados dirigentes políticos de aquella hora se dieron de codazos para encabezar un manifiesto alabancioso a la gloria eterna de los frailes benedictinos, a su infatigable labor espiritual y a su desempeño en el celo custodio de las fragantes esencias de la patria. Jordi Pujol, apóstol de las mordidas corruptas del 3% (o más), y que aún no ha sido juzgado, ni lo será, Joan Raventós, Ernest Lluch (al poco asesinado por ETA) y “el Guti”, histórico del PSUC (que no el estiloso jugador del Real Madrid) entre los abajofirmantes. Los comunistas, cosas veredes, a guisa de palanganeros de un curángano satánico, abusador de niños, cuando décadas atrás le dieron matarile a 23 hermanos de la congregación (ni 22, ni 24) expresamente “protegidos”, mira tú, por el siniestro y esquizoide Companys. Juntos en el manifiesto, lo más granado del catalanismo regimental previo al desmelenamiento separatista de este siglo. La friolera de casi veinte años tardó Josep Maria Soler (año 2019) en reconocer los hechos y pedir perdón a las víctimas.
A lo que se ve, Rosalía ha incorporado a su último disco motivos y letras de cierta espiritualidad, pinceladas religiosas y místicas, dejando de lado el quinquismo poligonero y choni de trabajos anteriores. También los videos promocionales beben de las fuentes de una estética al gusto sacramental. Nada que objetar. Como era presumible, ese cambio de estilo le ha valido la animosidad de la izquierda sucia y exaltada de Sumar y/o Podemos, dos engendros perfectamente intercambiables. Incluso PAM, Secretaria de Estado de no recuerdo qué a las órdenes entonces de Irene Montero, ha abandonado su letargo en un muladar para llamar “retrógrada” a la artista catalana.
Ignora este tractorista si se trata de una conversión o de un postureo esteticista supeditado a cálculo comercial. También Almodóvar, cineasta bajo claqueta panameña, tiene a mano todo el santoral e infinidad de advocaciones marianas en sus jaculatorias festivaleras cuando le conceden un premio o en los atorrantes sermones que larga por su bocón desde el púlpito de la superioridad moral de la progresía, aunque en la intimidad se licúa de gustirrinín cuando piensa en esos sacerdotes y monjas atrozmente martirizados durante la persecución religiosa en nuestra contienda civil. Pero no desviemos el tiro. Siendo el escenario el mismo, Montserrat, se aprecia una actitud diferenciada de los nacionalistas ante ambos fenómenos, asistidos servilmente, va de suyo, por la izquierda. En el caso de la pederastia abacial, la situación demandaba el silencio y el encubrimiento de esas aberraciones repugnantes. Y conforme al guion, procedieron cargando contra las víctimas, esto es, los denunciantes de los abusos. En el caso del abominable crimen de Rosalía, hacer cantar a los indefensos escolanos en español, han protestado ruidosamente y sin tardanza.
Las conclusiones se sirven por sí solas, como frutos que caen del árbol por su propia gravidez. En la prelación de horrores a denunciar por catalanistas y progres es infinitamente más grave, hablando de Montserrat, “cor espiritual de Catalunya” (*), que un niño cante en español a que un fulano ensotanado le deje el culito hecho un estropicio a ese mismo niño cantor. Como un bebedero patos. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Nos cuenta el humorista irlandés JP Donleavy (aunque nacido en Nueva York, pues los irlandeses, como los bilbaínos, nacen donde les da la gana) en su apreciable novela “Las bestiales bienaventuranzas de Balthazar B”, por boca de su protagonista, un auténtico dandy, especie en peligro de extinción, que las señoritas inglesas de buena familia de finales del XIX y principios del XX (época victoriana y años siguientes) viajaban a Italia y a Grecia, no sólo para visitar monumentos, también para dejarse sodomizar en la inteligencia de que ese pasatiempo afinaría su timbre de voz para dejarlo atiplado como el silbido de un pito. Un modismo que se valoraba mucho entre las damiselas en edad de merecer. Comoquiera que nadie en su sano juicio, y en las postrimerías del siglo XX, cuenta con recurrir a la castración, como sucedía antaño con los “castrato” para mantener su voz aguda pasada la pubertad, acaso pensó ese monstruo que el método alternativo procurado por la lectura de Donleavy habría de conferir parecida calidad canora a los escolanos sin recurrir a los drásticos procedimientos de la cirugía. Para sus adentros se persuadió de que, en el fondo, les hacía un favor a los chicos… y que sus manejos no eran abuso y vicio, si no artístico mecenazgo.
(*) “corazón espiritual de Cataluña”

Nenes, muy malamente. ¿Que los escolanos de Montserrat cantan en español? Callasteis como pindongas cuando obligaron a esas criaturas a encerar el tubo a lengüetazos a un mosén depravado y envilecido. Estáis enfermos…
