Vich contra Balmes

De siempre se nos ha dicho que Vich (Vic) es la capital de la llamada “Cataluña catalana” o “Cataluña profunda”, poblada por nuestros auténticos aborígenes que no han ensuciado su ADN primigenio con aportaciones foráneas, corruptoras y defectuosas. Visité la capital de la comarca de Osona por estar alojado unos días en la cercana localidad de Viladrau para hacer senderismo por los caminos arbolados, cara norte, del macizo del Montseny. Recuerdo un par de cosas: la persistencia de la niebla en aquellos parajes y los diferentes vestigios en Vich de la vida y obra de su hijo más ilustre, el filósofo Jaime Balmes.

Casualmente leí meses atrás su obra más referenciada: “El criterio”. Contrariamente a lo que uno podría suponer no se trata de un tostón abrumador, de unas reflexiones plúmbeas, atorrantes, constreñidas por una estrecha moralina, nada de eso. Es un ensayo de amena lectura y un logrado ejemplo de lo que se conoce por filosofía del “sentido común” inspirada por el padre Claude Buffier y con cierto predicamento en los siglos XVIII y XIX. Cierto que Balmes recurre en ocasiones al alifafe, al floripondio verbal, fruto de la gerundiana retórica de la época, pero en suma, cuanto dice es cabal, práctico y no pocas de sus argumentaciones traslucen su sólido conocimiento de las Matemáticas y su afición a la ciencia experimental. Gusta además de acudir a los ejemplos para dar mejor cobertura a sus razonamientos, por lo que el ánimo docente está presente en cada breve capítulo del tratado… no en vano Balmes ejerció también el magisterio.

Fue hombre preocupado por su país, España, y en sus páginas combina la ditirámbica alabanza al pasado glorioso de la nación con su desánimo por la postración de aquella hora y su afán por la adopción de políticas regeneradoras encaminadas a la mejora de la instrucción pública y al desarrollo económico tomando el testigo de un Jovellanos y anticipando a un Joaquín Costa, o eso diría con la boca pequeña por no disgustar a gentes más eruditas. En muchas de sus páginas el filósofo lanza envenenados dardos contra los excesos sentimentaloides, desbordados e irracionales de esa moda de su tiempo, el romanticismo, que tan destacado papel jugará en la irrupción de los nacionalismos esencialistas que, burla burlando, en nuestra versión autóctona, gozarán con el tiempo de enorme predicamento en Vich y alrededores.

Cuando se dice que los catalanes estamos sujetos a dos fuerzas antitéticas, que tiran de nosotros en direcciones opuestas, el “seny” y la “rauxa”, en una suerte de bipolaridad colectiva, pensaré en Balmes como uno de los valedores por antonomasia del “seny”. Pero, curiosamente, la población de Vich, que rinde a cada paso homenaje al eximio pensador, a día de hoy más parece sumida en la vorágine del polo “rauxa” de ese peculiar binomio. No hay más que acudir a las recientes declaraciones de su alcaldesa en sede parlamentaria, pues la interfecta une a dicha dignidad la condición de diputada regional.

Anna Erra, de JxCat, PDECat, o sea, CiU, para no liarnos, es, además de profesora, átame esa mosca por el rabo… ¡¡¡Presidenta de la Fundación Universitaria Balmes!!! Y uno sospecha, tras las gansadas que expele por vía oral, que el conocimiento de la obra balmesiana no ha sido de ningún provecho en su caso. Anna Erra sostiene, imbuida de un etnicismo apolillado, paletoide y cejijunto, y que jamás habría suscrito Balmes, que los catalanes poco menos que nos reconocemos los unos a los otros por nuestro aspecto físico y por eso, a las personas que no entran en nuestros parámetros indígenas antropométricos, es perentorio hablar con ellas en catalán para fomentar en su magín el afán por la integración en el monocorde ambiente localista. Anna Erra, yerra. No pierdo la esperanza de que un día tan observadora dama me explique cómo diantre se las ingenia para distinguir a un señor nacido en Vich de otro nacido en Albarracín (Teruel) o en Bóveda de Toro (Zamora), salvo que el primero adorne su cabeza con la tradicional barretina, que, al gusto de la tal, se alarga en su cuerpo medio, afina en su extremo y cobra el aspecto de un puntiagudo y fantasmagórico capirote del Klan.

Esta infusa y sorprendente capacidad para el discernimiento fisionómico nos recuerda aquel mito extendido en la Edad Media del “foetidus iudaicus”, es decir, del olor peculiar que permitía supuestamente a los judíos reconocerse entre sí, al margen de signos visibles, mezclados entre los “gentiles”. ¿Acaso, insinúa la señora Erra (-da), que los catalanes despedimos un olor característico que captan de manera ingénita nuestras narices? ¿No se tratará del olor emanado por Quim Torra, por ejemplo, cuando presume de atiborrarse de “butifarra con judías” en Bescanó, provincia de Gerona? ¿Da carta de naturaleza, la edil vigitana, al hasta hoy incógnito “foetidus catalaniensis”? ¿A qué se refiere exactamente? Erra, sencilla y tontuelamente, replica el discurso de la Consejera de Cultura (sic) del actual gobierno autonómico, Mariàngela Vilallonga, la reina de la laca, con permiso de Yurena Seisdedos, friki-TV (“No cambie”), que en repetidas ocasiones se ha referido a la “raza catalana” tendiendo un puente, una suerte de bucle temporal de movimiento cero, con los artífices del nacionalismo fundacionalmente identitario y racista de los Valentí Almirall, Pompeyo Gener, Martí i Juliá, etc. 

La excusa economicista argüida por el separatismo estos últimos años (la cantinela de las balanzas fiscales, el “España nos roba”) para penetrar en ese segmento de la sociedad catalana  en principio refractaria al nacionalismo, dando forma al “charneguismo amontillado y rufianesco” (constituido por entidades del tipo Altres Andalusos y especímenes de similar condición, duchos en el arte subalterno de la remonta), pierde peso en la fase presente. Era, pues, el camelo del agravio fiscal, un banderín de enganche para gentes oportunistas. Y vemos que retorna vigorizada y altiva, aunque siempre estuvo ahí agazapada, latente, la decimonónica craneometría del doctor Robert y adláteres. Y todo ello sin que esa ONG, es decir, esa OSG (Organización Sí Gubernamental a fuerza de subvenciones) que es SOS Racisme diga ni ase, ni bèstia, es decir, nada de nada.  

En Vich, la plaza mayor porticada amanece a menudo cubierta por la niebla, como en la escenografía de una película de terror. Cuando la niebla se desvanece a medida que avanza el día, puede uno ver, al fin, los arcos de la plaza y también el enorme banderón estrellado que cuelga de la fachada del ayuntamiento, mientras en su gabinete de trabajo Erra redacta minuciosamente sus elaboradas y sesudas intervenciones parlamentarias. Tras disiparse la niebla, la plaza aparece transmutada en un cementerio inmenso, como el de Arlington (lo hemos visto en todos los informativos TV) con cientos de cruces amarillas plantadas en el suelo, una por cada supuesto herido durante las cargas policiales del 01-O, incluida la “manirrota” señorita Torrecillas, concejal de ERC en Gallifa (véase “Tetas”).

Sospecho que las señoras Erra y Vilallonga se hicieron eco del desbarre genetista de Oriol Junqueras para quien los catalanes disfrutamos de un ADN flamígero y exuberante y más parecido al de los franceses que al de esos españolazos subhumanos, que en su deformidad feofícea recuerdan a los engendros viscosos y bamboleantes, como ameboides, emboscados en la noche, que colonizan los relatos fantásticos del eximio racista Howard Phillips Lovecraft. Por esa razón y para establecer razonables parecidos “raciales” con doña Anna Erra, añado aquí el mismo link de la entrada “ADN (la peau douce)” con la bellísima Alizée, oh criatura, como protagonista, y que nunca me cansaré de mirar.

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