Se acerca el día D, hora H: el día de la “Marcha sobre Madrid”. Tras la exitosa convocatoria de la entidad Más Plurales contra la aprobación de la birriosa Ley Celaá, de la ministraá indocumentaá, las asociaciones que en España defienden la libre elección de lengua oficial en la escolarización de los niños (o su versión aminorada de bilingüismo en horas paritario en determinadas regiones), han entendido que el problema de la lengua, y su solución, reside en la nación, y por representación de la misma en la capital y en las instituciones nacionales, y no en Barcelona, Santiago de Compostela, Palma de Mallorca, Vitoria o San Sebastián de la Gomera (por la novedosa pretensión de aupar al silbo gomero, pintoresca lengua tonal de la isla, a la condición de lengua co-oficial y de futuro rango diplomático, hasta el punto que, dicen, se ensayará su uso en las conferencias al más alto nivel para dirimir el conflicto árabe-israelí).
Se ganarán o perderán batallas en un colegio de Badalona, de Sagunto, La Coruña o Manacor, pero la guerra se gana o se pierde en Madrid. Se podría afirmar que la auténtica convocante de la marcha ha sido laá propiaá Celaá y su ley felonaaá, pues las asociaciones defensoras de los derechos lingüísticos (que en España hoy son los derechos civiles en riesgo) nunca habían trasladado su protesta a la corte y villa, como sí hicieron por su propio interés los taxistas, los bomberos o los envasadores de almendras garrapiñadas.
Una vez que el gobierno de coalición PSOE-Podemos (con la estrecha colaboración de los separatistas catalanes, de la rama política de ETA y de otros partidículos minoritarios) niega a la española, otrora común y oficial, la condición de lengua vehicular en la escuela, incurriendo no sabe uno si en una traición monda y lironda o en una figura próxima al delito de lesa patria, o en una mezcolanza de ambos, entienden las asociaciones aludidas que no cabe otra defensa posible de sus principios que la comparecencia física en la capital del reino que es donde se ventilan estas cuestiones.
Desde este momento ya no cabe perder el tiempo rebatiendo los mendaces argumentos de los promotores de la inmersión obligatoria en lenguas co-oficiales, sea el supuesto conocimiento óptimo del idioma de los alumnos avecindados en Olot con dos horas semanales de Lengua Española (recuérdense los matizados discursos en español de Marta Rovira, hoy fugada, en la tribuna del Congreso elevando a cotas sublimes la lengua de Cervantes) o la deseada cohesión social en Cataluña que al parecer depende de que Miguelín Álvarez, de nueve años de edad, aprenda en su escuela de Santa Coloma de Gramanet el proceso metamórfico de sapos y ranas, por bemoles, en catalán. Vamos, que las huelgas generales, las crisis económicas, los disturbios, el vandalismo institucional y callejero del “Procés” y otras cuestiones de grueso calibre no afectan en absoluto a la “cohesión social”, pero aprender en español los afluentes del río Duero, sí. Toma castaña.
Rotas todas las barreras, fuera ya las máscaras carnavalescas, es ya una verdad sin efugio que el problema de las lenguas de escolarización es una cuestión angular del debate político que interesa a la propia estructura del Estado, a la integridad de la nación, a la misma preservación de la democracia, a la conculcación de los derechos fundamentales por parte del poder y a la genuina libertad de los ciudadanos.
Las asociaciones organizadoras de la marcha, y entre ellas la decana de todas, la Asociación por la Tolerancia, han transmitido un mensaje comprensible y optimista, en positivo, detraído al fin de la especiosa terminología de lingüistas y pedagogos que desinteresa y aburre al común de los mortales… que son exactamente los mismos que cada cuatro años acuden a votar. No se trata sólo de invocar la mayor adquisición de conocimientos académicos en la lengua materna del alumno, si es oficial, como recomienda la UNESCO (y reclamaban los nacionalistas en la Transición, sea el caso de la recordada intervención de Trias Fargas), la competencia lecto-escritora en los años primeros del ciclo escolar u otras cuestiones, sin duda, de mucha miga, y que han de figurar por tiempo indefinido en los artículos de opinión de los más sesudos especialistas, sino que el busilis de la cuestión lo protagoniza simple y llanamente la libertad para elegir. Un argumento, si se quiere, menos elaborado, pero de más contundente impacto en el grueso de la opinión pública.
Para elegir, pues, como adultos, como personas libres que quieren vivir en un Estado moderno y democrático que garantice sus derechos fundamentales y no verse relegados a la subalterna condición de súbditos o abocados a litigar para obtener unas migajas de lo que habría de pertenecerles sin más, por derecho de cuna. Para poder estudiar en español en España de una puta vez, como se estudia en francés en Francia, en danés en Dinamarca o en portugués en Portugal. ¿Tan extravagante es?… «Estudiar en español en España porque así lo queremos y así lo hemos decidido». Ése es el mensaje. Un acto de voluntad, sí, sí, de voluntad, querer es poder, como dicen los «malos». Quizá no somos mejores que ellos, pues todos estamos hechos del mismo barro.
Pues qué clase de arquitectura legal es la de una sociedad que no permite escolarizar a los niños en su lengua materna, siendo oficial, común a todo el país y una de las lenguas de comunicación, cultura y civilización más importantes del mundo. ¿Qué país medianamente civilizado puede consentir una auto-mutilación de esa magnitud, una incongruencia como ésa?… ¿Qué sus nacionales no puedan estudiar Matemáticas, Sociales o Naturales en la lengua nacional? ¿Quién puede avalar o justificar, sin que le caiga la cara de vergüenza, semejante sinsentido, semejante gilipollez?
Establecido que hoy en España la lucha por los derechos civiles (a falta de un Martin Luther King) es la lucha por los derechos lingüísticos, y que no se pretende la recuperación del español como lengua vehicular en la enseñanza porque peligre el futuro de dicho idioma, ni cosa parecida, pues no se discute eso, aunque sí peligran los derechos de sus hablantes en algunas regiones (de hecho ya han sido vulnerados), la Asociación por la Tolerancia, y otras afines, han buscado y encontrado sinergias con la plataforma Más Plurales para organizar una pacífica “marcha sobre Madrid” con el “derecho a elegir” como fundamento de la movilización. Pues elegir centro de escolarización y elegir lengua oficial para esa escolarización son dos patas del mismo banco frente a la marea prohibicionista del gobierno de Pedro Sánchez teledirigido por podemitas, separatistas y pro-etarras. Y, lo crean o no, la han organizado, se han tirado al fin a la piscina, a calzón quitado, y uno se pregunta “¿Qué mosca les habrá picado?”. Como oyen, una mani en Madrid, sin petición de firmas para una ILP, ni hostias, y poniendo en un brete a los partidos políticos de ámbito nacional con sede en la capital y representación parlamentaria.
En una próxima “tractorada” daremos fe de cómo transcurrió esa manifestación histórica con unos cuantos datos y un par de simpáticas pinceladas. Qué calles y plazas recorrió. Cómo se distribuyeron los participantes. Qué lugares emblemáticos visitaron. Quiénes faltaron a la cita… Lo decimos por Alberto Núñez Feijóoooo, que tiene en su sectaria y palurda “a-normalizadora” lingüística Alicia Padín (“nadie que sea una persona culta habría de hablar en español en público”) la réplica propia de laá ministraá Celaáaaa. Vimos a todos los asistentes, va de suyo, pertrechados con banderas nacionales engalanadas con un nuevo escudo, la eñe, coronada o no, entre las franjas rojigualdas, amén de adhesivos, globitos de colorines y otros adminículos… toda una alegre impedimenta destinada a enfatizar el protagonismo de esa letra nuestra, símbolo y quintaesencia de la hoy necesaria y mañana juramentada resistencia nacional. La eñe de coño. La eñe de España.

Braulio Poch Olate (Viladecans, Barcelona), uno de los manifestantes que acude a Madrid convocado por una plataforma de asociaciones entre las que figura la decana de todas ellas, la Asociación por la Tolerancia. “Tenía unas ganas de locas de ir a Madrid para reivindicar el derecho a escolarizar a mis hijos en español de una p*** vez. Cuando acabe la mani me acercaré a la Plaza Mayor para zamparme un bocata de calamares y ventilarme una sidra con mi amiga Elvirita, que vive en Zamora”.
