Sábado santo: lo he comprendido haciendo una cola hectométrica en el supermercado sito en Entenza nº 28. La cola doblaba la esquina y llegaba hasta el nº 52 de la calle Sepúlveda. Casi media hora de espera (28’). Me dio tiempo, espaciados, a echar un par de pitillos. ¿Qué he comprendido? Que a la facción neocomunista del gobierno (Podemos) le chifla tener a la gente haciendo cola. Cierto que no es la idolatrada cola de la cartilla de racionamiento a la manera de las dictaduras cubana o bolivariana… pero es la cola del “super”, entre nosotros, es decir, en Europa occidental, lo que más se le parece. Mientras la hacemos, no enredamos. Ni hablamos con los ocasionales vecinos, siquiera guardando la distancia de seguridad: somos la meditabunda nación de los “colícolas” o habitantes de las colas. De ese modo podemos entregarnos a sesudas cavilaciones y a sopesar las atinadas consignas gubernamentales.
Preguntado por las colas generadas en Venezuela a causa de la falta de todo tipo de artículos de primera necesidad, carencia debida a la ineptitud de un régimen corrupto en un país rico a manos llenas en variadísimos recursos, el inconcluso Errejón (véase “Poli buena, ex-poli malo”) excretó oralmente que las colas se dan profusamente en ese paraíso terrenal de los trabajadores “porque a los venezolanos les gusta “socializar” en la calle”… son a lo que se ve gente alegre, extrovertida y bullanguera, arsa que toma y olé. Un día dijo eso y otro que se forman largas colas porque “los nativos del país tienen mucho dinero en el bolsillo y les gusta gastar”… luego son la mar de rumbosos derrochando los monises. Y es cierto, porque llevan encima, o en carretillas de mano, fajos de millones de bolívares… sólo que un kilo de billetaje, hojarasca del Monopoly, no da ni para comprar media docena de huevos… no te digo ya un rollo de papel higiénico, que es allí un auténtico lujo de satrapías orientales.
A los de Podemos, las colas les enloquecen y a su jefe, Pablo Iglesias, le ponen la “coleta” tiesa. El broche de oro a esa sucesión de declaraciones fue cosa del cursi de Monedero, proclive a la llantina, cuando confesó que por sus mejillas resbaló “un Orinoco de lágrimas” al fallecer Hugo Chávez, lo que no fue óbice para que cobrara de tapadillo de ese régimen criminal (no es fake news, mi General -JM.Santiago-) alrededor de medio millón de dólares por un estudio sobre una nueva moneda regional que habría de sustituir al dólar como divisa de referencia… suma que pudo regularizar finalmente para evitar juicio de ocultación al fisco por gentileza de Cristóbal Montoro (alias “el Murciégalo”, idiotismo admitido por “murciélago”), ministro de Hacienda de aquella hora.
De modo que con el personal haciendo colas en pro de la elemental subsistencia, la iniciativa privada del sector económico hibernada por el coronavirus, la financiación vía partida presupuestaria de las cadenas TV “generalistas” (15 millones de euros para compensar pérdidas en anunciantes… a cambio de «masajes con final feliz» a la gestión de la pandemia en los espacios informativos, modelando la opinión del lanar paisanaje), las declaraciones de JM Santiago Marín, el de “los 20 kilos de naranjas y limones”, cítricos que no los de la finada Rita Barberá, General de Estado Mayor de la Guardia Civil y aspirante a JEMAD (“nuestra misión es minimizar las críticas al gobierno”), la drástica restricción de movimientos (todos en casa, todos controlados), expedición de salvoconductos, legislación vía decretazo y eludiendo el control parlamentario, etc… gana fuerza la sensación de sumergirse la sociedad en una suerte de ensayo o prueba-piloto hacia un modelo regimental donde la gente subsiste, mejor o peor, gracias a la generosidad del providente inquilino de La Moncloa. Dependencia que, llegado el caso, y en los regímenes de corte bolivariano y/o socialista siempre llega, se convierte en un instrumento “premio-castigo” para clasificar a la ciudadanía en virtud de su obediencia y lealtad a los edictos oficiales.
Ese cese de la actividad económica privada, o temporalmente supeditada a directrices políticas, vale que por otras causas, cobra semblanza como de sistema productivo intervenido, planificado, de corte sovietizante. Por todo ello, creo que la facción podemita del gobierno de la nación está tocando el cielo con las manos, relamiéndose de gustirrinín, ronroneando feliz como gato satisfecho ante las puertas del Edén, ante el paraíso en la Tierra… su Tierra Prometida. Ya dijo el vicepresidente Iglesias (sí, vicepresidente), no sin razón, que los comunistas sólo pueden llegar al poder en medio de circunstancias “excepcionales”. Y ésta es una, y de las más pintiparadas para ello. ¿La elevada mortandad que padecemos? Nos remitimos a Stalin, al que aún rinden culto algunos de sus dirigentes (Miguel Urbán, “anticapi”): “La muerte de un hombre es una tragedia, la de un millón (20.000 a día 18 de abril) es sólo un apunte estadístico”.
Para los neocomunistas en el poder, hay que decirlo, el coronavirus es una magnífica oportunidad porque todo lo voltea y pone del revés, encrucijada apta para radicales transformaciones, y no sólo porque la mortandad se ceba en los ancianos, el segmento social más refractario en las urnas a la formación morada y sobre el que han proyectado, por esa causa, multitud de reproches que sería prolijo enumerar. Así lo afirma Vanessa Lillo, a quien no tengo el disgusto de conocer, a Dios gracias, diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid en declaraciones recogidas días atrás en la prensa: “Hemos de aprovechar la oportunidad que deja el coronavirus para cambiar el modelo económico y político”. Eso ha expelido por vía oral, que no anal, la interfecta. A mí que me registren.
Salta a la vista, si trasladamos la debacle del covid-19 al ámbito de la lírica, que el himno por antonomasia del pugnaz combate a la pandemia, Resistiré, del Dúo Dinámico, no es melodía al gusto «podemoide». Menos aún Libre, la emblemática oda “anti-vopos (RDA)” de Nino Bravo. Ellos prefieren, con diferencia, y por mayor congruencia con sus postulados, el Contamíname… mézclate conmigo, de Ana Belén, tan gran artista como estereotipo de “progre” recalcitrante, de larga y contrastada ejecutoria.
Poco o nada extraña, con estos antecedentes, que la edición digital del diario ABC, 11/04/2020, muestre un pantallazo de Google donde España, junto a Laos, Vietnam, China, Cuba y Corea del Norte integra el listado de países comunistas que en el mundo son, aunque se echa en falta precisamente a Venezuela, uno de sus máximos exponentes. Cierto que la inclusión de España en tan honorífico ranking podría entenderse como una exageración o una licencia poética, al menos por el momento, y que en todo caso, aún hay clases, mejor encajaría en aquella trillada etiqueta, más civilizada, de lo que un día se conociera como “eurocomunismo”.
Si la facción más totalitaria del neo-Frente Popular anda la mar de motivada por la hecatombe que nos arrasa y aplana (a la espera de que lo haga también la curva de infectados, que es una curva muy abierta), qué no decir de las fanatizadas feministas de esa cordial entente. Hoy he visto en la cola a mujeres de diferentes edades, muchas de ellas en chándal, despelujadas, sin el afeite y atavío de la tradicional compostura femenina. Qué más da. No se les ve la cara, salvo los ojos, como si un “niqab sanitario” ocultara sus facciones, como si la belleza desertara por siempre de este atorrante mundo en cuarentena. Infinitamente mejor para esa cochambre de “chochopower” socio-podemitas… de tal modo que esos asesinos y violadores, los hombres… esos adanes, esos primates que fuman, beben, hablan de fútbol a todas horas y babean como puercos hozando en el humus, oinc-oinc, en cuanto ven unas faldas, habrán de conformarse con saciar sus inmundos apetitos cortejando lanudas ovejas o cabras montaraces, de esas que andan sueltas por las ciudades, dejando en paz, al fin, a las mujeres explotadas por el hetero-patriarcado opresor.
No es cierto que “el “machismo” mate más que el coronavirus”, como sostiene en su pancarta una “chochopower” que se ha hecho viral (es decir, coronaviral), pero, no hay mal que por bien no venga, puede la doña consolarse sabiendo que el covid 19 (17…14 en versión aborigen) mata más a los hombres que a las mujeres. Que se jodan esos cabrones. Una vez más, se repite el dicho, el infierno de unos es el paraíso de otros: “Contamíname, mézclate conmigo”…
