Los fenomenales chicos de ETA

Hace ya muchos años, cuando RTVE no era Radiotelevisión Espantosa (Rosa María Mateo dixit), durante una conexión de corresponsalía un reportero le puso el micro delante de las narices a media docena de transeúntes que paseaban frente a la playa de La Concha. Una pareja madurita caminaba abrazada tan ricamente. El hombre con un jersey de punto doblado a la manera norteña (según el conocido chiste sobre la peculiar climatología vasca: entra un señor en una tienda y pide un jersey… “de qué talla lo quiere”, le pregunta el dependiente… “da lo mismo, es para llevarlo al hombro”). Al tiparraco ése le pregunta el periodista qué opina de ETA. Ni corto ni perezoso responde: “Esos chicos son unos fenómenos”.

Hace poco más de un mes, noviembre 2020, Esther Melgosa (*), dirigente de las juventudes de ERC, sumándose a esas voces que a todas horas blanquean a ETA y a su brazo político, antes Batasuna, ahora Bildu, afirmó en un tuit: “Quiero que vuelva ETA porque hizo muy buen trabajo («molt bona feina»)”. Ocurrió durante las negociaciones presupuestarias SánchezOtegui. La joven republicana es, pues eso, joven… y no tiene noticia de las matanzas de ETA. Podrá tenerla, en virtud de la Ley de (des-) Memoria Histórica, de la feroz represión en la retaguardia nacional durante la Guerra Civil y, posteriormente, de ese mismo bando, el vencedor, tras la victoria (pero de las chekas del Frente Popular y de los zulos de ETA, ni una palabra… de hecho, como tanta gente, piensa que las chekas son esas señoras que tienen por costumbre contraer nupcias con los checos). 

El blanqueo de ETA empezó cuando Zapatero dijo que Otegui “es un hombre de paz”. Felizmente apartado de la Presidencia del Gobierno, el interfecto se dedica ahora a blanquear a Nicolás Maduro. Como aficionado al «blanqueamiento» podría encalar paredes en Salobreña (pueblecito granadino de fachada deslumbrante, pues sus vecinos, por mandato municipal, están obligados a darle revoque a sus viviendas dos veces al año), o a blanquear dinero de los narcos emulando, eso dicen, al despreciable Gonzalo Boye, con turbio pasado y también presente como abogado defensor de Puigdemont, amén de editor de la revista satírica “Mongolia”. O a blanquearse el ano, directamente, afeite estético que está de moda entre el famoseo de Hollywood.

Valga decir que lo de Otegui y ETA fue un aperitivo, una bagatela para ese gran estadista de Zetapé. Hoy, repito, le lame el cerete con unción a un régimen acusado, según la OEA, de haber cometido al menos… ¡¡¡18.000 asesinatos políticos!!!… es decir, 20 veces más que ETA y en muchos menos años. Medalla olímpica al crimen genocida. Algún día sabremos de la magnitud del salario percibido por Zapatero, pues el “madurismo” caerá y se desclasificarán papeles. Si llega el día en que se juzgue en La Haya al chavismo por sus crímenes de lesa humanidad, acaso habría de comparecer ZP como imputado, en calidad de canciller plenipotenciario de esa dictadura sanguinaria, del mismo modo que en Nüremberg fue sentenciado a la horca el diplomático Joachim von Ribbentrop, que no mató a nadie con sus propias manos, que yo sepa, pero formó parte de la jerarquía nazi.   

Cuando la candorosa Esther Melgosa pide el regreso de ETA al tajo, “lo hizo fenomenal”, no sabemos si en su ánimo está la exclusión de Cataluña del área de actuación de la banda terrorista en ese hipotético regreso a los ruedos, que es lo que en Perpiñán pactó Carod-Rovira como presidente en funciones de la Generalidad por ausencia de Maragall. Pacta sunt servanda… hay que mantenerse en la palabra dada si queremos gozar de buena y seriecísima fama. En aquella misión de alta política, Carod-Rovira llevó consigo a un chofer muy versado en la materia tratada: Pere Bascompte, el fulano que ató a un árbol a Federico Jiménez Losantos (1981) y le pegó un tiro en la pierna.

Posiblemente Esther Melgosa habría de responder ante los tribunales por un delito de apología del terrorismo. No consta que la Fiscalía, quiá, haya actuado de oficio y con la celeridad que requiere el caso (Navidades 2020), pero la criatura siempre podrá alegar que ella opinó según oía a sus mayores en algunas tertulias radiofónicas o televisivas de estos tiempos tumultuosos en los que se dice que Bildu es un partido responsable y abierto a la negociación presupuestaria y que hace más por España y por la democracia (sic) que la oposición obstruccionista de la derecha extrema. O sea, que ETA y su entorno son “unos fenómenos”, como manifestara sin rubor aquel campanudo paseante ante las cámaras de RTVE… hace ya muchos años y con muchos atentados aún por perpetrarse.

Se infiere de todo ello que en su día nos equivocamos de medio a medio. No lo entendimos. No supimos leer lo que en realidad no eran atentados. Ni hablar del peluquín. Nos cegaba la rabia y el rencor, la furia del revanchismo, con el alma envenenada por la insana crispación y el deseo de venganza. Los árboles nos impidieron ver el bosque. Cuando el comando Mendeku, allá por 1987, arrojó unos cuantos cócteles molotov contra la “Casa del pueblo” de Portugalete y asesinó por abrasión a Maite Torrano, ama de casa, y a Félix Peña, trabajador de los astilleros en Sestao, ni de lejos atentaban contra los tales, ni contra otros ocho heridos de diversa consideración. Félix falleció a la semana del ataque en el hospital de Cruces, Unidad de Grandes Quemados, embalsamado en calmantes por vía parenteral. Qué atentado ni qué niño muerto.

En primera instancia Maite y Félix, envueltos en llamas y entre alaridos de un dolor indescriptible, parecen las víctimas de una salvajada, pero si analizamos el asunto más detenidamente (como ese concienzudo mirmicólogo que estudia sesudamente el atareado trajín de las hormiguitas en un terrario de cristal, con túneles y cámaras a la vista), vemos entonces que en realidad Mendeku proponía una enmienda parcial presupuestaria a las obras de canalización del arroyo de Lujua, subafluente del río Nervión. Sólo que en su día ese dato se nos escapó y eso que lo teníamos delante de nuestras narices, quizá algo aturdidas por el invasivo pestazo a gasolina de la ardiente coctelería. No captamos la honda, genuina y enriquecedora naturaleza deliberativa de esa singular “ekintza”. Ahora se ve fácil, a toro pasado, pero en su momento fallamos al descifrar las claves de tan sutil mensaje codificado. Estaban sentando las bases de diálogos futuros.

Todo hay que decirlo. ¿ Y qué diantre hacían Maite y Félix, y los demás militantes del PSE-PSOE, al otro lado de los cócteles molotov? ¿Por qué tenían que interponerse en la trayectoria parabólica, como de tiro de bombarda, del artefacto incendiario? ¿Es que no había otro bar en todo Portugalete donde echar una partidita a los naipes? ¿Tenían que estar ahí precisamente? De andar por el batzoki o por la herriko-taberna del pueblo no estarían muertos, pero, mira tú, se empeñaron en espicharla calcinaditos, en pasar por victimitas, bien achicharrados los nenes, y sólo por hacer quedar mal a esos chavalotes tan jatorras de Mendeku que, antes de quemarlos vivos, se habían pimplado unas copichuelas de coñac para insuflarse ánimos y ardor guerrero. Qué cruz… esas latosas víctimas siempre buscando la compasión, la lagrimita fácil de los demás. 

Lo de Miguel Ángel Blanco, otro que tal, también fue un espejismo. Nuestros sentidos nos jugaron una mala pasada. Vimos un atentado repugnante donde no lo hubo, con secuestro, víctima arrodillada, maniatada con alambre a la espalda y dos disparos en la cabeza con abundante desprendimiento de masa encefálica. Qué cortedad de miras, de entendimiento nublo y supeditado a la vulgaridad de las pulsiones más emotivas y pre-racionales. Qué falta de ponderación y de visión serena, amplia y distante de los acontecimientos. No hubo nada de todo eso. Ábalos y otros dirigentes del actual PSOE (Idoia Mendía, Odón Elorza, Chusito Eguiguren, etc) nos lo han recordado estos días con templado continente… no supimos entonces afilar debidamente nuestras herramientas analíticas, ni leer entre líneas. De haberlo hecho, habríamos entendido perfectamente que aquello fue una hábil transaccional para la construcción de dos pistas de tenis y otros equipamientos deportivos en la comarca del Alto Deva, deficitaria, al parecer, en esos tan necesarios servicios para la apacible y saludable vida comunal.

Evidencia tan palmaria a un lado… ¿El niño tenía que ser por narices concejal del PP en Ermua? Mira tú, qué caprichoso. ¿No podría haber sido simpatizante del PNV o de Eusko Alkartasuna? Pero no, tenía que ser del PP, provocando, jodiendo la marrana. De ese modo puso, y no es un truculento juego de palabras, a esos fenómenos de ETA “en el disparadero”. Eso que se habría ahorrado él y su familia… incluso sus asesinos, si me apuran, que habrían preferido tomarse unos chiquitos con los colegas en lugar de internarse en el bosque con el “hierro” cargado… qué lata… pues hay días en que no te apetece una mierda descerrajar tiros en la nuca de nadie. También asesinar da pereza y más si echan por la tele el partido del Athletic en San Mamés. Si bien es cierto que los etarras siempre han sabido compaginar los atentados con los vinitos, sólo es cuestión de organizarse un poco la agenda… en eso Bolinaga sentó cátedra. Y miles y miles de personas se habrían librado de asistir a aquellas manifestaciones con tanto nervio y tanta angustia a flor de piel, mirando el reloj a cada minuto como si no hubiera un mañana… para Miguel Ángel Blanco, claro. Manitas blancas, velitas encendidas, “No son vascos, que son de Calasparra” y otras amenidades sentimentaloides que a nada conducen.


Mensaje oculto de un atentado cualquiera de ETA: la impecable remodelación del jai-alai de Guernica.
 
(*) Me llega que a Esther Melogosa le han abierto expediente disciplinario en ERC. Es decir, un par de meses en la nevera, como esos árbitros que pitan mal un partido, para luego enchufarla en algún ignoto chiringuito a cargo del esfuerzo fiscal del contribuyente.   
 

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