Tetas

Patria y Libertad, indistintamente, se representan a menudo con una mujer que muestra sus ampulosos senos. Eso nos enseña Panofsky en sus estudios iconográficos de emblemáticas pinturas, sea el caso de la tantas veces reproducida “La Libertad guiando al pueblo”, de Delacroix. Las tetas siempre darán que hablar, pues “tiran más que dos carretas”, según reza el refinado adagio popular. Recuerdo muy bien la noticia. Guardo el recorte periodístico de la sesuda investigación patrocinada por una universidad extranjera, lo mismo da de Pernambuco que de Edimburgo, donde se dice de manera concluyente “que mirar el escote femenino alarga la vida de los hombres”, cuando es otra cosa, eso pensaba uno, lo que esa furtiva mirada alarga. Ilustra la crónica pintoresca una fotografía de la teleserie “Las vigilantes de la playa”, con papel destacado de la laureada actriz Pamela Anderson, de gran registro dramático, y que, como no podía ser de otra manera, se ha declarado favorable a las tesis de nuestro separatismo autóctono, lo mismo que Spike Lee, Cher o Viggo Mortensen (éste último, casado con una actriz catalana de familia ultranacionalista, por lo que no es peregrino aventurar que los senos de su cónyuge, siempre los senos, han influido en su interesada decisión).   

Inevitablemente el fenómeno “mamario” ha sido incorporado al decurso del llamado “proceso”. Pilar Rahola, Ada Colau y una concejal de Gallifa apellidada Torrecillas, o eso creo, han focalizado en sus senos los tumultuarios avatares del irredentismo localista. Rahola confesó en TV3 que, en audiencia real, el monarca “abdicante”, con esa, dicen, predisposición sicalíptica de los borbones a la palpación de volúmenes femeninos, le agarró los melones y, aplicando la fuerza necesaria, replicó en su delantera el gesto de exprimir unas naranjas. Ada Colau declaró que en cierta recepción, militares de alto rango e importantes jueces, al alimón, en una suerte de “gang bang” porno-institucional, la acosaron llamándola “tía buena” y “maciza”, babeando copiosamente y manoseando sus tetas sin descanso. Una actitud imperdonable, la de espadones y señorías, de ser cierta, que en nada exime la abusiva ingesta en dicho evento de alcoholes destilados o una posible disminución de la agudeza visual a causa de la edad. La terna la cierra la concejal Torrecillas, de ERC. En su caso, el abuso sexual perpetrado por las fuerzas policiales durante la jornada del 01-O (le magrearon las aldabas impunemente), fue agravado con una fortísima dosis de sadismo y de brutalidad, pues, según la interfecta, los agentes torturadores le rompieron los dedos de ambas manos de uno en uno, extremo que, no obstante, no ha sido confirmado por parte médico alguno.

El seno nutricio alimenta la lucha del pueblo que ha tomado conciencia de sí mismo. Aquí la patria es la “Matria” de la que hablan las feministas más radicales imbuidas también de pulsión nacional. Y su sacrificio se aviene, por analogía martirial, al de nuestra patrona, santa Eulalia, cuyos pechos fueron quemados y amputados durante la sanguinaria persecución de los cristianos en tiempos de Diocleciano. O al romance lorquiano de la Guardia Civil: “Rosa la de los Camborios/ gime sentada a su puerta/ con sus dos pechos cortados/ puestos en una bandeja”.

Ada, Pili y Torrecillas, abanderadas de la libertad, como la femenil alegoría del cuadro de Delacroix, son al tiempo nativo trasunto de las lloradas heroínas de “Las flores de la guerra”, protagonizada por Christian Bale, que es una versión edulcorada, casi una versión Disney de “Ciudad de vida y muerte”, una aterradora película china sobre las espeluznantes matanzas y las violaciones masivas perpetradas por los japoneses en Nanking, año 1937.

Los senos de nuestra triada heroica, codiciados por lobunos enemigos sin escrúpulos, prontos al estupro, son el faro que guía nuestros pasos en el páramo, el conducente resplandor en el firmamento de una Vía Láctea para orientación exclusiva de nacionales (se pide ADN homologado), pues las estrellas diseminadas en el cielo son el chorretón alimenticio expelido de las mamas de la “Madonna” que vemos, por ejemplo, en la “Lactación de san Bernardo”, de Alonso Cano, un motivo mariano que gozó de nombradía artística en la Edad Media y que fue recuperado en el barroco tardío para combatir el trato desdeñoso prodigado a la Virgen por la reforma protestante.  

Hay a quienes las tetas siempre nos desarmarán. No podemos luchar contra ellas y nos ganarán, sí o sí, la partida. Somos aquellos que, cuando niños, no fuimos atetados, o en su caso destetados con prontitud. Mi santa madre, que en gloria esté, por diversas razones que no hacen al caso, no pudo darme el pecho, y hube de conformarme con ese sucedáneo que es la tetina del biberón. Por ese déficit lactante, de contacto directo con la teta y su pezón, presumo que en ocasiones me quedo clavado como un pasmarote mirando el canalillo que asoma por el apretado escote de una dama. No hay nada sucio en esa mirada, ni rastro en ella de la concupiscencia o voluptuosidad del fornicario, acaso la pueril nostalgia de una necesidad insatisfecha. Que abundan los descarados mirones, impelidos por lúbricos pensamientos, no lo voy a negar, pero no es el caso presente. El problema reside en que, aunque lo expliques con buenas razones, nadie te va a creer. Y, velis nolis, te tomarán por un degenerado si el magnetismo de los pechos, redondos y blandos, sometidos a tenue temblor, atraen tu mirada como un potente imán. Somos aquellos que jamás veremos con malos ojos una protesta de las sectarias y tontuelas chicas del colectivo FEMEN, por alejados que estemos de su puntual reivindicación. Quienes guardamos de “Amarcord” un grato recuerdo y sostenemos que Tinto Brass, por una inversión de simetrías, es el Fellini de los culos.

Cabe añadir, a guisa de final recomendación a tan ilustres damas, Ada, Pili y Torrecillas, que protejan sus tetas de las rijosas asechanzas de nuestros enemigos, pues sus cántaros son territorio sagrado, símbolo del brollante manantial que saciará la sed de las venideras generaciones de combatientes. La madre nutricia dadora de vida a través de la ubre, de la mama, que es la prolongación del cordón umbilical hasta el instante del destete. Escuchad pues, “gent ufana i superba”: las tetas de nuestras mujeres son sagradas, se miran en todo caso, pero NO SE TOCAN. Tetas por la liberación nacional.

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