255 millones

Si fuera yo el director de una compañía publicitaria contratada por la administración regional para promover el uso del catalán en la sociedad, ya habría despedido sin contemplaciones, y sin indemnización, a todos los cargos nombrados al efecto por la Generalidad desde los tiempos del Molt Honorable por un calamitoso balance de resultados. Si no ando mal informado, un estudio publicado años atrás establecía una horquilla de entre tres mil y cinco mil millones de euros (para mí tengo que hacen corto) derrochados alegremente desde que aprobaron sucesivamente las leyes de “normalización lingüística” y de inmersión obligatoria en la escuela pública. Aquí cabría incluir campañas de todo tipo, lo mismo con “Norma” de protagonista, aquella nena con pinta de no haber roto un plato en la vida, que con “Queta”, la dentadura siniestra desgajada de la boca de un vampiro.

Pero, mira tú por dónde, cuantos más monises dilapidan al servicio de la causa, más menudean las coacciones, más expedientes sancionadores se incoan a comercios por la rotulación obligatoria en catalán y mayores son las exigencias en el ámbito laboral (requisito que no mérito para ocupar plaza funcionarial o para la atención al cliente incluso en empresas privadas), resulta que se contrae su uso en la vida cotidiana. El dato interesa a los más jóvenes en particular, pues las actuales son las generaciones que más fácil acceso tienen a la lengua y, sin embargo, prefieren relacionarse entre ellos, mayoritariamente, en español. Acaso como gesto reactivo a la insistencia a desempeñarse en catalán promovida a machamartillo desde las instituciones. El catalán deviene algo cargante, antipático, la lengua de las obligaciones, de los exámenes, de las leyes, de las multas, del mundo de los mayores. Ese “habla catalán o muere” es como aquello que nos dijeron cuando mozalbetes: “no te toques la pilila o te quedarás ciego”.

Lo concedo. Decir que no han triunfado, que no se han salido con la suya, es una exageración. Han avanzado tanto en la opresión, en la tiranización lingüística con esas políticas liberticidas que costará un mundo, si hay ocasión, siquiera restituir entre ambas cierto equilibrio legal. Pero, a decir verdad, sólo han tenido éxito, y mucho, en la criminalización del español y en su expulsión forzada de la vida pública. Lo han dado todo, pero no “a favor” del catalán, si no “en contra” del español. Sólo que entramos en bucle, en un círculo vicioso. Al decir del propio gobierno regional, a través de los organismos demoscópicos oficiales que detectan un retroceso de uso entre los adolescentes, tienen servida en bandeja de plata la excusa perfecta para redoblar la presión, sostenella y no enmendalla, y dedicar nuevas y más colosales partidas al invento. “Dios mío, el catalán está en serio peligro de extinción, casi como el tigre de Bengala”.

Y va Illa y anuncia, tachán, una inversión extraordinaria, fuera de guión, de 255 millones de euros. Una suerte de plan de choque. Y al carro se sube el gobierno de la nación. Y Pedro Sánchez pone sobre la mesa, como sus tetas la condesa, 150 quilos para promover la oficialidad del catalán en la UE. Una medida que esperaban ansiosamente todas las cancillerías continentales. Esa derivada europeísta que ha salido rana, aunque la turra no cesa y volverán a intentarlo, se solapa en el tiempo con unas declaraciones delirantes de Yolanda Díaz en las que propone, ahí es nada, multar a los agentes de la Guardia Civil destinados en Baleares que no responden en catalán (o mallorquín, no entramos en alambicadas disquisiciones filológicas) a los avecindados en el archipiélago que a ellos se dirigen en la citada lengua (“sa pistola”, “es lladre” *). Cabe que algún día traslade la misma y original iniciativa a los números de la Benemérita acuartelados en La Gomera, quienes habrán de silbar, por bemoles, a los gomeros que presenten una denuncia en ese pintoresco lenguaje tonal. Éste es el nivel de la doña que saca de las estadísticas del paro a un millón de fijos discontinuos en busca de empleo. Sorprende su contumacia con la cuestión lingüística cuando figura como ministro de Trabajo en el actual gabinete: ahora pretende que todas las señales de tráfico en las islas estén redactadas exclusivamente en catalán. Ignoro la gravedad del golpe que Yoli se ha dado en la cabeza. La ha tomado con las Baleares.

Ante la pregunta ¿Qué toca hacer para denunciar esta nueva requisa al contribuyente que alimenta la fiera voraz e insaciable del nebuloso complejo denominado “la lengua está a un tris de colapsar”? El hartazgo, el cansancio y el aburrimiento de esta monserga infinita son las claves de bóveda sobres las que descansa ésta, mi muy modesta y desairada campaña. Dicho sin ambages: mostrarles el culo. Tal cual. No es una salida de pata de banco y pienso demostrarlo. Hablo muy en serio. Quizá sea la cosa más seria que he dicho y he propuesto en mi vida. Cuando uno está fatigado de la insistencia y estulticia de un interlocutor no muy vivo es común zanjar la conversación con un “ve tú a tomar por culo”. No es una invitación, en sentido estricto, a probar nuevas experiencias sexuales. No hay que interpretar el exabrupto literalmente. Equivale a un “déjame en paz, pesado”, a un escueto y mortificante “piérdete”, que es la frase que en más ocasiones encajé cuando, siendo mozo, intentaba galantear con señoritas en bares de copas.

Por otro lado, el culo y su aseo, acuden en auxilio de aquél que pretende manifestar públicamente su desafección o extremo desinterés de una norma, evento, artefacto, persona o circunstancia. Sea el caso: “me limpio el culo con el festival de Eurovisión”, quiere decirse que el certamen lírico de marras, y lo que sea de él, me importa un bledo. “Me limpio el culo con la gala de los premios Goya”, tres cuartos de lo mismo. O con la última comparecencia televisiva de Revilla, el risible cacique que dirige el PAC, o Partido Anchoísta de Cantabria, ahora enfurruñado con el rey “jubileta” cuando fueron en tiempos compadres de francachelas. Hete aquí, pues, que el culo es un filón para la polisemia. Que no anda ligado a lo que de sublime hay en el ser humano, es evidente. Pero es una valencia nada desdeñable para darle empaque y carrete al lenguaje corporal.

A fin de cuentas, tantas veces se ha dicho aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”. Y en esta ocasión hace al caso. Aportar argumentos de gran enjundia y prosapia para denostar la campaña multimillonaria de Illa nada aporta al colectivo. Podemos desgañitarnos diciendo que esos millones serían más necesarios destinándolos a Sanidad o Educación, quién lo duda, pero es tan evidente que una crítica y un razonamiento de ese tipo nos encadenaría al bucle de siempre, nos instalaría en el movimiento cero, en la nada. De modo que tu culo, su culo de usted, puede propiciar aquí un más provechoso rendimiento dando la cara y, en passant, una larga cambiada a la mortecina milonga de la lengua supuestamente “infrafinanciada”. Una salida disruptiva, ahora se dice mucho, que además tiene la virtud de tirar a la papelera la terminología que los nacionalistas pretenden instaurar de por vida. Hasta las narices de que siempre delimiten ellos el terreno de juego e impongan las reglas del debate. Anímese a perderles el respeto: no lo merecen.

Sería un error replicar desde el raciocinio o el afán de confrontación argumental porque no la hay en el adversario y el esfuerzo, baldío, estéril, no sería remunerado. Muy al contrario, un espíritu mínimamente ponderado y cabal, estupefacto ante la colosal arbitrariedad de la política lingüística ultranacionalista del gobierno de Illa, percibiría la discrepancia motivada como un artificio bizantino, una debilidad, acaso como un acto de sumisión, pues el de la lógica dejó tiempo ha de ser el ámbito en el que se dirime la cuestión. Esos culos levantiscos visualizarán de manera gráfica e irrefutable la fractura, la falla geológica que se abre entre la Cataluña regimental y la real. Esa distancia que se abre entre la plúmbea letanía oficial (“parla català, viu en català” **) y la risueña disidencia de los chicos (“me lo paso por el culo”). ¿Mi opinión sobre la campaña de los 255 millones del carajo de la vela que se saca Illa de la manga para complacer a sus aliados golpistas? Ahí va: mi culo. De modo que necesitamos 255, a culo por millón, para que ese tipo con cara de funerario sepa de primera mano el entusiasmo que su servidumbre al nacionalismo inspira a los catalanes que a diario pelean por ser dignos de ser libres. Aunque nuestros, ya sabe el interfecto por dónde meterse esa millonada en monedas de un céntimo y de una en una.  

(*)  “Sa pistola”, “es lladre”: la pistola, el ladrón

(**) Habla catalán, vive en catalán

He aquí el culo inaugural de la campaña avanzando en descubierta contra Illa y sus inquisidores. Hemos tenido buen cuidado de juntar los cachetes para evitar el embarazoso protagonismo que siempre reclaman las hemorroides, por mucho que se sufran en silencio. Con el concurso de otros 254 se compondrá el lema POR LA LIBERTAD LINGÜÍSTICA YA. Rebélate.

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