Tractorada en Tortosa

Para no creer: tractorada en Tortosa. Por una vez los tractores salen a la calle con motivo de una protesta específica del aperreado y sufrido agro nacional. Cientos de tractores, leo en la prensa digital, colapsan el tráfico de la villa tortosina convocados por ASAJA e Institut Agrícola Sant Isidre, pues, lógicamente, los chicos de Unió de Pagesos reservan su maquinaria para otros cometidos, siempre al dictado de ANC, de Òmnium (Òdium Cultural) o del autodenominado tsunami democràtic, persuadidos de que son, gracias a su tremenda potencia de fuego, la acorazada Panzerdivision del separatismo indígena. 

Que si la carestía creciente de los insumos (el combustible está por las nubes), el desfase de precios en la cadena alimentaria entre producción, distribución y PVP en los supermercados, la implantación en el campo de un ruinoso SMI por real decreto, el escaso margen de beneficio, el dumping de las grandes superficies, todo en conjunto un desastre. El campo está que tira de espaldas. Los cultivos no son rentables y encima los acuerdos comerciales de la UE con países terceros suponen una competencia devastadora para el sector agropecuario. Y luego va la llantina generalizada del campo despoblado, bien entendido que el campo está menos poblado que la ciudad, que por eso el campo es campo, y la ciudad, ciudad, parafraseando al ilustre pensador Vujadin Boskov. Apaga y vámonos.

Lo dicho, salen a la calle… pues para que un problema entre en agenda, ha de tener visibilidad. Si no la tiene, no hay problema, así de fácil: ley número uno del más elemental concepto de la propaganda política acuñada en su día por Münzenberg, maestro del agit-prop y servil agente estalinista. Lo saben agricultores y ganaderos, los taxistas, los trabajadores interinos de la administración que encadenan cientos de contratos en su vida laboral, los pensionistas, los lampistas y las prostitutas, los malabaristas y las peluqueras, razón por la que marchan todos de paseo a Madrid para que les saquen en el telediario cuando les sulfura un problema sectorial.

Todos no, los defensores de la libre elección de lengua oficial en la escuela pública, los defensores de la enseñanza en español, lengua oficial y común a todos los españoles, no lo sabemos. Por eso nunca vamos a la capital en la seguridad (errónea) de que el nuestro no es un problema de ámbito nacional, si no regional, es decir, de este pedrusco a ese arroyo, pero de ese arroyo hacia allá, no, que ya es otro condado. Ésa es la razón por la que creemos que el malo de la peli en Cataluña es Pujol, Maragall, el sonderkommando Montilla, Mas o Torra, en Mallorca, Jaume Matas o Cristina Armengol, en Valencia, Camps o Ximo Puig, en Galicia, Fraga (QEPD) o Núñez Feijóo, o en Navarra, Chivite. Y que Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy o Pedro Sánchez nada tienen que ver en esta broma pesada, chufletera y ridícula académicamente que es la inmersión forzosa en lenguas co-oficiales, único lugar del mundo donde tal sucede, con la relevante excepción de las islas Feroe. No vaya a ser que los partidarios de la enseñanza en español en todo el territorio nacional (como se estudia en francés en toda Francia, aun hablándose otras lenguas en el vecino país), una vez en la corte y villa, saltemos a la primera página de la candente actualidad y no sepamos qué hacer… como sucede a veces a ese futbolista poco atinado que, para su sorpresa, se queda sólo ante el portero rival, temblequea, se atasca y falla estrepitosamente una ocasión clarísima de gol (como aficionado del RCD Español podría ilustrar esta analogía balompédica con unos cuantos nombres).

Nos conformamos con reunir pliegos de firmas para una ILP fallida (se anuncia otra) invirtiendo el orden natural de las cosas, pues para que la gente se decida a firmar y dar su nº de DNI es preciso crear, previamente, la necesidad de la firma, y si el personal no recibe antes “inputs” visuales con suficiente fuerza motivadora, por ejemplo una nutrida mani por las calles de la capital y con cierta repercusión mediática, no se genera estado de opinión favorable y no hay firma que valga. Vamos, que están los tiempos para que tu DNI “rule” por el ancho mundo. Es prácticamente imposible obtener una modificación legal desde la calle, si la calle no “habla” con una voz potente.  

Tras esta breve digresión, regreso a mis tractores. ¿Por qué sacude de ese vibrátil modo las fibras más íntimas de nuestros indigenistas de barretina calada hasta las cejas la figura del tractor? Porque el tractor levanta surcos en la tierra nutricia, en la madre tierra, en el sagrado terruño regado con la sangre de nuestros mártires, abonado por sepultas generaciones de antepasados. De esos surcos brota de nuevo la vida en un amplio movimiento de sístole y diástole regido por los ciclos rítmicos de la naturaleza. Es la erótica del tractor, símbolo de la lucha por la independencia, aunque sea un John Deere o un Kubota.  

Los tractores, nuestros panzer, por así decirlo, suman, transforman, crean vida, en tanto que los tanques, los carros de combate de nuestros declarados enemigos, siembran fuego, destrucción y muerte. Con todo, a causa de ese desconcertante fenómeno psicológico que consiste en la mórbida rectificación de la repulsión habitual entre polos opuestos, eros versus thánatos, y que se da en algunas personas, el carro de combate del ejército español genera sensaciones ambiguas y de cariz libidinoso y masoquista en no pocos ultranacionalistas catalanes, para quienes el oficial tanquista al mando de un Leopard (de patente alemana) se les aparece como una flageladora dominatrix de camuflaje y galones en lugar de capa de armiño, que blande látigo o tundidora vara de avellano.

Por esa razón, homenajeo aquí al carro de combate, lascivamente codiciado por las ensoñaciones sangrientas de los catalanistas más perturbados, y es que no es lo mismo morir heroicamente, ametrallado, aplastado, carbonizado, adosando al ingenio artillero una mina antitanque, como en las pelis, que palmar sin pena ni gloria en la cama por culpa de un coronavirus de mierda. Esbozo, pues, una definición para una futura e hipotética reedición de “Demens Catalonia: breviario clínico del nacionalismo en 125 electrochoques”.

Tanque: “Vehículo blindado que dispone de mecanismos de disparo de munición artillera que los nacionalistas más exaltados desean ver entrar en BCN por la Diagonal”.

“Para los nacionalistas, los tanques de la Acorazada Brunete devienen fetiches eróticos de gran poder afrodisíaco. Nuestros aborigenistas gimen, suspiran, levitan, se licúan, se deshacen en una torrentera de jugos… al soñar que una columna de blindados se desliza con su rechinante frezar de oruga metálica por el asfalto de la Diagonal… es el éxtasis… ni que decir tiene que muchos de nuestros nacionalistas abrigan el inconfesable deseo de ser abruptamente sodomizados por el apuesto oficial que emerge de la torreta con sus lentes polarizadas, bigotito recortado, pañuelo de seda al cuello, rodela de sudor al sobaco y acento ceceante de la zona de Cabra (Córdoba) o Don Benito (Badajoz)”.

“Los adeptos a esa extraña parafilia, el “tanquismo” , conjugan esas fantasías voluptuosas inspiradas por el fálico cañón del carro de combate, escupidor de fuego y lava, con una suerte de épica suicida y martirial soñando que harán frente al invasor con las manos desnudas, como hiciera Jan Pallach, el héroe de la revuelta de Praga que se quemó a lo bonzo ante las divisiones soviéticas, o emulando el valiente desplante de aquel héroe anónimo de la plaza de Tiananmen que detuvo la marcha de un blindado del Ejército Popular”.

“En resumidas cuentas, el tanque ingresa en el devocionario masoquista indígena en el que forma trinidad iconográfica con la cabra de la Legión y la pareja de la Guardia Civil caminera con tricornio, capota y tercerola Máuser al hombro”.

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