Berga: «Puta España y mierda para todos los hijos de puta que la defienden»

Nuestro tractor recala hoy en Berga, capital de comarca al norte de la provincia de Barcelona. Berga es poco menos que el Shangri-La pre-pirenaico del separatismo. En las elecciones municipales de mayo la fuerza más votada fue CUP (Candidatures d’Unitat Popular), un partido de extrema izquierda que simpatiza con la mal llamada “lucha armada”. Entendámonos, con el recurso al atentado terrorista como activo político. No en vano, uno de sus dirigentes más destacados, David Fernández, alcanzó cierta notoriedad años atrás por haber sido el chófer particular del etarra Arnaldo Otegui durante las visitas de éste a Cataluña. Y por blandir una sandalia sudada ante Rodrigo Rato en una comisión de investigación para la galería, completamente inútil, en el parlamento regional.

Cabe decir que en esa Cataluña nuestra agropecuaria y esencialista, Berga es el falso contrapunto de Ripoll (provincia de Gerona, aunque algún pillastre dirá que de “Figueras”, también en la misma provincia), donde la alcaldía se la quedó otra candidatura separatista de reciente fundación, AC (Aliança Catalana), de extrema derecha (escisión del FNC: «Front Nacional de Catalunya», avatar contemporáneo del antiguo y fascistoide «Estat Català» del chiflado Maciá, «l’ Avi»). Pareciera que en Berga son muy “progresistas” (todo lo progresista que puede ser el nacionalismo violento de CUP) y en Ripoll muy “conservadores”. Nada de eso, porque entre unos vecinos y otros no hay apenas diferencias. Obedecen al mismo patrón sociológico, sólo que en ambas localidades el marcador identitario, que es el fundamental por aquellas latitudes, lo encarnan coyunturalmente formaciones distintas. De ahí que ni una ni otra sean contrapunto de la contraria. En las pasadas generales, el bloque separatista compuesto por JxCAT, ERC y CUP (la lista AC no compareció en esos comicios) obtuvo resultados similares, un 41’2% en Berga y un 38’4% en Ripoll (*). El PSC se llevó el gato al agua con un 27’8% y un 34’6% respectivamente, pues la figura de Pedro Sánchez suscita moderada aceptación entre los separatistas más pragmáticos que ven en la ausencia total de valores del candidato, en su acomplejamiento ante los nacionalismos periféricos y en la debilidad de una hipotética reedición de su calamitoso gobierno, una oportunidad inmejorable para la consecución de sus objetivos.

Asimismo, no es baladí señalar que una parte del electorado de CUP, por lo que hace al área metropolitana de Barcelona, donde no obtiene sus mejores resultados, a decir verdad, se recluta entre catalanes que tienen el español como lengua familiar, pues aducen los tales que dicha formación no es nacionalista en sentido estricto. Muy al contrario, prima en ellos su carácter ultraizquierdista y revolucionario, y además se trataría, en su percepción, de un partido internacionalista afín a la causa palestina, a los narco-estados bolivarianos y al régimen castrista. Cada cual tiene sus propias percepciones y no siempre es necesario masticar peyote para que sean del todo disparatadas.

En Berga, otrora villa de la barretina calada hasta las cejas y del trabuco naranjero, reciben al forastero murales de inspiración tremendista: puños cerrados y crispados, y llamamientos al combate con un fondo de banderas estrelladas… la epifanía martirial de la sangre. Ese arte urbano de (mal) gusto borroka que pretende trasladar al observador a las calles de Belfast durante la época de los “troubles”, sólo que en Berga uno de los bandos, el lealista pongamos por caso, no tiene traslación pictórica.

Y a esa suerte de cartelería/ iconografía panfletaria se ha apuntado el ayuntamiento de la villa con motivo de la instrucción dictada por la Junta Electoral de Zona para que el consistorio retire, por contravenir la neutralidad exigible en procesos electorales, la placa oficial que da fe de la adhesión de Berga a la independencia de Cataluña. Sólo que ha sorprendido, y de qué manera, el tono empleado por los munícipes en su airada reacción, ayuno de eso que algunos comentaristas, en particular los más bizcochables, llamaban el “tarannà” catalán (el talante), una fórmula que ha caído en desuso habida cuenta del radicalismo golpista y anti-democrático en que vive enrocado nuestro aborigenismo montaraz desde hace más de una década. En efecto, bajo un letrero municipal que informa del mercadillo semanal en sábado, otro glosa la maldad intrínseca de los agentes “imperialistas” de la Junta Electoral de marras y concluye de manera intempestiva y grandilocuente: Puta España y mierda para los hijos de puta que la defienden (en el original en catalán). Tal cual, letra a letra, sin omitir nada. Una pieza museística del brioso odio a España cultivado con esmero en nuestras comarcas de interior.

Berga ya nada tiene que ver con aquel legendario bastión de la carlistada que asistió en la ficción, junto a Morella, a las andanzas de Onofre de Dip, el vampiro condenado a expiar sus culpas por toda la eternidad en “Las historias naturales” de Juan Perucho, una novela deliciosa. En la misma medida que en la actual Gerona es irreconocible la ciudad sitiada por las tropas napoleónicas, imbuida de ardoroso patriotismo, en uno de los más vibrantes episodios nacionales de Pérez Galdós. Nostalgia de una Cataluña que fue y ya no es.

Los alrededores de Berga, al llegar el otoño (frondosas arboledas en las que la naturaleza vuelca su variada paleta de colores), se llenan de buscadores de setas: cesta de mimbre para que los hongos respiren, cachava y navaja de bolsillo. El níscalo es el trofeo más codiciado. Batallones enteros de recolectores de apariencia inofensiva huroneando entre brazadas de musgo y pinaza. Tras la caminata, nada como reponer fuerzas echando un trago al porrón y dando buena cuenta de una cumplida ración de “botifarra amb mongetes (aliñadas con aceite de oliva o vinagre, al gusto de cada cual)”. Pero, hete aquí, cuando se acogen a sagrado en sus casas, se opera la transformación y los forasteros, según sea su procedencia, ya no son bienvenidos. Nos remitimos al cartel que cierra esta tractorada. Cierto que Berga ha crecido mucho y mal y, fuera del centro histórico por donde discurre la famosa comparsa de la “Patum”, allá por el Corpus, no reúne atractivo suficiente para integrar la red de “Pueblos más bonitos de España”. Si los tuviera, apuesto sobre seguro si digo que el pleno municipal no acordaría presentarse a tan selecto club.

En un país normal, el ayuntamiento en cuestión sería intervenido inmediatamente por un Tribunal de Justicia a instancia de una Fiscalía mínimamente seria. Ya no sólo es puta España, a guisa de desahogo retórico, también lo son quienes la defienden, es decir, personas concretas, con nombres y apellidos y que, una vez identificadas, podrían componer los fatídicos asientos de una lista… negra, claro. En Berga se ha obrado el milagro, el equilibrio perfecto entre el mundo de la forma y el mundo de la idea: maneras sucias para sucias ideas. La más genuina definición y demostración de a qué nos referimos cuando hablamos del nacionalismo catalán… ése que siempre han cortejado lacayunamente los partidos mayoritarios para investir gobiernos.

(*) Si incluimos Sumar en el bloque separatista, hablaríamos de un 50’1% en Berga y de un 47’3% en Ripoll.

https://www.larazon.es/cataluna/bienvenida-visitantes-feudo-independentista-cup-berga-barcelona-puta-espana-mierda-todos-hijos-puta-que-defienden_2023072364bce01af7868800015febf7.html

Hola, caracola… soy el águila coronada de la “patum” de Berga. ¿Que dicen que Rubiales, el del pico, es un patán? Eso es que no conocen a mi alcalde y a su alegre troupe

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