PP: «Partido Pinganillo»

En una tractorada anterior se bautizó a Pedro Sánchez, el presidente PE (Profundamente Enamorado), como Pedro “Pinganillo” Sánchez cuando decidió dotar las dos cámaras representativas de traductores y pinganillos para complacer, inclinando lacayunamente la cerviz, a sus socios de investidura: Bildu (Batasuna-ETA), golpistas de ERC y Junts (antes CiU), BNG (be-ene-ge que no “benegá”) y Compromís. No sé si me dejo alguno. Es decir, todo el carrusel de partidos separatistas que entre ellos comparten su común odio a la idea de España, a su existencia como sujeto político e histórico y, por ende, son refractarios a la igualdad de derechos de los españoles.

Nos largaron la atorrante cantinela de la riqueza lingüística de España como bien cultural a preservar. Un intangible. Y la supina melonada de que el parlamento plurilingüe ha de parecerse a la nación “plurinacional” o “nación de naciones”, término acuñado ya en tiempos de ZP (doméstico del tirano Nicolás Maduro). Sorprende la audacia de un concepto como ése, “nación plurinacional”, pues la lógica más elemental nos dice que la pluralidad de naciones desborda y excede el estricto marco de la nacionalidad. Que es una contradictio in terminis colosal. Artefacto de la misma jaez que la de aquel “federalismo asimétrico” acuñado por Pascual (Pasqual) Maragall.

No por evidente, dejaré de decirlo: la auténtica riqueza de una nación donde se hablan diferentes lenguas (sean los casos de Francia o de España, entre otras) es disponer de una común en la que entenderse todos. Figúrense, si no, el desconcierto manicomial en las sesiones plenarias del congreso de Papúa-Nueva Guinea, con más de 700 lenguas censadas, y más traductores que diputados. A mayor abundamiento, yo procuraría no enfadar demasiado al delegado de los bimin-kuskusmin de las Tierras Altas del río Sepik habida cuenta de su particularismo gastronómico. Si el patrimonio cultural de un país se mide por la variedad de lenguas que se hablan aquende sus fronteras, Papúa-Nueva Guinea sobrepuja a todas las naciones que en el mundo son. Y aunque allí, en aquellas antípodas latitudes, no se ha estilado el gótico flamígero, ni nadie pintó cosa parecida al retrato del matrimonio Arnolfini o compuso una tonadilla que recordara vagamente la sinfonía “Inacabada” de Schubert (que si la llega a acabar…), es sabido que el chamán de una tribu asentada a orillas del lago Murray (no muy lejos de la frontera indonesia) es capaz de modular sonidos con el nabo que pueden captarse con ayuda de un fonendoscopio (instrumento de la misma familia de los pinganillos), y, por si eso no bastara, conocen sus aborígenes un remedio muy eficaz para combatir la urticante comezón de las mordeduras de las agresivas hormigas matabele. Que, como logros culturales, tienen su enjundia.

Pues va el PP y pugna a cara de perro con el PSOE para arrebatarle el tontuno cetro del pinganillo, como se ha visto recientemente en la Conferencia de presidentes regionales celebrada en Barcelona. Tras un primer análisis, y con la distancia de unas jornadas transcurridas desde tan esperpéntica efeméride, no es necesario ser un lince para ver que el único motivo de la reunión era, no discutir de cosas de gravedad e importancia para la ciudadanía, si no, acabáramos, determinar el posicionamiento de los mandarines (y “mandarinas”) locales con relación al uso de Su Majestad, el Pinganillo: Pinganillo I de España. Para no estar en minoría, el presidente del gobierno, tras comprobar que bajo su asiento no había una bomba-lapa instalada por el escurridizo agente Bonilla, se rodeó de unos cuantos ministros de su gabinete para firmar tablas alrededor de la mesa. No comparecieron ni “Tronco” Ábalos, ocupado en la manutención de sus numerosas “sobrinas”, ni Leire Díez, la afamada periodista de investigación que el día de autos estaba haciéndose un “selfi” con la mascota, un jabalí, de la I Bandera Legionaria, creyendo que era Santos Cerdán.

Concluidas las presentaciones, hablándose los asistentes al oído (“a cau d’ orella”) y tapándose la boca con las manos para dificultar la lectura de labios, y sin traductores de por medio, dio comienzo la función circense. Pradales (acaso Pardales), al que llaman “lehendakari”, un vasco pata negra y RH- homologado, emparentada su arboladura genealógica con la de Aitor, Amaya y el Basajaún, y “Cara de acelga” Illa realizaron sus sesudas intervenciones en vascuence y catalán respectivamente. Ayuso, la bestia negra de la izquierda anti-española, fiel a su palabra, se ausentó de la sala aduciendo que no tenía caso que algunos presidentes se dirigieran a sus pares hablando lenguas cooficiales cuando de común hablan español entre ellos. Quieras que no, el recurso innecesario a pinganillos dificulta la comprensión de los mensajes (traduttore, traditore) y resta fluidez a la conversación. Además, la escenificación tiene la dudosa virtud de enfatizar las diferencias entre los participantes, de extrañarse los unos a los otros, y los otros a los unos, de “extranjerizarse” entre ellos, percepción que disuade al espectador de la existencia de una auténtica comunidad de intereses, de unos mínimos lazos afectivos y de la tan cacareada solidaridad entre regiones… carencias por otro lado perfectamente congruentes con la esencia misma del estrepitoso y carajalero descacharre autonómico.

Lo diremos de una vez y para siempre… y no hace falta estrujarse las meninges para pillarlo… los pinganillos se inventaron para las personas que entre sí no se entienden, no para las que sí se entienden. Cuando dos personas que hablan una misma lengua recurren a un traductor y al chisme auricular, el espectador de dicho acto sospecha que ambos son tontos de baba, cuando no directamente gilipollas. Pues, de no creer, a semejante melonada se sumaron de grado Moreno Bonilla, Rueda, «gaiterolingüe», la ambivalente Prohens, que nunca sabe uno de qué lado del gallinero va a caer, y un par más que no recordamos, dispuestos a poner su honra en holganza colocándose los pinganillos de marras. Esto es, quedando a la altura del betún, paletos de boina calada, y dejando a Ayuso como única y aseada lideresa del partido.

Hay quien considera que la del pinganillo es una anécdota irrelevante. Nada de eso: es el artefacto más valioso, significativo, que han encontrado quienes odian a España para poner en solfa la demolición, la fragmentación definitiva, por mitosis, de la nación. El proceso se inició, ahora lo vemos claro, tras plantar la semilla autonómica en el articulado constitucional, pues no cabía esperar lealtad ninguna de los nacionalistas (como si no hubiéramos pasado por una II República y una Guerra Civil, y como si no contáramos con precedentes históricos de gran relevancia como las taifas tras la extinción dinástica en el califato de Córdoba o el cantonalismo decimonónico). Sucederá a la actual, la etapa confederal, para la que el pinganillo es un icono, un símbolo premonitorio, y las sentencias aberrantes y bastardeadas de Conde-Pumpido el combustible para que echen a andar engendros “legaloides”, malolientes y contaminantes. Sea dicho de paso, el magistrado al frente del TC, aparece de un tiempo a esta parte en todas las fotografías con cara de padecer una atroz constipación intestinal, ulcerante, debida acaso a una dispepsia moral sin tratamiento conocido.

Sucede que el parlamento “plurinacional y pinganillomorfo” se parece a la calle como un huevo a una castaña. A nadie vemos en el supermercado o en bares y cafeterías echando mano del pinganillo de los cojones para hablar con su vecino, aun siendo uno de los dos una persona que habitualmente se expresa en una lengua cooficial. La cordura lleva a la mayoría de la gente a una entente comunicativa en el idioma que ambos conocen, que acostumbra a ser el español por razón de su mayor difusión. En su día el latín fue lingua franca. Más recientemente lo han sido el francés, el inglés o el español mismo. Difícilmente lo serán nunca el danés o el olteno-válaco. Cosas de la vida. Y no hay que hacerse por ello mala sangre. También es cierto que la imbecilidad clínica no es delito y que Dios nos quiso libres incluso para ser unos chifletas del quince con un pinganillo colgado de la oreja.

Se acepta en esta materia que un gobierno del PP no será peor que la banda de Pedro Sánchez (que pasó de ser un presidente PE, a otro PD, Profundamente Decepcionado). Pero ya somos adultos, llevamos décadas cotizadas y no debemos abrigar esperanzas ilusorias. A mucho tirar Feijóo, que fue y es galleguista, modulará el discurso y los excesos de la izquierda actual contra España y su lengua común, pero ni querrá, ni intentará siquiera, revertir la situación a corto o medio plazo.

PS.- Hemos sabido por la edición digital de “El Mundo” (11/06) que el “lehendakari” Pardales (¿O es Pradales?) se dirige a sus ministrines siempre en español durante las reuniones del gobierno regional. Chúpate ésa. II Un cargo del PP guipuzcoano le afea a Ayuso que prescindiera del pinganillo para oír al “lehendakari” Pradales (¿O es Pardales?). III Pedro Sánchez se reunió días atrás en “Moncloaca” con Rull y Turull… (que en realidad son una misma persona, “Tururull”, que se escinde en dos)… ¡¡¡Sin pinganillo!!! 

“Bokadilloak tortillak”, “Te copio: calamares a la romana, marchando”, “Ez, ez, kalamaroak ez”, “¿Qué hez, ni qué pez?”, “Bokadilloak tortillak bai”, “Mira, chico, que os den por kuloak a ti y a tu amachu”

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