Barcelona: área de «decrecimiento» económico

Otra cosa no se podrá decir de Inmacul-Ada Colau, pero lo que es cumplir, cumple con la palabra dada. Es sabido que Colau alcanzó el estrellato, curiosamente, tras fracasar como actriz en comedias televisadas. Luego de disfrazarse de abejita al frente de la Plataforma Anti-Hipotecas para sabotear un acto de ese sandio de Xavier Trias, encabezó una candidatura de perfil “podemoide” a la alcaldía de Barcelona, y allí se plantó aupada por sus votos y los del PSC. Eso sí, para lavar su imagen y gozar de mayor aceptación por el gran público, dicen, olvidó su pasada afición al RCD Español y se pasó al Barça para jugar en la “Champions” de la política indígena. En esa acelerada campaña de “lavado de imagen” fue capital la ayuda de Águeda Bañón, su Jefa de Comunicaciones, artista iconoclasta de performances callejeras, famosa por retratarse orinando de pie, salazmente familiarizada con la más dorada de las lluvias.

Colau, auxiliada por su cohorte de resolutivos camarlengos, lo mejorcito de cada casa (Janet Sanz y el irrepetible Pisarello, ahora en la Mesa del Congreso, no te lo pierdas), votó doble sí en el ilegal “butifarréndum” separatista de 2014, el de Artur Mas, y ha leído todos los manifiestos que le han puesto a tiro en pro de los golpistas presos. Antepone lo mismo el árabe que el urdu al español en la “publi” municipal, permite los asaltos de los bullangueros jovenzuelos de CUP al “bus turístico” y se abre a “reinterpretar” el conjunto escultórico dedicado a Colón, modismo BLM (“black lives matter”), si bien descarta, por el momento, adosar al basamento de la columna una buena ristra de cartuchos de dinamita. Como descarta cambiar el nombre a la calle dedicada a Sabino Arana, el más eximio teórico del racismo (en versión “bizkaitarra”) que ha pisado suelo español. Vamos, lo esperado y demandado por su fidelísimo electorado.

Colau no quería turismo, esa industria “carente de valor añadido” y que convierte a nuestros hijos en camareros… (Alberto Garzón dixit, ministro, sí, no es coña, de Consumo)… algunos muy malos, por cierto, y ya lo ha conseguido, aunque para ello ha contado con el inesperado concurso del coronavirus, gracias, cómo no, a la demorada alerta sanitaria por parte de las autoridades competentes al permitir eventos de masas que aceleraron su transmisión comunitaria (sea el caso de la mani “chochopower” del 8-M… “Sin besos, sin besos… que hay virus”, decía aturullada una ex ministra socialista a las celebridades, entre ellas la primera dama, que sujetaban la pancarta en Madrid).

La industria de la automoción ha seguido la misma senda. Pues los automóviles, “turismos” (véase “El turismo accidental”), no son santo de la devoción de nuestra “avispada” burgomaestre, y han de ser “pacificados”, así lo dicen, por su contaminación incontinente, lo mismo ambiental que acústica, además de símbolos rodantes de tan aberrantes conceptos como la libertad individual y el derecho a la propiedad. Janet Sanz, segunda de Colau, en plena recesión económica por la pandemia, armada de afilado verduguillo le ha dado la puntilla a la planta de Nissan en Zona Franca, mediante una comparecencia ante los medios que será por largo tiempo recordada.  

Recapitulando: respaldo institucional al separatismo y al golpismo mediante permanente exposición en la balconada del ayuntamiento de todos los barceloneses de pancarta alusiva a los políticos presos (“presos políticos” según la doña, como los hay en Birmania o en Cuba), eliminación de la lengua española de los espacios públicos, acoso al turismo (the tourism kills the city) y “pacificación” del tráfico. Hasta aquí todo correcto. Sólo falta la piedra angular de su gestión, la almendra de su programa: el llamado, no es broma, decrecimiento económico. Es decir, el empobrecimiento pilotado de manera organizada desde el consistorio… una suerte de plan quinquenal de la pobreza.

En efecto, para Colau y su gente BCN es una ciudad demasiado rica, asquerosamente rica, de ahí la demencial subida del IBI registrada este último año para dificultar de rondón la licencia y apertura de nuevos negocios, en particular en el Ensanche (área urbana de “preferente decrecimiento”) o el cobro duplicado de la tasa de “tratamiento de residuos”. Colau no quiere una ciudad comercialmente dinámica, activa, una capital de primer mundo. Aquí va un matiz, no es que abjure necesariamente del mercadeo, en el sentido que Antonio Escohotado describe en su amena y minuciosa trilogía “Los enemigos del comercio”, pero prefiere esas estampas de ciudades caóticas donde se vocean los artículos a la venta por la calle, a lo «top-manta» o en los zocos bulliciosos de abigarrados olores y colores (el Raval-pindi), con esos puestecitos chiquitujos de especias y de artesanía, de orfebres y talabarteros… algo así como El Cairo o Marrakech… donde en las encrucijadas conviven ruidosamente motocicletas con guaguas, bicis, rickshaws y carritos tirados por enjaezados jumentos, con música de fondo de bocinazos y de las llamadas de los almuédanos a la oración.

Y que a los “cruceristas” (cuando quiera que sea que regresen) les reciba el campamento en expansión que ocupa buena parte de los jardines Walter Benjamin, plantados de ceibas barrigudas. Una estrecha tira “verde” que va del tramo final de la avenida del Paralelo hasta la bocacalle de Vila i Vilá (en obras inconclusas desde hace años) con paseo Josep Carner. He asistido a la pugna diaria entre los acampados y los empleados municipales de Parcs i Jardins (“Parques y Jardines”) escoltados por agentes de la Guardia Urbana. Llegan con una camioneta y desmontan una balumba de cartonaje y plásticos, exceptuadas las pertenencias personales. Se va la camioneta cargada de cachivaches. Cuando la comitiva se pierde en la lejanía, los damnificados rehacen el campamento… y vuelta la burra al trigo. Unos días más tarde se repite la operación. He visto representada la misma función en estos meses de pandemia desde mi centro de trabajo no menos de cinco veces, con una salvedad… cada vez se juntan más tiendas de campaña, tipo iglú, de la marca barata de Décathlon.

El poblado chabolista crece. De modo que la colonia de menesterosos superó el nomadismo para convertirse en población sedentaria con domicilio fijo, en pos, acaso, de un empadronamiento que les facilite la percepción de la disputada paguilla del Ingreso Mínimo Vital. Todo hay que decirlo, mantienen, empero, cordiales relaciones de vecindad con otros usuarios de la zona ajardinada: los chicos paquistaníes que al atardecer tienden una red entre dos árboles y juegan a bádminton unos días y a cricket otros. Para escenificar ese empobrecimiento o “decrecimiento económico” es fundamental la decorativa figuración de los “sin techo” acampados en espacios públicos, categoría en la que no incluyo a los CDR que sentaron sus reales impunemente, durante meses y con el beneplácito de Ada Colau, en la céntrica plaza de la Universidad en protesta por la supuesta “brutalidad policial” ejercida contra el referéndum ilegal del 01-O de 2017, y donde por cierto se produjeron casos denunciados, pero no esclarecidos, de agresión sexual. 

De igual manera que el dinero público “no es de nadie”, como afirmara la ministro (ministresa o ministriz) Carmen Calvo, pues el espacio público tampoco, qué caramba… son cosas que suceden cuando tampoco son tuyos tus propios hijos (Celaá, “la inmersionaá”). Con todo prefiero los “okupas” de espacios públicos a los “okupas” de propiedades privadas, pues en el desalojo de los primeros anda como más concernida la administración. Ya pontificó en su día otra celebérrima Inma (Mayol), rutilante cargo (ICV) de la alcaldía en tiempos tripartitos, tan conocida, dicen, como temida en las exclusivas boutiques de moda del Paseo de Gracia, que “la okupación es un estilo de vida”. Mientras largaba esa gansada lapidaria, su maridito, Joan Saura, a la sazón “ministrín” de Interior en el gobierno regional, se dedicaba a recoger “las caquitas del gato”.

Diré que, por justicia poética, sea o no un “estilo de vida” la “okupación» (además de un flagrante asalto al derecho a la propiedad), nada me complacería más que los “okupas” se dedicaran en adelante y en exclusiva a ocupar las viviendas de todos aquellos “progres” que expelen por su boquita esas majaderías creando un ambiente social propicio a la impune perpetración del citado delito. Que le ocuparan la vivienda, primera o segunda (o tercera) residencia a Inma, a Joan y, por ende, a sus votantes (salvo a parientes y amigos, aunque con más reservas a cada día que pasa), pues al parecer nada molesto o reprochable ven en todo ello. En definitiva, y cerrando el círculo, BCN ya es una ciudad más moderna, multicultural, empoderada, «tráfico-pacificada» y humanizada… esto es, más saludablemente pobre. Misión cumplida. 

PS.- Os doy unos días de descanso… me voy, pero volveré y también lo harán las tractoradas…

Bañón, asesora de Ada Colau, nos muestra ufana su disruptiva concepción del arte urbano contemporáneo, dándole un auténtico “bañón” al asfalto

https://www.elplural.com/politica/espana/la-directora-de-comunicacion-de-colau-orgullosa-de-sus-fotografias-orinando-en-la-calle-y-simulando-tener-pene_27963102

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