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Cuando nos hablan de agresiones callejeras por motivos ideológicos, lo primero en lo que pensamos es en los “fachas”, bien entendido que en la actualidad cualquiera que no comulgue con las consignas desconcertantes del gobierno “sanchista” es un facha impenitente. Ya no es necesario dudar de la relevancia excesiva que se da al factor antropogénico en la doctrina del tremebundismo cambioclimático, inspirada por la profetisa Greta Thunberg, para que te llamen “facha”. Ni insinuar a media voz que las estadísticas oficiales de falsas denuncias interpuestas en materia de violencia de género, el 0’00017% (no es broma), es una castaña pilonga que nadie, capaz de caminar y de respirar al mismo tiempo, se cree (*). Si no te licúas de gustirrinín al chamullar el lenguaje inclusivo con sus tres posibles terminaciones (“tontos, tontas y tontes”), te adentras en arenas movedizas. Lo mismo sucede si eres refractario a cualquier excentricidad convertida en dogma de fe por la turra cansina de la “ideología de género”.

Hoy, para ingresar con todos los honores en la categoría “facha”, basta con una bagatela insignificante como es preferir el magazine TV de Pablo Motos, antaño un progre del carajo de la vela, egocéntrico e insufrible, al de David Broncano, el presentador y humorista de bandera del régimen, como “de bandera” eran llamadas antaño las aerolíneas de titularidad pública. Y no es esta analogía aeronáutica muy descabellada, pues el contrato de Broncano con RTVE, la pública, es de “altos vuelos”, unos 14 millones de euros por temporada. Cifra que podría rivalizar con la mastodóntica partida presupuestaria destinada a reflotar Air Europa, según se deduce de los papeles de la tupida trama “Aldama-PSOE”. Maniobra que nos trae a las mientes la millonada inyectada por el gobierno regional de Cataluña, en tiempos de Artur Mas (Arturo en Liechtenstein), para convertir a Spanair en la aerolínea cuatribarrada.  

 Cuando empezaron a llamarme facha, ya en el bachillerato, “el facha de la clase” (**), no existía un atuendo específico, una indumentaria o uniformidad “facha” de corte gremial, pero mediados los 80’, con el afloramiento de las llamadas “tribus urbanas”, surge la figura del skin head, cabeza rapada, ataviado con cazadora Bomber, botas militares, tirantes con los colores nacionales, tatuajes, bate de béisbol y puños americanos para sacudir concienzudamente a negros, homosexuales e hinchas de otros clubes de fútbol. Años antes era requisito suficiente lucir una banderita española en formato de afiche prendido a la ropa o de adhesivo en la correa del reloj. Con tan sencillos complementos ya eras un facha homologado. Por aquellos tiempos se estilaba que el barrendero y el cartero del barrio pasaran a domicilio una tarjeta para felicitar las navidades al vecindario a cambio de un modesto aguinaldo que complementara su exigua remuneración. Nunca entendí por qué ese señor del 4º 1ª, que tenía fama de ser un facha de tomo y lomo, no hacía lo propio e imprimía su felicitación para repartirla puerta a puerta: “El facha del barrio le desea felices fiestas”.  

Hace unas semanas se publicó un estudio difundido en varios medios digitales sobre las agresiones callejeras producidas en Cataluña por razones ideológicas en el año 2023. El conteo arroja el saldo siguiente: de las 175 agresiones registradas, los separatistas perpetraron el cien por cien de las mismas. Vamos, que no dejaron ni las raspas. Ni una sola para los demás por aquello de la honrilla. El estudio se difunde a año vencido, pues la recopilación de datos es una tarea laboriosa. Las perpetradas a lo largo del pasado 2024, verán la luz a finales de 2025. De modo que uno se ha pasado la vida opositando al título de “facha” y resulta que la estopa la reparten otros. Lo dice el refrán: “unos cardan la lana y otros llevan la fama”. En mi vida le he atizado a nadie por esa causa, pero sí recuerdo, y no es memoria selectiva, que a mí me tiraron al suelo al grito de “facha hijoputa”, “españolazo de mierda”, me patearon de lo lindo y me calentaron el lomo, long time ago, en la Facultad de Geografía e Historia por repartir octavillas a favor del bilingüismo. Es que algunos van provocando que es un contento.

Siendo la violencia política en Cataluña un monopolio del separatismo, cabe preguntarse el porqué de ese dominio incontestable, y al punto las razones se arraciman como granos de uva. Las calles son suyas, dicen y no mienten, sin pagarle regalía de autor a Fraga, de cuando el difunto lo proclamaba demanera pinturera, pero discutible. La sensación de impunidad es total y absoluta. Cuando das un golpe de Estado, es decir, cuando pretendes subvertir el orden legal, avenido éste al de otros regímenes formalmente democráticos y como tal percibido en el concierto de las naciones, mediante la desobediencia, la utilización de masas teledirigidas, obviando los mecanismos establecidos para propiciar ese pretendido cambio, y lo haces paralizando el normal funcionamiento de las instituciones y de la sociedad en su conjunto, y por todo ello te indultan y amnistían, se premia, y estimula, el recurso al radicalismo y a la violencia. Se le da cuerda y se sienta precedente para que esos funestos episodios se repitan.

 “He quemado contenedores, he cortado el tráfico usando a alumnos de primaria… le he arrojado vallas, ladrillos y cócteles molotov a la Policía y he participado en el asalto a instalaciones aeroportuarias… y aquí me tienes, tan pichi”. Y los inductores de la asonada, huidos o fugazmente en prisión, de donde salieron con sobrepeso. Hoy, salvo muy contadas inhabilitaciones temporales, muchos continúan en sus cargos, diciendo lo mismo que durante la esperpéntica función, sin mostrar pizca de arrepentimiento, dando y quitando mayorías parlamentarias, convertidos en actores preferentes y reverenciados de la actualidad política a escala nacional, e inmersos en negociaciones de mucho fuste como si fueran grandes estadistas. La violencia sale gratis, más aun, se remunera, pues gracias a haberla ejercicio, se infla su protagonismo y obtienen prebendas, lo mismo los afines a ETA, que los golpistas catalanes… victorias con las que jamás habrían soñado de observar y respetar la legalidad.

Cuando el nacionalismo tiene mando en plaza, durante las sucesivas fases de la llamada construcción nacional (de Pujol a Montilla, ambos inclusive) y de la desconexión (Artur Mas), previas al desafío rupturista, le basta y sobra con formular coacciones legislativas y trasladar presión a la disidencia mediante sus terminales mediáticas, profesionales y vecinales, para configurar un ambiente social hegemónico, opresivo, asfixiante. Sin necesidad de recurrir al asesinato, conformándose con un terrorismo autóctono poco operativo. Cuando el tablero salta por los aires, esas cautelas sobran y entonces se admiten, disculpan (y ahora indultan) las agresiones. Y una vez que te acostumbras a sacudir al personal, es muy difícil dar marcha atrás.

Para tener una agresión con todas las de la ley, además del agresor, necesitamos un agredido. Y ese factor, “¿A quién se le atiza?”, es tan importante como el anterior, “¿Quién atiza?”. Pues si el asunto es más o menos grave dependiendo de la autoría, lo mismo cabe decir dependiendo de la víctima. Sacudirle a un niño de teta o a una ancianita, son crímenes abominables. Pero en Cataluña darle para el pelo a alguien en la órbita del llamado “constitucionalismo”, no lo es, y apenas tiene sanción social. Lo mismo da que sea a unas chicas de la Plataforma por la Selección Española, que a los estudiantes de S’ha Acabat. “Es que van provocando”, como se decía antaño de las jovencitas en minifalda. Una víctima previamente deshumanizada (“algo habrá hecho”, “es un nyordo”, “un facha”) es menos víctima y los daños a ella causados son más soportables y no suponen una discordancia traumática para la opinión pública dominante. Hete aquí, pues, el binomio perfecto: agresores “indultables” y agredidos perfectamente «ahostiables». Y aquí paz y después gloria.    

En el ámbito de las agresiones sexuales, los fachas clásicos tampoco tenemos opciones de medalla. Nuestro desempeño en la materia es una birria. Pareciera que nos apuntábamos a favor el ataque a un jovenzuelo al que esculpieron a navaja una esvástica en el trasero, pero fue una denuncia falsa, el famoso “bulo del culo”. Cierto que a nuestro palmarés asignaron la violación “manadista” de Pamplona, la única que ha generado protestas multitudinarias, habiéndose producido otras violaciones grupales más violentas, pero el fenotipo al que obedecen los autores de éstas dificulta la denuncia pública del crimen, por aquello de no “estigmatizar” a determinados colectivos.

Quiere decirse que los fachas flojeamos en esta disciplina delictiva y que, a lo sumo, hemos de conformarnos con un rendimiento mediocre, de perfil bajo, anclados en el machiruleo casposo de las películas de Pajares y Esteso. Somos acaso “euromachistas”, que no “ariomachistas”, no confundamos, de poco atizar a las señoras, cuando menos nunca antes del desayuno, hasta que uno se sacude el sueño de encima y sabe al fin por dónde navega. Así lo manifestó un observatorio dependiente del gobierno regional (repito, dependiente del gobierno regional) para los años 2022 y 2023 difundido recientemente por Dolça Catalunya. Algo más del 90% de las agresiones sexuales denunciadas en Cataluña durante ese período fue obra de extranjeros, suponiendo éstos algo menos del 17% de la población. Y en su mayoría procedentes del norte de África. Vamos, los “moros” de toda la vida, dicho sin afán despectivo, por tratarse de los antiguos “mauros” (moros) o naturales de la Mauritania Tingitana. Con todo, nuestros violadores de importación están a años luz de igualar los registros estratosféricos de los miles de agresiones a menores tuteladas perpetradas en Reino Unido por “violetas” paquistaníes, silenciadas de común acuerdo entre las autoridades y la prensa, como sucediera años atrás en Alemania con los “refugees”, casi un millón de una tacada, por obra y gracia de la canciller Ángela Merkel.

(*) Con relación a las denuncias falsas en delitos sexuales, la estadística voceada por el sanchismo (y más cocinada que una encuesta de Tezanos), 0’00017% del total, nos lleva a pensar que la única que lo es (falsa), es la interpuesta por la actriz Elisa Mouliaá contra Íñigo Errejón. En efecto, aduce el interfecto que la acusación de la dama ultrajada es, acabáramos, falsa. Luego, la suya es la que da forma aritmética a ese 0’00017%.       

(**) Que no digo yo que no contrajera algún mérito en mis años mozos para que me lo llamaran

Aquí, quemando unos contenedores en la Meridiana ante la pasividad de los Md’E. Luego sacudiremos a los chicos de S’ha Acabat y jornada redonda. Y unas birras con los colegas

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