Los caminos del golpismo son inescrutables. Un sector donde se aprecia nítidamente la progresión del golpismo catalanista es en el panorama de las televisiones públicas. El principal valedor del golpe, malgré lui, ya no es el separatismo: partidos políticos, CDR, TV3 y entidades diversas (sindicatos, asociaciones profesionales, vecinales, las diversas terminales de la opresión lingüística, etc). Es hoy el PSOE, es decir, la franquicia madrileña, capitalina, del PSC. El mando del golpe de estado, antes liderado por Junqueras y Puigdemont, perpetrado en su fase “procesual” en octubre de 2017, ahora está bajo supervisión directa de Pedro Sánchez, de sus sayones en el gabinete ministerial y en el partido, colonizados ambos por corruptos, puteros y proxenetas y, protagonismo estelar, de Conde-Pumpido y sus togados mariachis.
Una de las fantasías más recurrentes de unos años a esta parte de los catalanes leales a España (particularmente de los más desafectos a la fórmula autonómica, entre quienes me cuento) es la desaparición de TV3 y de medios radiofónicos similares, algunos públicos, otros semipúblicos. A nadie le gusta que le insulten a diario en las ondas con el dinero de sus impuestos. El sectarismo es el peor baldón que en democracia puede ensuciar la ejecutoria de un medio de comunicación de titularidad pública. Que las cadenas y emisoras privadas incurran en ello, es harina de otro costal. Allá ellos con su dinero, su audiencia y su balance de resultados. Y digo bien desaparición, que no reforma, porque hay cosas que se han imbuido de tanta vileza y sucedumbre que éstas han penetrado hasta las trancas, hasta la osteína de la osamenta, con su aliento mefítico y contaminador, y no tienen remedio posible. Y con ellas hay que hacer tabla rasa al estilo “polpotiano”. ¿Reconversión de las instalaciones de Sant Joan Despí en un centro hospitalario? ¿Demolición mediante maquinaria “brutalista”… una de esas bolas de acero que parecen el péndulo de un zahorí colosal? ¿C4? ¿Dinamita? ¿Napalm? El abanico de opciones es amplio.
El itinerario nacionalista del circuito catalán de TVE principió años ha y se ha mantenido en ésas al margen de quién tuviera mando en plaza. Mismamente, en tiempos de Rajoy echarle un vistazo a los informativos locales era poco menos que una heroicidad. Cierto que la dirección del “ente” (sustantivo apropiado para titular una película de terror) confiaba en que nadie en su casa, y en su sano juicio, le diera al botoncito del mando a distancia y, de ese modo, las soflamas particularistas de la “2” pasaran desapercibidas, muy especialmente en aquellos días tumultuarios. Y que, a lo sumo, por allí recalaran cuatro despistados y los voluntariosos espectadores de los documentales sobre marsopas y elefantes marinos.
Sucede, pues, que las desconexiones territoriales de TVE no han podido resistirse a la fatalidad lingüística que asola Cataluña desde la instauración de la democracia (no digo “recuperación” porque en puridad no la hubo antes, salvo que alguien muy ñoño confunda la II República «frentepopulista» con una democracia homologada). Me refiero con “fatalidad” a la ineludible valencia de la lengua como herramienta política que, en estos casos, sobrepuja a su intrínseca cualidad comunicativa. Cuando se propone una lengua como hito fundamental en un proyecto de construcción identitaria ya no rige para ella aquello de que “las lenguas están para entenderse”, que “entre ellas puede establecerse una relación cordial”, que “qué más da aprenderse el aparato digestivo de los batracios en gaélico escocés que en inglés, lo importante es aprenderlo”, o que “cuantas más lenguas mejor, pues son un tesoro de un valor incalculable” (que es la divisa favorita del ministro de Cultura de Papúa-Nueva Guinea: 700 lenguas diferenciadas), para convertirse en un marcador étnico, en una barrera al libre tránsito de personas, en un baremo discriminador en el mercado laboral, en un elemento antipático y opresivo, en una excusa para multar al personal vía rótulos comerciales, en definitiva, en una suerte de estrella de David cosida a la boca. Dicho a la pata la llana, en un puta mierda.
Pero hete aquí que la tozuda realidad nos sacude un directo seco y duro a la mandíbula. Apliquemos aquella lapidaria y contundente sentencia de Mike Tyson, campeón mundial de los pesos pesados: “Todos tienen un plan hasta que les meto la primera hostia”. Y en lugar de avanzar hacia esa meta soñada, meter TV3 en un agujero negro de la Historia, nos toca deshacer posiciones de la mano de esa lamentable simbiosis entre aborigenismo paleto y un PSOE que hoza y retoza, cual verraco verriondo, en el lodazal de la traición, y asistir al desembarco, acabáramos, del nacionalismo más exaltado en TVE. Ya nos han suministrado una dosis preliminar, para ir haciendo boca, con el fichaje (millonario) de Buenafuente, ese cantamañanas que se forró haciéndose el simpático en cadenas generalistas y que escondía un separatista furibundo entre los pliegues de su abultada billetera y hoy “abajofirmante” de un manifiesto (junto a los Bardem, Almodóvar, “Zampo y yo”, “Franco, ese hombre”, Miguel Ríos… toda la tropa viejuna) a favor de la corrupción y de la explotación sexual en saunas y lupanares… perdón, he querido decir de un manifiesto a favor del injustamente perseguido Pedro Sánchez, candidato a la beatificación martirial de la “progredumbre”. Buenafuente, uno de los tipos con la jeta más dura de todo el faranduleo televisivo.
RTVE, por su segundo canal para Cataluña, emitirá exclusivamente en catalán. De unos años a esta parte ya hemos tenido anticipo de tan feliz iniciativa. De tal suerte que, en ocasiones, cuando sus directivos se daban un golpe en la cabeza y programaban una película estimable en la “2”, horario “prime-time”, aquí nos enchufaban un debate perfectamente prescindible, y en catalán, por supuesto. De modo que, con arreglo a las sonrojantes declaraciones del actual Director de RTVE, un tipo llamado José Pablo López, en adelante la “2” usará únicamente “la lengua propia de Cataluña”, replicando así el habitual argumentario indigenista en materia lingüística. Ese fulano, de cráneo indescriptible, y por ello se entiende que su hábitat se sitúe detrás de las cámaras que no delante, y asesorado por uno de los novísimos directivos de su consejo áulico, el incombustible Mikimoto, que odia a España tanto como los hutus odian a los tutsis, y por esa circunstancia, y no otra, será remunerado con un pastizal a cargo del erario público, considera que el español es un idioma “impropio”, aun siendo el “propio” (familiar) de más de la mitad de los catalanes, según los sondeos demoscópicos del CIS regional. Que, por otra parte, no dejaría de ser “propio” de Cataluña aunque fuera el idioma referencial de un exiguo 10% de su población.
Hoy la “2” no retransmitiría aquella aparición de Felipe VI en octubre de 2017 animando a los catalanes a que no perdiéramos la esperanza ante el golpe de estado perpetrado por las instituciones copadas por el separatismo. Que no estábamos solos. Hoy sí lo estamos. Sería al punto vetado por la Dirección del “ente” y acusado de difundir bulos y fango dinástico y fachosférico. Claro que tampoco se repetiría aquella patética estampa de ver al orondo Iceta saltando una valla para hacerse un hueco en la cabecera de la mani espontánea y multitudinaria que, con su intervención televisada, propició el rey, y nadie más que el rey. En el estrado tomó la palabra Josep Borrell, templando gaitas, “esto no es un circo romano”, dijo el interfecto, y todo porque los asistentes pedían, va de suyo, prisión para Puigdemont. Qué otra cosa pensó el andoba ése que pediría la gente. Quizá, cual visionario, ya intuía el muy pillo una futura amnistía. En resumidas cuentas, que dan ganas de apagar el televisor para los restos. Koniec.
(*) La cochambre se ha instalado en TVE gastando un potosí. En estos aperreados tiempos de metástasis sanchista, ha dado cobertura al humorismo sectario, Broncano, “Cachitos de hierro y cromo”, y ahora Buenafuente. También a la telebasura del corazón, María Patiño y Belén Esteban a lo “Sálvame”. Sólo faltan en su parrilla los llamados “reality shows” del tipo “Gran Hermano”, esa basura que Mercedes Milá, sanchista de buena familia, llama ampulosamente «experimento sociológico”. Aquí van unas ideas la mar de aprovechables: “Un día en la vida de Koldo”, dándole carrete a sus miles de horas de grabaciones telefónicas, “Gran Hermano en Soto del Real” y “Operación Crisálida”, un concurso para menores cuyo premio habría de consistir en un proceso de hormonación y cambio de sexo quirúrgico, a presentar por Benita (antes “Maestro Joao”) y el juez de Orense que avaló la madurez de un niño de ocho años para iniciar el proceso «trans» a instancias de su madre, una fanática progre, de ésas que aplauden con las orejas a Juana Rivas y a Marta Sevilla, iconos del feminismo más desorejado.
Fe de erratas.- En la anterior tractorada, Síndrome “Reus”, utilicé la expresión “pertocar”, incorrecta en español. Mis disculpas y autoflagelaciones.

El Director de RTVE, José Pablo López, desmiente que su película favorita sea “Los Caraconos”. Ha añadido: “Utilizando la terminología del ministro Tontasun, vamos a descolonizar RTVE de “españolía” tóxica en Cataluña. Por cierto… ¿Éste es mi perfil bueno, verdad?”
