La consigna es “confundirse con el paisaje”. Ésa es una de las señas de identidad del PP. Cuando Aznar necesitó los votos de CiU para amarrar la investidura (Pacto del Majestic), no dudó en sacrificar a Vidal-Quadras que, en aquellos años de absoluta hegemonía de discurso localista, fue el primer político catalán que incomodó, y de qué manera, al Molt Honorable Ubú President.
Recuerdo perfectamente las elecciones autonómicas de 1.995. Un servidor estaba por la abstención, pero me bastó que Àngel Colom, líder en aquella hora de ERC, dijera que los catalanes no deberían permitir que el PP recibiera más papeletas que el partido del President Companys, para activarme y acudir a las urnas. ERC partía de 11 escaños y obtuvo 13. El PP, con Vidal-Quadras como candidato, la bestia negra de los nacionalistas, más que dobló sus resultados pasando de 7 a 17. Es decir, 17 a 13: me sentí ganador por primera vez en mi vida. Vidal-Quadras, con su flema como británica, esa voz grave y aguardentosa y los alfilerazos que le metía a Ubú y compañía, despertó en mí el interés por la política regional, entendiendo que ésta, la catalana, es la almendra de la política a escala nacional.
Sólo que CiU exigió la cabeza del físico nuclear para llevar a Aznar a La Moncloa. Y le fue entregada en bandeja, como a Herodes la del Bautista. Obsequioso con sus nuevos aliados, el presidente del gobierno cerró, gesto de malísima voluntad e innecesaria claudicación, el Instituto Príncipe de Gerona, el único en toda Cataluña eximido de cumplir con el trágala de la inmersión obligatoria, pues la mayoría de sus alumnos eran hijos de militares.
En tiempos más recientes, desatadas las hostilidades del nacionalismo encampanado, ya con Artur Mas (Arturo en los papeles de Liechtenstein) y con el “proceso” de marras en marcha, la dupla formada por Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría retomó con empeño la senda envilecida del acomplejamiento y del apaciguamiento ante el particularismo levantisco. Vimos a Junqueras administrando un relajante masaje cervical a Soraya y al gobierno de la nación jurando y perjurando que no habría referéndum separatista. Y cuando lo hubo (a pares, en realidad), escurrió el bulto afirmando que “no había pasado nada”… es decir, nada de lo que había efectivamente pasado. Doctrina “negacionista” que, a posteriori, animó a la judicatura a definir el golpe de estado institucional perpetrado por el desleal gobierno de la Generalidad, tu quoque, Marchena, mediante la ocurrente fórmula sentenciadora, pelillos a la mar, de “la ensoñación ensoñadora… ¿Quién la ensoñará?”…
En esta reciente campaña coronavírica al parlamento regional hemos visto a Lorena Roldán (ex de C’s) en la lista del PPC y también a Eva Parera, que fue senadora convergente y partidaria en su día del “proceso ensoñado”. Todo un audaz golpe de mano para ampliar exponencialmente su base electoral y alzarse con unos estupendos resultados. Por si ello no bastara, y como por no dejar tecla sin tocar y puerta a la que llamar, la dirección del partido convocó a tres de sus activos más combativos para pasearlos, apenas unas horas, por calles y plazas catalanas, disfrazándose de Vox: Cayetana Álvarez de Toledo, Vidal-Quadras e Isabel Díaz Ayuso, tan ferozmente asediada por la izquierda como por sus propios: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. Acabará la pobre de tanto manoseo, es cosa segura, ingresada en el hospital Zendal donde “va la gente a adelgazar”, según Jorge Javier Vázquez, ese gran pro-homo, mejor que prohombre, de la progresía. Qué risa, tía Felisa.
Para cerrar plaza, valga por candidatura, el PP sitúa a Gay de Montellá, ex –Foment, para arrastrar a las masas hasta las urnas. Foment, la gran patronal autóctona, esa benemérita institución que, junto a otras sindicaturas empresariales, se ha dedicado durante más de 40 años, con una tenacidad digna de mejor causa, a engrasar la costosa maquinaria del nacionalismo promoviendo campañas y milongas “diferenciales” para mejor presionar a Madrid. Es decir, a cobijar y dar calorcito a esa viborilla “procesual” desagradecida que ha decidido arruinar por completo el tejido productivo de la región y ahora les obliga a hacer el petate y cambiar a correprisa la razón social de muchos de sus asociados.
Sólo que el efecto “Gay” era cosa del PSC: Iceta fue sustituido por el ministro-candidato Illa, trocando el efecto antedicho por el de la “prodigiosa gestión de la pandemia”, envidia de medio mundo. Contrariamente a lo esperado, el novedoso efecto no ha servido para que el PSC pasara de 17 a 0 diputados, como apuntaba el sentido común, si no de 17 a más de 30. Hecho que demuestra de manera irrefutable que la política local precisa para su correcta interpretación del concurso de sesudos especialistas en psicopatología de masas. Con todo, el efecto ya fue anunciado in illo tempore por Gloria Fuertes, visionaria cocida a gintonics, en formato poético de fábula esopiana:
Illa, la abubilla/ Le dijo a Iceta, la jineta/ “Iceta, majete, haz la maleta”/ “Illa, eres un jeta”, responde Iceta./ Y… ¿Quién gana? Illa, / Pues qué maravilla.
La guinda al pastel la pone el mismísimo Pablo fra-Casado ante los micrófonos de RAC-1, la emisora ultranacionalista del grupo Godó, ex -Grande de España. Allí fra-Casado, poseído por el espíritu del tancredismo rajoyesco, del inane “arriolismo” (“no hagas nada, no te muevas”, “quien resiste, gana”), se hace con la pilila un lío, se “le lengua la traba” y babeando copiosamente confiesa que “él no aprobó la intervención policial en la jornada del 01-O de 2017”, arrea, y que “todos somos culpables de lo que ha pasado en Cataluña”… pero… ¿No quedamos en que “no había pasado nada” y que todo fue una «figuración ensoñadora»?
De modo que, dice fra-Casado”, “todos somos culpables”, en aplicación de la Ley Vichinski (Vyshinski), Fiscal General de la URSS durante los célebres procesos de Moscú (década de los 30 del pasado siglo). “No queda probado que usted sea un contrarrevolucionario, pero lo podría ser en el futuro: es usted, o será, culpable. A Siberia”. Esta asunción individual de presuntas culpas colectivas que practica fra-Casado no es de mi agrado, pues uno en su modestia e insignificancia es reacio a las ideas de corte colectivista y anda vigilante antes de apuntarse a algo que implique a más personas: hay que ser exigente. Habrá querido decir ese lince de la política que él se sabe o se siente culpable. Si es por su pertenencia al partido que sustentaba al gobierno durante los hechos referenciados, habría de sentirse así, en efecto, pero por haber transigido y contemporizado blandamente con quienes atacaron la legalidad vigente desde las instituciones y fracturaron gravemente la convivencia.
Curiosamente, fra-Casado habla por todo el mundo. No obstante, quienes propiciaron aquellas lamentabilísimas jornadas, sin olvidar el triste aquelarre parlamentario de los días 6 y 7 de septiembre, no sólo no se sienten culpables de nada, sino que se enorgullecen de sus acciones (que, según hemos dicho, para la “Acorazada Aranzadi” fueron meras ensoñaciones, motines oníricos e hipnagógicas asonadas) y, lo mismo desde la cárcel-balneario de Lledoners, que desde el dorado exilio en Waterloo, se conjuran, así lo pregonan, para hacerlo otra vez. Luego, los auténticos culpables no lo son, o no se sienten tales, y quienes no habrían de sentirse culpables por tener de su lado la ley, lo son. El mundo al revés.
En perfecta consonancia con lo antedicho, el PPC pasó de 4 escaños a 3, va de suyo, deslizándose peligrosamente hacia el sumidero de la irrelevante marginalidad extraparlamentaria, peleando a cara de perro un puñado de votos con el PACMA y con Recortes Cero. Y, todo ello con una participación bajísima, entendiéndose que su electorado más fiel le proporcionaría en ese caso unos resultados aceptables. Y, tras el fiasco… ¿En qué ha consistido la exhaustiva y penetrantísima autocrítica en los órganos dirigentes del partido? Pues en la mudanza de la embrujada sede. En efecto, el PP abandona la rúa del Percebe nº 13. Acabáramos.
Fra-Casado y su alegre troupe no han entendido aún que quienes estamos a la derecha no somos voto cautivo y que usamos unas siglas sólo cuando sirven a nuestras ideas e intereses. Nada que ver con la gente de izquierdas o los nacionalistas viscerales: “Soy comunista y la bandera roja será mi sudario… y si el partido dice que le arranque las orejas a mi padre, voy y se las arranco de un mordisco”. O esos parroquianos aborigenistas que votan a partidos que actúan como marcadores étnicos, mejor etnoides, o tribales: Sempre he votat i votaré als nostres”. Nostres, “los nuestros”, en cualquier circunstancia y ocasión. Aunque les lleven al borde de un precipicio o les apedreen y descuajeringuen “la botiga”.
El votante del PP que está en su casa, que padece esa ingrata y cansina lacra del nacionalismo obligatorio desde hace 40 años, o la payasada de la inmersión en la escuela, que pone la tele que sufraga religiosamente con su contribución para sobresaltarse con las apariciones estelares de Pilar Rahola, que financia inútiles embajadillas en Berlín y Pernambuco, una NASA de pacotilla y las subvenciones a la prensa regimental, ha de interiorizar que en él reside la culpa de lo que ha pasado (aunque no pasó “nada”, supuestamente). La culpa es suya: toma castaña. Y descubre al fin que no ha votado a la derechita cobarde, sino a la derechita culpable.
Si estarán mal las cosas en el PP que, horas después de las elecciones catalanas, salió Feijooó por la tele hablando, no lo creerán… ¡¡¡en español!!!… Feijooó es el alter egooó de la “ministra” Celaaá, que tiene la inteligenciaaá de un celaaácantooó. Es sabido que, cuando se juntan ambos, Feijooó habla en gallegooó y Celaaá en euskeraaá, mientras dan cuenta de un marmitakooó y de una ración de pulpooó a feiraaá, regados con un cuartillo de albariñooó y unos culines de sidraaá. Que se metan su complejo de culpaaá por la retambufaaá.

Génova 13: adviértase su parecido con la legendaria casa de Amityville
