¿Quién fue Sabino Arana? Mi inolvidable experiencia en C’s

Recuerdo con afecto aquella etapa en la que, por cuota de INN (Iniciativa No Nacionalista) y con las facilidades que me dio Manuel Aguilella (el único e hiperactivo sindicalista del no nacionalismo en más de 20 años), pasé de las catacumbas de la clandestinidad a integrarme en el proyecto Ciudadanos. Fue una verbena divertidísima, un hervor de ilusiones, por lo que a mí respecta. Las reuniones sabatinas, previas, en el local de la Asociación por la Tolerancia donde cada quisque decía la suya, eran una maravilla. Yo me lo pasé pipa y me sentí protagonista. Era evidente: con Vidal Quadras defenestrado por Aznar y PSC encabezando un gobierno tripartito, primero Maragall y después el sonderkommando Montilla, y entregado lacayunamente al régimen nacionalista para continuar la senda desbrozada por el pujolismo, no quedaba más bemoles que saltar a la arena de la política partidista creando unas siglas. El experimento dio en llamarse Ciudadanos por decisión de los intelectuales firmantes del manifiesto del Taxidermista.

Cada quien y cada cual tenía su propio partido en el magín. Para mí, y para otros más, Ciudadanos comparecía en escena para competir con PSC desde el centro y escorado a la izquierda y de ese modo birlarle buena parte de ese electorado que en absoluto simpatiza con el nacionalismo, pero que es secuestrado en las urnas por sus dirigentes y entregado a las élites localistas. Recuérdese que durante la Transición, el PSOE, aún a pesar de su mayor tirón electoral, desmanteló su agrupación catalana para entregar sus votantes con lacito a los señoritos del PSC-Congrés (los Raventós, Obiols, Maragall, Serra, etc), es decir, a la fracción de la oligarquía catalanista que en el reparto de papeles se decantó a la izquierda para compartir el pastel con CiU, sus pares de la derecha. O sea, para que mandara quien mandara, todo quedara en familia o “estamento”.

Y el invento, años más tarde, estuvo a punto de cuajar… de convertirse en una opción, en una larva de posibilidad cuando Ciudadanos y UPyD parecían condenados a entenderse… pero cada cual (antipatías personales, competencia de egos, Rivera/ Rosa Díez) siguió su camino y, tras días de vino y rosas, incluso de notabilísimos éxitos electorales, ambas formaciones desaparecieron al fin (C’s está a punto de completar su proceso de extinción).   

Es definitivo: jamás el PSOE se refundará en Cataluña. Su acomplejamiento ante el nacionalismo (o sea, ante el PSC) es total. No puede desandar, salvo que medie una hecatombe, el camino andado. Felipe González: supeditación del PSOE al PSC en Cataluña, y ZapateroPedro Sánchez: supeditación del PSOE “nacional”, o mejor, “federal”, al PSC en toda España. En resumidas cuentas: rendición incondicional ante el separatismo. Está en el ADN de la izquierda española, o sea, anti-española. Quizá un día los españoles de izquierda que aman España (la de verdad, la única que existe y no esa “otra España posible” de la que hablan a veces quienes la detestan), que algunos hay, tendrán una referencia electoral y representación parlamentaria, pero a corto y medio plazo no es posible. 

A lo que vamos, durante una temporada participé en una comisión “ciudadana” de “agitación y propaganda” por mediación de Antonio Robles. Mi presencia ahí aporta una cabal idea del voluntarismo naïf de la naciente formación: cómo debería de andar escasa de medios humanos y materiales para que un servidor tuviera cabida en el citado grupo de trabajo. Nos reuníamos en un local de la plaza Urquinaona una vez por semana. Tormenta de ideas. Me reía a mandíbula batiente con las iniciativas propias y ajenas que, acaso afortunadamente, jamás pasaban de elucubraciones, deseos o auténticas e improductivas pajas mentales. Fue bonito.

Por entonces, una de mis fijaciones era la calle dedicada por el consistorio barcelonés (en tiempos de Narcís Serra) a ese cafre, a ese botarate palurdo, racista y esquinado de Sabino Arana Goiri, carlistón renegado y fundador del PNV. Como todo el mundo sabe, el nomenclátor de Barcelona acoge a todo supremacista catalán medio chiflado de la Renaixença e infeudado a la antropometría decimonónica que a uno le quepa imaginar, lo mismo Pompeyo Gener que Martí i Juliá, o perteneciente a una camada posterior, sea el caso del indeseable proto-fundador de EPOCA, Batista i Roca, matriz infecciosa de la banda terrorista Terra Lliure. La lista es extensa y son numerosos los próceres majaretas de la patria objeto de homenaje municipal.

Era una fijación, digo, porque años atrás unos cuantos miembros de la Asociación por la Tolerancia, en acción de comando (con nocturnidad y alevosía), pretendimos pegar sobre las placas de mármol de la calle citada otras de polispán con dedicatoria a Copito de Nieve, el gorila albino descubierto en Guinea por el ilustre primatólogo Sabaté Pi, al que jamás quiso llamar Floquet de Neu (según explicó en una clase magistral a la que asistió un servidor), que no mucho antes había fallecido en el zoo.

Sólo que la acción se saldó con un estrepitoso fracaso. Mientras unos vigilaban para dar el queo por si se acercaba la Urbana, otros, con el concurso de una escalera, alcanzaron algunas de las placas… pero, cáspita, las nuestras no se adherían al mármol: un chasco de operativo. En estas que algún vecino que observó nuestros sospechosos movimientos alertó a los agentes del orden y allí se plantó un coche patrulla. Nos pillaron con las manos en la masa. La vandalización “cívica”, valga la paradoja, quedó en agua de borrajas. Si no recuerdo mal, los agentes, vista la extrema peligrosidad de los emboscados, zanjaron el incidente sin redactar siquiera un atestado. “Váyanse a sus casas, por favor”. Recogimos los bártulos y, cabizbajos y corridos de vergüenza, nos fuimos con la música a otra parte.

La idea propuesta al comité “ciudadano” consistía en darle una patada a Sabino Arana en el culo de Antonio López, Marqués de Comillas, con estatua erigida frente al palacio de Correos de Vía Layetana. Al decir de muchos, el interfecto amasó una enorme fortuna gracias al tráfico esclavista. A veces, para atacar una posición hay que dar un pequeño rodeo, una maniobra envolvente. Se trataba de alzar, previo estudio de las dimensiones de la estatua, y con ayuda de unas pértigas, un capirote del Ku-klux-Klan para coronar de manera infamante la cabeza del ricohombre. Unos figurantes se encadenarían simbólicamente a los pies del monumento para conferir una escenografía del todo conveniente a la naturaleza reivindicativa del acto. Finalmente pondrían la guinda al pastel un señor negro (era obligada exigencia dar con uno que se prestara a ello) y Albert Rivera. Leerían ambos un manifiesto contra la profusión de calles dedicadas a execrables racistas y politicastros ultranacionalistas en nuestra ciudad, siendo Sabino Arana primum inter pares de entre toda esa nutrida hornada de petimetres. Foto en prensa y eco mediático.

Pero la iniciativa no cuajó. Años más tarde, 2018, el ayuntamiento podemita de Ada (sin hache) Colau retiró la estatua a su propio beneficio propagandístico, instado por la asociación SOS RACISME, la misma que se negó a condenar las divagaciones genetistas del orate de Quim Torra (“los españoles tienen un bache en el ADN” y otras de similar ralea) alegando que “de eso hacía mucho tiempo”, pero no tanto como de las poco edificantes actividades mercantiles de Antonio López. Aquello me olió a cuerno quemado, porque sentí que los malos se apropiaron de mi idea y le sacaron rédito político, el que yo no supe vender o transmitir a mis compis de comité y a quien correspondiera en los órganos decisorios del balbuciente partido.

Una de las claves para que el proyecto no pasara de las musas al teatro pudo deberse a la inopinada reacción de los integrantes recién llegados al citado comité. Hablo de un par de chicos, publicistas de profesión, que se incorporaron un poco más tarde al equipo por voluntad expresa de Albert Rivera. Educados y cordiales y, sin duda, unos hachas en lo suyo, pero me da a mí que ayunos en ideario político… pues expuesto el operativo, el cómo y el por qué, uno de ellos me planteó a quemarropa la cuestión siguiente: “Me gusta mucho tu idea, es muy visual, pero me plantea una duda… ¿Quién es ese Sabino Arana del que tanto hablas?”. Tal cual. Y ya existía Google. “Ya sabes, el mamarracho que fundó el PNV… ese que decía que los españoles son una raza bastardeada de moros y judíos, que todos son afeminados y llevan una navaja al cinto”. Primera noticia. Naturalmente, poco tardé en desvincularme del equipo, pues entendí que no vendería una escoba, que mi presencia allí no aportaría cosa de provecho y que hay que dejar paso a otro tipo de personas que viven la experiencia política de una manera diferente.

Qué subidón, 3 diputados… yo formé parte de aquello. El día del escrutinio, en una sala del Hotel Calderón, recibíamos llamadas telefónicas de nuestros interventores en las mesas electorales. Atendí la de un chico desde Rubí: no hacía falta ser un lince, con aquel porcentaje de voto en un solo colegio la tendencia era clara… entraríamos en el parlamento regional.

Años más tarde, Ciudadanos, de no creer, ganó las elecciones catalanas con la nadería de 36 diputados. Para entonces ya estaba muy distanciado del partido, pues uno debe, al fin, dejarse de experimentos y de jugar a ser lo que no se es y situarse en cambio donde en conciencia le corresponde. Pero me llevé, ya lo creo… ¡36 diputados!… otro alegrón del carajo de la vela. ¿Quién fue Sabino Arana? ¡No te amuela!

Última hora: C’s se alía con Teruel Existe y con Revilluca, el de las anchoas, para no perder grupo propio en el Senado, o algo así. En fin, QEPD.

Sabino Arana: “Todos los españoles son afeminados y llevan navaja al cinto”. ¿Quién fue? ¿Mediocampista defensivo del Ath. Club de Bilbao? ¿Autor de la receta del marmitaco? ¿Primer hombre en coronar la mole caliza de Aralar con una piedra de 120 kilos al hombro?

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