Cuántas veces no recurren los famosos al fotoshop para salir más guapetones en las revistas. Son las exigencias del papel cuché. Es la tiranía de la imagen, que no permite ni una arruguita en la frente, ni un gracioso hoyuelo celulítico en los cachetes de una de esas divas de pacotilla que colonizan los llamados programas “del corazón”. Las hay muy retocadas y que rejuvenecen un montón de años, tanto si pasan por el quirófano como si el bisturí se aplica durante la edición del fotomontaje. Con todo, los años nunca se esfuman, como reza el viejo proverbio chino: “Los años que cumplen las mujeres nunca se pierden, pues los que una se quita se los pone a su mejor amiga”. Pizca más o menos lo que establece la ley Lavoisier-Lomonosov: “La materia (por los años) ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”.
El fotoshop aplicado a la política tiene también su trayectoria. Fue Stalin uno de sus promotores más decididos, pues no en vano los agentes del GPU (luego NKVD) retocaban aplicadamente las fotos de grupo en las que figuraba el matarife georgiano junto a alguno de sus camaradas de Politburó eliminado en las sucesivas purgas regimentales. Había que borrar toda huella de cercanía que relacionara a la víctima, por lo general acusada de espionaje, desviacionismo o de actividades antisoviéticas, con el sanguinario dictador. Aunque, a su manera, esa versión de la desmemoria histórica, de tan rabiosa actualidad, ya se practicó en la antigua Roma mediante la damnatio memoriae… fórmula consistente en arrasar con bustos de patricios, cónsules, senadores o tribunos caídos en desgracia y, a mayor abundamiento, borrados sus nombres de los anales históricos. Y más recientemente la Wikipedia, según leemos en un diario digital, que se ha apresurado a reconvertir la organización terrorista FRAP, donde en tiempos militó el padre de Pablo Iglesias, en una ONG dedicada a sanar leprosos en Calcuta. Lo que a no mucho tardar veremos con ETA, pues ahora, a través de sus herederos políticos, Bildu (es decir, Herri Batasuna), “salva vidas”, según el ministro Ábalos. Diréis cosas que nos helarán la sangre… cumplida profecía de la madre de Joseba Pagazaurtundúa.
Algo así le sucedió años atrás a Manolo Chaves, entonces Presidente de la Junta de Andalucía, cuando ordenó eliminar de una foto a uno de sus secuaces implicado en el caso de los ERE fraudulentos (“son cuatro golfos”, nos dijeron). Que el técnico no anduvo muy fino, alguna manzanilla de más, y entre las cinco personas de la instantánea sumaban una docena de piernas. Pero el caso más llamativo, por lo que a nosotros concierne, es el de la sensacional mudanza de la bella y monumental villa de Besalú (Gerona), donde hoy se detiene nuestro tractor, como en otras ocasiones lo hizo en Balaguer, Vich y Tortosa.
En efecto, Besalú conserva su fachada y su skyline cien por cien medieval. Es una auténtica maravilla, si han tenido la fortuna de huronear por sus calles y plazas empedradas. Besalú pertenece a la comarca de La Garrocha, o sea, la misma que fue sobrevolada por los cazabombarderos del Ejército español que debían lanzar sus pepinazos de fósforo y napalm sobre Riudaura, según denunció Raül Romeva en el parlamento europeo (véase “El más idiota”). El puente de arcos fortificado es una de sus estampas más fotogénicas, así como el paseo orillero del río Fluviá o los restos arqueológicos de los baños rituales de la fe mosaica. Una auténtica joya de nuestro patrimonio histórico-artístico.
Hete aquí que nos sorprende la pandemia coronavírica y lo deja todo con el culo al aire. “Nos sorprende” porque se negó la gravedad de la crisis sanitaria que se avecinaba para, a fin de cuentas, permitir la mani “chochopower” del 8-M, vector básico de la acción gubernamental. En esto de negar crisis ya atesoramos experiencia, pues lo mismo sucedió con la económica de 2008 (Pedro Solbes vs Pizarro), cuando la demora en tomar medidas causó en España una recesión muy superior a la registrada en otros países de nuestro entorno. Pues ahora, parecidamente, sólo que en esta fase de confinamiento los desempleados son sustituidos por cadáveres. Bien entendido que en la fase próxima de la pandemia, es decir, la crisis económica que asoma en el horizonte de la llamada Nueva Normalidad (que suena a la NEP, Nueva Política Económica, oportunista rectificación doctrinal del período leninista), los desempleados tomarán a su vez el relevo a los fiambres en las falsas estadísticas oficiales. Quítate tú que me pongo yo.
A lo que vamos, llega la pandemia y se van los turistas. Huyen de nosotros como de la peste y porque en el país que peor ha gestionado esta plaga, encima, se les impone una “quincena” si quieren venir (una “cuarentena” de 15 días, para entendernos). Por esa razón, algunos se las prometen felices, sea la alcaldesa Colau y su alegre troupe (véase “El turismo accidental”). Y Torra y su arlequín del ramo, David Font, un tipo que se pasa el día tuiteando mil perrerías contra España, caen en la cuenta que hogaño la campaña vacacional es una incógnita. ¿De dónde sacamos la clientela? No hay vuelta de hoja, qué remedio… de la puta España, nuestro odiado país vecino y opresor.
Y entonces descubrimos estupefactos que en la torre del puente románico de Besalú, donde se asentaba la alcabala y se tributaba en tiempos por derecho de portazgo, gravamen feudal sobre las mercancías que entraban o salían de la villa, han desaparecido por arte de birli birloque lazos amarillos y pancartas pro-presos golpistas. Ver para creer, ni con los siete ojos, o arcos, del puente medieval. Pero que nadie se llame a engaño, los sectarios aditamentos que afean el puente, patrimonio de todos, siguen allí por voluntad expresa del consistorio y de no pocos de sus vecinos abducidos, por mucho spot de chichinabo que nos aticen por TV.
El lema de la campaña es, átame esa mosca por el rabo, “Catalunya es tu casa”, con versión en español para atraer al “turismo doméstico” (David Font), ese idioma del demonio (Samantha Gilabert, OT), o el mismo que hablan las bestias taradas (Quim Torra). De modo que ahora no toca que Inés Arrimadas, a punto de dar a luz, se regrese para siempre a la puta Cádiz de la que nunca debió salir (Nuria de Gispert), sino que se traiga de vacaciones a toda su parentela… que le den morcilla a las playas de Zahara de los Atunes y a la sierra de Grazalema… y de ese modo todo su clan medio agitanado de españolazos tiñosos, esos “desestructurados” andaluces (Jordi Pujol), se pasee por los rincones pintorescos de Besalú y se deje sus dineros en los comercios, fondas y heladerías regentados, a saber, por no pocos de esos nativos de “socarrel” (honda raigambre) que odian a muerte a España y a los españoles y dan mayorías hegemónicas, en las elecciones locales, a los partidos separatistas. Un agradable paseo, pero, eso sí, con banderitas estrelladas en balconadas y en espacios públicos.
Así que este año no se esperan, al decir de la “promo”, cruces amarillas en los arenales de las playas catalanas, como otrora sucediera en Canet de Mar o en Vilasar, ni que el dueño, entorno de CUP, de un restaurant de Ripoll, “La Barricona”, eche a los comensales que se aventuren en su establecimiento con un polo ribeteado con los colores nacionales. Este año no, que sus monedas compensarán de sobra la pestilencia de sus mal digeridos garbanzos (semanario Cu-cut! -1902/1912-… o el odio como arraigada tradición “doméstica”).


Foto, descubra las siete diferencias, publicada por el digital Dolça Catalunya
