«Rusia es culpable»

Esta tractorada fue redactada unos meses atrás. No hubo entonces ocasión de “colocarla”, pero su momento ha llegado. Ya se habló de la injerencia rusa (o “putinesca”) en el latoso “proceso” con motivo de la operación Vóloh contra el entramado comisionista-empresarial del separatismo golpista (el siniestro Xavier Vendrell & cia), pero las informaciones publicadas recientemente en “The New York Times” confieren renovada actualidad al asunto. Más detalles escabrosos para una auténtica y esperpéntica astracanada que merecerá “tractoradas” futuras. La realidad supera la ficción.

Hay que admitirlo: los nacionalistas llevan las de ganar por la sencilla razón de que tienen el estómago blindado por una aleación formidable, indestructible, y se tragan todo, cualquier cosa que les echen, por corrosiva que sea… y la metabolizan. Les dijeron que el paro en una Cataluña independiente se reduciría a la mitad en menos de un año. También lo haría el cáncer en una significativa proporción. Que Cataluña ingresaría de inmediato en la UE y en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y estas chamuchinas y majaderías las repetían, sobre todo en aquella fase inicial de “la revolución de las sonrisas”, con los ojos entelados por la emoción, lágrimas apenas contenidas y fe ciega no pocos de los invitados habituales a las tertulias de TV3, de Catalunya Ràdio y RAC-1. Tienen unas tragaderas que ni la boca del Metro. Y ahí siguen. Les largan unas trolas mastodónticas y se las zampan con glotonería, cebados a embudo, como alimentan a gansos sin descanso para hipertrofiar su hígado y elaborar el exquisito foie. Y, claro es, el coronavirus no habría llegado aquí, pues la UME, Unidad Militar Extranjera, no lo habría propagado a manguerazos por el aeropuerto de El Prat (como denunció el actor Petri-Tomàtic, Club Súper 3) y se habría detenido allende nuestras fronteras.

Cae en el enlabio lo mismo el menestral con estudios medios y oficio adquirido por tradición familiar, que el licenciado universitario que ejerce una profesión liberal. En el día a día demuestran muchos de ellos sentido común y al hablar te parecen personas cabales, sensatas y aptas para la vida cotidiana. Todos tenemos un pariente, amigo o vecino de esa condición, pero cuando entra en danza la malhadada monserga “procesual”, esas mismas personas se obcecan y dan cancha a todo tipo de conjeturas y animaladas. ¿Por qué se produce ese sorprendente cambio de registro? ¿Por qué la cordura demostrada tórnase en un periquete un ejercicio de voluntarismo fanatizado e inmotivado racionalmente? ¿Por qué se produce esa falla, esa diaclasa tan llamativa en sus procesos cognitivos? Ésa es una de las claves de la fascinación cuasi hipnótica que ejerce el nacionalismo identitario sobre muchos individuos.

Tras la detención de los pretorianos de Puigdemont en la sombra y de su entorno empresarial, y oídas algunas de las declaraciones que se filtraron a la prensa, a uno se le eriza el vello. Al rescate de la banda, cómo no, solícita acudió la domesticada Fiscalía que, al no solicitar medidas cautelares, facilitó que esa caterva de hampones (Madí, Vendrell, etc), comisionistas desvergonzados y trincones de la peor especie, y a pesar de la gravedad de los hechos investigados, salieran a la calle sin fianza. Como si, atendiendo al pelaje de la ganadería, no existiera riesgo de fuga. A eso llaman fiscales de la catadura de Conde-Pumpido “mancharse las togas con el polvo del camino”.

El nombre de la operación, Vóloh, que es, dicen, una deidad del panteón eslavo, generó cierta confusión, pues en la prensa catalana apareció como Vóljov, por la batalla habida a orillas del río de la cuenca báltico-rusa en la que participó muy activamente la División Azul. “Orillas del Voljov”, de Fernando Vadillo, es una de las memorias literarias mejor consideradas, junto con “Cuadernos de Rusia” de Dionisio Ridruejo (fuego graneado de morteros en Krasny Bor), del paso de los divisionarios por el Frente Oriental.

Uno de los ejes vertebradores del operativo separatista es Xavier Vendrell, dirigente del MDT (Moviment de Defensa de la Terra), y, por ósmosis entre ambas organizaciones, terrorista enrolado en Terra Lliure, especializado en la colocación de artefactos explosivos. Llegó a ser ministrín de Gobernación con carné de ERC, por espacio de tres semanas, en el gobierno tripartito, es decir, con los Mossos d’Esquadra, chúpate ésa, bajo su mando. He dicho “eje vertebrador”, expresión aquí desafortunada por rimbombante, cuando lo suyo habría sido decir “cabeza visible”, pues no en vano la naturaleza ha dotado al interfecto de un perímetro craneal considerable y de una volumétrica cubicación de aúpa, suficiente para alojar en su interior una máquina registradora enorme y operativa las veinticuatro horas del día. Con la educación especial, Fundación El Brot, y la gestión de las residencias geriátricas durante la inusitada mortandad de la pandemia ha hecho caja ese fulano despreciable.

Nos dicen que el zar de la Santa Madre Rusia, Putin, ofreció al fugado de Waterloo hacerse cargo de la deuda catalana con el fisco español (lo que sorprende a cualquiera, pues se supone que era al revés, que era la España extractora la que estaba en deuda con Cataluña, a razón de 16.000 millones de euros anuales en concepto de desequilibrio entre balanzas, cantidad disparatada y más falsa que un duro sevillano). Eso, y, arrea, la nadería de un cuerpo expedicionario de 10.000 hombres armados hasta los dientes, los temibles spetsnaz, o sea, la réplica rusa de los navy seals americanos. Estos “10.000 hijos de Putin”, que no es San Luis precisamente, como atinadamente los bautizó Antonio Robles, son el reverso kármico, “todo te vuelve”, de los divisionarios que marcharon a la helada y lejana Moscovia alentados por la sentencia lapidaria de Serrano Suñer: “Rusia es culpable”. De modo que la transitiva culpabilidad regresa a España. Es el mecanismo del bumerán. La cosa acabó en nada. Se deduce de una conversación entre dos de los detenidos que a Puigdemont le entraron temblores de agonía y que, textualmente, se hizo popó en las “calces” (braguitas).

Y es que estamos en un circo de cinco pistas: en unas edificantes grabaciones a Madí, cazan a Pili Rahola, el perejil de todas las salsas, quejándose de que ¡¡¡sale poco en TV3!!!… pero hay más en botica. Largan por la muy que es un contento y le hacen un traje a medida a todos sus cofrades: “Torra es tóxico” y tiene la sensibilidad de un botijo, Junqueras, acaso por su estancia en presidio, demasiado tiempo para pensar y la cabeza entra en ebullición… “está desequilibrado”. Artur Mas es un “cactus” y Bonvehí (PDECAT), uno que va en silla de ruedas es, directamente, “un subnormal”. ¿Quién da más?  

Pero lo que tiene el nacionalismo catalán es que no se para en barras y lo mismo le da Juana que su hermana. El Estado Mayor de Puigdemont haciendo las rusias, y cultivando el trato con Julian Assange para cerrar un operativo masivo de intoxicación informativa a cuenta de la supuesta brutalidad policial del 01-O (imágenes de cargas violentas en Pernambuco y en Tayikistán), que inmortalizarían Jaume Roures y Tatxo Benet en una serie TV de Mediapro a emitir en TV3. Pero hete aquí que se producen disturbios en Bielorrusia, estado satélite, y en una concentración ante la catedral, varias docenas de nativos de dicho país afincados en Barcelona salen al escenario y aparecen, entre las suyas, unas cuantas banderas separatistas. Se lanzan consignas contra el dictadorzuelo Lukashenko, fiel esbirro de Putin, nuestro Lord Protectormiau, porque el zar, alumno aventajado de Iván el terrible, no admite titubeos y no perdona la deslealtad, como buen director que fue en tiempos de la KGB. Hay una jerarquía, una escala de mando y una obediencia debida. No le gustan a Putin los aliados-fake que juegan a dos barajas. Y yo me tentaría las ropas antes de causarle el menor disgusto, que tarda poco en mandarte unos bombones rellenos de polonio o del agente nervioso que llaman “novichok” y cuyas virtudes ha tenido el opositor Alexei Navalny el discutible privilegio de ponderar.

Es sabido que si a Putin, que monta a caballo con el torso desnudo y cambia golpes en el cuadrilátero con osos de los Urales, le tocas los pelendengues, luego te pasan cosas muy raras aun con apariencia de accidente. Y te espeta, émulo de Stalin, aquello de “¿No estarás pensando en suicidarte?”… que le dijo Koba el Temible a Mijaíl Koltsov, uno de sus agentes plenipotenciarios en la Guerra Civil española y poco después definitivamente “purgado”. 

Me pregunto quién habría comandado esa fuerza expedicionaria, los 10.000 hijos de Putin, para expulsar a nuestros enemigos más allá del Ebro, vadeando el río en sentido contrario, 82 años después. Quiénes habrían sido nuestros mariscales Kutúzov (vencedor de Napoleón) o Zhúkov (que hizo lo propio con todos los von: Leeb, Bock, Rundstedt y Paulus, del generalato prusiano de la Wehrmacht). Un óptimo candidato sería Miquel Sellarés, por ejecutoria, o Albert Donaire, el agente más atrabiliario de los M’dE, toda vez que Trapero, restituido en su puesto, cosas veredes, se borra de la terna y en adelante se conformará con tocar la guitarra en las cuchipandas que organiza Pili Rahola en su casa de Cadaqués.

Pero esta verbena dará para más episodios, como esas muñequitas rusas que, ¡Sorpresa!, guardan otra más en su interior. Lo que es sabido es que el alma eslava es siempre un misterio insondable, incluso para los propios eslavos. Y si no que pregunten a Tolstoi o Dostoyevski. Otro día hablaremos de la luna. Que nadie descarte que sea ése el escenario de la definitiva proclamación de la independencia, pues gracias a la NASA catalana, más pronto que tarde, instalaremos una base allí, acaso en su cara oculta. Nasdrovia!  

Vladimir Putin en plena forma y a lomos de un oso de los Urales cabalga a su paso por el Montsech, cerca de Àger, para ser finalmente coronado zar de todas las Rusias y conde de Barcelona en la abadía de Montserrat por Xavier Novell, el obispo satánico de Solsona.

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