En la versión catalana de Podemos ha recalado lo mejor de cada casa. Aquí, cómo no, la formación tiene sus características diferenciales, si bien no es necesariamente más separatista que el Podemos del País Vasco, de Galicia (subsumido electoralmente en el BNG, be-ene-gé) o que el mismo aparato del Podemos más institucional y capitalino de Pablo Iglesias, admirador ferviente y babeante del universo “Bildu-ETA”. Una de esas características es la nutrida presencia de ilustres politólogos importados de Argentina, sea el caso de Gerardo Pisarello (“Picharelo”), que fue segundo de Colau en el gobierno consistorial y que protagonizó un memorable forcejeo en la balconada del ayuntamiento con Alberto Fernández Díaz para arrebatarle una bandera nacional, y que en la actualidad honra con su augusta presencia la Mesa del Congreso de los Diputados. Otro es, o mejor fue, Albano Dante Fachín, que ha llevado más lejos si cabe su atrabiliario odio a España, En Comú Podem (EcP) se le ha quedado corto, e integra en la actualidad la facción más fanatizada del nacionalismo favorable al fugado Puigdemont (su brigada cipaya junto a Ramón Cotarelo, Edu Reyes y Beatriz Talegón).
Pero no es poca la calidad política y humana que adorna a la formación. Además de Janet Sanz, heroína de la industria automovilística, o de la ejemplarizante asesora de performances mingitorias (véase “Barcelona: área de “decrecimiento” económico”), sabemos que Colau fichó a la insigne e inolvidable Inma Mayol (“la “okupación” es un estilo de vida”), terror de las boutiques de moda del Paseo de Gracia, como Directora municipal de Medio Ambiente con un sueldo, ahí es nada, de 107.000 € anuales, cuando estaba imputada, año 2019, por malversación de fondos públicos y delito ecológico al frente de la empresa pública Emaya de Palma de Mallorca. Y, arrea, continúa en el cargo, mientras Joan Saura, se supone, anda atareado en sacar las “caquitas del gato”, sin duda, uno de los más nobles e importantes cometidos de su singladura política y vital.
Pero uno de sus activos más importantes es Jaume Asens. El interfecto echó los dientes, abogado de profesión, en la conmovedora lucha por los Derechos Humanos defendiendo al asesino Rodrigo Lanza, nieto del almirante Huidobro, lugarteniente de Pinochet, tras dejar tetrapléjico a un agente de la Guardia Urbana de un ladrillazo en la cabeza durante un desalojo “okupa” en la calle Sant Pere Més Baix, proeza inmortalizada en el varias veces galardonado documental que lleva por título “Ciutat morta”.
Asens, asociado a Òdium (Òmnium) Cultural, es uno de los vectores separatistas de EcP (Procés Constituent * junto a la monja abortista y anti-vacunas Teresa Forcades, en tiempos inseparable de otra perla porteña avecindada en Cataluña, sor Lucía Caram) más estrechamente conectados con la corte exiliada en Waterloo. No en vano Asens, de ello se jacta en unas declaraciones, aconsejó a Puigdemont que huyera de España (ignoramos si la idea del maletero fue aportación suya), lo mismo que a sus edecanes y ayudas de cámara, tras el golpe de Estado fallido en primera instancia. Y más recientemente se frota las manos anunciando insistentemente que los indultos a los golpistas ya están horneados y a punto de exponer en el aparador. Otra cosa es que, dentro de la tragedia y de la porquería en la que andamos sumidos por culpa de toda esa gentuza, le quedemos agradecidos al ferozmente hispanófobo Asens por la asesoría prestada, pues el ridículo que ha hecho la nomenclatura golpista, particularmente la fugitiva, ha sido verdaderamente clamoroso.
Uno de los rasgos más llamativos de la obra parlamentaria de Asens es su desmesurado odio a la monarquía española y en particular al Jefe del Estado, Felipe VI. No pierde ocasión de lanzarle furiosas invectivas. Como todos aquellos que pretenden sustituir la legalidad vigente a través de una “retro-Ruptura”, es decir, la Ruptura que no se dio en la Transición, pues la Reforma ganó la batalla, sabe perfectamente que la monarquía constitucional y parlamentaria es una de las barreras que es preciso derribar para transitar la senda republicana, no hacia una república europea homologada, democrática (sea el caso de Francia, de Italia, Alemania o Portugal), sino una república sectaria como la Segunda española o como las bananeras de corte bolivariano.
Para mí tengo que algo turbio esconde Asens bajo la cáscara. Esa frente amplia y despejada, el perímetro bizigomático de su anchurosa cara, grandes cavidades orbitarias y esa asimetría máxilo-facial que se aprecia en el labio superior irregularmente fruncido, harían sospechar a Cesare Lombroso, padre de la antropometría criminalística, que tenemos ante nosotros un sujeto digno de estudio. No se trata aquí de dar pábulo a esas discutibles tabulaciones, pues fueron formuladas en el siglo XIX y, en parte, al abrigo del evolucionismo darwinista. Para Lombroso los criminales eran individuos feos, tal cual, y Asens lo es, o directamente especímenes defectuosamente evolucionados de la estirpe humana, que no es el caso, pues el interfecto ha cursado estudios superiores, bien entendido que esto último no es una absolución definitiva. Y, además, de abonarnos a esas disquisiciones incurriríamos en parecido yerro al de los planteamientos racistas del inhabilitado Quim Torra a cuento del ADN bastardeado de los españoles.
Cabe decir, ecos de sociedad, que para su deseable equilibrio mental en nada ayuda mantener un romance (eso se ha dicho en el papel cuché) con la actriz Leticia Dolera, que es, por derecho propio, una de las feministas más radicales e insufribles del panorama cinematográfico español. La misma que echó de una serie TV en la que tenía mando en plaza a una actriz secundaria por el abominable delito de quedar encinta. Toma castaña. En definitiva, cada oveja con su pareja. Era evidente que el andoba ése no iba a encandilar con sus muchos encantos a una adorable criatura como Tamara Falcó, pues no está hecha la miel para la boca del burro.
La explicación es más sencilla y venial. Toda la baba maloliente y venenosa que brota de su boca, hontanar de sulfúreos aerosoles, cuando Asens habla del monarca, no se debe a otra cosa que al rencor, que a la envidia que algunas personas padecen hasta la vesania ante otras de mayor apostura, presencia y de superior calibre y catadura morales. Asens no perdona al Rey que sea tan buen mozo, culto, educado y cortés y que tenga dos hijas preciosas. Una será reina, y las suyas, si las tuviere y siguieran sus pasos, a mucho tirar le concederán una subvención a la Cofradía del Santo Coño Insumiso. No perdona el siniestro sujeto a Su Majestad que la buena gente de España le reciba con vivas y ovaciones y con ese cariño que Asens jamás tendrá, ni siquiera de su bandería, pues saben los suyos que es un intrigante diplomado, malo de verdad, peor que un dolor de muelas… uno de esos a quienes no debes dar la espalda jamás.

Asens no es un feo-guapo a lo Jean Paul Belmondo o Adrien Brody, ni un feo-simpático a lo Juan Tamariz, aquel divertidísimo mago. Es un feo-feo, doble feo, por dentro y por fuera. Feo por malo, por su alma fea. Qué cara de asco gasta el amigo. Yo le fichaba como fraile feísimo para un remake de “El nombre de la rosa”, de Jean-Jacques Annaud, en la que el atractivo masculino alcanza registros inigualados.
(*) Como sucedió en tiempos con el PSOE, que rindió su filial catalana a los señoritos catalanistas del PSC-Congrés (Obiols, Raventós, Narcís Serra, Maragall, etc), con mucha menor fuerza electoral, Podemos ha calcado el modelo entregando la organización en Cataluña a la facción filoseparatista (Procés Constituent), es decir, Colau, Asens y otros. La izquierda española siempre transita la misma senda de acomplejamiento vergonzante ante el nacionalismo. Qué cansinos son.
