Luis Tosar

Si el gran actor Luis Tosar hubiera nacido en el País Vasco habría militado en ETA. Eso ha dicho en unas recientes declaraciones para promocionar la última película de Icíar Bollaín. Es claro, pues siendo gallego de cuna no habría pasado de “maketo”. Un “palurdo”, al decir de Sabino Arana, fundador del PNV. De modo que Tosar, por un capricho de la cigüeña, esa cigüeña trompetilla de los dibujos animados de cuando niños que equivocaba siempre las direcciones, se libró de meterle dos tiros en la nuca a Miguel Ángel Blanco, de padres gallegos… pues cuando se perpetró el atentado (año 1997), el etarra en potencia, el etarra putativo, por así decirlo, ya tenía edad suficiente para matar.

Con todo, hay que admitir que, a efectos de reclutamiento, ETA ha sido siempre más inclusiva que el Atlhetic Club de Bilbao. Cierto que el club residenciado en San Mamés ha ampliado horizontes combinando el ius sanguinis con el derecho de gentes y ha admitido a jugadores nacidos en las Vascongadas, Navarra, el país vasco-francés y zonas anexionables (La Rioja, la burgalesa Sierra de la Demanda o el condado de Treviño) de padres no vascos y a jugadores nacidos en cualquier rincón del planeta, lo mismo Manila que Maracaibo o Cáceres, pero con algún antepasado vasco… acaso por la bilbainada que dice que los bilbaínos nacen “donde les da la gana”.

Cabe recordar a Tosar que ser vasco y formar parte de ETA nunca ha sido obligatorio y que no necesariamente se da una fatalista relación de causa y efecto, nacimiento e ingreso, pues de ser así ETA habría contado con más de dos millones y medio de voluntarios. No, no todos los vascos han sido o son, por cojones, de ETA. En cambio, muchas de las víctimas de ETA han sido vascos que ni entendían ni vivían su condición de tales de la misma manera que sus verdugos. Queda establecido, pues, que por inclinación personal (estructura de personalidad, opiniones formadas y afinidad), Tosar antes se identifica, “empatiza” se dice ahora, con los terroristas, los vascos (o asimilados) que mataban generalmente por la espalda, que con los vascos que morían. Tosar se ve más en el papel vital de los tipos que dispararon a bocajarro contra Miguel Ángel Blanco, que en el del concejal maniatado con alambres.

Si a Tosar le pone “palote” dar ráfagas de metralleta, detonar bombas o descerrajar tiros en la nuca a personas indefensas, pero de verdad de la buena, derramando sangre y caspicias de cerebro, y no como en las pelis que protagoniza donde todo son chorretones de “kétchup”, habría podido, siendo gallego, enrolarse (candidato electoral que fue del BNG, pronúnciese be-ene-gé) en un comando del terrorismo autóctono (Exercito Guerrilleiro do Povo Galego Ceibe… los célticos gudaris que dinamitaron la casa de recreo de Fraga en Perbes) por mejor defender el brumoso reino del mitológico Breogán. Con un tiarrón como él en la organización, las cosas habrían funcionado mejor.

A lo que vamos. Hacer posturitas delante de un espejo empuñando a dos manos una pistola, marcando los tiempos, amartillo y disparo en plan machote, y decir “bang, bang”, dando el perfil más fotogénico, o retratarse con un pasamontañas y un AK-47 al hombro, a imagen y semejanza de los CDR catalibanes que finalmente serán juzgados por terrorismo, no es lo mismo que participar en un combate real contra un ejército armado, en igualdad de condiciones, y que dispara balas y lanza morterazos contra tu posición. Es mucho más fácil acercarse sigilosamente a un tipo que está tomando un café en una terraza mientras lee la prensa y reventarle la cabeza de un tiro y poner pies en polvorosa.

Si se trata de retribuirse espiritualmente (el romanticismo de la causa juramentada, el acicate de la clandestinidad, “sincronicemos nuestros relojes”, “vía de escape”, “piso franco”) a través de la muerte, la ajena, claro, matar es mucho menos arriesgado para quien practica el terrorismo. Aunque nadie te garantiza que no tengas un encuentro fortuito con las fuerzas del orden enemigas, pongamos por caso, y que se líe una buena ensalada de tiros y resultes herido o muerto (en este segundo caso recibirás un homenaje póstumo, muy emotivo, en tu pueblo, incluido el réquiem del párroco, cosa segura si naciste en Lemona), pero, por lo común, tus objetivos son civiles desarmados que poco o nada podrán hacer ante la prevalencia de las armas de fuego o de los bombazos detonados con mando a distancia.

 Quizá Tosar, de haber nacido en Belfast, habría pertenecido al IRA, si la cigüeña hubiera depositado el paquete natalicio en Falls Road, o acaso a los lealistas del UVF de parar en Shankill Road, unas calles más allá. Y, visto lo dicho por el gran actor, no se habría conformado con pintar murales patrióticos. Para Tosar, la marcha del universo le llevaría a cualquiera en este mundo nuestro a militar en una organización propiciadora de terror y de muerte. De nacer en la Alemania de entreguerras, uno antes se lo imagina en su edad adulta enfundado en el uniforme de las SS, casco de acero y botas de caña alta, que compartiendo estrechez en un vagón de ganado repleto de judíos deportados a Treblinka o Auchswitz (no “mola” nada verse enlatado como un filete de anchoa junto a docenas de personas en un espacio chiquitujo sin ventilación y donde algunos mueren de sed a tu lado, y permanecen de pie, involuntariamente sujetados por los vivos… no tiene épica). En la Unión Soviética, NKVD, GPU o KGB sucesivamente, habrían ganado con su voluntarioso concurso a un eficaz agente desmochador de orejas en los sótanos de la Lubianka.

 De haber ingresado en ETA, Tosar habría tenido el honor inmenso de participar en importantes y “heroicos” hechos de armas como el atentado contra la casa-cuartel de la Guardia Civil de Vich, el achicharramiento de personas en el aparcamiento subterráneo de Hipercor en Barcelona o la balacera en la madrugada sevillana que acabó con el matrimonio Jiménez-Becerril. O en el arrasamiento de la Casa del Pueblo de Portugalete, donde murieron churruscados cuatro militantes socialistas… pues hubo un tiempo en que los afiliados al PSE, y al PSN, eran “objetivo militar”, esa era la terminología utilizada por los etarras. Quién lo diría atendiendo a la trayectoria de compañeros de los asesinados (Enrique Casas o Joseba Pagaza) como Pachi López, Jesús Eguiguren, Odón Elorza, Idoia Mendía, María Chivite  e incluso Eduardo Madina (también víctima) en su etapa “estocolmista”.

Por dar una pincelada de paisanaje malogrado, pues naciendo en el País Vasco, Tosar no sería gallego, encajaría el interfecto a las mil maravillas en el dantesco cuadro escénico ejecutado por Tomasón (Pérez Revilla) y sus compañeros de “talde” (“el Ruso”, “Pruden” y Basacarte), en el caserío francés, alrededores de Bidart, del siniestro y resbaladizo Telesforo Monzón, uno de los fundadores de HB. Esos fenómenos, el largo río de la vida les condujo a ello inexorablemente, les sacaron los ojos con un destornillador a los tres chicos gallegos (Humberto Fouz, Jorge Juan García y Fernando Quiroga) confundidos con polis de incógnito en el sur de Francia (aterrador episodio novelado por Adolfo García Ortega en “Una tumba en el aire”), cuando pasaron la frontera para asistir en San Juan de Luz a una proyección de “El último tango en París”. Siempre podrá replicar el bueno de Tosar que la culpa fue de Franco, pues de no haber prohibido el régimen esa peli en España, los chicos no habrían acabado hechos una piltrafa de carne picada y sanguinolenta.

En su última película, “Maixabel”, el gran actor Luis Tosar (y a fe mía que lo es, para muestra un botón: su estupenda actuación en “Intemperie”, un estimable “western” nativo ambientado en la mísera y desértica Almería de la pos-guerra) encarna a un terrorista, Echezarreta, integrante del comando Buruntza, que asesinó de dos tiros al que fuera Gobernador Civil de Guipúzcoa, el socialista Juan María Jáuregui. El terrorista abandonó la banda acogiéndose a la llamada “Vía Nanclares”. La viuda, Maixabel Lasa, accede a entrevistarse con él y le perdona.

Esa es la “bienintencionada” pauta que marca la cinta: reencontrarse y perdonar. De modo que, da lo mismo que queden más de 300 asesinatos por resolver, que ETA jamás haya pedido perdón ni colaborado en solucionar esos casos de incógnita autoría, que las gentes envilecidas de Mondragón reciban a Henri Parot entre evohés de alegría y con una festiva marcha de 31 kilómetros (uno por año de cárcel cumplido) y que, en absoluto, se arrepiente de haber participado en el asesinato de más de 30 personas. La función ejemplarizante y docente de la peli, consonante a estos tiempos políticos de un fulgurante y tóxico relativismo (con Bildu como socio preferente del gobierno de España), es que las víctimas perdonen sí o sí para pasar página de una puta vez y caminar una nueva etapa cogiditos de la mano, en buena armonía. Y si no lo hacen es porque son unos rencorosos, empecinados siervos del odio, una gente triste, huraña y de alma oscura y negra. Gente que, por decirlo llanamente, casi se merece lo que le pasó: las roñosas y lloriqueantes víctimas de ETA.

No sabe uno… acaso con el tiempo nos echarán una peli, por ejemplo, de la víctima de la “manada” de Pamplona perdonando a toda la camarilla y preparándoles entre fogones un humeante y rico “marmitako”. La cuestión es que los crímenes de ETA, eso se insinúa, han “prescrito” moralmente. Los de la Guerra Civil, exclusivamente los cometidos por el bando vencedor, no, por muy anteriores que sean a los que pudo perpetrar Luis Tosar de haber nacido en Eibar. A falta de nacer en la villa armera (siempre tendrá una segunda oportunidad si cree en el misterio de la reencarnación), Tosar da forma a su “compromiso” ingresando en los CINNE, los autodenominados Comandos Ideológicos de Negacionistas de la Nación Española, donde coincide con numerosas almas gemelas siempre prontas a renegar de España o ensuciar su nombre… aun recibiendo generosas subvenciones para rodar sus pelis y los suculentos canapés de los vistosos y festivos certámenes (alfombra roja y flashes por doquier) que celebra el gremio a cargo del contribuyente.     

«De haber nacido en Kabul, me habría apuntado a los talibanes… y me habría puesto morao degollando infieles y azotando a esas rameras que no quiere llevar el burka. La cuestión es liarse a tiros y no estarse quieto». Fuentes dignas de toda credibilidad nos advierten que Tosar jamás ha realizado la entrecomillada declaración.

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