Para hacerse una cabal idea del desbarajuste competencial Estado-CC.AA que vacía de contenido la idea de España, y de paso los bolsillos de sus nacionales, recomiendo la lectura del ensayo de Sosa Wagner titulado “El Estado sin territorio”. Particularmente ameno y delirante es el capítulo dedicado a nuestros recursos hídricos y a los siempre fallidos y pendientes trasvases entre cuencas fluviales (“El relato del agua”, págs. 120-170). Una de las tesis del prestigioso catedrático en Derecho Constitucional es que España, como Estado, no tiene territorio bajo su jurisdicción sobre el que actuar, pues en infinidad de materias ha sido sustituido, cuando no suplantado, que no es lo mismo, por los gobiernos regionales. Un proceso que se ha enquistado en virtud de la densa telaraña de organismos públicos dependientes de las CC.AA (tan a propósito para enchufar a familiares y correligionarios), de la neblinosa y difusa delimitación de competencias entre las diferentes administraciones y el alud de sentencias judiciales que enmarañan, más si cabe, el ya embrollado ovillo.
Si vale la definición de Sosa Wagner, por qué no la contraria, sólo que esto añadiría un plus de dramatismo e incertidumbre, pues el Estado, si se lo propone, puede recuperar el territorio, siempre que haya voluntad política para ello, pero el territorio no va a demandar un Estado cuando éste ha sido previamente anulado, aminorado, cuarteado… cuando la fragmentación territorial ha dado lugar a un espectacular rol de nóminas y de intereses a satisfacer mes a mes que costea el propio Estado y cuya subsistencia depende, precisamente, de la deserción, de la inacción política de ese mismo Estado, salvo, claro es, en su faceta pagadora.
No ya España, sino los españoles, los contribuyentes de a pie, tenemos territorio (o territorios), pero no Estado, o en el peor de los casos disponemos de un Estado nominal y de “estadículos” (o entidades paraestatales), algunos de ellos notoriamente desleales con el conjunto. Sucede, ésa es la tragedia, que uno y otros cuestan dinero. Y no es que el gasto se fraccione en partes proporcionales para que el montante final sea el mismo, sino que las partidas presupuestarias para dotar a uno y a otros de medios suficientes se incrementa notablemente. Salta a la vista, pues de entrada no es lo mismo mantener un parlamento que mantener dieciocho. Bien entendido que eso es una minucia, el chocolate del loro, que dicen, aunque los centenares de parlamentarios autonómicos y el mantenimiento de 17 sedes de la fractal soberanía “nacional” cuesten un pico… una factura que no cubre siquiera los gastos anuales de una sola de las prescindibles TVs autonómicas tipo TV3, Canal Sur, el tristemente redivivo Canal 9, Telemadrid, Telegaita, BTV (municipal) o ETB–askatasuna.
Sosa Wagner nos ilustra con ejemplos bien traídos para hacernos una idea aproximada del marasmo institucional e inoperante que es la España de hoy. Pero el erudito autor, por fértil y volandera que fuera su imaginación, jamás pensó en que un mal día nos asolaría una cochina pandemia. Lo del coronavirus, por decirlo gráficamente, es como si nos hubiera “follado un tren expreso”, que es lo que susurra el taimado alcaide de la prisión al oído de Tim Robbins en “Cadena perpetua” cuando le amenaza con “hospedarlo”, no en la celda de castigo, sino en la “suite” que ocupa la fraternidad de las así llamadas “Hermanitas”, la banda organizada de bujarrones presidiarios.
La gestión del gobierno de coalición durante el período del pomposamente llamado “Mando único” ha sido una auténtica castaña pilonga… («las mascarillas no son necesarias», dijeron en un principio, «nuestro gran comité de expertos, inexistente, regulará la desescalada»)… la peor del mundo occidental, según un pormenorizado estudio de la Universidad de Cambridge, aunque en RTVE (o Radio Televisión Espantosa, significativo lapsus de Rosa María Mateo), con el gran augur Fernando Simón al frente, no se cansan de repetir que todo ha sido una maravilla que ha causado verdadera admiración en todo el orbe planetario, de ahí los aplausos reiterados a Pedro Sánchez por su gabinete en pleno y por la bancada socialista (y la petición desesperada de consejo, al interfecto, de la casquivana Miley Cirus, antes Hannah Montana, estrella Disney). La idoneidad del epidemiólogo de cabecera, trastejando entre contagios y rebrotes, está fuera de toda duda, pues no en vano es un campeón surfeando (en el Algarve) segundas y terceras oleadas.
Pero una vez que el gobierno de la nación (de naciones), sobrepasado por la magnitud de la tragedia, se retira de escena a la chita callando y le pasa los trastos de gestionar (“matar” es la expresión que hace al caso en argot taurino) a los consejeros de Sanidad de las diferentes CC.AA… lo hacen estos tan mal como el anterior. Ésa, mutis por el foro, fue la escapista metodología empleada por el vicepresidente, Pablo Iglesias, que en calidad de ministro de Asuntos Sociales fue el máximo responsable de las residencias geriátricas, por unas horas, claro… para quitarse de en medio cobardemente en cuanto supo de los elevadísimos índices de mortandad registrados, y no sólo en las de Madrid, esa bomba vírica descontrolada, según García-Page.
De modo que tenemos una doble gestión verdaderamente calamitosa: la del Estado central y la de los gobiernos regionales. Juntos no hacen ni medio gobierno. Estructura duplicada, gasto duplicado, recaudación impositiva elefantiásica… para no dar pie con bola. Siquiera, ni uno ni otros, sirven para contar los muertos. Y un país que no cuenta sus muertos… miau… que los vivos se preparen y aseen sus partes a correprisa en el lavafrutas, pues antes o después les embestirá abruptamente el ya citado “tren expreso” de “Cadena perpetua”. Los españoles no somos capaces de plantarnos y gritar ¿Cuántos han sido?… por nuestros muertos, cuando no hace tanto tiempo algunos se discutían entre ellos por adjudicarse la autoría de los escraches multitudinarios a las sedes del PP a las pocas horas de cometerse el desconcertante (*) atentado del 11-M: ¿Quién ha sido?
Si las cifras oficiales de mortandad son un camelo, que hasta el diario monclovita El País sube a más de 40.000, la contabilidad de contagios actuales no le va a la zaga, procedan de “rebrotes” o de “segunda oleada”, bien entendido que ha de existir un umbral de rebrotes equivalente a “oleada”, suponemos, pues cuando aquéllos alcancen los cinco mil… ¿Tendrán el cuajo de sostener que son “casos aislados”? No es raro el día en que nos dicen que en España sumamos, pongamos por caso, 2.000 nuevos positivos, cuando en Cataluña, ese mismo día, dan 1.300 y en Aragón 800… aportaciones que rebasarían, si las cuentas no fallan, el total nacional. De locos. Pero pareciera que la opinión pública tiene asumidos esos deslices y ya se ha vuelto impermeable, indiferente, a los desajustados balances de las comunicaciones gubernamentales.
Cerramos el círculo, pero no el de Economía, dada su enorme utilidad para el colectivo (véase “La cuadratura del Círculo”). A la que hemos afrontado como país una situación sanitaria crítica, la duplicidad Estado-CC.AA ha sido un estrepitoso fracaso. Y eso al margen de las disfuncionalidades cotidianas del tipo “soy vecino de Barcelona y estoy de vacaciones en Castilla-León, y me pongo malito, qué contrariedad… pues resulta que no me vale la tarjeta sanitaria emitida por las autoridades regionales propias y me quieren cargar la factura médica de hospitalización y tratamiento, arrea”… o como el caso reciente de una vecina de Madrid atendida en Barcelona a la que redactan el expediente médico de su dolencia en catalán para que la interesada no sepa ni qué diantre le pasa, aun pagando dicha atención vía impuestos e IRPF, ni tampoco su médico de familia residenciado en Móstoles, o en Torrelodones, qué sé yo.
Continuará…
(*) Sobre el asedio a las sedes del PP tras el atentado del 11-M, horas antes de las elecciones generales de 2004, se discutieron, al cabo de los años, PSOE y Pablo Iglesias en reñida justa por la convocatoria, de tapadillo, de aquella exitosa movilización, que en principio fue “espontánea”, aunque con “altavocía” permanente de la Cadena SER. Recuerden: el atentado con más muertos perpetrado jamás en España y completamente “esclarecido” gracias a una versión oficial (y judicial) que es todo lo oficial que puede ser una versión.
