Dos tontos muy tontos

También los tontos hacen carrera. ¡Sí, se puede! Y los hay que se forran que es un contento. Quien no lo crea, ahí tiene a Jim Carrey y Jeff Daniels en “Dos tontos muy tontos” (Dumb & Dumber), película noventera de humor grueso dirigida por los hermanos Farrelly, los mismos de “Algo pasa con Mary” que contaba en su reparto con Ben Stiller, un cómico muy estimable, y Cameron Díaz, que luce en la cinta unas piernas quilométricas en aquella secuencia en la que estilosamente maneja un palo de golf.

Pero en esta tractorada le hacemos los honores a dos tontos auténticos y autóctonos, con dinero ambos, de ello presumen, pa’ asar una vaca, como decía la madre de uno de los trincones socialistas encausados por el escándalo de los ERE de Andalucía, un tal Juan Lanzas, si no recuerdo mal. Me refiero a un vasco y un catalán: Ibai Llanos y Gerard Piqué. El primero es algo así como yutuber e influencer, si de ese modo se transcriben ambos conceptos. Quiere decirse que el fulano larga sus melonadas a través de internet y un montón de adeptos aplauden y siguen sus consignas a rajatabla. Cuantos más seguidores tiene, más billetes se mete el andoba en el bolsillo. El mayor mérito del segundo es, sin duda, haber desposado a Shakira, la bellísima cantante colombiana, cuyo movimiento de caderas ha cautivado a millones de espectadores en todo el mundo.

Los tontos siempre sucumben (o sucumbimos, por ser más inclusivo) a la tentación de opinar sobre casi cualquier cosa, estén o no documentados, y por esa razón se les acaba pillando. Son incapaces de poner en práctica aquel sabio y antiguo consejo, “en boca cerrada no entran moscas”, aunque sólo sea por mejor disimular su estupidez. Y, claro es, enseñan la patita o se les ve el plumero, que lo mismo da. Pues van ambos y salen a dúo a defender las “bondades” sin cuento de esa boñiga infecta y liberticida que es la inmersión obligatoria en lengua co-oficial. Y Llanos, el bilbaíno, afecto a las bilbainadas, dice que no hay problema lingüístico en Cataluña.

El interfecto ha vivido, por lo que dice, unos 10 años entre nosotros y “jamás tuvo problemas por hablar en castellano” (entendiendo que se refiere al español). Y vuelve la burra al trigo. Es esa capacidad escapista que tienen los tontos muy tontos para hablar de melones, su fruta favorita, cuando les hablas de sandías. Que no, que no se trata de tener problemas en la calle por hablar en francés, urdu o burmeso. Si no de escolarizar a los niños en la lengua oficial que a bien tengan elegir los padres. No es tan difícil de entender, siquiera para un tonto muy tonto. Que a nadie le ocupan los problemas que Ibai Llanos tenga o no en la puta calle por rascarse el trasero o por hablar en español o en uro-finés. Que no es eso. Lo “diremos” en negrita para que el interfecto lo vea mejor: que no es eso, pedazo de atún.

 Y aliñan la ensalada con todas las manidas ideas-fuerza de la ya conocida cantinela: que el español no está en peligro. Y cómo lo iba a estar si es una de las principales lenguas que en el mundo son. O que en las escuelas catalanas se aprende el español… claro que de esa manera y estrictamente durante las horas consignadas a la asignatura, dos por semana, y si es que se imparte en español, pues se sabe, por cientos de testimonios, que a menudo se da en catalán. Sólo les faltó añadir que, además, se habla libremente el español en las discotecas, por vía telefónica cuando se hace un pedido a Tele-Pizza, en los bares de alterne y cuando los jovenzuelos más revoltosos acuden a su camello de confianza para pillar marihuana, pastillas de colorines u otras sustancias estupefacientes. 

En efecto, no hay problema alguno con la lengua en la calle, pero otra cosa muy distinta es en las escuelas, sobre todo en las públicas, en los comercios (pues multan a sus propietarios si no los rotulan siguiendo las pautas lingüísticas establecidas por el gobierno regional) o en las relaciones del ciudadano con la administración local. Y se deduce de todo ello, tirando por elevación, que tampoco hay violaciones, arrea, pues Ibai Llanos, que sepamos, no fue violado en la calle mientras tuvimos el incomparable privilegio de disfrutar de su vecindad. Por la misma regla de tres, si él no tuvo semejante problema, manteniendo intacta la vía rectal, está claro que el problema no existe y que eso de las violaciones son intoxicaciones interesadas de gentes sin escrúpulos interesadas en malmeter.

El bueno de Ibai confiesa días después que padece una gravísima dolencia óptica, una ceguera parcial del 70% en uno de sus ojos. Esa patología, lo aclaro en este punto, nada tiene que ver con la percepción alterada de la realidad del afamado “influencer” (o sea, del “influyente”). Tampoco es, necesariamente, cosa de la ingesta desmesurada de narcóticos. La explicación es más sencilla, sucede que Ibai Llanos (y también Gerard Piqué), con relación a este desparrame lingüístico-localista que arrastramos en España y que impide que nuestro país sea una democracia plena, desbarra y dice bobadas propias de un tontaco eminente.

Burla burlando, y por simetría, Piqué habría podido complementar esas declaraciones afirmando campanudamente que en Bilbao no hay problemas por hablar en español. Lo que es rigurosamente cierto. En efecto, el vascuence que se habla en Bilbao (y en las gradas de San Mamés) es fácilmente comprensible, pues es tan parecido al español que… es español en realidad. Y un servidor ha tenido ocasión de comprobarlo in situ. En Bilbao es imposible que “se pierda el vascuence”, que es uno de los argumentos utilizados (lo mismo con el catalán que con el gallego) por todos los partidarios de la coacción “inmersionista” en lenguas co-oficiales. Y es imposible, digo, porque no se puede perder lo que jamás se tuvo. Desde que se fundó Bilbao en el año 1300 por el Adelantado Mayor de Castilla y Señor de Vizcaya, Diego López de Haro, en la villa siempre se habló en castellano (hoy español). Y se mantiene la costumbre.

Durante un par de días que anduve por la ciudad, al margen de los “estesmicasco (eskerrik asko)” y los “abur” de rigor que te largan los camareros cuando has abonado la consumición, sólo me topé con una abuelita que llevaba a su nieto en brazos y al que decía monerías, supongo, en vascuence. Y ni una palabra más, y me crucé con miles de personas por las calles, las Siete de la parte vieja, del teatro Arriaga en adelante, y por las anchurosas avenidas del Ensanche (López de Haro, plaza de Moyúa y Elcano -escrito correctamente, con «c» entre la ele y la a, y no como en Barcelona, donde en la placa figura en su lugar la letra k, «k» de «tontakos»-).

Piqué, en su tontícula comparecencia “inmersionista” junto a Llanos aspira a hacerse perdonar por su gente aquellas declaraciones de unas semanas atrás alabando el dinamismo económico y el respirable aire a libertad imperantes en Madrid. Que cualquiera que tenga ojos en la cara comprobará de primera mano si se da un garbeo por la corte y villa. Como hice yo durante el pasado puente de la Purísima, donde viví las navidades con tres semanas de antelación, de animadísima que estaba. Nuestros particularistas cejijuntos se rasgaron las vestiduras por lo que consideraron una traición. “Este Piqué “ayusófilo” y felón”, lloraban desconsoladamente, “no es ese Pique nuestro que se hacía selfis sonriente con su hijo a cuestas en aquellas nutridas manifestaciones separatistas convocadas tiempo ha”. Defender la inmersión, Piqué lo sabe, es un valor seguro que te reconcilia con lo más granado del aldeanismo palurdo.

Y la guinda del pastel: no hay dos sin tres. Y al duunvirato se une, mirada altiva, sereno continente, el gran intérprete melódico Sergio Dalma. Bailar pegados, es bailar, igual que baila el mar. El catalán es el idioma que se perdería en caso de derogarse esa castaña pilonga de la inmersión obligatoria en la escuela pública. Es lo que sostiene el “Claudio Baglioni” de la populosa y lanera villa de Sabadell. Quiere decirse que, para el cantante, la lengua española está fenomenal para sus canciones, discos y conciertos. En definitiva, para ganarse la vida muy dignamente, con gran éxito de crítica y público, pero, mira tú por dónde, no para la escuela. Ahí no pinta nada. Y que, para que no se “pierda” el catalán, difícil de creer con los millones que llevamos invertidos en la materia, en sus carnes se han de joder aquellos padres que pretenden escolarizar a sus hijos en español. Si es que son unos indeseables, vaya ocurrencia… ¡Escolarizar a sus criaturas en esa lengua infecta!… Poco castigo sería quitarles la patria potestad a esos salvajes, tal y como propuso la finada Muriel Casals (“Òdium Cultural”). Que el Señor la tenga en su gloria.

Esa milonga infumable le saldrá gratis a Sergio Dalma. Comoquiera que este tipo de declaraciones jamás trasciende las coordenadas locales, en el resto de España, a) no se enterarán y b), de enterarse, a la mayoría le importaría un bledo, pues nuestra conciencia nacional está bajo cero. De modo que cerrará bolos tan ricamente lo mismo en Cartagena que en Linares. Y, al mismo tiempo, hay radica la oportunidad de su estrategia comercial, se garantizará actuaciones en no pocas localidades catalanas, aunque en su repertorio domine la lengua española… “sí, es cierto, canta en la lengua del opresor, pero está a favor de la inmersión obligatoria en la escuela… ergo… es de los nuestros”. Bailar forrados es bailar/ cantando en español…

Ibai Llanos y Gerard Piqué protagonizarán, corregida y aumentada, la tonticomedia Dos tontos muy tontos. “Es el papel de nuestras vidas, lo vamos a clavar”, manifestaron ante los medios entre muecas y cuchufletas. La banda sonora correrá a cargo de Sergio Dalma: Ballar plegats és ballar

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